miércoles, 8 de enero de 2014

La joven de Jerusalén

La joven de Jerusalén 
Kareniata, se levanto muy temprano; aquel era uno de los días más felices; por fin habían llegado, su quince abriles, loados fueran; los dioses, en especial, Astarte, la diosa lunar, esposa de Baal, si estaba decidida, a ofrecer sacrificios a la Diosa, no le iba ofrecer, el mayor sacrificio, el de su virginidad, como hacían tantas jóvenes, que se prostituían en el templo, ese don, sería sólo para su esposo.

Si, le ofrecería su primer hijo, el primer niño, que naciera de su unión, con Aristarco, si, es que, este un día, se daba cuenta, de que ya no era una niña, si no una mujer; sin saber porque, sintió como un estremecimiento, al pensar en el bebé, que aún no existía, sacrificado, sobre un altar, pero eso era, lo que hacia su familia, lo que habían hecho sus padres, lo que hacían todos los pueblos, era normal, que, a los Dioses, se les diese el primer hijo, lo mismo que se les daban, las primicias de todo, eso, no era ser criminales, el hijo, de esa forma entraba, a vivir con los dioses, y, se convertía, en protector de la misma, se hacía un semi dios, eso no era un crimen.

Sus pensamientos, fueron interrumpidos por unos alaridos, y, el tronar de los cascos de unos caballos, alzo la vista, y, vio todo su pueblo, ardiendo, corrió desesperada mesandose, los cabellos, encontró toda su familia, asesinada, sus dioses, sus imágenes yacían, hechos pedazos por el suelo; se enfrento a un soldado, éste la detuvo por un brazo, y, la increpó, e, insulto, llamándole, perra, e, idolatra, además de asesina de niños; le dijo que Yahvé, su Dios, había entregado su tierra, a su ungido David

Kareniata, quiso saber; quienes eran, Yahvé, y, David, y, por qué les habían hecho aquello; pero el soldado lleno de odio, repitió lo que ya había dicho; ella le dijo, que si su dios, era el único, y, verdadero, también tendría que ocuparse de ellos, que también eran sus criaturas, si es que no había más dioses

Por toda respuesta, el soldado se echo sobre ella, como una fiera, rasgando sus vestidos, y, su inocencia de mujer.

Un mes más tarde; comprobaba que en su cuerpo crecía una nueva vida, pensó en librarse de ella; pero una fuerza interior le decía, que aquel hijo debía nacer, si tendría a su hijo, no iba matarlo, de pronto sabía, que era un crimen, lo que hacían en los templos al sacrificar a los bebes, estaba segura de que sólo había un Dios, el Dios de los invasores de su pueblo, sabía que, Él, no estaba de acuerdo con lo que aquellos brutos hacían en su Nombre, por eso, aunque no había abrazado su religión, era ya, el único Dios, que adoraba en su corazón.

Tomo una decisión, su hijo, llevaría un nombre hebreo, Joshua, Jesús, un día, ese nombre lo sentía en sus entrañas, sería un Nombre de Paz, y, de Unión; ella le iba enseñar a amar a todo el mundo, como estaba segura era el deseo de Dios

Fin















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El tañido de la campana

El tañido de la campana 

Antonio, se había criado en la aldea, era un buen chico, su madre; lo había enviado, al catecismo; y, después de su primera comunión; empezó ayudar a, D. Ramón; como monaguillo, el buen cura soñaba, que un día; el niño vistiese sotana, , estaba convencido de que Antoñíto, era un niño piadoso, a quien lo que más le gustaba era tocar; “la campana”, y, escuchar su sonido

“Fíjense, parece que habla, les decía, a Don. Ramón, y, a su madre, tanto, el uno, como la otra, solían decirle

“Es que habla, es la voz de Dios, llamando a los hombres, para que vuelvan a casa”

Antonio, Antoñíto, le puso, un nombre a la campana, la llamó, “Sara”.

Llego la pubertad, y, marcho, a estudiar al instituto, allí sus nuevos compañeros, y ciertos profesores, “le abrieron los ojos” y, el joven Antonio, cambio, ya no iba a misa más que si lo sentía, y, como, no lo sentía nunca, pues no iba nunca, su madre aunque en un principio se preocupo, pronto dejo las preocupaciones, “ ya ira” se decía, además muchos no iban a Misa, y, eran mejores que, los que acudían a diario

Don Ramón, no estaba de acuerdo, pero sabía que lo único que podía hacer, era rezar, y eso, no dejaría de hacerlo.

Al cumplir los dieciocho años, se fue de casa; sin a escuchar las lágrimas de su madre, era mayor de edad; y, haría lo que le diese la gana.

Se fue, y, se convirtió, en un asesino, en miembro de una maldita banda armada

Cada vez que su madre, oía la radio, ó, que D. Ramón, leía en el periódico, un atentado, un asesinato de aquel grupo terrorista, en el que militaba Antonio, temblaba; lloraba, y rezaba.

Un día, aquel grupo, cometió una carnicería, y, la policía los cerco, Antonio, logro escapar, y, refugiarse en la aldea, parecía más una fiera que un ser humano

Llego, a amenazar de muerte, a su madre, y, al no atreverse, se fue a la iglesia; el viejo cura, trato de convencerle de su error, pero las fieras no razonan, y, Antonio era una fiera, disparo sobre el anciano sacerdote, al punto sonó la campana; Antonio, vio horrorizado, lo que había hecho, el bueno del cura, encharcado en su propia sangre, le dijo; “si estas arrepentido de tu vida, si amas a Dios, puedo darte la absolución, y pedirte; pidas por mí”

Con voz temblorosa, respondió lo estoy, pero no puede haber perdón; para mí; he cometido tantos crímenes.

Dios es amor, no lo olvides.

Antes de marcharse a la morada de los justos, el viejo cura perdono, en el Nombre del Dios Trino, a su oveja perdida, y, murió feliz de haberla traído al redil.

La campana seguía sonando, y, el joven, quiso averiguar el motivo, ver quien podía, estar tocándola; subió a la torre, “nadie la tocaba”; es más ni tan siquiera se movía, sin embargo sonaba, así que trato de ver la causa, trepo un poco más arriba, resbalo y se precipito en el vació, pero fue la sensación de un instante, porque de repente se vio niño, con las ropas de monaguillo, y, á D. Ramón, un cura joven, que le decía ven vamos a nuestra casa, a la casa de Dios.

Al día siguiente los periódicos publicaban este titular.

“Ayer, después del asesinato, del párroco de la aldea de Cervero, el terrorista Antonio, se suicido arrojándose al vació.

La gente del pueblo, lloro al cura, y, por respeto a la madre de Antonio callo, lo que pensaban de éste; su madre lloro, y, se desespero, pues pensó que su hijo, había muerto, como un “maldito”

Pero aquella noche, la campana, sin que nadie la tañese empezó a tocar; “a gloria” y, la buena mujer, comprendió la verdad, que Dios es Amor, y, hace lo imposible, por traer sus hijos a su casa

Fin













El Sol siempre vuelve aparecer

El sol siempre vuelve aparecer 

Ramón; había quedado, con su amigo Juan, en la terraza de un café, este llego al cabo de unos cinco minutos, y, al cabo de un rato, hablando de cosas intrascendentes, el semblante de Juan, se nublo, y, dijo, muy serio, que la vida, no tenía sentido; que Dios, lo había abandonado, su vida, era un continuo sufrimiento; Ramón, trato de consolarlo, en vano, así, que desvío, el tema, de la conversación, y, lo invito, a ir el fin de semana, a su chalet de la sierra

El sábado llego Juan, al chalet de su amigo

A la mañana siguiente, Ramón, invito, a su amigo, a dar un paseo, y, fijarse en el sol.

¿Ves el sol? Sin él no habría vida, aunque lo desconozcan plantas, y, animales, no pueden vivir sin él

No, te entiendo, respondió, Juan de mal humor.

¿Qué, piensas que tengo 5 años, para sacarme al campo, a las 6 de la mañana y, hablarme del sol?

Ojala tuvieses, 5 años, si te he sacado para que veas el sol.

¿Y, me digas, si la vida podría subsistir, sin él?

No, claro que no.

¿Contento? Respondió más enojado que antes

El tiempo siguió su curso, a los cinco días, el tiempo, cambio, amaneció, un día lleno de nubarrones, y, también esta vez, Ramón; invito a Juan a mirar al cielo

¿“Ves?. No se ve el sol, da miedo mirar las nubes; pero tú, y, yo, sabemos que el sol, sigue, ahí, pues la vida sigue, y, sin el sol, no habría vida.

¿Entiendes?

No, dijo, pero si entendía; aunque el nubarrón de la calumnia; lo había dejado en la calle, y, luego el viaje, en el que por su conducción temeraria, debido al disgusto al verse echado de la empresa, por malversador cuando era falso, y, todo por la calumnia de un miserable, sin aquella conducción temeraria, no habrían muerto su joven esposa, ni el hijito su primer hijo, que iba en sus entrañas, no él no veía el sol, por más que Ramón, insistiese, en su vida, sólo había nubarrones, que no saldrían nunca

Al día siguiente, Ramón le hizo reparar en un pequeño rayito; que se iba abriendo camino; entre las nubes ayudado por el viento; allí, estaba el sol, siempre aparece

Al cabo de cuatro meses, Juan regreso a su casa.

Ya hacía varias semanas que Juan, había vuelto a la ciudad, se había ido tan sombrío como llego; el esfuerzo de Ramón, había sido en vano.

Por eso, le extraño, que lo llamase por teléfono, para decirle, si no le causaba molestias, ni a su señora, ni, a él, que fuese pasar otro par de días, con ellos, con ellos, pues tenía, algo muy importante, que decirle.; Ramón, y, su esposa, aceptaron encantados

La persona que llego, era otra completamente distinta, un hombre alegre, cuando Ramón, le pregunto la razón de tan importante cambio, le dijo; tenías razón empiezo a ver el sol, Ramón entendió y, trato de averiguar, pensando sin duda que su amigo, había encontrado otro amor

No, Ramón, no me he enamorado, pero he descubierto muchas cosas, gracias a aquellas calumnias, supe que sólo tenía, un amigo, tú, la muerte de mi esposa, y, mi hijito, ó, hijita, evitaron una joven viuda; y, un huérfano, porque hoy el médico me ha dicho, mejor, me ha confirmado que padezco un linfoma canceroso, y, me quedan, a lo sumo cuatro meses de vida

Ramón, avanzo hacia su amigo; pero este lo detuvo, no, no quiero consuelo, no lo necesito, sólo unos meses y, volveré abrazar a mi esposa, conoceré a mi hijo; y, veré, El Sol, el verdadero, Sol, sin quemarme, ó, mejor, quemándome en su Amor, si hoy el viento de Dios, ha barrido mis nubes, gracias, amigo.

Han pasado, cinco meses, Ramón, y, su esposa, asisten a un entierro, están alegres en su dolor, es el entierro de Juan, y, el Sol, como no podía ser menos, luce en todo su esplendor.







Fin





















La nube

La nube

De todos los seres creados por Dios, había uno, al que no le gustaba, “ su papel”, era la nube; se, quejaba de que mientras las estrellas, y, los demás seres serían, admirados, ella, tendría que morir, y, nacer cada día, y, los humanos, y, hasta los animales, cuando lloviese, sobre ellos, se enojarían; El Creador, le dijo, que gracias a ella, la tierra daría sus frutos, hombres, y, animales, calmarían su sed, estarían limpios, amen de que los ríos, no se secarían, que tenía, una misión muy importante, la nube, no estaba de acuerdo, pero no le quedo más remedio que aceptar.
Paso el tiempo, que aunque sea muy largo para los humanos, para las nubes, es siempre como un sueño, muy corto, y, un día, en un monte, vio a un hombre, al que habían crucificado, y, que se moría de sed, le dio mucha pena, y, aunque al; “llover”; se moría, derramo toda su agua, sobre el pobrecito; calmando en lo que pudo su sed, éste la miro con sus ojos, ya velados por la muerte, y, le dio, las gracias.
La nube, era consciente, de no ser un teólogo, pero, tuvo la plena seguridad de que el crucificado, era su Creador, aunque eso, fuese una locura
Cuarenta días más tarde, oyó, que, la llamaban, era el Hombre, que había visto crucificado, y, estaba vivo, se alegro mucho; el Hombre, que era, Jesús, le pidió un favor, después de decirle, que estaba en lo cierto, era su Creador; el favor, era, que lo acompañase en su entrada en el Cielo, la nube, accedió encantada, de poder servir, a su Creador; y, comprendió para que había sido creada.
Fin





































































El tío Juan

Ana, y su esposo, habían recibido, carta, del tío Juan, de Argentina, les anunciaba su regreso, para vivir con ellos; era hermano, del padre de Ana; se había ido, muy joven, al país sureño, y, tenía importantes negocios; en más de una ocasión les había ayudado económicamente, sin pedir nada a cambio, sobre todo, cuando, Luis, el esposo de Ana, fue despedido, y, pensó abrir un pequeño negocio, los bancos no le dejaban el dinero, el tío Juan, se lo regalo

Para Ana, el regreso de su tío, sólo podía ser una buena noticia, por fin dejarían de ser pobres, podrían codearse con la alta sociedad, y, mandar a sus hijos, a los mejores colegios

Cuando sonó el timbre, fue abrir a toda prisa, allí estaba su tío, pero no era lo que aguardaba, volvía arruinado, vestido como un mendigo.

Lo invito a pasar a la cocina, y, dejo muy claro, que no podía quedarse con ellos, no tenían sitio, lo mejor sería que fuese a la residencia que regentaban las monjitas, y, debería irse, ya, porque esperaban gente importante, y, no quería que viesen que un mendigo estaba de visita en su casa, añadió, un, “¿Usted, me comprende, verdad?

Juan, no, dijo nada, salio llorando

Pero alguien lo había visto llamar, ese alguien, era, Luisa, la vecina de Ana, sabía que esta esperaba a un tío de argentina, pero no lo relaciono, con el mendigo; pensó que sería un pedigüeño, pero al ver que salía llorando, se intereso, y, Juan le contó lo sucedido, disculpando a su sobrina; entonces Luisa, lo mando pasar al interior de su casa, le dijo que podía quedarse con ellos, sabía que su marido, no se opondría, y, en efecto, Marcos, el esposo, llego enseguida, y, confirmo lo dicho, por su esposa; hasta los niños, le insistieron, Marcos le dio un traje suyo, y, le dijo que si quería podía tomar una ducha, a lo que accedió encantado

Fue entonces, cuando, Juan, tomo su móvil, e hizo una llamada, les sorprendió, que un mendigo, tuviese un teléfono que debía costar mucho dinero, pero no dijeron nada

Dos horas más tarde, sonaba el timbre de la puerta, Luisa, fue abrir, allí estaba un señor, con unos maletines, y, una carpeta, preguntando por D. Juan, Juan, al escuchar le dijo, a Luisa, deje lo pasar sin miedo, es mi abogado, el notario esta al caer; Luisa no entendía nada, pero pronto lo comprendió, Juan, no era un mendigo, al contrario era un hombre muy rico, pero no quería dar su dinero a quien no lo merecía, por eso, había montado aquella comedia, ahora sus herederos, serían Luisa, Marcos, y, sus hijos, pero ya iba empezar por poner varias propiedades a su nombre

No, es que tuviese nada, contra Ana, pero seguramente estarían con gente importante, y, no era cuestión de molestarles

Fin