miércoles, 4 de noviembre de 2015

El Rufián

El Rufián

Era otoño, y, yo había salido del trabajo, cuando ya estaba anocheciendo; precisaba dinero, para hacer unas compras al día siguiente, y, ante la posibilidad  de ir al banco, acudí a un cajero  para retirar una cantidad de dinero

Y, continúe a paso acelerado, mi camino hacia casa, las calles no se hallaban, bien  iluminadas, y, los comercios para ahorrar energía, tenían sus escaparates casi a oscuras;  así que en sus portales, en sus bajos podía esconderse cualquiera

De pronto note unos pasos, detrás de mí, me asuste, y, acelere, el paso, pero “mi perseguidor”, hizo lo mismo, me gire, y, lo vi, un hombre mal vestido, fuerte, con la mano derecha cerrada, como ocultando algo; me dije que sería, una navaja, o, una pistola

De pronto me alcanzo, yo lance un grito, que no podía oír nadie, pero no podía dejar de intentarlo; de pronto el desconocido, el rufián me dijo

“No tenga miedo señorita, sólo quiero darle, esto que se le cayo, cuando fue al cajero, y, me  entrego el sobre donde estaba el dinero que yo había sacado en el cajero, mil euros, no faltaba nada,  le dí las gracias, tome dos billetes de 50 €  que no acepto;  me dijo

“No señorita, no tiene que darme nada, ese dinero, es suyo, buenas noches”

Y, se fue

Yo quede desconcertada, y, enemistada conmigo misma, había dudado de la honradez de un hombre por su aspecto, lo había juzgado por su estilo de rufián, y, aquel hombre que podía haberse quedado con  todo el dinero, me “había perseguido” para devolvérmelo

Llegue a casa, llorando, y, le conté a mi madre lo sucedido

Me escucho en silencio, y, me dijo, ¿Sabes una cosa?, hoy oí en el mercado una noticia muy triste, me hablaron de un hombre que perdió todo lo que tenía, y, su familia lo abandono, tiene que dormir en un cajero, por si fuera poco, le han diagnosticado, una enfermedad rara, rara y mortal, si no recibe tratamiento pronto, porque tiene cura, sólo que el medicamento que la cura, vale mil €, que él no tiene

¿Dónde esta ese cajero?

Mi madre, me lo dijo, era el mismo cajero, donde yo, había sacado el dinero; el rufián había tenido en sus manos el dinero para curarse, y, me lo había devuelto, yo no podía quedarme quieta

A la mañana siguiente hice las oportunas averiguaciones, para saber que médico lo atendía, y, me hice cargo del coste de su tratamiento; sin que él lo supiera; más  tarde cuando ya estaba curado, conseguí que en la empresa en la que trabajo, le diesen un puesto, nunca supo que yo estaba detrás; no quería que pensara era mi forma de agradecerle

Porque  jamás podría  pagarle lo que hizo por mí, y,  no me refiero al dinero, si no a la lección que me dio, enseñarme que las personas, no se miden por su aspecto, si no por sus actos

Fin




martes, 3 de noviembre de 2015

Día de Reyes

Día de Reyes

Catalina estaba sentada en untaburete, a los pies de mecedora de su abuela, se hallaba completamente absorta en la lectura de un libro, pero de repente, alzo la vista, del libro, lo cerro con cuidado, depositándolo en la hierba, y, miro fijamente a su abuela
“abuela,  háblame del día de reyes”

La abuela, una mujer mayor, se saco las gafas, las metió en el bolsillo de su bata, se levanto, de su asiento, se froto las manos, y, dijo, entre seria, y,risueña
“¿A qué viene, esta pregunta, chiquilla, estamos en agosto, no me dirás que ya estas pensando en los regalos, mira que faltan meses?

“Nada de eso abuela, quiero saber el origen de la fiesta, de la celebración, su sentido, su por qué”
“Bien en ese caso, vamos allá, pero antes deja que me vuelva sentar, y, acomode los cojines, que mi vieja espalda, ya aguanta poco.

Veras, Catalina, el primer día de Reyes, tuvo lugar hace dos mil años, puede  que alguno más, o, alguno menos, eso es lo de menos, pero por ahí, anda la cosa; los  protagonistas del primer día de Reyes, fueron unos padres jóvenes, con un bebé, que era un regalo de Dios,  todo bebé, lo es, sea sano, o, enfermo, pero aquel bebito, lo era de un modo especial, como no se volverá a dar nunca, porque Dios mismo, se regalaba en él, tanto que el bebé, además de un bebé indefenso, era el mismísimo Dios, Creador de Cielos, y, tierra.

Resulto que cuatro hombres de ciencia, que no sé,  que no sé  porque los han hecho reyes, tampoco intuyo el motivo, de empeñarse en decir que fueron 3, cuando eran 4, manías de  la historia, tal vez lo hayan hecho porque Mateo habla de 3 regalos, oro, incienso, y, mirra, y, es que olvidan el regalo más importante, él que hizo, Eliab

Aquí, Catalina, interrumpió a su abuela

¿Eliab?

Si, querida nieta, Eliab, el cuarto mago; él que hizo el regalo más importante

¿Qué regalo abuela?

La vida,  él fue quien oyó a los esbirros de Herodes, hablar de la orden de matar a todos los bebes, y, niños pequeños, y, fue corriendo de noche, avisar a José, quien lo oyó medio dormido, después fue avisar a todos los demás, pero muchos, lo tomaron por un loco, y, no le hicieron caso, cómo iban a creer, a un pagano, no olvides que los Magos eran idolatras
De nuevo, volvió a interrumpir, Cátalina

Abuela, creo, que te equívocas, Mateo, dice, que San José, fue avisado por un ángel

Lo sé, pequeña, pero te recuerdo que, no dice, por un espíritu, si no por un ángel, palabra que como sabes significa, “mensajero”; y, eso fue, Eliab, para San José, un mensajero de Dios, que le ayudo a salvar la vida de su pequeño Jesús

Pero Jesús, también les hizo su regalo, les dio la oportunidad de conocer al Mesías, el don de la Fe, y, La Gracia

Como sucede ahora, los padres de Jesús, San José,  y, Santa María, serían los encargados de cuidar aquellos regalos, que el Niño, había recibido, en primer lugar, la vida humana de Jesús, y, después los otros regalos de un valor infinitamente, más pequeño, para José, y, María, su mejor regalo había sido, salvar la vida de su Pequeñín, y, ese fue el primer día de reyes, aunque mejor, habría decir de astrónomos, que  ese era el oficio, de estos personajes no confundir con astrólogos.

Que bonito abuela, pero que distinto de lo que sucede,  hoy ese día
De distinto muy poco, querida mía

Jesús sigue recibiendo los regalos, en los niños, en los sencillos de corazón, porque lo hecho a otro, es hecho a Él mismo, los magos, hoy son, todos aquellos que se privan de algo, para hacer feliz, a otro, sobre todo, a un niño pequeño, o, un viejito, o, un enfermo, tampoco faltan los padres, como en la primera noche de reyes,  que no son sólo los progenitores, si no todo él que se inclina con cariño hacia otro, tú, cuidándome, eres mi madre, aunque seas en realidad mi nieta

Los Magos originales, siguen ahora en el Cielo, intercediendo, por nosotros

Si, abuela, pero hay diferencias, los niños no hacen regalos, sólo los reciben, Jesús, si hizo regalos, los has dicho tú

Claro que hacen regalos los niños, porque no hay mayor regalo que la sonrisa de un niño

Vale. Pero que me dices de Papa Nöel

Santa Claus, bien, porque representa a San Nicolás, un obispo ruso del siglo IV,  de quién te hablare otro día, si Dios me deja, pero el gordo  vestido de rojo, y, blanco tocando sin saber porque una campanilla,  y, diciendo, “ohhhhhhh; ese no significa nada, ni es nada, sólo un monigote de los grandes almacenes; pero los que no tienen a Dios, hacen como el diablo, imitar, el diablo es la mona de Dios

Qué te parece, Cátalina, si les pides a los Magos, a los que ya viven en el Cielo, un regalo especial

Qué regalo abuela

Que Jesús nazca de nuevo, en todos los corazones, para todos los seres humanos, porque hay muchos, para los que aún no han nacido

Abuela, nació, hace 2.000 años

Lo sé, pero, tiene que nacer, en el corazón,  que los hombres sepan que es el Hijo de Dios, el único Salvador, que los ama, que con Él, no hace falta el gordo vestido de rojo, en suma, pequeña, pide el Don de la Fe, para los pobrecillos que no la tienen, el regalo que Jesús, hizo a los Magos

Fin



jueves, 29 de octubre de 2015

La Cena


La Cena



Luisa, había quedado para ir a cenar,en un conocido restaurante, con Pedro, y, Antonia su mujer; hacía tiempo que no salía de casa, salvo para lo imprescindible, hacer la compra, y, una vez al mes, ir a la peluquería; o, a la iglesia, por compromiso, si había un funeral

Antes, no, antes de “aquello”, Luisa iba a la peluquería, cada dos, o, tres días, al cine, al teatro; cenaba fuera de casa, todos los fines de semana, en compañía de Juan su esposo, su compañero; y, por supuesto iba a Misa, y, luego al concierto

Vivía la Misa, solía decir, no entiendo que haya gente, que no crea en Dios.

Sólo faltaba una cosa, al amor que sentía por su esposo, un hijo, que no llego aunque fue buscado, pero de todo eso, hacía ya tanto tiempo; demasiado ya, siete años, de la muerte de Juan, en aquel accidente; ocho, o nueve años, de lo que dio origen, a todo aquello, de lo que rompió su vida; la convirtió en una amargada, y, mato su fe

Mientras terminaba de arreglarse para llegar a tiempo al restaurante, al que tras mucho rogarle Antonia, había accedido, a ir, para festejar el cumpleaños de esta

Evoco, el día en que Isaura, la chica que servía en su casa, se había acercado a ella, con la cabeza gacha, para decirle, que estaba embarazada de D. Juan,  recordó como había sentido, ganas de abofetearla, pero se había contenido, y, en lugar de ello, la había invitado a compartir un café en la cocina, y, charlar un rato; la chica, le había contado, que D. Juan, le había dicho, que lo suyo, había sido un error, que no la amaba, el amaba, a, su esposa, a doña Luisa;  pero como no era hombre, que desdeñase sus obligaciones, se ocuparía del niño, que llevaría su apellido

Luisa, conteniendo su rabia, le dijo, que no podía ser madre soltera, tener un hijo de un hombre casado, que no creyese, que Juan, iba dar sus apellidos al niño, él se debía a su esposa, a su nombre, a su apellido, pero había una solución; no tener el niño, aún estaba a tiempo, pues no llegaba la los 3 meses, así, que no había peligro, le daría el dinero para la clínica,  una buena clínica, no quería que su vida corriese peligro, también le daría dinero, para volver a su casa, al pueblo

La chica, no se atrevía a abrir la boca, en un momento  se le escapo que era un crimen, pero Luisa, la cortó en seco, y, la pobre no replico más

Luisa, le consiguió cita en el abortorio, y, se dispuso a acompañarla, pero Isaura, se negó, y, se llevo consigo también sus pocas pertenencias; y, el dinero para volver al pueblo

Ya no supo más de ella; después fue lo de Juan, estaba de viaje, y, cuando regreso, le extraño no ver a Isaura, y, pregunto por ella; Luisa, hecha una fiera, le arrojo en cara su adulterio, que estuviese dispuesto a dar su nombre a un bastardo, bastardo que no nacería,  porque le había pagado el aborto a su madre; Juan la insulto, la llamo asesina, le dijo, que no tenía derecho a matar a su hijo; no lo vio más con vida, se estrello con su coche

Luisa, empezó a sentirse culpable de su muerte, y, de la del pequeño no nato,  dejo de ir a la iglesia, pues no podía creer en Dios; no quería sus amigas, que sólo conocían lo de Juan, su muerte, pensaron al principio que era por el luto; pero el paso de los años, les hizo pensar incluso,  mejor dicho temer por su salud mental

Una mujer de 38 años, que llevaba la vida de una anciana, y, es que para Luisa, la vida no tenía razón de ser

Ya no sabía porque había aceptado, ir a cenar con sus dos amigos

Llego con retraso, tanto la cena como la velada, transcurrieron con un ambiente apacible, sereno; hasta que vio, a un chiquillo de unos 7 años en la mesa contigua, el niño era el vivo retrato de Juan; o, eso pensó ella

Dio gracias a Dios, internamente, de que Isaura, no le hubiera hecho caso, y, hubiese dejado nacer a su hijo, así ella no era una asesina

Al día siguiente, trataría de enterarse de donde vivían;  de que no le faltase nada al pequeño, eso si, de forma que no se enterase nunca, de quien era su benefactora

Su rostro brillaba de felicidad, y, sus amigos pensaron que por fin, había vuelto, “La vieja Luisa”

Lo primero que hizo, a la  mañana siguiente, fui ir a confesarse; a continuación al restaurante, para entregar un sobre, para el niño que estaba en la mesa 14; como las mesas eran por reserva, el jefe del restaurante, conocía el nombre de las personas que reservaban mesa, por lo tanto, debería hacer llegar aquel sobre, a la persona que había reservado la mesa 14; para el pequeño, a quien debería  entregarle el dinero, bueno, a un niño no se le da tanto dinero, lo que debería hacer, sería ingresarlo en una cuenta; se negó a dar su nombre, se trata de una antigua deuda. ¿Entiende?

Estaba segura, de que el pequeño era el hijo de Juan, e Isaura, que había sido adoptado, aunque también era posible, que los señores que lo acompañaban fueran los nuevos amos de su mamá, de Isaura

De esa forma, el pequeño Ricardo Ruíz Almansa, hijo de los señores de Ruíz, y, Almansa, banqueros, recibía cada mes, un sobre con mil quinientos euros, dados por mano anónima, dinero que se debía invertir en el mejor banco, y, lo hacían en el mejor banco, los necesitados

Luisa, poco, a poco, volvió a la normalidad, segura de haber  hallado al pequeño Juan, nunca supo la dura verdad, que su falta de misericordia, de la que tan arrepentida estaba,  había causado no sólo la muerte de su esposo Juan, en el accidente, si no la de su hijo no nato, en el abortorio, la clínica criminal, donde el pequeño murió, vilmente asesinado, cuando aún le faltaba mucho tiempo para venir al mundo, y, no sólo él, también la pobre Isaura, la muchacha infeliz, a la que no le había dado otra salida, falleció, en la mesa del abortorio

Pero Luisa, nunca lo sabría, ya había penado bastante, y, en el Cielo, los tres, Juan, Isaura, y, el pequeño, pidieron a Dios, le diese otra oportunidad a la pobre Luisa, esa oportunidad fue la  Cena, con sus amigos, y, el encuentro con el pequeño Ricardo, al que tomo, por un pequeño Juan, aunque ningún parecido hubiese, entre el pequeño, y, su esposo


Fin

martes, 14 de julio de 2015

La libélula

Perico, tiene 5 años, y, lo que más le gusta del mundo, es estar en compañía de los animalitos; en casa de su abuela Luisa,  en el campo, en su casa, en cualquier lugar, le apasionan, aunque tiene un poco de miedo a los insectos

Y, una mañana, vio pegada en el cristal de su ventana, a una libélula, fue corriendo a llamar a su abuela, si su abuela,  fuese una abuela convencional, le diría, que “la libélula era un duende”; pero la señora Luisa, no lo es, era una mujer, con los pies en la tierra, tal vez demasiado; así que le dijo, que no tenía de que tener miedo, que las libélulas, que tal era el nombre del animalico, eran  buenas, que no hacían daño a nadie; simplemente les gustaba la luz, y, por eso venían, las atraía la luz

Perico, lo pensó un poco, y, pregunto. ¿Para qué sirven?

Luisa, también lo pensó un poco, no demasiado, y, respondió, “mira hijo,  basta saber que Dios, que es su inventor, su Creador, las creará, para que esté bien que existan”

Ya, abuelita, ¿Pero para que sirven?

Pues para que un niño, este haciendo preguntas a su abuelita, que tiene mucho trabajo que hacer, para que unos señores, a los que llaman entomólogos,  porque estudian a los insectos tengan trabajo, y, no se mueran de hambre

Para que recordemos que es la luz, la que debe atraernos, y, no la oscuridad, ya ves, valen para muchas cosas, como  todo lo creado

Abuelita, esos señores que has dicho, los entomogos, ¿Las comen?

Entomólogos, no, hombre no las comen, las estudian y, así ganan dinero para comer; aunque hay pueblos que si lo hacen,  pero estos señores no, no las comen

Pues yo abuelita, seré entomólogo de mayor

Me parece muy bien, y, ahora ten en cuenta, que se trata de un ser vivo, no debes hacerle daño, si quieres darle de comer busca hojitas frescas, y, una cajita con agujeros donde pueda dormir, y, que este limpia

Lo haré, y, seremos muy felices

No hijo, tú tal vez, ella no, porque no será libre

Pues yo quiero que sea feliz, entonces. ¿Qué debo hacer?
Entonces, mejor que la dejes irse, libre

Y, Perico, dejo que la libélula, volase libre, aunque el se quedase un poco triste, porque nadie tiene derecho a privar a otro ser de su libertad, ni siquiera a una pobre libélula

Las parteras de Egipto

Sifra  y, Púa, eran dos  mujeres egipcias, cuyo oficio consistía en ayudar a  las madres a traer al mundo a sus hijos,  ambas eran amigas, desde su infancia, les encantaban los niños, y, daban gracias a los dioses, por haberles concedido colaborar con el milagro del nacimiento,  eran por ello especialmente devotas de Isis, la diosa madre, y, de Bets, el  dios gato protector de los partos, bueno en realidad era una diosa; cada vez que los dioses las acompañaban, y, todo terminaba felizmente, es decir sobrevivían  el niño,  y, su mamá, porque a veces las cosas se complicaban,  y, moría uno, de los dos, cuando no, los dos, y, esto aunque sólo fuera, una sola  vez, era algo, muy doloroso.

Por eso, aquel día,  no pudieron contener, un grito de horror, menos mal, que no había nadie cerca, ya, que no estaba permitido, maldecir las ordenes del faraón Ramses, el dios viviente, la encarnación de Amon, la orden era clara y precisa, y, venía  firmada con el sello real; iba dirigida tanto a los hombres, como a las mujeres, que asistían a los partos, y, tenía relación con aquel pueblo que vivía entre ellos, y, a los que consideraban como sus esclavos

Esto era lo que decía,  el bando real

“Yo Ramses, dios viviente, hago  saber, a todas las mujeres, y, hombres, que asistan partos, de mujeres hebreas, que en el momento del parto, observen el sexo de la criatura, si se trata de un varón, mátenlo, si es una hembra, dejen la con vida,  quien lo haga, será recompensada, pero sobre los infractores, caería todo el rigor de Amón”

Sifra y Púa;  no podían creerlo,  “maldito sea Ramses, no es la encarnación del Dios Amón, es la encarnación del Dios Seth, el Dios del mal, no vamos hacerlo, no,  no, nos mancharemos con la sangre de los niños inocentes, ahora tenemos que buscar una estrategia, que nos ayude a todos

Y, esto fue, lo que pensaron, e hicieron.

La orden no iba dirigida, a los partos de las mujeres egipcias, si no al de las mujeres hebreas, un sub pueblo, que tenían en medio del suyo,  como una especie de mano de obra barata, y, cuyo crecimiento había alarmado al faraón.

Púa,  dijo, “lo que nos manda, el faraón, es un crimen espantoso”, su amiga, y, compañera Sifra,  le recordó, que desobedecer un mandato imperial, podía  traer como castigo la propia muerte, pero ella tampoco iba asesinar bebes, tenía que haber otra forma, estaba segura que los Dioses, le ayudarían a encontrarla.

Así fue, las jóvenes parteras dejaban con vida, a todos los niños hebreos a cuyo nacimiento acudían

Hasta que un día, la cosa se hizo pública, y, fueron llamadas a Palacio

Un guarda las condujo, al interior del Palacio, fue el mismo visir del faraón, quien las recibió

¿Hablad, mujeres, por qué desobedecisteis la orden real, no sabéis que desobedecer al faraón, lleva pareja la muerte?

Sifra, , tomo la palabra, mirando de frente al ministro, le dijo, “Os han informado mal, señor, no hemos desobedecido, orden alguna que sepamos,  es decir si tal hemos hecho, ha sido por  desconocer la ley, y, en ese caso, a los Dioses, y, al faraón Dios viviente, reclamamos clemencia

El ministro bajo, de su sitio, descendió los cuatro escalones de mármol, que  lo separaban de las dos mujeres,  y, casi rozándolas volvió a preguntar

¿Queréis decir, que no habéis dejado con vida, en los partos, a los hijos, de las  mujeres hebreas, de los judíos, o, que no conocíais tal ley?

Esta vez, respondió Púa. “Conocíamos la ley, y, no la hemos incumplido, no se nos ordeno ir a las casas, y, matar recién nacidos, la orden era clara, “cuando asistáis al parto, a una hebrea, observar el sexo, si es niño, lo matáis, si es niña que siga viva”; pues bien,  resulta que las mujeres judías, no son como las egipcias, son más fuertes, paren sin ayuda, así, que  cuando llegamos para ayudarlas, ya han parido, y, ya le están dando la teta, a la criatura”

Como nunca habían quebrantado ley alguna, las creyeron, y, las dejaron en paz, aunque les hicieron una advertencia que tuviesen cuidado, y, no desobedeciesen al faraón

Cierto día, recibieron una llamada de una familia hebrea la madre, ya tenía un niño de 7 años, y, una jovencita de 13, estaba a punto de traer otra vida al mundo, les obligaban  a llamar a las parteras egipcias, y, estas tenían que ser llamadas no cuando apareciesen los dolores, si no cuando la madre salía de cuentas, así no podían decir que cuando llegase la partera, ya había nacido el niño, cuando la madre rompía aguas, la partera tenía que estar allí, no podían llamar a las de su pueblo, se penaba con la muerte de toda la familia

Sabían que tenían que recurrir a las parteras egipcias, y, tenían miedo  no querían  la muerte de su hijo, sólo se salvaría si era niña

Por ello el rostro de Jacobed, se nublo, al ver entrar a las dos jóvenes parteras de los egipcios; Sifra, se acerco hasta la cama, más bien camastro donde descansaba la mujer, y, la tranquilizo,  todo ira bien, Ram,  e Isis nos ayudarán, y, la Diosa Beth, te ayudaremos a traer a tu hijo al mundo, tranquila

No, quiero que mi hijo muera,  dijo Jacobed, aunque lo diga el faraón; no morirá, tranquila, respondió Sifra, ,  nosotras también consideramos indigno matar un recién nacido

¿Y, la orden?

La incumpliremos, como se debe hacer con toda ley, que vaya contra Ram; eso si procurad que no llore mucho, bueno si es niña, que llore lo que quiera, después habrá que buscar una solución, que no sea la muerte,  pero como comprenderéis, tu, y  tu esposo no puede quedarse con vosotros, sería la muerte de todos

Jacobed dio a luz un niño, un niño hermoso de abundante cabello negro,  las estrellas en el Cielo, parecían festejar su venida a este mundo

Ni Sifra, , ni su compañera quisieron cobrar nada, por sus servicios, tomaron una rata muerta, la envolvieron en unos paños manchados del parto, que quemarían fuera, haciendo creer a todo el mundo, que quemaban el cadáver de un bebe hebreo

Antes de irse, el esposo de Jacobed, les dijo, sois muy buenas, os arriesgáis por unos esclavos, nunca podremos pagaros lo que hacéis por nosotros

El premio, dijo Púa, es ver a  los niños vivos, ese es el premio

En ese caso, os  esperamos dentro de 8 días para la circuncisión del pequeño; ni que decir tiene que a los 8 días, acudieron  las dos, y, conocieron dos hebreos que les contaron la historia de su pueblo, de cómo habían llegado a Egipto; se llamaban Judá y Joaquín, el amor nació entre ellos,  y, pronto tanto Sifra, como Púa,  se casaron convertidas ya en mujeres hebreas,  fueron unas esposas amantísimas, y, unas excelentes mamás, ese fue el premio, que Dios les concedió, por no ser unas asesinas.

En cuanto al niño que había nacido; un vecino lo oyó llorar una noche, cuando ya iba cumplir 3 meses, y, denunció… pero esa es otra historia,  la de Moisés, esta era la de las parteras egipcias

Fin

Jesús negro

Ramiro, se consideraba un buen hombre, un buen cristiano, no un santo claro esta, pero si mejor que muchos otros,  no era un santo, porque  esos están en los altares, y, él caminaba sobre la tierra, pero era un hombre piadoso, que iba a Misa diariamente, amen de un buen padre de familia, y, un buen empresario, naturalmente no era racista

Eso, si cada uno en su tierra, no entendía, que hacían aquellos chicos negros, vendiendo, en el TOP manta, o viviendo hacinados en pensiones de mala muerte

Ramiro, sólo contrataba trabajadores blancos, no por racismo, si no, porque como decía él, España era un país de blancos, y, primero deben ser lo de la propia casa

Aquella mañana, llamaron a la puerta de su panadería, era un joven negro, si negro, no de color, de color son los marcianos venusianos, etc., si es que existen,  y, aquel chico era terrestre, un hijo de Adán, como todos nosotros, pero de piel negra, y, el negro no es color, si no ausencia de color;  prosigamos con el relato, el chico, que hablaba muy mal el castellano, consiguió hacerse entender, dijo que necesitaba trabajo, se llamaba Jesús, y, tenía 33 años, había llegado en una patera, desde Senegal.  País en el cual trabajaba, como carpintero, había protestado, por el trato dado a unos prisioneros,  y, ese fue el motivo por el que tuvo que exiliarse, para no comprometer a su familia, que de relacionarlo con él, habría sido asesinada legalmente, y, si dejaban alguno con vida, acabaría muriendo de hambre, ya que el gobierno, y, sus esbirros prohibirían que les diesen trabajo, ni que decir tiene, que la familia de aquel joven, no tenía ni un palmo de tierra de su propiedad, eran muy pobres, tanto que cuando nació, él su madre no pudo darle más cuna, que el comedero, de unos animales, es decir  un  pesebre

Por eso necesitaba el trabajo, para poder legalizar su situación; “Ve usted”, le dijo a Ramiro, mostrándole las heridas hechas por unos clavos en las muñecas; necesito antibióticos, para que no se infecten pero no tengo dinero, para las medicinas, por ello, le agradezco el trabajo

Lo siento chico, cuando ya no haya ningún español, sin trabajo tú serás el primero; pero ahora, no puede ser, y, por favor abandona mi local

Jesús, o, sea el negro, abandono el local de Ramiro; y, este siguió con su rutina diaria, pero,  era incapaz de dejar de pensar en Jesús; en sus manos,  sólo eran tonterías, se repetía a si mismo, tonterías, lo que hice es justo, si es justo

De pronto un grito surgido de la calle, lo volvió a la realidad, salio corriendo, a ver que pasaba, la gente se arremolinaba, alrededor de algo, o, de alguien que estaba en el suelo; se hizo un hueco como pudo, no podía creerlo era el mismo joven negro, que había dicho llamarse Jesús, el senegales,  estaba tumbado en un charco de sangre, y, tenía una puñalada en el costado izquierdo; una mujer lloraba desconsolada a su lado, murió por mí, repetía una y, otra vez, se interpuso  entre mi agresor, y, yo, y, se llevó el las puñaladas, pobrecito, que pena, y, lejos de su casa


Ramiro, se acerco a la mujer, y, vio horrorizado, que era su esposa, la madre de sus hijos,  a la que un loco, había querido apuñalar, quiso decir algo, al joven negro, pero este, ya había fallecido; entonces se fue corriendo a la iglesia, se arrodillo, frente al sagrario, con voz casi imperceptible, susurraba entre sollozos, “Lo siento, soy un miserable,  como no me di cuenta, de que eras, Tú, perdóname”

Fue entonces, cuando oyó, aunque no falta quien diga, que fueron imaginaciones suyas, debido a lo que había presenciado, pero Ramiro, insiste en que oyó la voz, una voz, que le decía, muy bajo, y, a la vez, muy alto, “Ramiro, Yo, voy siempre a ti, en cada uno de mis hermanos, de nuestros hermanos, no importa, que no veas heridas en sus manos, o, que las veas, siempre soy Yo, Jesús, como ahora, en este joven negro,

Fin