domingo, 7 de septiembre de 2008

La Posadera

La mujer miro a su esposo; y a sus hijos. Se sentía cansada, era todo tan distinto, del día en que Eliab, la había conducido a su casa. Pero de aquello, habían pasado ya 20 años; y sus cabellos antaño negros, se encontraban ya nevados.

A veces su marido, bromeaba, llamandola, "princesa", su nombre era Sara
Pero Sara, tenía muy poco de princesa. Era la mujer del posadero, y su reino. Un reino en el que no faltaban borrachos, y animales, se limitaba a una pequeña posada, donde los huéspedes se amontonaban unos junto a otros., y, tres habitaciones en el piso alto de la casa, reservadas  para los que podían pagar un poco más, fuera  al lado de la casa, estaba la cuadra, donde a veces, permitían a los clientes guardar sus burros, o algún camello;  en aquel momento, lo  ocupaban sus animales, un  buey ciego, una vaca coja, un  perro, tres ovejas, y, un borrico.
Así pues su trabajo consistía en barrer la posada, dar de comer al ganado y, adecentar las habitaciones del piso superior.


Aquel día,  Sara, tenía un motivo para estar no sabía si enojada o contenta, por un lado, el decreto de un tal César Augusto. Había llenado la ciudad de forasteros., y eso, siempre era una posible ganancia, de hecho lo   estaba siendo.

 La posada,  se  encontraba de bote en bote, hasta consiguieron alquilar por sus buenos denarios; las habitaciones del piso superior.

Y,  enojada, porque como buena israelita, le dolía ver como era tratado su pueblo por el tirano, claro que Eliab, le decía que eso era política y ellos lo que tenían que hacer, era bendecir al Eterno, por aquella inusitada ganancia.

Ni Eliab, ni Sara, eran mala gente,  todos sabían de su buen corazón, lo que pasa, es que el buen corazón, solo no da de comer, y, ellos tenían una posada, que era  posada,  que era su medio de vida

Por eso, cuando aquel joven matrimonio llamo a su puerta, hubiesen querido, sobre todo Sara, tener un lugar que ofrecerles, pero era imposible, sí,  Ella no se encontrase, en aquel estado, les  hubieran hecho un hueco, pero una mujer a punto de parir, no puede estar mezclada, entre todo tipo de personas.

Que traer un ser al mundo es un acto intimo y sagrado, de haber sido en otro momento, hasta les habrían dejado una de las habitaciones superiores, allí si que estarían a gusto, tenían incluso cama con pluma de faisanes y pavos reales., pero no era posible, estaban ocupadas, y  claro, no podían echar a los huéspedes que las ocupaban ni cambiarlos;  pues habían pagado; sus buenos denarios, y  aquellos jóvenes; mal podrían haber pagado la posada; y una cosa era la compasión y otra el olvidarse de que tenían un negocio, del que dependían sus hijos y ellos.

Pero ello, no quiere decir, que Sara, los fuese despedir con cajas destempladas, ya quedo dicho, que no era mala persona., y además era mujer y  madre.

, Y ver aquella chiquita, que aguardaba la llegada de su Hijo, le enterneció el corazón,  e hizo lo que le pareció era lo mejor, los condujo hasta la cuadra, les pidió disculpas, por no poder, ofrecerles cosa mejor, y,  se fue a su casa; a buscar unas mantas, y decir al marido, que temblaba más que un flan, que cuando el Niño, anunciase su venida, la fuese avisar que ella de eso sabía un poco.

Después regreso a la posada; y a eso de la media noche; El joven esposo, llego corriendo, casi sin aliento. “mi esposa,  Maria, creo que ya viene el Niño...”

Sara, tomo unas ropitas de sus hijos, que todavía conservaba, unos cubos con agua templada, unas toallas, y acompañó dando ánimos al primerizo papá.

Todo parecía normal, aunque la noche se hallaba más estrellada que de costumbre, pero nada más; al penetrar en la cueva –cuadra.

Sara, lanzo un grito, la joven madre, ya había preparado al pequeñín, y lo estaba amamantando; corrió hacia Ella, le dijo que debía estar acostada, que tenía que dejar que fuese ella a lavar al pequeño; que traer un niño al mundo, era algo muy serio, y  todo lo que se le ocurrió.

La joven Mamá, sonreía, parecía pese a su juventud, no más de 18 años, que fuese ella., la madre de Sara.

“Pero si estoy estupendamente, si fue, como cuando un rayo de sol, te toca, no he sentido dolor al nacer mi Niño”.


Pese a todo, y para no disgustar a la buena de Sara;  Maria,( la mamá) acepto recostarse en la manta., que ella, le había traído, y dejo, que esta cambiase los pañales al recién nacido, y, tanto Ella como su esposo; aceptaron aquellas ropitas usadas para su bebe.

Sara volvió a la casa,  regreso con un caldo de ave, para la madre,  les dio permiso de ordeñar la vaca.; también les dijo, que cuando se fuesen, aunque esperaba verlos al otro día, podrían llevarse el asno, así irían más cómodos tendrían un burro para cada uno, a continuación beso los pies del pequeñajo., y, regreso a su casa; estaba cansada. “pobrecita, donde ha tenido que tener a su hijo.


Si ese maldito César, no hubiese sacado el Censo, pero un día vendrá el Mesías, y, acabará con toda esta injusticia. ¿por cierto, me pregunto habrá venido ya, habrá ya nacido;  en que palacio, en qué mansión lo habrá hecho, quién sera la ilustre mujer que le sirva de madre, y, que hombre tendrá el honor de llamarle hijo?

Mas que hago, pensando en el Mesías, que cuando nazca lo hará en buena cuna, y, como han hecho siempre los que así nacen apoyara a los suyos, a los de arriba, qué hago pensando en él, y, no pienso en lo que debo llevar a esa pobre familia, cuyo hijo, acaba de nacer en mi cuadra"

Mientras arriba en lo alto, los ángeles empezaban a cantar;  “Gloria a Dios en el Cielo, y en la tierra, Paz a los hombres de buena voluntad; y,  anunciaban a unos pastores que, El Mesías el Señor acababa de nacer en una cuadra de Belén. " ; pero eso Sara no podía oírlo, por dos razones tenía mucho sueño,  y, hubiera hecho menos buena, su obra buena.
Fin