viernes, 23 de octubre de 2020

último comensal

  El último comensal


Rubén, pertenecía a la clase sacerdotal, de Israel, era escriba, y, en contra de lo que opinaba la mayoría de sus compañeros, sentía cierta simpatía,  por un joven Rabí, llamado Jesús,  que había sido,  carpintero, desde poco menos de 3 años, era un, Maestro, itinerantes

Se aproximaba la pascua, y, Rubén, tuvo un encuentro con Jesús; ocasión que aprovecho, el joven Rabi, para invitarlo, a celebrar la pascua.

Rubén, dio su palabra de asistir, era un hombre libre, viudo, con dos niños pequeños; los cuales como era lógico entraban en la invitación, si sería bueno, festejar con el Nazareno, que así llamaban a Jesús, abrazo pues a Jesús, y, le dijo, “maestro, cuenta conmigo”

Jesús, sonrío, y, le dijo

“Te recuerdo que no seguimos, el calendario fariseo, ni el sacerdotal”

Lo sé, respondió Rubén, y, se despidió

Llego el día de la cena pascual, Rubén, estuvo pensando que hacer, había dado su palabra a  Jesús, pero en realidad, siendo sinceros; ¿Quién era Jesús?, nadie, "el amigo de publicanos, y, pecadores públicos", la gente, como Dios manda, no lo trataba, o, lo hacía esporádicamente,  como él mismo

Qué sería de sus hijos en un futuro; no lo mejor sería comer la pascua, con Levi el fariseo, aunque fuese unos días más tarde, iría a decírselo a su vecino, a Levi, para que contasen con él; pero cuando lo hizo, este lamento no poder  sentarlo a su mesa. 

Pensó en celebrarlo a solas con sus hijos, imposible, “La Pascua”; el corderito, había de consumirse toda, y, un hombre, con dos niños pequeños imposible

Le haría pues, el favor a Jesús, cenaría con él, y, los suyos, sabía que llegaban un poco tarde, pero se disculparía, y, su anfitrión lo  entendería; cómo no iba hacerlo, si le hacía un favor

Pero cuando llego, al lugar donde sabía se iba celebrar, encontró que María, la Madre de Jesús, y, otras mujeres, limpiaban los restos de la cena, marcho a toda prisa, sin saludar, ni despedirse, al pasar cerca de un huerto de olivos, Getsemaní, en hebreo, vio que llevaban detenido a Jesús, no podía creerlo; su extrañeza era enorme.

Cuando al otro día, lo vio morir crucificado entre dos delincuentes, recordó lo que decía la palabra del Señor, “maldito quien cuelga del madero”; y, entonces dio gracias a Dios, por no haber ido, a cenar con aquel hombre, aquel crucificado, no haber llegado a tiempo, de cenar con aquel impío

Días más tarde escucho rumores de que había resucitado, que estaba vivo, según los suyos, pero vivo, vivo, tan vivo, que era La Vida, y, claro esta, no lo creyó

Hasta que llego, la fiesta de Pentecostés, y, sintió hablar a Pedro, uno de los amigos de Jesús,  bueno amigo, por llamarle de algún modo, ya que había sido incapaz de defender-lo ante una pobre mujer, una vieja criada de Caifás, por eso cuando lo vio, y, lo oyó hablar con tanta valentía de Jesús, de si mismo, algo se removió en su interior, y, pregunto, sin saber porque

Qué debo hacer

Obedeciendo, a la respuesta, orden de Pedro, recibió el bautismo, y, aquella misma tarde, cenaba con los compañeros de Jesús, sus compañeros, y, recibía el Pan, y, el Vino, que eran ya, el mismo Jesús Resucitado,  El Cordero de Dios

Entonces comprendió que estaba celebrando, La Pascua eterna, comiendo el Cordero inmortal, él había sido el último comensal de la cena pascual judía, tan último que no la celebro, pero ahora,  en la Pascua definitiva, que se prefiguraba en la Cena eucarística, era el primero

Ya lo había dicho Jesús, “Los últimos serán los primeros”

Fin