jueves, 14 de diciembre de 2017

El Torreón misterioso



El torreón misterioso
Aquel viaje

Era una época difícil, en la que nadie sabía lo que podría suceder, pero todos tenían el miedo en el cuerpo. Había miedo cuando se sentía a determinadas horas, el timbre, o la aldaba de la puerta, en realidad se tenía miedo a todas horas, se hablaba con miedo, y, en esa época Carmen y, Antonio, se casaron, eran dos jóvenes enamorados, él pertenecía a una importante familia bonaerense, muy cercana a los círculos de poder, que ahora habían metido el miedo dentro de las gentes, ella pertenecía a una familia de inmigrantes gallegos, pero ya asentados desde hacía décadas en la nación argentina, a la que amaban como su segunda patria; y, si bien no, se metían en política ni militaban en ningún partido, eran contrarios a las actividades de aquel gobierno

Por eso la familia de Carmen no apoyo, aquel matrimonio, pero Carmen era mayor de edad, nada, pudieron hacer, además Antonio, era cosa aparte, y tampoco podían significarse demasiado

Así pues se casaron en una iglesia sencilla. Y, emprendieron el viaje de novios a España, en cierto modo ambos tenían raíces españolas. España estaba estrenando su democracia, pero aún tenía muy reciente en su mente la dictadura que había vivido, y, ahora sentía cercano, lo sentía el pueblo, la tragedia, por la que estaban pasando sus hermanos argentinos
Naturalmente a unos recién casados, maxime en un hotel aunque sea de provincias no se le hacen preguntas políticas, tampoco las habrían contestado, los tentáculos del mal, son muy largos
En un principio se albergaron en pueblos de lo que entonces era todavía Castilla la vieja,  y, en Castilla la nueva; pero un día, otro huésped del hotel donde se alejaban en un pueblo de Salamanca, les hablo de un torreón misterioso, en él que se decían sucedían cosas, si les interesaba conocerlo él los llevaría
En un principio se negaron, pero luego se dijeron que nada tenía de malo, y, aceptaron
Noche de tormenta
Aquella noche era oscura, negra como si de una película de terror se tratase, el cielo aparecía cubierto de negros nubarrones, que parecían amenazarse mutuamente; aunque era el mes de julio, verano en España, parecía invierno, de pronto comenzó a tronar, los relámpagos  brillaban en el cielo, y. Carmen no pudo evitar un estremecimiento, un sentimiento de pánico la sacudió de arriba, abajo, iban en un coche por una carretera que apenas conocían, sin más luz que los faros de su coche, para visitar un viejo torreón, en una noche de tormenta
Hay pararrayos, supongo, pregunto
Su acompañante se río, con una risa sarcástica, no, claro que no hay pararrayos, es un torreón del siglo XV

Por fin, allí estaba medio derruido
El viejo torreón

Parecía el decorado de una película de misterio, se hallaba enclavado en la cúspide de una  pequeña montaña, bueno llamarlo montaña, sería tal vez exagerar un poco, aunque el acceso al mismo no era muy fácil, y, más en una noche como aquella
En tiempos debiera de haber sido un imponente castillo, pero ahora, solo conservaba en pie, una de las torres, y, adosada parte del cuerpo central, las almenas que en otro tiempo, debían de lucir engalanadas, ahora tenían sus picos medio derrumbados
Las arañas lo habían colonizado
Bien, entramos, dijo el acompañante, vamos no tengan miedo
Carmen iba preguntar si había luz eléctrica, pero le pareció que sería una necedad, asi que opto por callarse y se agarro al brazo de su marido
El acompañante, cuyo nombre aún no he dicho, Rogelio, los miro
Seguramente se preguntarán si hay aquí luz eléctrica, si se lo preguntan pero tienen miedo de hacer la pregunta; pues bien si, se instaló hace un par de años, cuando se rodó aquí una película; pero no creo que funcione ahora, así que he traído varias linternas, y, por supuesto velas y cerillas
Pretende, que pasemos aquí la noche, dijo Antonio 
Sí, quiero que me ayuden a descubrir si aquí suceden misterios
¿Misterios?
Si, ya saben cosas que no tienen explicación racional
Sí, claro que sí, dos tontos como nosotros que han dejado su cómodo hotel, para venir en una noche de tormenta, a ver las ruinas de un castillo en una aldea perdida
Vamos no diga eso, entremos, se animan, ahí tienen sus linternas
Vaya, aquí esta uno de los interruptores de la luz, probemos, por si hay suerte
La hay, tenemos luz, dijo Carmen, quien no cabía en si, del asombro de ver, el suelo cubierto de alfombras, las paredes de tapices, y, lámparas iluminadas, parecía con velas, pero lógicamente era la luz que habían encendido

Luz que se apaga

Carmen comenzó a pasear por el interior, era como si hubiese viajado en el tiempo, pero de pronto, las luces se apagaron, un relámpago brillo en el aire, y, un miedo extraño, un sentimiento de pavor recorrió todo su cuerpo, no tardo mucho en volver la luz, y, ella se fue en busca de su esposo y, del hombre que los había llevado a ver el torreón, no les dijo nada, no quería que se riesen de ella, tomándola por una cría, en una noche de tormenta era normal, que las luces fallaran, afortunadamente tenían linternas, y, velas

Permanecieron un tiempo hablando de historias de aparecidos, y, otras historias similares y de nuevo las luces se apagaron
Vaya, dijo Antonio, otra vez, esperemos que dure menos que la vez anterior, mientras tanto, encendamos nuestras linternas, y, si encontramos un recipiente seguro las velas que hemos traído
Lo hicieron, porque el apagón, parecía ir para largo. Y, aquí hubo algo, que los lleno de miedo, las linternas se apagaron también y, las velas aunque no soplaba aire alguno
Claro que todo puede tener una explicación racional, a las linternas se les acaban las pilas, la batería, las velas pueden estar húmedas
Lo que ya es más difícil de explicar es que unas y otras se encienda de nuevo, sin que nadie les toque, y, que con su tenue luz se vea, no se crea ver, si no que se vea a una mujer con un bebe en brazos paseando, por la parte derruida del torreón por el muro que rodeaban las almenas, como si este aún estuviera allí.

Era una mujer joven, con la melena suelta, que llevaba en los brazos un niño envuelto en una toquilla, al que estrechaba contra su pecho, los llantos del niño cortaban el silencio de la noche; la mujer caminaba descalza, y, no hacía ruido solo el sonar de los pliegues de sus largos vestidos
Los tres la estaban viendo, y, no era una imagen ficticia, de esas que se forman por efectos de la luz, por la sencilla razón de que no había luz, que la luz iba y venía a su antojo; y, era entonces cuando la veían con toda claridad, el color negro de sus cabellos, hasta su rostro triste, sus vestidos que le llegaban hasta los pies, y el llanto del niño que llevaba en brazos, lo malo es que, nadie podía caminar por donde caminaba ella, porque allí hacia siglos que no había nada
Tanto Carmen, como Antonio, como el hombre que los había llevado a conocer los misterios del torreón, eran personas racionales, que no creían en fantasmas, ni aparecidos, pero qué podría ser.
De pronto un grito de mujer, corto la noche, seguido del llanto de un recién nacido. ¡Amado mío, tu hijo y yo, vamos en tu búsqueda, si has muerto no queremos vivir¡
Esto era lo que parecía escucharse, pero no era un murmullo era un grito que hacía estremecer, mientras la mujer seguía caminando sobre un suelo inexistente, pero que en otra época había sentido el crujir de espadas, y, las risas de las damas, de pronto se detenía y se arrojaba al vacío, o eso parecía
Carmen, hizo ademán de levantarse, e ir a detenerla, pero tanto Antonio, como el hombre que los había llevado al torreón, se lo impidieron.  “ Quieta Carmen, acabarías en el vacío, nada esta sucediendo ahora, estamos viendo un hecho del pasado”; yo, tercio, Antonio, creo que tal vez nos echaron algo en las bebidas que tomamos en el pueblo, y, estamos alucinando, seguramente se trate un juego de  luces, bueno seguramente no, fijo, sin duda alguna
¿No cree, que como si fuese una película, el pasado pueda quedar impregnado en los muros que lo vieron?
Mi  querido Felipe, los muros no ven, y, no hay más realidad que lo que podemos tocar
Siento no poder compartir su opinión, respondió Felipe
Mire mi reloj, creo se está haciendo tarde, la verdad la historia que me estas contando, parece más propia de Cuarto Milenio
Mi, amigo bebió un sorbo de cerveza, sonrió y dijo, Tienes razón, de Cuarto Milenio, que por cierto es un gran programa, donde no se teme a la verdad
Si, vale, Carlos, no me vayas a decir ahora, que te crees la historia que me estas contando, porque yo, no, hombre que estamos en el siglo XX
Pues sí, Irene, lo creo pero no he acabado todavía de hablar, si no te importa luego te acompaño en el coche a tu casa, esta oscuro y sé el miedo que tú, la racional tienes a  las tormentas
Vale, pero acaba pronto, que paso con los fantasmas

No voy hablarte de fantasmas, si no de personas de seres humanos que vivieron hace tiempo mucho tiempo, pero un tiempo real. No voy a perderme en detalles históricos te llega saber que allá por el Siglo XIII, hubo un noble castellano, más bien un hidalgo aunque poseía pues lo había heredado un pequeño castillo, el castillo o torreón al que me he referido en la historia, este cuyo nombre que yo sepa no paso a la historia, se llamaba Samuel, era judío converso, bueno era judío disfrazado de cristiano, cuestión de supervivencia, se enamoró de una joven, Raquel, que nunca dejo el judaísmo, ambos decidieron casarse, a él su tutor un nobel cuyo nombre no recuerdo, de acuerdo con los padres del joven Samuel, ya le había buscado esposa, la hija de unos hidalgos cristianos viejos, pero Samuel quería a Raquel, y, se negó a casarse, sus padres y su tutor cedieron con una condición, que Raquel abrazara la fe cristiana, pero Raquel se negó, no podía apostatar. Entonces se lo prohibieron totalmente

Pero ellos se amaban y consiguieron que un rabino, ya te dije que la conversión de Samuel al cristianismo no había sido tal, los bendijera. Ya casados se veían siempre que podían, y, se amaban como esposos, el fruto de este amor fue un niño; niño que Samuel no podía reconocer como suyo, pues ante todo el mundo era un cristiano soltero, un hidalgo soltero que tuvo que ceder, (pues fue amenazado con la muerte de Raquel, y de su hijo) y, casarse con la joven hidalga, Catalina se llamaba, la boda fue como mucho fasto, Raquel vivía por aquel entonces escondida con su hijo en las dependencias del torreón ahora derruidas, desde allí con su hijo en brazos vio marchar la comitiva nupcial, los vio marchar y volver para el banquete, todos los días se asomaba medio escondida a ver, si escuchaba los pasos de su amado, de su esposo, pero este se olvidó de ella y de su hijo, estaba enteramente entregado a Catalina. Cierto día, Raquel los vio partir hacia otro castillo, entonces trepo a lo más alto del muro a los huecos de las almenas, y, cayo con su hijo al suelo, y, se mataron. .los enterraron al no ser cristianos en una tumba fuera del cementerio, aun se puede ver
Qué horror, exclame, y, los argentinos la vieron
Sí, claro, mi padre fue quien les llevo al torreón les contó lo mismo que yo te he contado a ti
Que hicieron
Que hicieron, ahora te lo cuento escucha
Voy a narrarte, como lo estaba haciendo
“Carmen  había quedado sorprendida por la triste historia de Raquel, quería visitar su tumba, el hombre que los había conducido al torreón, es decir mi padre, les dijo que no sería fácil hallarla al estar fuera del recinto sagrado, seguramente habría crecido maleza encima, y, en efecto asi había sucedido, pero la tumba seguía intacta, y, podía leerse o adivinarse el nombre.  Fue entonces cuando Carmen, tuvo una idea
Estas personas, necesitan una Misa
Felipe, les dijo que imposible no eran cristianos
Pero Carmen, era muy terca, dijo que todo hombre pertenece a Cristo, por eso lo sepa o no, es cristiano

Ella solicitaría la misa, sin decir nada más, al fin y al cabo la Misa no era más que el Sacrificio del Calvario, que Jesús ofreció a su Padre por todos, murió por todos
Y así fue, Raquel y su hijo “tuvieron su Misa”
Y, las luces que se encendían, y se apagaban desaparecieron, asi como la figura que parecía caer al vació”

Que bien dije, medio incrédula, de pronto las luces parpadearon, se apagaron y encendieron
Qué pasa pregunto Carlos lleno de miedo
Nada, dijo Felipe hijo; están cambiando la potencia eléctrica en el pueblo, a veces hay estos sustos
Son luces de este mundo

Yo, callé, y, no les dije que había visto  pasar… mejor me callo, ya llego por hoy de misterio
Fin








miércoles, 13 de diciembre de 2017

Vecina



La vecina
La presentación


Me llamo María Istaria, soy egipcia, y madre de cuatro hijos que hacen las delicias de mi corazón, bendigo a Isis todos los días, y, a todos los dioses, me gano la vida, tejiendo telas, y, haciendo panes que vendo en el mercado, mi esposo el padre de mis hijos, fue asesinado en una taberna, no era un borracho, era un buen hombre, cuya alma habrá dado el peso justo, gaste casi todo lo que tenía, para garantizarle la vida eterna
Mi casa tiene un pequeño jardín donde mis hijos, juegan a la salida de la escuela, ya no tenemos faraón, ahora somos una provincia romana, entre nuestros símbolos religiosos, esta una cruz, que no sé porque para nosotros es un símbolo de vida, y, mi abuela decía que un día lo sería para todo el mundo
Vivimos mis hijos y yo, en un barrio muy cercano, al barrio judío, casi todos son exiliados huidos, sin embargo nos miran mal, no dejan que nuestros hijos jueguen con los suyos, nos llaman perros, idolatras, dicen que en la cruz adoramos un símbolo de maldición. No sé cómo se puede insultar a nadie en su casa, en su tierra, ni que culpa tiene nadie, de lo que paso en el pasado.
Incluso una vez en que no sé porque motivo, mi cabra y mi vaca, se habían quedado sin leche, y, fui a pedirles para mi hijo, Antenote, el mediano de 6 años que está enfermo, me la negaron, diciendo que lo que tenía mi hijo, era un castigo que me envía su dios
Que digo yo, su dios, que se ocupe de ellos, yo tengo a los míos

La llegada de los extranjeros

Akenatio, el mayor de 12 años vino corriendo, mamá, mamá, hay gente nueva, extranjeros como los vecinos del barrio judío, algunos traen niños, muy pequeños
Bien, bien, le respondí, pero no me hacía gracia, no me gustaban, por lo que decía mi hijo, eran judíos, siempre con su soberbia de pueblo elegido, siempre echándonos en cara, que los habíamos oprimido, si fue cierto, fue hace mucho así que los egipcios de ahora, no somos responsables
Pero voy acercarme a ver que quieren, hablo muy poco hebreo y arameo, no creo que ellos conozcan el idioma egipcio, ni la lengua que los romanos nos han impuesto, el latín, pero lo intentaré
Fue así, como conocí a María, y, a José

Que niño tan hermoso, su hijo enfermo

Traían con ellos a su hijito casi recién nacido, un bebé flaquito, pero muy hermoso, de esos niños que uno se comería a besos, debía de tener unos cinco, o seis meses de edad, me dijeron que su nombre era Jesús, la mamá se llamaba como yo, María, es decir la amada del Dios Creador, para nosotros la amada de Rha, pero no creo que ella supiese el significado de su nombre, su esposo, un muchacho tímido, se llamaba José,  me dijo que era carpintero en el sentido amplio, eran judíos pero decidieron quedarse en mi propio barrio, ya irían al suyo en otra ocasión es mejor así, dijo José
Se veía que venían huyendo, de qué no lo pregunte, no me importaba
Los invite a entrar en mi casa, mis niños al sentir a un bebé vinieron corriendo a hacerle, “monerías”, de pronto María se fijó en el mediano de mis hijos, en Antenote, el pequeño estaba en su camita apenas cubierto con una sábana, su cuerpo estaba enroscado como si aún estuviese en mi cuerpo, un hilillo de saliva, mojaba su boquita, sus piernecitas no lo sostenían, había nacido sano, pero unas fiebres lo habían dejado así, otras mujeres perdieran a sus hijos, yo, no, yo tuve suerte, me quedo mi hijo enfermo, pero me quedo, por eso, sin saber porque me consolaba ver la cruz
De pronto, María se acercó al pequeño, lo beso, y, me hizo una pregunta
Puedo pedirte un favor
Sí, claro si está en mi mano
Si, esta quiero acostar a Jesús, ya le di de mamar, lo he mudado, y, ahora quiero que duerma un poco
Por supuesto, voy buscar una cuna de mis hijos, ya no la usan
No, eso, si acaso más tarde, ahora y este es el favor quiero que duerma al lado de tu pequeño, de este pequeño
Quieres que un niño sano, duerma con mi Antenote, qué personas sois vosotros
Gente normal como toda, no lo ves
No, no lo veo, pero sea, aunque me da miedo, ni a mis propios hijos acuesto con su hermano
Vamos Dios nos cuida, no hay que tener miedo
Y, así fue como Jesús se acostó, mejor dicho lo acostaron con Antenote

Dos niños juntos

Yo miraba a  mi hijo al lado de aquella criatura sana, delgadito pero sano, y sentía miedo de que mi hijo lo pudiese contagiar, trate de sacar a Antenote pero María, la madre me lo impidió
“No ves, lo contentos que están”
Me dije que era una locura, mi hijo no se enteraba de nada, el otro era casi un bebé, pero de pronto vi, que habían juntado sus cabecitas, y, tenían sus manitas juntas, sentí miedo de que sin querer mi hijo pudiese hacer daño al pequeñín, luego me tranquilice diciéndome que era imposible, hasta que sentí que me llamaban, “mamá, mamá”; pensé en cualquiera de mis otros hijos, pero era Antenote, quería que le llevase ropa, y, le preparase un baño, no quería seguir en la cama, “el bebé ya  duerme, me dijo, mirando a Jesús”, en efecto dormía, y, lo hacía agarrado a nuestra cruz, trate de quitársela como pude, seguramente se habría caído, por suerte los Dioses habían estado atentos,  y, no hubo una desgracia, pero no quería problemas con sus padres no eran como los demás judíos, pero eran judíos, y, para ellos la cruz era una abominación
Con todo esto, no me daba cuenta de que el hijo que me pedía ropa, y, agua era mi Antonete, el que hasta hacía muy poco, no podía ni hablar menos andar, que abultaba menos, o lo mismo que el niño de teta con él que estaba acostado
Sentí un no sé qué, porque supe, que aquel niño, había curado a mi hijo, qué relación tendría con los dioses
Y, decidí preguntarse lo a sus padres, se rieron, ninguno,  mujer, porque solo existe el Dios de Israel, es el quien curo a tu hijo
No les discutí, bendito el Dios que lo había curado, fuese egipcio, o judío
El caso fue que desde aquel día, Antonete no se separaba de Jesús, quien aprendió a dar sus primero pasos de su mano, y, sus primeras palabras egipcias, y, como no, seguía empeñado en nuestra cruz, nunca supe, el porqué
José consiguió trabajo de carpintero, María limpiaba en algunas casas, asistía a los cultos de su religión con su gente, y, también cosía alguna ropa
Sin darnos cuenta, éramos como una familia, aunque nuestra religión fuese distinta
Un día hablando sobre Roma, le dije a José, que detestaba a los romanos no habían hecho más que mal en el mundo
Recuerdo un día, yo había ido a hacer un encargo a José, y, de pronto no sé porque empezamos hablar de lo que estaba haciendo Roma, José me dijo que él no solía meterse en política, que estaba de acuerdo en que los romanos habían hecho muchas cosas buenas, carreteras, acueductos para llevar el agua, pero con otras no estaba de acuerdo, no podía estarlo, las personas solo pertenecen  al Altísimo, no son del emperador, del César, yo asentí dándole la razón, y, añadí imagino que odias a los romanos como yo, como todos
Me miro muy serio y añadió, ¿Odiarlos?, no claro que no, no se debe odiar ni se puede, si odias te destruyes
No me dirás que los amas
Si, los amo, no amo, y rechazo su vida que veo equivocada, pero si a ellos, me dan lastima, y, oro por ellos, mi esposa también lo hace, más incluso que yo, y, eso enseñamos a nuestro hijo
Es decir que según tú, nos explotan, os crucifican nos esclavizan, y, hay que hacerles regalos, y fiestas
No, hay que amarlos, no obedecer sus leyes injustas si nos llevan a desobedecer al Señor
Fue entonces cuando me conto, lo del censo, y, lo que había motivado que llegaran a Egipto; que les ayudaría si viera a un romano en peligro, como lo haría con cualquiera. Yo estaba desconcertad nunca había visto gente así, el odio al enemigo, y, Roma lo era, era casi un mandato divino. Estuve a punto de hacerle una pregunta, sobre lo que opinaba de nuestra cruz, pero preferí no correr riesgos, aunque  un poco rarillos no dejaban de ser judíos, el resto de la vida era normal, Jesús, y, Antenote, al que en casa llamábamos Dimas, era cada vez más estrecho, pese a la diferencia de edad, él que protegía era Jesús a Dimas, no al revés
Cierto día hablando con María, le regale la estatuilla de uno de mis dioses, quería que los protegiera
Me dijo, que no podía aceptarlo, ellos eran pobres en su casa no había lugar para adornos, si acaso  un pequeño jarrón con unas flores, y, la estatua que tú nos regalas solo puede ser eso
Le dije que entendía que para ella, para ellos no fuese un dios
Me miro muy seria, y me dijo, tampoco para ti, solo existe un Dios, Dios, el Dios que saco todo de la nada, que nos protege, que saco a Israel de aquí de Egipto, y, ahora nos trajo a nosotros
La escuche con atención, y, descubrí que María, no era una creyente judía más, era una enamora de su Dios, sus ojos brillaban de alegría al  hablar del
Qué si empecé entonces a creer en Yhv, no, claro que no, yo también tenía historias sobre Ra, Amon, Isis, claro que yo, no amaba a mis dioses, si les rezaba y agradecía, cuando me daban lo que pedía, pero ahí quedaba todo, así pues me limite a escuchar con atención
Al final le dije, ¿Te parece que Rha, no existe?
El sol, claro fue creado por Dios, para alumbrarnos, obedece sus órdenes
Vamos, le dije, que tu Dios es el Dios de los dioses
Mira, así le llamo David nuestro antepasado, “Dios de los dioses”
Sois gente rara, María, un solo Dios, no ves que no podría con todo
Claro que sí, no conoce lo imposible, pero además tiene colaboradores, porque quiere
Si, quiénes, le dije medio en serio, medio en broma
Tú, y, yo, Istharia, tú, yo, todos

Que  buena gente que agradecida

Nunca vi una familia como aquella buena, servicial sin ser servil, no te ayudaba para que les dieses, o si tú les habías ayudado antes, te ayudaban porque veían que lo necesitabas, no solo a mí, a mi familia a cualquiera, no les molestaba mi cruz, bueno a Jesús al peque le encantaba, lo único que no compartían era nuestra fe, ellos iban a su Sinagoga, no comían con nosotros pues no pueden comer algunos alimentos, pero era lo único, bueno, no, hay gente que ayuda, pero jamás pedirá ayuda, se creen una especie de dioses, no era así, con  José, ni con María, y, claro está el niño los imitaba, si precisaban algo, lo  pedían sin pudor alguno, pero si alguien que les debía más de un favor se lo negaba, no lo anotaban, no hacían como hacemos todos, ahora que te precisaba no me ayudaste, pues cuando me precises vas a ver
Jesús y Dimas estaban siempre juntos, se querían como hermanitos, yo soñé que fuese a ser siempre así, pero un día


La despedida

María vino muy temprano a mi casa, al principio pensé que vendría a pedirme algo que precisase, o a traerme un trozo de aquel pastel de moras tan rico, que hacía para los pequeños
Y, si traía  muchas cosas, y, el pastel, por supuesto
Me abrazo llorando
Pasa algo, le pregunte
Estoy contenta, y, triste pero bendito sea Dios siempre
Enseguida me aclaro, que estaba contenta, porque podían volver a su patria, triste por los amigos que dejaba en Egipto
Nos abrazamos, lloramos y reímos un rato
Luego sentadas conversamos un buen rato, como dos buenas amigas. Enseguida llegaron José y Jesús; Jesús quería despedirse de su amigo, de Dimas, de los demás niños también, pero sobre todo de Dimas, le regalo un carro que le había hecho José
Los niños se abrazaron, jugaron, y, Jesús  de pronto miro a Dimas, y, ya se sabe que cosas  tienen los niños
Le dijo, “Hasta pronto Dimas, la próxima vez que nos veamos, te llevaré conmigo a la casa de mi padre”
Ya se sabe, cosas de niños
Han pasado más de 25 años, ahora no creemos en los ídolos creemos en el Dios de Abraham, y, vivimos en Israel, todo iba bien, los hijos se casaron, todos menos Dimas, que enseguida, decidió tomar las armas contra Roma, fue apresado, juzgado y condenado a la esclavitud, pero junto con otros esclavos judíos, al grito de “un judío no sirve a un gentil”, dieron muerte al amo, arrasaron con todo lo que tenía, y, volvieron a los montes a continuar la lucha
Yo a veces pienso que no debí dejar mis dioses, en Egipto, viviríamos en paz, ahora vivo con temor
Hoy me han comunicado que Dimas ha sido condenado a muerte de Cruz, con dos de sus compañeros, a muerte de Cruz, lo que significa que morirá según la fe judía como un maldito
Sin embargo no he podido dejar de olvidar mi vieja Cruz egipcia, esa Cruz que tanto gustaba a Jesús, qué habrá sido del, esa Cruz que para los egipcios era símbolos de vida eterna
Tengo un dolor que me destroza el alma, y, al mismo tiempo no sé porque una alegría inmensa
Mañana será la muerte en la Cruz de mi hijo, y, no sé porque no dejo de recordar la despedida que le hizo Jesús
“Hasta pronto Dimas, la próxima vez que nos veamos, te llevaré conmigo a la casa de mi padre”
Sí estoy segura, que mañana no será día de muerte, si no de triunfo, el día  de La Vida
Fin



lunes, 14 de agosto de 2017

Un Pescador


Un pescador.
A Simón no le gusta meterse en política, que nunca sabes donde tienen los romanos sus espías, pero en casa, con su suegra, sus hijos, con su hermano
Andrés y su familia, a veces se le escapa un “maldito sea el César y toda su estirpe, cuando vendrá el Mesías”
A decir verdad no tiene mucha idea de qué, o quién será el Mesías pero es un buen judío, y cree lo que cree su pueblo, su pueblo que lleva ya mucho tiempo sometido a otros pueblos ahora desde más de cien años a Roma, a Roma que no sólo invade su tierra, si no que les saca lo poco que tienen, no hace mucho que los publicanos, esa gentuza de su pueblo vendido al invasor, ha venido cobrar los impuestos, no había dinero, y se llevaron una cabra la que daba mejor leche
Él vive del pescado que vende, y, de algún producto de la huerta, pero a veces viene sin pescar nada, y, eso a Roma no le importa
Bien es otro día, mejor otra noche,  hay que marchar a pescar
Otra noche sin pescar
Simón miraba a Andrés, a los otros pescadores, todos estaban cansados fatigados, el sudor les corría por la frente, en toda la noche no habían pesado nada, nada, eso significaba que no habría pescado para vender, y, el huerto tampoco había dado demasiado fruto
De no haber sido judío, es posible que hubiese blasfemado, pero era un buen judío, apretó los puños y maldijo el mar, y los huidizos peces, estaba lleno de rabia, ya pronto amanecería y nada, ni un solo pez, que comerían los hijos
Y, llego el día, un sol abrasador, del que había que huir para que no te arrancase la piel, solo se estaba bien, a la sombra de las palmera, en la orilla del lago, pero él y sus compañeros tenían que volver a casa, para intentarlo cuando llegase la noche, y, entonces lo vio venir, vio venir al desconocido
El desconocido
Se caía de sueño, estaba agotado de haber bregado toda la noche, sin conseguir nada, y, lo vio venir canturreando una canción popular, su hermano Andrés le puso una mano en el hombro, y le dijo, mira ese es el hombre del que te hable, el hijo de José el carpintero de Galilea, es el que me hablo ayer, el que Juan señalo como el Cordero de Dios; sacudió la mano de su hermano
Nosotros no estamos para corderos hermano, somos pescadores volvamos a casa, espera, parece que nos llama
Pues si quiere pescado, va listo, dijo Simón malhumorado
El desconocido, los alcanzo, Shalom que Adonaí sea con vosotros
Y, contigo, hermano respondieron, podemos ayudarte en algo, peces no tenemos, no se dio bien la pesca, bueno si te somos sinceros no se dio
Lo siento, creedme, pero no quiero peces, quería hablar a la gente, necesitan que alguien les de esperanza
Todos lo necesitamos muchacho, dijo Simón, esperanza y comida
Nunca dejo el Señor de velar por su pueblo
Ya, pero ahora también vela el César, vela y roba
Hermano, dijo Andrés que temía los espías
Os comprendo, dijo el desconocido, os comprendo, y, me haríais un gran favor, si me permitieseis subir a vuestra barca, para poder hablarles sin que el sol me achicharre
Simón, iba a decirle, mira tú seguro has dormido toda la noche, nosotros no, pero no supo porque, ni él mismo lo entendió fue como si algo dentro del se lo ordenase, porque su respuesta
Claro Señor, es un honor que subas a mi barca
El desconocido, aunque sabían su nombre Jesús, subió con ellos a la barca, y,  hablo a las gentes, Simón y su hermano se durmieron, los despertó él, os venció el sueño, no importa os estoy muy agradecido, y, como os dije siento que no pescarais nada, que os parece si, hacéis lo que os voy a decir
Simón, se dijo, “qué tendría que decir un carpintero de pesca”, pero iba oírle, y el carpintero, el desconocido que ya no lo era tanto dijo
Una orden extraña pescar de día
Me da pena que volváis a vuestras casas sin pesca alguna, dijo el desconocido, que ya no lo era tanto
Y, a nosotros volver más pena todavía, pero no hubo suerte
Mirad, lo que vais hacer volved a las barcas, remad mar adentro y echad las redes para la pesca
La primera que se le paso a Simón por la cabeza, es que estaba con un loco, o un bromista, ellos pescadores avezados en toda la noche, no habían pescado nada, y, ahora un carpintero, que no sabía nada de pesca, les mandaba intentar pescar de día, iba decirle mira, se pesca de noche, tú sabrás mucho de muebles de casas, yo ni arreglar la pata de un banco, pero se de pesca, soy hijo de pescador, tú, pero sin saber porque, como si algo  desde dentro lo empujará, se sorprendió así mismo diciendo
Señor, toda la noche hemos bregado sin conseguir nada, pero porque tú lo dices echare las redes
Y, las echaron, y, los peces acudían a cientos, necesitaron ayuda
Y, entonces Simón, supo porque algo dentro del, le había obligado a obedecer a llamarle Señor, aquel hombre, aquel carpintero de Nazaret, era el Mesías, pero no solo eso, como judío tenía miedo hasta de pensarlo, pero sentía el mismo estremecimiento que sin duda debió de sentir Moisés en el Sinaí, sabía que estaba ante Yhv
Por eso, se arrojó rostro en tierra, no podía mirar a Dios, aunque lo tuviese con forma humana, y, temblando le dijo. “Aléjate de mi Señor, soy un hombre pecador”
Jesús lo levanto sonriendo, y, le dijo, “No temas, a partir de ahora, pescaras hombres, en lugar de peces
Y, desde aquel día, Simón siguió a Jesús, lo acompaño al monte Tabor, y quiso hacer  tres Tabernáculos para Elías, Moisés y Jesús, para separar, luego Dios lo introdujo a él y a sus compañeros en su misterio, y temblaron de miedo
Otro día, confeso a Jesús, quien era Jesús, y, luego trato de apartarlo del camino de la cruz
Tres años juntos, escucho no menos escandalizado que los otros que iba a darse en alimento, pero se dijo, que siendo quien era, podía hacer eso y más
Y, así fue llegando la Cena de Pascua, del año 33,  y, lo vio a sus pies empeñado en lavarle los pies, y se negó, como no iba negarse, sabiendo quien era, pero no, no era por humildad, aún no había sido Pentecostés, ni había Jesús resucitado, era porque sabía que si Dios hecho hombre, estaba  a sus pies, para lavárselos, ya nunca podría negarse a hacer un favor a nadie, con el pretexto de, “sabe quién soy”, porque más que Dios no hay nadie, pero Jesús le dio un ultimátum, si no le lavaba los pies, fin de la amistad, y tuvo que ceder
Después prometió defenderlo ir con él a la muerte, vamos lo que haría cualquiera
Pero al poco tiempo en el huerto mientras Jesús oraba, lloraba sufría el roncaba, luego al ser despertado y ver preso a Jesús, saco de espada y desorejo a un criado de un soldado, ante la reprensión de Jesús huyo.
Con Juan, entro en la casa de Caifás, para seguir el proceso de Jesús, y, allí, el que iba seguirlo a la muerte lo negó 3 veces ante una criada, lo negó con juramento, con perjurio, con maldiciones, se había olvidado de todo
Luego huyo, Jesús fue muerto en la cruz, él no estuvo
Cuando resucito, fue a él, pero hacía falta más
Aquel día estaban de nuevo en la mar, no habían pescado, y, un desconocido, les dijo que echasen las redes a la orilla, a Simón, al que Jesús había puesto el nombre de pedro, le dio un vuelco el corazón, entonces Juan dijo, “Es el Señor”, no dijo es Jesús, si no es El Señor, que era como decir es Adonaí, es Yhv, es Dios, al oírlo  Simón que estaba con ropa de faena, es decir prácticamente desnudo, recordó como buen judío la Tora, el Levítico, te harás calzones cuando subas las gradas, para que no se vea tu desnudez por respeto al Señor tu Dios, por eso, se ciñó una toalla y, se echó al mar
Aquella mañana merendaron el rico pescado que les aso Jesús
De pronto se encontró a solas con Jesús
La confesión el perdón el abrazo
Estaban solos, a Simón, a Pedro le temblaban las piernas como a un niño, que comienza a caminar, le sudaban las manos, nunca había tenido tanto miedo, tanta alegría y tanta pena juntos, Jesús, no aguantaba la risa, que sí que esa si es cualidad de los cuerpos gloriosos, porque la risa, no la carcajada rastrera, sale del alma; Jesús jugaba con unas hormigas, que se sentían en el Cielo, tal vez porque estaban, en él
De pronto, Jesús, alzó la mirada, miro a Simón, y, le dijo como si nada
Simón, hijo de Juan. ¿Me quieres más que ellos?
Simón oyó, la pregunta, le dolió, le dolió mucho, no que le preguntase que lo quería, que también, sino, que le preguntase que le dijese, si lo quería más que lo querían los otros, porque Simón recordó, aquel jueves, hacía, ya casi un mes, en que, él, si él Simón había dicho, “Aunque todos te abandonen yo, no, aunque muera contigo, y, luego no sólo lo había abandonado, lo había negado 3 veces, por lo menos los otros solo lo habían abandonado, salvo el chiquillo, ese como un hombre, allí según dijeron con María, a los pies de la cruz, claro que con Ella, es todo más fácil, pero porque buscaba escusas, si no las tenía, y, ahora la pregunta, eso era un castigo, una venganza, que iba responder, pues la verdad, así que trago saliva, bajo la vista y dijo
Señor, tú, sabes que te quiero
Jesús le dijo, apacienta mis ovejas
Simón no entendió, a que venían las ovejas, que él era pescador, pero no dijo nada
Jesús, volvió a preguntar
Simón, hijo de Juan. ¿Me amas más que estos?
De nuevo le recordaba, su traición su cobardía, su pecado mayor que el de Judas
Sí, Señor, tú sabes que te amo
Apacienta mis corderos
De nuevo
Simón hijo de Juan, ¿Me amas?
Ya no pudo más, y, estallo, Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo
Jesús, lo abrazo, apacienta mis ovejas, mira cuando eras joven, te ponías el cinto e ibas a donde querías ir, cuando seas mayor, otro te lo pondrá y te llevará a donde no quieras, con esto le anunciaba su muerte como mártir; entonces Simón vio, a Juan, y, este Rabí
Ese, ahora estoy contigo Simón, si yo quisiera que éste se quedase hasta mi vuelta, no sería asunto tuyo, tú ahora sígueme
Y, Pedro, no podía con su dicha, cuando miro ya no estaba Jesús, vio entonces a sus compañeros, supo que ellos eran los corderos y las ovejas que debía apacentar, para que estuviesen y esperasen con a Jesús, y, también que aunque de otra forma, ellos eran el propio Jesús
Luego un día, Jesús subió al Cielo, cesaron las apariciones, volvió el miedo, no tanto pero si miedo, se volvieron encerrar hasta que un día, bajo un fuego, un aire los sacudió, y, Simón, el Pescador, él que había temblado ante una criada, se enfrentó a los que los llamaban borrachos proclamo a Jesús resucitado, anuncio su regreso, mando que se bautizaran en su nombre para ser salvados
Otro día,  abriría la Iglesia a los gentiles, a los no judíos, seria encarcelado y, liberado, llegaría a Roma, donde constituiría La Iglesia de Roma, hija de la Iglesia de Jerusalén, una sola Iglesia
Un día sería detenido con otros discípulos llamados ya cristianos, Pedro ya era anciano, condenado a muerte por Nerón, a ser crucificado, no era digno, pidió lo crucificaran cabeza abajo, para no morir como Jesús, se lo concedieron, su martirio atrajo a muchos a la fe, fue su penúltima pesca, de hombres, porque desde el Cielo, donde la imaginería popular lo ha puesto de portero celeste, sigue con su intercesión  pescando a muchos, con su intercesión, y con su protección sobre él que le ha sucedido en la tierra, porque en cierto modo, podemos decir que Simón el hijo de Juan, es él que está en el Cielo, Pedro no Pedro sigue en la tierra, llamándose, ahora mismo Francisco, llevando la barca, por los mares del mundo,  pescando esos pececillos que se llaman seres humanos con el anzuelo de la Palabra divina, la Misericordia, y, el Amor
Los pies en la tierra, el Papa, el corazón en el Cielo. Simón el pescador, San Pedro
Que el ruegue por el Papa actual, y, por la Iglesia
Fin




domingo, 13 de agosto de 2017

llamada



La llamada (cuento)
Antonia, despidió a sus hijos y a sus nietos, cerró la puerta de la verja, y comenzó ascender por el camino, que serpenteaba entro los árboles frutales, los pinares, y, algún roble, más de una vez se había preguntado porque vivía en aquel caserón; teniendo 3 hijos que la adoraban.
Se respondió a sí misma, diciéndose, que no se sentía sola; Alfredo, su difunto esposo la acompañaba, aunque eso, no lo comentase con nadie, la tomarían por loca. De pronto oyó el sonido del teléfono, ya era tarde, más de las 9 de la noche, era invierno, no esperaba ninguna llamada; decidió no responder, sobre todo al ver que era un número desconocido, pero el sonido era insistente, y, decidió descolgar el aparato, para que la dejasen tranquila.
Clínica Santa Eufemia. Dijo una voz detrás del hilo
Este es un domicilio particular, privado quiero decir, fue la respuesta de Antonia, y colgó
Volvió a sonar el teléfono; de nuevo la misma voz
“Discúlpeme, ya sé que es una casa particular, pero podría hacerme un favor, soy mayor, y, no puedo buscar el número de la clínica Santa Eufemia, ni su dirección; me he enterado de que esta allí mi hija muy grave. ¿Podría ayudarme?
A punto estuvo de mandarla a paseo, pero algo, no sabría decir él que, la empujo a prestarle, el pequeño favor
De acuerdo lo intentaré pero no me llame usted, lo haré yo, cuando tenga los datos que necesita, su número ha quedado grabado en mi teléfono
Antonia cumplió lo prometido, y, llamo a la desconocida. Escuche el teléfono es 444218965; la dirección es calle Petronio Negro, nº 4
Gracias, no sabe lo que se lo agradezco, podría pedirle otro favor, se trata de mi hija, se llama, Clara Antonia Lerga. Al oír el nombre, Antonia no pudo evitar un estremecimiento que sacudió todo su cuerpo, era el nombre de la amante, de Alfredo, la que se aprovechó del,  la que  lo arranco de su hogar, hasta que  enfermo; entonces lo devolvió como un objeto; y, ahora estaba ella enferma, y enferma grave, sola en un hospital, pero qué culpa tenía su madre; posiblemente ninguna, así pues la acompañaría a verla, tras unos segundos que a Clara madre le parecieron siglos, Antonia, respondió
De acuerdo, lo haré, pero no me llamé, la llamo yo. Hasta pronto
Dos horas más tarde llamo, para decirle que había averiguado, el  número de la habitación el estado de la enferma, que era muy grave, el horario de visitas, era por la tarde de 5 a 7
La madre de Clara le dio las gracias y le pidió un nuevo favor, que la acompañase a ver a su hija. Antonia sabía que eso significaba verla de nuevo, pero sintió lastima de su madre, y, sin saber porque accedió. Quedaron a las cuatro de la tarde en un café, se comunicarían por el móvil para conocerse.

La desconocida
A las 4.30, Antonia se encontró con la madre de Clara, con Clara Loríga, , una mujer humilde, muy lejos de la forma arrogante de su  hija, que se deshizo en agradecimientos, y, le contó que hacía mucho que su hija no quería saber nada de ella, ni de su padre, a cuyo entierro ni asistió ni de sus hermanos, había roto con todos ellos;  porque le recriminaban se fuese a vivir con un hombre casado, con hijos y mucho mayor que ella;  y, no estaba por la labor, a los quince años de estar juntos, en los que tuvo otros amantes, él enfermo de cáncer de páncreas, entonces ella lo dejo, le dijo que volviera con su familia, no le importaba, no se iba amargar la vida, cuidando un enfermo de cáncer, estaba encinta, pero aborto, decidió matar al niño que llevaba en su vientre. Hace un par de días, recibí una llamada que me dijo, lo que usted ya sabe, no sé, si hago bien, o mal, al ir a verla, pero es mi hija
Yo, dijo Antonia, tampoco lo sé, pero sé que yo en su lugar haría lo mismo, venga vamos a tomar un taxi, nos dejará mismo en la puerta
¿Un taxi?
Si, tranquila, hoy corre de mi cuenta
Clara estaba muy mal, apenas podía hablar, pero cuando podía lo hacía con voz angustiosa, repitiendo sin cesar, “me muero madre, me muero, no pueden hacer nada, y lo peor no es la muerte, lo peor  es que estoy condenada”
No diga, tonterías, Clara, terció Antonia, se pondrá bien, seguro, y de lo otro, recuerde que Dios perdona
No, a una persona como yo. Y relato como en un confesionario lo que ya sabían.
“Hasta soy una asesina, aborte legalmente, pero ante Dios, soy una criminal”
Sí, lo eres dijo su madre, pero a lo mejor ese ángel que no nació, está pidiendo por ti.
No, yo sé que no tengo perdón
Sí esta arrepentida, sí, si es católica debería llamar a un sacerdote, puede hacerlo, mejor dicho, debería hacerlo, y, le repito tiene perdón, se lo digo yo, que soy la viuda de Alfredo su amante, y, la he perdonado Clara.
La enferma estallo en un sollozo, usted es Antonia. ¿Podría darme un beso?
Claro que sí, mujer, y, al abrazarla noto un ser débil, tal vez lo hubiera sido siempre y oro en su interior para que Dios la perdonara, luego pidió perdón por pedir a un padre perdonase a su hija.
Mañana a las diez para revista el médico, podrán hablar con él sobre mi caso
Yo, no soy nadie, pero si su  madre quiere la acompañaré
Por supuesto que quiero y muy agradecida.
Al día siguiente
En el Hospital
Clara y Antonia llegaron  muy temprano al hospital, para hablar con los médicos que atendían a Clara, las noticias no fueron buenas; el médico les explico lo que tenía, y que salvo un milagro, eran pocos los días de vida que le quedaban; ellos iban a procurar hiciese el transito sin dolor. Antonia se ofreció a Clara madre, para velar a Clara, en sus noches y que la muerte no la acogiese  a solas. Clara no quería separarse de su hija, pero precisaba el descanso.
El problema era, como decírselo a Clara.  Trataron de contarle una mentira piadosa, pero ella conocía su estado. No tenía miedo a la muerte en sí, sino a lo que venía después era cristiana; aunque el dios en el que le habían enseñado a creer no lo era
Sé que Dios me condenará, por lo que hice
Dios no condena, dijo Antonia, Dios perdona es su oficio, le encanta perdonar
¿Cómo puede usted decir eso?, yo le robe el marido, mate al hijo que él mi amante había engendrado en mí, y cuando su esposo mi amante enfermo, lo eche de casa, y dice que Dios me va perdonar
Si, lo digo precisamente por eso, fíjate, si yo que soy no mala, malísima, te he perdonado el daño que me hiciste, con más razón lo hará Quién estuvo en la cruz por ti. Sabes cada día, que venga a verte te leeré un trocito de la Biblia; lo escogeré de las lecturas de la Misa, y luego oraremos juntas con el Salmo; al final si te parece pediremos la ayuda a La Madre de Dios; siempre que tú estés de acuerdo
Claro que estoy; como no iba estarlo. Así lo hicieron hasta el día en que la propia Clara pidió un sacerdote, hoy dijo tras recibir los sacramentos me siento recién nacida, ya no siento la muerte ni el dolor, mamá, Antonia, no sé cómo agradecerles, todo lo que han hecho por mí; hacía ti mamá, siento menos agradecimiento es normal lo que has hecho, porque eres mi madre, pero usted Antonia, no tenía porque, yo le hice mucho daño. Por eso ahora me gustaría tenerla como amiga para siempre, cuente conmigo para todo lo que quiera
Antonia, no podía contener el llanto, claro que sí, y, usted Clara conmigo, me alegra tener una nueva amiga

Nueva amiga
Antonia ya sentía a  Clara como a una vieja amiga; se turnaba con la madre de Clara, para velarla, para cuidarla, cuando Clara se hallaba consciente hablaban, de todo, y en ese todo entraba Dios, la vida nunca la muerte, pues Clara creía en la resurrección, no en la reencarnación puesto que era cristiana, un joven sacerdote el padre Miguel, le ayudo a reencontrarse con su papi del Cielo. A veces su madre, o Antonia le leían trozos de la Biblia, que comentaban entre las tres
Un día, Clara se puso peor, estaban con ella Antonia y su madre, Clara sonrío, cerró los ojos, y, se fue, su rostro quedo luminoso como si la luz en la que sin duda ya moraba, se transfigurase en su envoltura mortal.
Días más tarde fue el sepelio
En la iglesia, durante el funeral, y, en el cementerio, Antonia, no pudo evitar pensar que poco había durado su amistad con Clara, la muerte lo había estropeado, de repente un rayo de luz asomo por medio de una nube, y Antonia supo, y, recordó que su nueva amiga, era para siempre, porque Clara estaba viva, le había saludado desde el Cielo
Un teólogo le hubiera dicho
“El Cielo no está arriba ni abajo, es un estado, no un lugar, pero que sabe un teólogo, por algo Jesús llamo felices a los sencillos
La verdad era que Clara ya no sufría, era feliz y vivía para siempre, Antonia se secó una lagrima, tomo del brazo a la madre de Clara, que también se llamaba Clara, venga caminemos un poco, mañana puede venir a comer e a mi casa, así se evitará aguantar a las plañideras
Clara, soltó su  brazo, agradezco lo que hizo por mí, y por mi hija, pero tengo una vida, hasta otra
Nunca más volvió a llamarla, no se vieron más
Durante un tiempo mantuvo su número en el teléfono, pero un día lo borro
Con quien nunca perdió la amistad fue con Clara, la amiga que ahora vivía en el Cielo
Fin




El río, o mejor la historia de dos ríos



El río cuento
Un río pagano. Hace mucho tiempo
Esta historia comienza hace mucho tiempo, en un país africano, cuna de una de las mayores civilizaciones de la historia
El país es Egipto, y, había, y, hay un río, el Nilo, en este río, adorado como un dios, iban entonces a beber los animales, también adorados, a bañarse las princesas, a navegar, a lavar las esclavas, y, a jugar los niños, también iban los sacerdotes a invocar a sus dioses
El Nilo, era un río pagano, que se decía a si mismo que era el favorito de los dioses, por algo, él también lo era, y, era el mejor río, lo tenía todo
Mientras en otro lugar, no muy lejano, otro rio, bueno en otro lugar y en otro tiempo
En otro lugar del mundo, no muy lejos del anterior, en un país cercano, pero separado por varios siglos, otro río, que por supuesto claro que existía en la primera historia, en la del río pagano, entonces también él era un río pagano, ahora es el río del pueblo Elegido, El Jordán, el río cuyas aguas se separaron, emulando al Mar Rojo, cuando los sacerdotes pisaron sus riveras llevando, El Arca Sagrada, el Jordán siempre se ha creído un río santo, pero ahora tiene sus dudas, y, sus miedos, tiene miedo de que sus aguas se contaminen se manchen, con los pecados, los crímenes de los que viene a bautizarse, bañarse en sus aguas, dejan él sus culpas, sus aguas tienen que quedar impuras, el río, el Jordán siente vergüenza, si pudiera impedirlo lo haría
Volvamos por nuestro túnel del tiempo, al Egipto faraónico, al Nilo.
Una madre con un bebe
Volvemos al Nilo, muchos siglos atrás, el Nilo está pensando en su grandeza, cuando ve llegar una mujer con un pequeño bulto, lo abre con cuidado y deposita en el suelo un canastillo, con un bebé recién nacido, al que cubre de besos. “Dios  o los Dioses te guarden hijo mío, luego lo coloca junto a unos juncos, pero las aguas arrastran a la criatura, entonces el río que tiene su corazón, decide no permitirlo, y con sus corrientes de agua lo empuja hacia los juncos, y, allí hace que, quede varada la canastilla
Era muy temprano, aún Ra, dormitaba con su esposa Isis, es decir el Sol todavía no había salido, cuando la mujer dejo al bebé en el río
Cuando ya el Dios sol, se paseaba en su carro de oro, por las nubes, eso al menos creían los egipcios; el sol se reflejaba en las aguas del río, las hacía brillar de una forma espectacular; pero el río no pensaba en el sol, se preguntaba que sería del pequeño, y, un tropel de caballos, de sillas de mano, lo detuvo en sus pensamientos un grupo de mujeres había llegado al río, y, con ellos iba la princesa, Mairalia, la hija del faraón, muy devota de la Diosa Isis, a quien oraba por la dicha de poder abrazar un hijo, y, quiso Isis, eso pensaba el río, que fuese ella la que encontrase al bebé
Nada más verlo lo tomo en brazos, lo estrecho contra su pecho para darle calor, bendecía a la Gloriosa Isis, y, daba gracias a todos los dioses
Pero había un problema, cómo criarlo, entonces surgió una chiquilla, hablo con la princesa y volvió con otra mujer, acompañada de un niño de 4 años, la mujer hablo con la princesa, el bebé lloraba y el niño también de la mujer también lloraba, el río en su interior se reía, porque sabía que la mujer que llevaba al pequeño era su propia madre.

Otras aguas, la misma agua
Han pasado siglos, son otras aguas, las aguas de otro río, del otro río que antes también era “pagano”; o tal vez sean todas las mismas aguas, acaso no vierten todos los ríos en la mar, y, el sol y la luna beben el agua del mar, y la derraman como lluvia y de ahí nacen fuentes, ríos, arroyos, y, todo vuelve a empezar. Quien sabe
En ese río el Jordán en sus orillas unas gentes, discuten, hablan, piensan, tienen la mirada fija, en un hombre, un hombre joven severo, vestido con piel de animales, que habla,  que grita que se preparen para el Juicio que viene, les dice que ya está puesta la hoz para siega, y, lo que no sirva irá al fuego, las gentes tienen miedo, tiemblan, y se meten en el río para confesar sus culpas, sus miedos, para decir que quieren empezar de nuevo, unos más que crímenes son prejuicios temores, en otros si son auténticos crímenes, el hombre grita y no para, les llama serpientes, raza de víboras, les dice que no huyan de la Ira que está a punto de llegar, la que guardará el trigo en el granero, y quemará la paja en el fuego inextinguible, y, todos, bueno casi todos los más humildes se preguntan si serán paja, o trigo, y, para ser trigo se lanzan a las aguas del río
Y, de pronto aparece un hombre humilde, pobremente vestido, con ropas de campesino, se acerca al Profeta, para ser bautizado, y, el hombre fuerte de pronto vacila, no quiere bautizarlo, “Tú, no, tú no, dice,” el hombre humilde, insiste, “hay que obedecer a Dios”, el otro, el hombre fuerte, el profeta, cede, el hombre humilde entra en el río

El río se siente mar
El río se ha sentido Mar, más mucho más que mar, más que  Océano, ha visto como nada más tocar sus aguas, las carnes del hombre  humilde, sus aguas eran más limpias, más puras, y, no quedaba ahí, sus aguas llegaban a los Cielos, sus aguas se vertían en todas las aguas, las purificaban, las santificaban todas. Sus aguas se mezclaban con las de todos los ríos, océanos arroyos, lagos, mares, hasta el Mar infinito de La Misericordia de Dios. No cabía en sí de gozo el rio, lo llenaba todo si desbordarse, y, no lo entendía, hasta que comprendió el porqué, el hombre humilde era Dios, Dios mismo su Creador, hecho hombre en sus aguas, no era La Ira que anunciaba el hombre serio, el profeta, era un campesino humilde, un carpintero, hijo de otro carpintero, pero era Dios en sus aguas
Ese era el motivo, el hombre humilde, no era solo el hombre humilde era además su Creador, y, Aquel que esperaban con miedo.
El pobre rio pensó, tenía a Dios en sus aguas, a partir de ahora los demás ríos deberán  rendirle tributo, sus aguas lo comunicarían al lago, pero de pronto, su Ángel, le recuerda. “No olvides al Nilo”; si el Nilo, si en ese otro río hace mucho tiempo, sus aguas no hubiesen empujado el cestito con un bebé hasta los juntos, tal vez hoy no estaría el hombre humilde en tus aguas, es decir Dios bañándose en tus aguas, pues su pueblo nunca habría sido, y, al no tener pueblo donde nacer, no habría nacido”
Mientras en Egipto, el Nilo recibe noticias del Jordán
El Nilo le da gracias al Jordán, el Jordán le da las gracias al Nilo
El Jordán da gracias al Nilo, por salvar a Moisés, y, el Nilo al Jordán por dejar que Jesús se bautizase en sus aguas, porque ya sabe que los dioses de Egipto no eran más que criaturas idolatradas, su Dios, es el que está en las aguas del Jordán. Los ángeles sonríen, todas las aguas servirán a Dios, serán  el vehículo de su Gracia
Todas las aguas bendicen a Dios,  en ellas y con ellas el hombre, se hará hijo de Dios
Bendita sea la hermana agua, los ríos, mares, lagos, arroyos, cascadas, cataratas, saltos de agua, y, océanos

Fin


lunes, 31 de julio de 2017

La viejita del Supermercado


La viejita del supermercado

“Jesús sentado frente al gazofilacio(lugar del Templo judío donde se echaban las limosnas), veía muchos ricos que echaban mucho dinero, y vio una viuda que echo dos leptos que hacen un cuadrante; (como si dijésemos hoy 5 €) y, vuelto a los discípulos les dijo, esa viuda ha echado más que nadie, porque los otros han echado, lo que les sobraba, pero ella ha echado todo lo que tenía para vivir” Ev de Luc 21, 2

Esta escena que vio Jesús entonces, sucedió hace casi 2000 años,  esta otra , que sucedió hace unos , meses la vio Jesús de nuevo, y, muchos más aunque no creo todos la entendieran
Era la campaña de Navidad, en los supermercados se habían asentado los carros del “Banco de alimentos”, para que cada uno, echase algo, si quería y podía

Y, esta fue la historia, la mujer mayor, ligeramente encorvada, contando sus moneditas, tomo un paquete de café, me pidió le leyera el precio, lo hice, me rogó le  buscase otro más barato, cuando lo hizo, contó sus monedas, echo sus cuentas, se fue al sitio del arroz, tomo un paquete, del bueno, luego fue al sitio del chocolate y también compro del bueno, pero vio que no le llegaba el dinero, y, se contentó con otro más barato, llego a la caja

Puso sus 3 artículos, el café, el arroz, y, el chocolate,  la cajera iba meter los 3 en una bolsa, pero la viejita, le dijo que el arroz y el chocolate eran para “los chicos que estaban con los carros a la puerta”, “¿Para el banco de alimentos?, pues muchas gracias”, y una persona de los carros vino a recogerlo, y, nadie dijo más nada, que iban a decir por un donativo tan pequeño

Entonces llego un carro inmenso, lleno hasta los topes, importe 250 €, ¿para enviar, verdad? Pregunto la cajera, no es para “El banco de alimentos”

Todos se deshacían en elogios, hay  que ver, que donación, que gente más buena hay, fíjese, ha donado el carro entero. Qué le parece me pregunto una señora a mi lado, que tiene ganas de presumir respondí, otros dieron más. Usted no sabe lo que dice, nadie ha dado más, vamos yo no lo he visto, me dijo tras mirarme como si yo fuera una demente

Pero como Jesús yo sabía que sí, aquella mujer del carro de los 250 €, pudo hacer la donación en silencio al propio banco de alimentos, pudo distribuir su donativo con otros pobres, y, no entro en si eran dinero limpio que doy por  hecho que si, pero es que dio, lo que le sobraba, mientras que la viejita anterior, no lo sabía entonces pero lo pensé al ver como contaba el dinero, dio todo lo que tenía
De una pensión de viudedad, tras  pagar el alquiler aunque pequeño, poco le quedaba, por las tardes solía hacerse un café  con leche, para calentarse, y, tomarlo con unos bollos de leche, unas palmeras de la confitería, único lujo que se permitía, aquel día, iba a tomar el café con leche solo, ella sabía que era Jesús, quien recibía en los pobres, por eso, escogió para ella el café más barato, pero para Él quiso el mejor. Ella dio todo lo que tenía, su donativo fue el más grande

Estoy segura de que Jesús en este caso, estuvo de acuerdo conmigo, aquel día en un super de La Coruña una mujer  dono un carro de 250 €, que eran para ella, una bagatela,  es decir dio unos céntimos, otra una viuda, una viejita echo todo lo que tenía, se privó para dar a otros

Eso claro ni los del supermercado ni los del Banco de alimentos, lo supieron ver, mejor, a ella, le basto lo viese Jesús

Fin

lunes, 17 de julio de 2017

El Faraón


Observo a su primogénito muerto, se oían los lamentos de las esclavas, y, los aullidos, balidos, y, todas la voces lastimeras de los animales; naturalmente no habían muerto sólo los primogénitos, hacía tiempo que el aire no era limpio en Egipto, al menos en aquella región, no había que pensar en maldiciones como decían los esclavos
Lo que sucedía es que la región de Gossen donde vivían los hebreos era más sana, y con todo, seguro que también tenían sus muertos
Moisés, Moisés, dijo su nombre casi en un murmullo, cuanto había querido a, aquel hombre, habían jugado juntos, y, de no ser por su problema al hablar, hasta habría sido él, el faraón, con todo pudo ser un príncipe Egipto, su adopción por la princesa, le daba derecho a ello
Pero no quiso, de repente recordó que era hijo de esclavos, y, él muy necio reclamo la libertad para todos en nombre de un solo dios, frente a todo nuestro panteón, un dios qué se llama, no pudo contener una carcajada, al recordar la visita de Moisés con Aarón, “Un dios que se llama, “él que es”; es decir, “yo soy””, pena que no sepamos quién es, pobrecito, ese dios sólo invisible, va poder con Amón, Osiris, Ra, Isis, o con cualquiera de nuestros dioses
No, claro que no voy dejar ir a los hebreos además aquí están bien, se les trata como a  cualquier trabajador, en Egipto no se permite maltratar a un esclavo, ni aun obrero, no lo permiten los dioses
Un soldado interrumpió en la estancia real
Señor, el pueblo está sublevado, dicen que los culpables de las muertes son los hebreos, o su dios
El pueblo es ignorante, ya deberías saberlo, Sabhoteo
Lo sé, Majestad, pero no podéis poner el trono del Halcón en peligro por ello
Tienes razón Sabhoteo, ordena que se deje ir a los hebreos, que conste que se van porque yo así lo quiero
Poco tiempo después, Ramsés el faraón pensó que tal vez habría sido un error, dejarlos partir, y, ordeno fueran obligados a volver, nunca lo hubiera hecho
Aquel día sí fue día de luto en Egipto
Fin