La vieja de la estación
Era una mujer de edad indeterminada, muy mayor, auque no sabría calcular su edad.
El rostro es el espejo del alma, y, hay almas que han vivido más años, no importa la fecha del carnet, hay personas que han echado sobre sí el dolor ajeno, y el propio, y, por eso tienen más años
El caso es que, la señora Herminia, estaba todos los días del año, con frío y con calor sentada en un banco del andén de la vieja estación, despedía con la mano los trenes que se iban, saludaba a los pasajeros, hablaba con algunos
Por aquel entonces yo aún era muy joven, no sabía su nombre, como muchos otros pensaba que estaba loca, tal vez el tren le traía recuerdos tristes, o felices tal vez en su locura esperaba la llegada de un amor de juventud que se fue y no volvió
Un día con el descaro de los pocos años, decidí averiguarlo, hable primero con un empleado del ferrocarril, que me dejo claro que lo hiciera con respeto, y, me aclaro que no estaba loca.
Así pues un día me senté a su lado, la salude, y, respondió educadamente a mi saludo, me dijo que era viuda, y se llamaba Herminia
Le pregunte entonces, sí podía preguntarle porque iba a la estación todos los días del año
Me sonrió, pero antes se ajusto su moño de pelo blanco inmaculado, me miro y dijo
"Te estas preguntando si estoy loca", pues bien, niña, un poco sí, pero eso es bueno, pero si piensas en si estoy loca de manicomio, espero que no, y te voy a contar porque vengo aquí todos los días
Veras yo soy hija de un "factor", y, viuda de otro empleado de los ferrocarriles, casi toda mi vida, transcurrió ligada a los trenes y las estaciones. Pero no, no vengo por eso. Vengo por Él
¿Por él?, pregunte pensando en algún amor perdido de juventud
Sí por Él me respondió, pero no es por quien tu piensas
¿No viene por ningún ser humano?
OH sí, humano y divino
Soy creyente, pero no voy mucho a la iglesia, aunque soy cristiana
Veras Jesús nos dijo, que todo lo que hiciéramos por otros, lo hacíamos por Él
Yo a mis años, poco puedo hacer, pero en el anden puedo hacer bastante, nunca lo suficiente pero más que en casa, a mi edad no puedo cuidar enfermos, ni cargar pesos
Qué hace aquí, pregunte
Pues mira hija, hay personas que toman el tren para ir se de vacaciones, hay otras personas esperándoles, pero hay otros a los que no los espera nadie, porque nadie tienen, ni los despide nadie, y, es muy triste que nadie te diga adios con la mano, por eso lo hago yo
Sí, pero usted no sabe quien esta solo en ese sentido y quien no
Es cierto, pero muevo la mano, hacia la ventanilla en la que nadie la ha levantado, y, créeme la mayoría responde, y, se van un poco mas felices, luego yo rezo por ellos, pero no hago eso solo, cuando alguien llega y se pone nervioso porque no ve su tren, yo lo calmo me sé todos los horarios, sí lo ha perdido lo animo a esperar el próximo, lo escucho le cuento lo que yo creo habría hecho, algunos intentan invitarme a comer nunca acepto, pero lo hago sin ofenderles, no soy una mendiga
Otras veces son los que llegan, hay personas a las que vienen esperarlas, a otras no, algunas vienen solas, pero de vacaciones, con esas charlo un ratito, si quieren, les ayudo a encontrar quien cargue su equipaje, si lo necesitan, a los niños con permiso de sus padres doy chocolatinas, o caramelos, siempre procuro tener, si preguntan por hospedaje, me fijo en sus maletas y en como van vestidos y les aconsejo
pero hay otros que vienen solos, y, a los que da miedo lo que puedan encontrar algunos vienen a empezar aqui un trabajo, pero otros vienen hacerse pruebas médicas, tienen miedo, yo me hago cargo del mismo, me invento historias de casos parecidos que acabaron muy bien, y, se van muy animados
Y, todos, todos sin excepción han tenido con quien hablar y seguramente alguien de quien reírse
y, yo sé que cada uno de ellos era Él, que fue a Jesús al que despedí, al que dí unos caramelos...
La miraba asombrada, aquella vieja señora, había descubierto que el servicio al otro, no tiene porque ser hacer nada raro, pero lo más grande, había descubierto como amar a Jesús en su Humanidad
Yo había recibido una vieja lección que nunca olvide
Han pasado muchos años, la señora Herminia, murió aplastada por un tren, se había caído un niño al anden, un niño pequeño que no podía levantarse ella no lo dudo y salto a la vía, sabía que el tren llegaba, le daría tiempo de levantar al niño y darlo a sus padres, pero no lo habría para ella
Al otro día, todos los periódicos se hacían eco de la triste noticia, pero todos traían un titular equivocado, decían que se había quedado en las vías del tren. Era mentira, allí quedaron restos de su viejo cuerpo mortal, porque la vieja Herminia, bueno, la niña Herminia, había montado en el vagón que llegaba al Anden del Cielo, y, allí estoy segura la estaba esperando, ya sin disfraces, Aquel al que ella, iba todos los días del año, a recibir y despedir y ayudar a una vieja estación de tren, la misma desde la que para salvarle de ser atropellado, la había embarcado en el Vagón celeste.
Sí Jesús estoy segura habría dado un abrazo y la bienvenida a Herminia, que llegaría como lo que siempre fue, una niña, le tocaba a Él recibirla.
Fin