martes, 17 de diciembre de 2019

El Quinqué

El Quinqué
En la época en que transcurre esta historia, no había luz eléctrica, las personas se alumbraban con lámparas de petróleo, o gasóleo, que llevaban  colgadas en la mano, y, que era como un pequeño farolillo
Este farol se llamaba, “Quinqué”
El protagonista de esta historia es un niño muy pobre, que se quedó huérfano hace poco, y vive con su abuela en una cabaña a las afueras del pueblo, el niño se llama Mateo, la abuela se llama Eugenia, aunque solo tiene 50 años en el momento en que sucede esta historia, es ya muy anciana, por lo que no puede trabajar mucho, lo que hace ayudada del pequeño Mateo, que sólo tiene 10 años, y, que por supuesto no va a la escuela, es salir al bosque a recoger leña, para ellos para calentarse en casa, y, hacer la comida en un pequeño, “ hogar” o cocina de piedra, para comer cultivan un pequeño huerto, muy poco, pues poco pueden, crían algunas gallinas y conejos, también venden en el mercado alguna leña, y, los huevos de las gallinas y, algún que otro animal; Mateo a veces pide limosna, aunque su abuela Eugenia lo reprende por ello

Todas las noches y todas las mañanas le dan gracias al Cielo, por todo lo que les da cada día, la abuela le enseña que pedir a Dios cosas para el mañana es pecado, porque solo se tiene el día de hoy, “No sabes si estarás vivo mañana, así para que vas a pedir lo que hoy no necesitas”, y, “Hay que dar gracias por todo, no te has fijado que leña tan buena hemos encontrado hoy, pues eso es cosa del Señor, y, de La Virgen que no deja de pedir por los pobres”

Antes de acostarse la abuela le contaba una historia de la Biblia, no la leían porque tanto Mateo como su abuela no sabían leer.

Sólo tenían un quinqué, que apagaban al irse a la cama, y, no lo encendían  hasta que el día empezaba a declinar, en casa solían usarlo poco, pues al ser una choza, tenía mucha luz natural y además les alumbraba el fuego de “la cocina”, salvo para buscar alguna cosa,  barrer la casa, y, ordenar porque lo tenían todo muy ordenado
Un día Mateo se encontró en la calle con una niña, que le dijo llamarse Esperanza, era más o menos de su edad y se hicieron amigos, a Esperanza le dio envidia que Mateo no tuviera que ir al colegio, ella tenía un montón de profesores, tenía que aprender un montón de cosas, y, portarse de un modo determinado según la ocasión. En aquel momento debían de estar buscándola como locos,  si la viesen jugar en la calle se ganaría una reprimenda.
Mateo no entendía el porqué, no había nada malo, en jugar en la calle, eso si uno tenía que cumplir con sus obligaciones
De pronto Mateo, abrió su pequeño zurrón saco un pedazo de pan con tocino, todo un lujazo, lo corto con su pequeña navaja, y, ofreció la mitad a Esperanza, toma te gustará
Qué es pregunto la niña, es pan con tocino, esta muy rico
Nunca lo he probado, y, le hinco los dientes, está muy sabroso, tengo que decirlo en casa, a los cocineros, aunque no, pues harían preguntas; oye, los pobres vivís muy bien, no vais a la escuela, coméis cosas ricas, podéis jugar en la calle.

Sí, la verdad es que no, nos podemos quejar, dijo Mateo, y, asi jugando se fue haciendo de noche, y, Esperanza se despidió de su amigo, pues ya la debían de estar buscando

Mateo decidió volver con su abuela, tomó su quinqué, lo encendió, pero de pronto se encontró con la niña, estaba asustada pues todo estaba oscuro, y, ella no tenía con que alumbrarse; por lo que Mateo se ofreció a acompañarla hasta cerca de su casa, al llevar un rato caminando, el niño vio algo que  brillaba en el suelo, se agacho eran unas monedas de oro, 4 monedas las tomo, pensando en su abuela

De pronto unos soldados los detuvieron, quietos, luego se pusieron firmes ante la niña, Alteza vuestro padre el rey está muy disgustado, os hemos buscado por todas partes, podemos saber dónde estaba vuestra Alteza

No tengo porque responder más que ante el rey mi padre, pero lo haré, estuve jugando con mi amigo Mateo, y, comiendo tocino

¿Tocino, su Alteza ha comido tocino?

Sí, mi fiel Gabriel, he comido tocino

Y, jugado con un pobre, tú como te llamas

Me llamo Mateo, señor Gabriel, vivo con mi abuela

Ya, y, eres un ladrón, porque esas monedas que llevas en la mano, no son tuyas, se las has robado a la princesa
Yo a Esperanza no le robe nada, respondió Mateo, las encontré en el suelo gracias a Dios y a mi quinqué, y, las cogí para mi abuela

¿Quién es Esperanza?, pregunto el lacayo

Pues para usted. Su Alteza

¿Su Alteza?, Su Alteza es su Alteza para todo el mundo, y, su nombre es Clara Eugenia

Bien, pero a mí me dijo, que se llamaba ·Esperanza, y, así le llamo que es más bonito que Clara Eugenia, bueno Eugenia es bonito, es como se llama mi abuela

Clara Eugenia, es decir Esperanza, intervino a favor de su amigo, es cierto las monedas las encontró en el camino, en realidad, yo las deje caer, para que mañana pudiesen comprar algo rico en el mercado, y, tal vez alquilar una casa, perdonadme todos, sobre todo, tú Mateo

De pronto hizo su aparición el rey, que regaño un poco a su hija, y, luego como todo padre, rompió el protocolo, y, la comió a besos.

Bien vamos dentro, tú Mateo ven con nosotros

No puedo señor, o cómo se le llame a usted
Me llaman,  Majestad. Pero tú puedes llamarme Carlos
Pues le llamó D. Carlos, no puedo quedarme, tengo que volver a casa, mi abuela debe estar muy disgustada buscándome

Tienes razón, pero no irás solo, preparad un carruaje, voy con el niño a buscar a su abuela

Trataron de persuadirlo, pero era el rey, y, en el rey entonces sólo mandaba Dios

Eugenia estaba muy disgustada, lo había buscado por todas partes, cuando vio, que la carroza real se paraba enfrente, le dio un vuelco el corazón, el rey descendió con el niño, le pidió permiso, para entrar y, se comió un trozo de tocino

Después añadió, “señora le pido mil perdones, los niños ya se sabe, le entrego estas monedas, para que compré lo que precise, y, añado  unas pocas más, podrá comprar una pequeña casa, ahora vengan a cenar y dormir esta noche con nosotros en Palacio”

Majestad no tiene de que pedirme perdón, pero no acepto sus monedas, se lo agradezco, pero somos pobres, no mendigo, trabajamos, no precisamos otra casa, esta es la que Dios quiere que tengamos, El Señor, tampoco tuvo casas mejores. Y, no vamos a ir a Palacio, no sabríamos estar, Pero si su Majestad lo permite los niños pueden jugar algunos días juntos

Lo permito con dos condiciones

Diga su Majestad
Que algún día jueguen en Palacio
Que Mateo vaya a la escuela, usted le enseña muchas cosas, pero en la escuela aprenderá otras, y, a no olvidar las suyas

Majestad, la escuela cuesta dinero
No se preocupe, yo la pago
Pero Mateo no es el único niño pobre de su pueblo
Tiene razón, mandaré que todos los niños tengan escuela gratis, paga el rey

Pues entonces acepto, Majestad
¿Y, lo de jugar en Palacio?
También, lo acepto, pero siempre que su Majestad y la niña, vengan algún día a comer tocino, con nosotros

Eso está hecho, Eugenia, pero entonces no seremos su Majestad ni su Alteza, sino Carlos y, Esperanza, a mi hija le gusta ese nombre, porque era el de su madre.

El rey volvió a su casa, es decir al Palacio
Desde aquel día, Carlos tuvo una nueva amiga, que era princesa, pero eso a él no le importaba nada, lo que no le hizo gracia fue tener que ir a la escuela, aunque eso, fue durante poco tiempo, pues enseguida tuvo un montón de amigos

Y, una noche antes de acostarse le dijo a su abuela
“abuela, sabes la escuela es como un quinqué, porque te ayuda a descubrir cosas que sin su luz, no ves”

Fin