viernes, 30 de agosto de 2013

El asesino


Rubén, era un viejo soldado romano. 

Estaba, en Roma,  había llegado, hacía tiempo, del país de Judea,  se sentía, atraído, por la doctrina, de los cristianos, sin embargo, no se atrevía, a dar el paso, definitivo a buscar algún, nazareno, que le explicase, en que consistía,  á,  hacerse cristiano; y, no era, como podría, pensarse,  porque tuviese miedo, él sabía, que los cristianos, acababan, en la arena, del circo, o. clavados, en cruces;  eso, no le importaba, demasiado, no temía, a la muerte por el dolor, había sido soldado, y, lo habían herido, muchas veces, no, lo que temía, era a lo que, había después de la muerte, y, se decía que, el hecho de atreverse, a hacerse cristiano, sólo  podría agravar, su culpa, sus  culpas.


Y, no es, que fuese un monstruo, era un hombre sin esperanza, un hombre, que sólo veía, a Dios, como un tirano justiciero, porque, no había querido oír, que era, que es un Padre, todo Amor.

Aquella mañana, como tantas otras, se había levantado, muy tarde, y, mientras desayunaba, frugalmente, pues no tenía, para más con su querido, y, viejo esclavo Crispulo.

 Sintió, la necesidad, de abrirle a éste su viejo, y, gastado corazón.

Así más, o, menos empezó su historia.

“ Yo, entonces era, muy joven, vivía con mis padres, en Israel, porque como sabes, soy judío, bueno, ahora no soy nada; siempre había rezado, por la venida del Mesías, y, era un joven observante de la  Ley de Moisés, trabajaba en el campo con mi padre, pero un día, oí hablar de que, los soldados a las ordenes de Herodes, ganaban más dinero, y, la ambición me cegó, mi difunto padre, me dijo:

 “Que, no estaba bien, que un judío, fuese a servir como soldado, al lado de paganos, que adoraban, a dioses de piedra, y, leño, ni a servir, a un déspota, como Herodes”

No, le hice caso, consideré que, aunque joven, ya era mayor, para tomar mis decisiones y, además, yo no iba a adorar, a los ídolos, iba a ser soldado.

Durante dos años, todo fue normal, y, hasta mi padre, empezó a pensar, que tal vez habría exagerado, pero luego llego, aquel día, aquel maldito día


Herodes, nos convoco a todos, y, nos dio la orden, más criminal que, pueda salir de labios humanos, nos mando, asesinar a todos los recién nacidos, a todos los niños; menores de dos años, en Belén de Judá, con el propósito, de acabar con; “el Rey de los judíos”; que unos extranjeros, le habían dicho, que acababa de nacer, es decir; “con el Mesías”.

 Nos prometió, al ser un trabajo extra, una buena paga, hubo compañeros que se escaparon, para no hacerlo, muchos que, oficialmente eran idolatras, pero que, con su conducta, demostraron adorar, en su corazón, aunque no lo supiesen, al verdadero Dios, otros, me propusieron que, matásemos, a Herodes, era un monstruo, un tirano asesino, nuestra fe, no se oponía, pero yo, me negué, consideré, que me vendría bien, ese dinero, y, que total, sólo se trataba, de sacar del medio, una docena de críos, y, que el Mesías se defendería sólo cuando viniese.


Aún ahora, cuando cierro los ojos, escucho los llantos de los bebes, los gritos de las madres, cogí aquel dinero maldito, y, seguí a las ordenes de Herodes, la conciencia aprendí, acallarla con el vino, y, las prostitutas, al morir Herodes, quede al servicio de sus hijos, bueno en concreto, de Herodes Antipas; el trabajo era fácil, lo que me alegraba, pues ya no era un mozo, hasta que fue detenido aquel; “pobre loco, que ni; más ni menos que, se había atrevido, a denunciar la conducta inmoral, del  tirano, a decirle que, no debía tener, la mujer de su hermano; aunque parezca raro, Herodes, le tenía, “ cariño”, bueno, todo el cariño que, una fiera puede tener, pero su amante, era una harpía, una nueva Jezabel, y, un día, se las apaño, para que, lo mandase decapitar, y, me lo encargó a mí; yo sabía que, debía negarme, que debía ayudar, a huir al reo, pero no tenía ganas, de problemas, ni de complicarme la vida, así que añadí, otro crimen a mis crímenes, otra pesadilla a mis noches.


Al poco tiempo, fui despedido, por Herodes, y, unos amigos romanos, me presentaron a Pilatos, este no era mal hombre, sólo un cobarde, y, así llego aquel día, yo era uno de los encargados, de vigilar, y, realizar tres ejecuciones, de dos peligrosos criminales, y, de,  “un pobre loco, que se había declarado ,Hijo de Dios”,  me ensañe con Él, yo fui, él que tuvo, la idea de la corona de espinas, él que ordeno, el sorteo de su túnica, él que clavo sus pies en la,  Cruz, él que se burlo; él  que  jugaba, a los dados, mientras; Él agonizaba, su sangre, me salpico varias veces, pero no me conmovía, lo oí pedir perdón, y, en mi interior sólo, brotaban blasfemias, otra pesadilla más, que seguí apagando, como siempre, al cabo de unos días, oí hablar de que, había resucitado, de que era el Mesías, pero me negué a creerlo, pues de haber matado a unos hombres aún podría excusarme, pero de haber matado a  al Hijo de Dios, no podía esperar misericordia, además, me había enterado, que Él era uno, de los niños que, debiera haber muerto en Belén, pero que sus padres, avisados, no sé por quien, habían huido con él a Egipto, y, así se había salvado, hasta que yo, le di muerte, en el nombre de Pilatos; luego como, recordaras vinimos a Roma, yo iba malviviendo, del dinero que, cobraba de los banqueros.

 Hasta que, al anterior emperador, Nerón, se le ocurrió prender fuego, a Roma, y, acusar. a los nazarenos, se buscaba al jefe,  que dirigía, el grupo un antiguo discípulo del Hombre, que yo había asesinado, se llamaba Pedro, yo sabía donde estaba, y, por ganarme, unos denarios lo denuncie, y, lo hubiese crucificado, si me hubiesen pagado por ello.


Otro crimen más, otra pesadilla.

 Ahora sé que, aquel Hombre, era el Enviado, sé que era el Hijo de Dios, sé que, su Doctrina es el Camino, pero no puedo hacerme cristiano, porque, soy indigno, no puedo pretender, el perdón de Dios, el hacerme su hijo, yo, que mate su primogénito, Dios, no me puede perdonar.”


Crispulo, miro a su viejo amo,  se levanto, y, le puso una mano en el hombro, le seco las lágrimas, que bañaban su rostro, y, le dijo:

“ Rubén, no te llamo amo, pues soy cristiano; y, no reconozco más amo, que al Señor Jesús, sólo hay un pecado, que Dios no puede perdonar, y, no es ninguno de los que has cometido, si, no el no, confiar, en su Amor, el Hijo de Dios vino a la tierra para salvar a cada hombre, que, acepte su salvación, vino a enseñarnos que, Dios es Amor, que es nuestro Padre, Él nos ama, y, murió, perdonándonos, y, Resucito, para que tuviésemos vida, en el Cielo en la , Casa del Padre Dios, tienes, muchos amigos, pidiendo por ti, sí estas arrepentido, de tus crímenes pasados, si estas dispuesto, a confesar a Dios con tu vida, si crees que, Jesús, al que ejecutaste, es el Hijo de Dios, yo puedo bautizarte, el agua, por los méritos del Señor Jesús ,borrara en ti, todo pecado, toda culpa,

¿Quieres, bautizarte Rubén?”

“Quiero,  respondió temblando

Crispulo, lo bautizo, derramando sobre su cabeza un vaso de agua, y, pronunciando las palabras santas,

 “Yo te bautizo Rubén, en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”

Aquella noche,  ya no tuvo pesadillas, al contrario sus sueños, fueron felices, era un hombre nuevo, más que un hombre, un niño recién nacido, unos días más tarde, salió en defensa de una mujer, que era maltratada, por un soldado, éste replico, que la mujer merecía ser castigada, por insultar a los dioses:

 ¿A qué dioses?. Sí, no hay más, que un único Dios. El soldado, lo golpeo con su espada, y, como ya era viejo, Rubén cayó muerto.


A la noche, lo encontró, Crispulo, quien lo recogió, y, le dio sepultura, lo hizo calladamente, pues sabía, que todos pensarían, que había muerto, a causa de una de sus borracheras, aún,  no había tenido tiempo, de notificar su conversión, pero mientras lavaba su cadáver, le pareció que, le sonreía, y, que se había vuelto un niño.


Aquella noche, Crispulo, tuvo un sueño, vio unos campos bellísimos, como no puede imaginarse nadie, y, un niño muy hermoso que, jugaba junto a una fuente rodeado de otros niños, de pronto, en el sueño, el niño se volvió y, le dijo:

 “No,  es un sueño, Crispulo, tenías razón, Dios es Amor, aquí estoy; con  todos mis hermanos, y, amigos, gracias a ti, de asesino, llegue a hijo de Dios”
Fin


Instrumentos de música



En un taller de música;  cierto día; en el que los distintos instrumentos, se reunieron, a media noche; para hablar de su destino.


El clarinete, afirmo ser él, y, no el clarinetista, quien producía la música,  gracias, a su pistones, llaves, y, boquillas; sin embargo, el público, aplaudía al músico, que lo único que hacia,  era  insuflarle su aliento; por eso, mi propuesta es que a partir de ahora; rechacemos la intervención humana; no los necesitamos,  “la música”,  compañeros somos nosotros


Todos, desde el flautín, al piano,  dieron su aprobación, ya era, hora de que la gente dijese.

 “Que bella sinfonía, ha interpretado este flautín, o, esta guitarra, etc.; y,  no que bella ejecución musical del profesor, o, compositor,  tal, o, cual

La guitarra, fue más lejos,  y, aconsejo, una huelga general, aprobada por todos, los hombres, se iban enterar,  no habría música.


Y, lo hicieron cuando un músico, tomaba, un instrumento, este, o, le hería en los labios,  si era un instrumento de viento,  o, se cerraba de golpe, caso del piano, o, le resbalaba de las manos, cada uno, hacía según  su estilo, pero era imposible  interpretar ninguna partitura

Se suspendieron todos los conciertos, y, recitales

Los instrumentos estaban felices, pero cuando intentaron  hacerlo ellos mismos vieron, que sólo salía, un ruido infernal

Pero los hombres, si, seguían produciéndola, sin ellos; les bastaba, silbar, chasquear los dedos, batir palmas,  golpear el suelo con los pies,  mover los dedos sobre una tabla, etc.

Comprendieron entonces, que la música, no la producían ellos, la tenían los músicos en el alma; y, se la comunicaban con su aliento, o, sus manos, ellos habían tenido una gran oportunidad, que por soberbia, habían rechazado; ahora sólo eran trastos inútiles

De pronto en el taller, se oyó una voz humana.

 ¿Profesor, que hacemos, con  estos instrumentos, los echamos al fuego, son un estorbo?

Al oír aquello, un estremecimiento sacudió, sus almas  de metal, y, de madera, un aliento contenido.

Pero otra, voz humana, la del músico respondió, por ahora no, yo era quien tocaba el clarinete, era un buen instrumento, con él que interprete, sinfonías bellísimas, no sé que pudo pasar.

En todos, se hubieran visto lagrimas,  si pudieran llorar, pero desde aquel día,  volvieron a dejarse tocar, volvieron a sonar, en las manos de los músicos, y, los teatros, se llenaron de nuevo, habían comprendido, que sin los músicos, sólo eran instrumentos, inútiles cacharros, que no servían para nada

Como los hombres, cuando quieren avanzar sin Dios

Fin









El alarido


Hacia tiempo,  que no conseguía levantar cabeza; fue por ello, que  acepte la idea, de irme con Marga,  a, pasar unos días, en una vieja casona; heredada de su único pariente se trataba de un viejo pazo, en él cual se había cometido, “el sacrilegio de poner todos los adelantos modernos”; pero sin alterar ni un ápice su vieja estructura

El sitio, me daba algo,  de miedo; y, eso que no soy asustadiza

La primera noche, sobre la madrugada,  las 2, ó, las 3, me despertó, una voz débil, que gritaba, o, susurraba.

“Ayuda, ayúdame me muero, ayúdame”

Salte de la cama;  conseguí, dar con la llave de la luz; que estaba alejada; bastante alejada;  de la cama; y, abriendo la puerta, me lance escaleras abajo;  a la habitación, de Marga; entre, no le dije nada, dormía placidamente;  seguramente,  había hablado en sueños; y, no dí mayor importancia.

A la mañana siguiente,  mientras desayunábamos; se lo comenté; y, me dijo, que jamás, hablaba, en sueños; que seguramente, era yo, la que había soñado; como no era cuestión, de discutir, por semejante tontería; desvíe la conversación, hacia otros temas.


A  la noche, volví a oír el grito, que,  más bien era un alarido.

“No, dejes, que me mate, ayuda”

Hice lo mismo que vez anterior, y, llegue, al dormitorio de Marga, leía en la cama;  se extraño, al verme, hablamos, y, por un momento, me vino, la idea, de que se trataba de un crimen del pasado, cuyo fantasma, seguramente enterrado, en los sótanos de aquella mansión, pedía justicia ó, venganza; y, así se lo dije,  haciéndole saber que no pensaba, seguir allí; pero seguimos, y, llego una vez más la noche


Y, de nuevo volvió, la voz misteriosa con su alarido, y, yo, llenándome, de un valor que estaba, muy lejos de sentir le pregunte

¿Quién eres, en que te puedo ayudar?

Me respondió

“Sería un niño, es, Marga, mi mamá, quien me quiere matar, tú lo puedes, impedir por favor hazlo”

Y, luego el silencio

Era absurdo.

 ¿Me estaría, volviendo loca, Marga, no tenía, hijos, y, jamás haría daño a nadie, era una persona buenísima, tanto que, renuncio, al hombre del que llevaba, años enamorada, cuando descubrió, que él muy canalla, tenía, familia en Canadá, no quiso que se divorciara.

 “No voy romper, un hogar, y, dejar tres niños sin padre”. Decía; así que pensar, algo malo de ella,  era imposible, sin duda eran mis nervios

En el desayuno, no le conté nada,  fue ella quien, me  dijo que  el jueves,   tenía consulta con su  ginecólogo.

 “Para que, me arregle, la faena, que me hizo Luis” dijo textualmente, (Luis, era el novio canadienses); mi boca se quedo seca  y, pregunte fingiendo serenidad

¿Estas embarazada?

Sí, me respondió, de poco tiempo, y, por poco tiempo.

No dije, nada,  durante unos instantes, por un momento pensé, en decirle que, era un crimen lo que pensaba hacer,  sin embargo, hice lo contrario; me comprometí a acompañarla, me lo agradeció, y, yo pretextando, que tenía sueño, subí, a mi dormitorio y, baje por una escalera,  que daba al garaje, allí, saque, las llaves del  coche, y, las escondí, en un lugar inaccesible; desconecte el teléfono, para que no se pudiese, llamar, un taxi, y, por mi móvil con el fin de poner, su saldo en cero, hice un pedido, de ropa de bebe, que debían de entregar, el jueves por la mañana, es decir el día en que supuestamente; debíamos, ir a la consulta, me encargue, también de bloquear su teléfono  móvil

Llego, el día  Marga, estaba como una furia, no sabía, donde había puesto las llaves, y, era cosa suya, pues era, la que conducía, yo le ayude, a buscar, en todo el garaje, y, como era de esperar,  no las encontramos, pues las había escondido, en la vieja Biblia, justo donde dice

 “Yo, doy la vida, yo doy la muerte”

Marga, estaba decidida, a pedir un taxi, pero entonces descubrió, que el teléfono tampoco funcionaba, fue, por su móvil, y, se encontró, que estaba bloqueado; entonces me dijo, si podía hacer, una llamada por el mío, le dije que sí, pero cuando marco el número;  la operadora, desde el otro lado, le recordó, que iba cortar, pues el saldo estaba en cero euros.

Se echo. en el sofá llorando

“Maldito crió, pero no voy a cargar contigo, me oyes, no me vas amargar la vida”

Entonces sí, me aproveche, de que inconscientemente, le había llamado, “crió” y, fui por las ropitas de bebe, que llegaran, aquella mañana, las fui, colocando frente a su vientre todavía plano, le prometí ayudarle, a criarlo, al principio, se mostró dura, pero poco a poco, se fue ablandando.

A la semana, todo funcionaba perfectamente, salvo mi móvil que seguía, sin saldo, lo malo fue, que tuvimos que, volver a casa, y, al trabajo.

Han pasado 18 años; David el niño de Marga es mi ahijado

Pasamos, un fin de semana, en la vieja casona de su madre, y, de nuevo me despierto a media noche, de nuevo el grito, pero esta vez, no me muevo de la cama, es David, que acaba de llegar, de una fiesta con sus amigos, y, entra cantando, y, riendo, y, despierta a su madre, y, vuelve a decirle, que le compre, el coche, y, Marga le dice, que la deje dormir, y, él ríe, y, canta, y, luego se calla, y, vuelve a reír, y, dice, riendo.

 “Te quiero mamá, te debo la vida”.

 Yo,  en mi cama, arrebujada,  en mis mantas, pues estamos en enero, me digo.

 “la vida, me la debes a mí”;  pero me respondo, no, aquello fue un sueño, la vida, se la debe sólo a Dios, y,  a su madre.

 Sí,  fue eso, un sueño, Marga, nunca quiso, acabar, con la vida de su hijo, porque, Marga,  siempre fue buena.

Y, sigo, durmiendo

Fin

lunes, 26 de agosto de 2013

El Safarí

Safari
 Nunca he tenido suerte en ningún tipo de sorteos, así que cuando aquella mañana; respondí al teléfono medio dormida, era incapaz de creer; lo que me decía, la persona, que estaba al otro lado de la linea.

Me había tocado; un premio consistente en un viaje;  para dos;  un safari a África.
Pensé en una broma; aunque no tarde,  en aceptar la realidad: por fin la suerte me había sonreído; ahora tenía que, elegir el amigo, o amiga, que me iba acompañar; no fue fácil, no todos compartían mi ilusión, por los safaris; y recuerdo a mi mejor amiga;  Sara, mirándome muy seria; y, diciéndome, “te pesará, eso no es para ti”; ni que decir tiene, que no le hice caso
 Una semana más tarde me embarcaba en el avión, junto  con otras personas y, mi acompañante,  Antoine, un joven francés, hijo de una compañera de trabajo; el viaje en el avión fue horrible, debido a mi miedo, que casi contagie al resto de los pasajeros; pero por fin estábamos en nuestro destino.

Llegamos de noche, y, nos trasladamos en Jeep hacia el hotel; me impresiono la belleza del sol, reflejándose en los lagos, y, ese color peculiar de África, que hace que uno, “toque a Dios”

El hotel era como cualquier hotel de Europa, no dormí bien, no podía dejar de pensar, en las personas que, no lejos de allí malvivían en chozas, a todo eso, se sumo el rugido de los leones, las voces de las criaturas santas, y, buenas del Señor.

Me despertaron a eso de las 5 de la madrugada; bueno, despertarme es un decir; porque no había dormido, proteste yo había ido de vacaciones, debería poder levantarme, cuando quisiera, pero el guía me recordó, que en efecto podía hacer mi voluntad, pero aquello era un safari;  y, los safaris no se hacían durmiendo, así que yo misma

Me vestí deprisa, después de una ligera ducha,  tome el desayuno que me sirvieron,  el resto de acompañantes, me esperaba en el vestíbulo del hotel;  nos montamos en el mismo; Jeep que nos había traido

Los animales, jirafas, elefantes, garzas... desfilaban ante nuestros ojos; de pronto,  oí una voz a mis espaldas; ahí están, gire la cabeza, y,  los vi;  una familia de leones, siempre adore los felinos,  fuertes, libres, recios, sometidos sólo, a Dios que los creo, con un amor sincero, no aduladores... Si, ya sé, que les estoy aplicando atributos humanos.

 ¿Pero no lo hacen acaso con los humanos aplicándoles cualidades de bestias?

El ver los grandes felinos, de los que dice la Biblia, piden a Dios su alimento, me hizo bendecir al Creador de todos los seres,  e, internamente recitar el Cántico de Daniel,  el macho con su hermosa melena;  estaba devorando, un animal muerto que la hembra había cazado.

“Buen ejemplar” grito una voz a mis espaldas,  me volví, y, vi a los 4 hombres que nos acompañaban subidos al Jeep, con sus rifles en la mano; les pregunte qué iban hacer

“cazar”; me respondieron
No,  no, mientras yo pueda impedirlo, ese animal no ha hecho nada, su muerte, no, nos vale para nada, me opongo a ese crimen

Vamos no seas cursi, dijo mi acompañante; será un bonito trofeo

Será un trofeo de muerte,  este animal es un trofeo, así vivo, corriendo, cazando, luchando, y, matando por vivir, que él no lo hace por otra cosa
Salte del coche, dispuesta a ponerme de barrera entre la fiera, y. los cazadores,  me hicieron subir a la fuerza, no podían arriesgar mi vida; dejando que la fiera me atacase, no pude evitar que me subiesen al Jeep, y escuche el disparo de muerte, vi caer herida aquella criatura, y, vi el dolor de sus hembras, de sus cachorros, y, maldije en mi interior al ser humano, al peor depredador de la especie.

No quiero que piense nadie, que soy contraria a la caza, no yo admiro a los cazadores, a los cazadores honrados, y, honestos que con sus perros van a cazar, en el tiempo en que no dañan la naturaleza;  y, que cazan para comer; que se alimentan con su caza, pero a los criminales, porque no puedo darles otro nombre, que cazan un animal para colgar su piel, o adornarse con sus colmillos los desprecio

Al día siguiente, dije que  deseaba regresar a España; no fue posible, y, tuve que quedarme allí, en África; pero no participe en ningún safari más

Cuando regresamos, fui a la comisaría a poner una denuncia, el comisario, me escucho pacientemente; pero me dijo que nada podía hacer

Es una injusticia

Si, señora es una injusticia,  pero no es la única, las peores son las hechas contra los seres humanos.

 ¿No cree?

Si, claro, pero a éstos nadie los mata, y, quien los mata es castigado

¿Usted cree?

Bueno, si lo encuentran

¿Usted esta segura? Yo no puedo hablar más;  y, en ese momento se puso de pie, y, se giro hacia la ventana,  mis ojos fueron con él; y, a lo lejos vimos la torre de la “abortería”( la clínica; nombre demasiado santo para un lugar de muerte) donde se mataban niños, y, madres, de unos el cuerpo de las otras el espíritu

Entonces comprendí;  si hay personas que, encuentran justificable el peor crimen, el aborto, como no  va a haber, personas que, encuentren justificable;   ir a África, sólo para matar animales inocentes, si no les da pena ni su propia especie.

Fin


viernes, 9 de agosto de 2013

El arpa


Hola: soy un arpa, una vieja arpa, he llegado a este museo, hace unos días. Las gentes llegan me miran comentan sobre mi, hasta no falta el ignorante, que dice, que deberían haberme arrojado al fuego, o, él que señala, que algo se podría haber hecho conmigo.


Yo escucho, porque no soy, un objeto, no soporto me comparen con una silla, o, una mesa.

Yo soy un arpa, si un arpa. Un instrumento musical, en mi interior hay notas.

Hay melodía, hay armonía, están encerradas en mis viejas, y, raídas cuerdas, esperando que alguien las arranque, pero son mías. Y, sólo mías;  o, eso, pienso yo, pero es imposible que me equivoque, tal vez sí.

Tal vez, os estéis preguntando.

¿Quién soy, o, qué soy?

 Porque, como me consideráis una cosa, pues bien, fui el arpa de David, si de David, el antepasado de Jesús. Os voy a contar, mi historia.

Empiezo, bueno, en realidad no era el arpa de David, era el arpa de Saúl; ahora me veis cubierta de polvo, y, vieja, pero hubo una época en que fui el arpa más hermosa de todas las existentes en Israel;  mis cuerdas estaban bañadas en oro; como debía corresponder al instrumento musical; de un rey, yo había sido el regalo de una de sus concubinas. Como premio, porque mi dueño le había permitido llevar a su hijo, entonces se pensaba así.

Saúl, se sentaba a la entrada de su tienda, y, empezaba a tañer mis cuerdas, y, de mi “alma” brotaban, como trinos de pájaros celestiales melodías, que subían hasta las nubes; o, que se confundían con los árboles del bosque.


De mi salía el llanto, o, la risa;  el silencio arrebatador de la oración; él simplemente tañía mis cuerdas.


Después un día, no sé la causa;  el fondo, sólo soy un arpa, empezó a tratarme mal, pulsaba mis cuerdas con rabia, y, yo le respondía, emitiendo  ruidos, un día se enojo, y me lanzo contra una roca, uno de los astillazos que tengo en la madera, fue debido a ello, como el rey se había puesto, mal de los nervios, diríais ahora, entonces decían poseído por un espíritu.

 Le buscaron un muchacho, que supiese tocar el arpa;  que supiese tañerme a mí, y, de paso, ayudase a que el rey se serenase; el muchacho, era David; alegre, risueño, y, se decía que muy poquita cosa.

 El caso fue, que la primera vez que, empezó a tañer mis cuerdas, ni yo misma, esperaba que en mi se encerrase tanta belleza, me dije, “realmente eres grandiosa única”, un tiempo más tarde, aquel muchacho fue hecho rey, y, heredo el arpa.

Es decir me heredo a mí, y, yo seguí vertiendo en el mundo el canto, y, la melodía de los ángeles.

Hasta llego un momento en que mi voz, era la voz, con la que respondía a la voz de Dios.


Como os estaréis dando cuenta. No es justo tratarme de objeto, ya que tanta belleza guardo en mi interior. Simplemente hay que pulsar mis cuerdas, claro que aquí, en este museo nadie lo va hacer, y, eso hace que sea un objeto inútil, aunque yo no me siento como tal, por lo menos, espero que me veáis como la defensora de los derechos de todos los instrumentos de música, y, que comprendáis que la música esta en mí.

El músico sea quien sea; sólo la saca fuera.; creo que hubo un poeta que dijo, algo parecido.


Pero voy a seguir recordando mi vieja historia, ya os conté, los arpegios prodigiosos que David sacaba de mí, pero llego un día; lo acabo de recordar, en que David, se acerco a tañerme, pero la música que salía, de mis cuerdas era negra; como el bramido del viento en la tormenta, como los pasos del asesino en la oscuridad, como el crepitar de los huesos, era horrible, espeluznante.

 ¿No era posible que yo, tuviese aquella podredumbre dentro?.

 No, aquello no podía ser mío, no podía estar donde había estado tanta belleza.

 ¿Pero, si no era mío, de quien era?.

 Luego unos días más tarde, volvió a tañerme, y, entonces de mi brotaron lamentos, y quejidos, llenos de dolor, pero de un dolor bañado en esperanza, y, alegría, todavía no había luz, pero ya se empezaban a difuminar las nubes.

 No entendía tampoco, como aquello, podía venir de mí?.

Hasta que llego aquella mañana, en donde al tañerme el rey, volví. A, hacer vibrar el aire. Con las alegres notas encerradas en mí, y, el sonido de la música se asemejaba al canto de los ángeles; más aún era el diálogo de Dios; con su criatura el hombre.


Ahora repensando mi vida, de vieja arpa, he visto algo claro, que la música no estaba en mí, no esta en ningún instrumento, la música la tienes tú, la tiene como la poesía cada ser humano en el alma;  en contra de lo que estúpidamente pensaba, no era yo la que daba la música, era el músico, quien de su alma, la ponía en mí, y, luego sí, la hacía salir fuera.

Por eso, cuando Saúl, se hubo apartado de Dios, cuando su alma estaba vacía, nada tenía, y, nada podía sacar de mí.
Por ello, también, David, me había tocado de maneras tan diferentes, primero con la inocencia de un muchacho, luego con el sentimiento de justicia de un hombre que quiere ser justo, más tarde con el remordimiento de quien ha cometido el pecado de la traición al amigo y, del crimen, seguido del dolor del alma arrepentida, que siente ya el abrazo perdonador de Dios; para acabar tañendo me como el hijo que ha vuelto a su casa.

 Como el hombre que ha encontrado el perdón de Dios.


Yo sólo soy un instrumento, el poeta estaba equivocado, nadie duerme en mis cuerdas cubiertas de polvo.


Vosotros en cambio, si podéis ser un arpa viva, en cada uno de vosotros, sólo hace falta, que cuando Dios taña, a cada uno, no lo esquive, y, se deje; tocar; como yo, hice con mis músicos, que sea Él quien ponga su música, no intentéis crear vuestra propia música, dejad que sea Dios, El Músico Celestial, quien taña, las cuerdas de vuestra alma, como lo hice yo, como hacemos todos los instrumentos de música viejos, y modernos, os confieso un secreto por mí sola, sólo ruido hubiera producido, del mismo modo vuestra vida, sólo producirá un ruido, que os ensordecerá a vosotros mismos.

Pero si es Él quien tañe, vuestra vida, será un canto.

No importa si en ocasiones triste, siempre será el canto alegre de Dios
Fin

jueves, 8 de agosto de 2013

Palomas

Palomas 

El notario leyó el testamento de mis padres; a mí la menor de sus 3 hijos; me dejaba, la vieja mansión del pueblo, casa que; no pensaba conservar, por eso me inquieto, y, tranquilizo a un tiempo, el aviso del notario,de un consejo "de que la propiedad no debería ser vendida". Digo que me tranquilizo, porque lo único que podría pasar, era que mis padres volviesen, y, yo, no creo en fantasmas.

Al día siguiente, fui a tomar posesión de mi herencia, recorrí la vieja casona, el dormitorio donde habían nacido 4 generaciones, el amplio salón con su piano, en el que la bisabuela, abuela y, mamá, tocaban sus melodías, y, nos contaban los cuentos; la vieja cocina, nuestros dormitorios; metí todos los recuerdos en una caja, incluidas las fotos de familia; y, llamé al periódico, para poner, un anuncio de venta

El comprador, sólo tardo, 3 días en aparecer

Fue un matrimonio joven, les entusiasmo la casa, hasta que dos palomas; asustaron a la joven esposa, fue ella, quien se dio cuenta de un cristal roto, no quisieron saber nada de la compra

No, le dí más importancia, y, mandé colocar otro cristal, pero cada nuevo comprador, era, atacado por dos palomas violentas, cuando esas aves no lo son, y, el caso, era que tras el ataque, no se veían más, hasta que venía, otro posible comprador, vencí mi raciocinio, y, pedí al sacerdote del pueblo, un exorcismo sobre la casa; pero éste era un curita joven, y, moderno, y, se rió de mi petición.

Por si fuera poco aquel día, una paloma hirió, a Dios gracias, levemente, aun posible comprador, y, me lastimo a mi, aquello, ya era más serio, así que volví; junto al sacerdote, y, le dije

“Tiene que venir, no es normal”

Iré, pero claro; que es normal, todo tiene una explicación, y, no hay que recurrir a lo sobrenatural; simplemente, por ahorrarnos pensar.

Vino a mi casa,, sin agua bendita, pero si, con una especie de caja, y, con una jaula, en la que traía un halcón domestico, luego, al comprobar que el halcón no detectaba las palomas, aunque no tardaron en aparecer, y, que estas, no temían, a su más fiero enemigo, descubrió, que las aves eran unos artilugios metálicos, controlados por control remoto, para conseguir que yo me asustase, y, vendiese mi propiedad; o, mejor la cediese, a mis dos hermanos

Siguiendo el consejo, del sacerdote, exigí, ver el testamento, en mano, y, comprobé que no había tal cláusula, que me aconsejase no vender; y, que todo, había sido, una estratagema, urdida por mis dos hermanos; y, un profesional, deshonra de una profesión, donde la verdad, es lo primero

Aunque pensándolo bien, no voy a venderla, al Padre Luis, le vendrá bien como escuela infantil; y, yo, podré recordar mi infancia, mientras enseño a los pequeños,

Porque me olvidaba, soy maestra

Fin





Lacero


Juan trabajaba como lacero, a él no le gustaba ese trabajo, le daba pena, tener que recoger gatitos, o, perros abandonados en la calle, por seres humanos crueles, que los habían tomado por peluches,  pero no tenía otro medio de ganarse la vida

Un día en que estaba muy triste, un perrito que acababa de recoger, le dijo

“Oye Juan; porque no, nos buscas un hogar, así es posible que tardemos en ir al Cielo,  de los perritos, y, gatitos”

Juan no sabía como hacerlo,  pero se le ocurrió, que a lo mejor, el mismo perrito que le había hablado, servía para alegrar los días de Pedro, el niño invalido del 4º dcha., al principio le costo convencer a sus padres, pero éstos al ver que era la felicidad de su pequeño, acabaron por ceder; así el perrito paso a tener un nombre y un amito, con  quien jugar; y, al que alegraba los días

Otro, se lo llevo el mismo Juan, junto con un gatito, que es mentira que perros, y, gatos no se quieran, disimulan,  a, veces para no dar celos a los humanos

Otro fue de Lazarillo de un ciego

Un gatito, para hacer compañía a una anciana

Así cada día;  Juan le encargaba a su mujer que se enterase de que personas podían querer un perro, o, un gato;  eso sí le pedía que fuesen personas buenas, no gente caprichosa que hoy quiere una criatura de Dios; y, mañana la abandona; si no gente con el corazón llena de cariño para  humanos y animales

Y, después Juan les llevaba el animalito, y además aprovechaba en muchos casos, en los que solía ser gente pobre, para ayudarles, llevarles comida, incluso ayudarles a hacer las cosas de casa.

Todos los perros, y, gatitos estaban felices pues sus nuevos amos les daban mucho cariño, y, los callejeros tenían deseos de que los atrapase el lacero Juan, era lo mejor se decían, si no había quien los adoptase, lo que era casi imposible, mejor estarían en el Cielo, que pasando hambre y, frió en la calle, y, recordando a los malvados que los habían abandonado

Porque un gatito, o, un perrito, no son  un peluche, son un regalo de Dios, y, como regalo de Dios no se puede echar a la calle, por eso antes de tener uno, un niño debe preguntar a sus papás, y, los papás deben ver, si lo van poder tener cuando sea grande

Un peluche no siente, ni sufre, un perrito, y, un gatito si

Recuerda lo, y, no pidas un animalito a los Reyes Magos;  ya tus papás lo harán, si pueden; y, si los tienes cuídalos, y, quiérelos mucho,  después del ser humano, no hay nada de más valor, porque su Autor, es Dios

La Túnica


Shereida, termino de hilar la lana de sus ovejas, hizo, lo mismo con el lino, junto todo con unas hebras de finísima seda, y, con todo ello tejió una tela,  de un  tacto maravilloso, suave, y cálido a la vez, entonces rebusco en sus arcones, y, halló un  tarro con una pizca de púrpura, y, con ella tiño la tela,  al cabo de 2 días, cuando ya el tinte, estuvo seco, confecciono una túnica,  más bien una joya, una túnica sin costura, en una sola pieza; una túnica digna de un rey; desde luego, los elementos con los que estaba hecha lo eran,  el lino, la seda, y, sobre todo, la púrpura, la  dificultad para adquirir el animalito, del que se extraía, hacia que sólo los ricos, o, nobles pudiesen comprar; o, encargar, telas teñidas con ella.

Ahora, Shereida, tenía un problema, ¿Qué  podía hacer  con ella?; la respuesta parecía obvia, y, hasta inútil en una vendedora de telas, y, de túnicas, pero sin saber porque,  sentía dentro de si, que aquella túnica tenía un destino

Venderla a un romano; no le  agradaba, aunque no era judía de nacimiento, le molestaba la opresión de su patria de adopción; claro que tampoco le agradaban los judíos, los que podrían comprarla, y, quienes nunca accederían a darle, el precio, que en realidad valía, pues como había sido idolatra, la consideraban impura, y, se creían con derecho a  “pagarle lo que ellos creyesen justo”.

De pronto, una idea, cruzo su mente,  “Ya sé lo que voy hacer, se lo regalaré a María, para su Hijo, pero, eso, si lo haré con una condición, que no le diga, que fui yo, me dolería mucho, que el Rabí, la rechazase.  Y, estoy segura, de que lo haría, al venir de  alguien como yo”

Al día siguiente fue ver a Maria, y, se la entrego,  Maria la recibió emocionada, “Jesús se alegrara mucho, le viene muy bien,  porque a veces, duerme al raso; pero lo que no entiendo; es porque no quieres que le diga, que es un regalo tuyo. Claro que si no quieres, no lo haré, aunque te advierto, se lo puede decir su Padre”

Shereida, sonrió, el padre de Jesús el bueno de José, a quien conociera en Egipto, él que le había enseñado la verdadera Fe, y, la habia  arrancado de los ídolos, dormía en el seno de Abraham

Jesús recibió  la túnica con cariño, de manos de su Madre, aunque bromeó, diciendo, “que no le cuadraba mucho, llevar algo tan lujoso, ya que no era habitante de palacios”

Shereida, lo vio  a los pocos días; vestido con ella, y, su corazón, latió apresuradamente

Cierto día; pudo ver como una mujer se curaba, con sólo  tocar  el borde la túnica, y, pensó que ella, había hecho, un objeto mágico

La gente se amotinaba, para si quiera poder rozar el borde de la túnica, y, ella, seguía pensando que aquella tela, tenía poder, poder que le tenía que haber dado, ella, Shereida, porque ella, la había tejido.

Después vino la tragedia, Jesús  fue traicionado, detenido, y, condenado, a morir crucificado, Shereida desde lejos, vio como los soldados le arrancaban la túnica, lo vio morir entre horribles dolores; y, pensó, que el poder residía en la túnica, que era ahora propiedad de un soldado romano; después vio como aquel soldado, aquel centurión de rodillas ante la Cruz;  ante el cadáver de un crucificado, confesaba a éste como; hijo de Dios,

Pasados varios días, intento localizar al romano, con el propósito, de convertirse en su amante, y, estar así, cerca del poder de la túnica; pero el centurión estaba cambiado, era otro hombre, que hablaba de la resurrección, de la fuerza del Espíritu, en suma se había vuelto loco, lo amenazó, con denunciarlo; de no dar aviso, a sus jefes, del lugar, donde se reunían los amigos de Jesús; a menos que le entregase, la túnica.

El centurión, no lo dudo, se la entrego, sin pedir nada, a cambio

Pero la vida de, Shereida; tampoco cambio, simplemente, se convirtió, en enemiga, del nuevo pueblo, de la nueva comunidad; de los amigos de Jesús, que decían, que éste, estaba vivo

Muchos enemigos de Jesús, que  antes de su muerte, no, “podían ni verlo”; lo aceptaron como Mesías, y, Señor, se hicieron sus amigos, y, sus hermanos; ella, no, ella junto con otras damas, promovió, un altercado, contra un ex converso, ahora convertido en apóstol, Saulo, es decir; Pablo, un fariseo convertido a la nueva secta, el tiempo fue pasando, y, Shereida,  se vio vieja, y. enferma, la túnica no le había dado nada, claro que la culpa, era suya, por  tenerla guardada en un arcón, lo que tenía que hacer; se dijo a si misma, era sacarla del baúl, y,  pedirle fuerza, amor, salud, dinero.

Pero cuando abrió el arcón, sólo encontró una tela vieja, sucia apolillada; entonces se puso, a increpar a la tela, a insultarla, a maldecir, a llorar, no entendía nada; salió de su casa llorando, y, ciega como iba por el llanto, no vio un trozo de jabón que había en el suelo, y, resbalo por las escaleras

Cuando abrió los ojos, no sabía donde estaba, se hallaba rodeada, de un  grupo de gente desconocida para ella; intento levantarse, pero no pudo; entonces comprendió, que su fin estaba cercano, se preguntó, si Jesús, podría perdonarle, sin darse cuenta, pronunció, su pensamiento en voz alta, entonces una mujer; se acerco a ella, y, le dijo:  Te he escuchado,  hay un hombre aquí, que necesita hablarte,  el hombre que se acerco a ella, ya era mayor, pero no era desconocido para Shereida, lo recordaba, de antaño, de verlo en compañía de Jesús, era Simon, el pescador, ahora llamado Pedro, este le dijo:  Shereida, ¿Crees qué Jesús es;  el enviado, el Hijo de Dios; El Salvado, crees que ha resucitado?

Shereida, con la voz muy débil, respondió, Sí, Sí ahora creo, y, veo, ahora sé, que el poder era suyo, no de la túnica de la que hice, un ídolo

¿Quieres pues que te bautice?

Si, quiero

Pedro,  tomo agua, y, la vertió sobre su frente, diciendo,  Yo te bautizo  Shereida, en el nombre del Padre, del Hijo, y, del Espíritu Santo

El rostro de Shereida, la nueva cristiana se ilumino, luego  calló sobre la almohada, y, empezó a vivir de verdad

Fin


miércoles, 7 de agosto de 2013

El fariseo, y, el publicano



Los protagonistas de  esta historia, son  dos piadosos judíos, Simón, y, Levi, ambos procedentes de familias piadosas

Simón es fariseo, como sus padres, fiel cumplidor de l a Santa Ley de Moisés.

Es un buen hombre, él desde luego, se tiene por tal;  un buen judío, fiel cumplidor de La Ley, de todos esos cientos de preceptos, que su movimiento, o, grupo, el de los fariseos, ha conseguido, sacar a la luz, él los cumple todos, escrupulosamente, no es que ame, a Yahvé, eso, sería una irreverencia,  lo teme, y, lo obedece, punto, por punto, coma, por coma.

Por ello, ayuna   dos veces a la semana, procurando claro esta, que sé note, que hay que dar ejemplo, cierto es, que el resto de la semana, como de tal forma, que si no fuera, por esos dos días, su vida, correría peligro; pero bueno, él ayunaba, y, además, en esos días, salía a la calle, sin acicalarse, y, así, la gente, se daba cuenta, y, decía: Ahí esta Simon, esta ayunando.

Claro que ahora, ahí estaba, aquel joven, hijo de José  el carpintero, y, carpintero, él mismo, un hombre sin estudios; que se atrevía, a interpretar la Ley, como si fuese cosa fácil, incluso para los entendidos; y, a llevar la contraria, a los maestros de la Ley, diciendo que, cuando uno ayuna, debe acicalarse, para que nadie, sepa que ayuna, sólo, el Altísimo;  menuda tontería, si nadie se entera, para que ayunar.

Habría que tener cuidado, con  Jesús, que tal,  es el nombre del joven carpintero, no vaya ser, que pervierta, al pueblo, ya le llaman, Rabí,  rabí a un carpintero.

No penséis que Simón, sólo ayuna, es un esposo fiel; por favor no entender buen marido, que no tiene nada que ver, jamás le ha sido infiel con otra mujer; no ha cometido nunca adulterio; la ley lo prohíbe si la trata con dureza, porque entiende que la mujer  es suya, él es quien manda,  no, claro que no la golpea.

Por si fueran pocas estas virtudes, paga el diezmo de todos sus bienes, para el sostenimiento del sacerdocio, y, el templo, y, da de limosna lo establecido, el 10% de sus bienes: después viese la necesidad, que viese, pues, él ya había cumplido, dando su limosna

Sabía que no todos eran iguales, y, se hacía respetar, miraba a la gente de arriba, abajo, porque él era de arriba.


Y, ahora, vamos a conocer a Leví

Levi, es todo lo opuesto de Simón, ha escogido una profesión maldita, es publicano, recaudador de impuestos, pero no para su pueblo, si no para los  opresores, e invasores de su pueblo, los romanos;  a veces se quedaba con parte de lo recaudado, otras cuando la familia no podía pagar, los denunciaba, a los romanos, sin importarles, que pudieran ser vendidos como esclavos.

No ayunaba nunca, lo suyo era comer, y, beber, siempre que se pudiese, la fidelidad conyugal, opinaba que no era cosa de varones, en cuanto al diezmo, no faltaría más, después que los sacerdotes,  y, demás gentes del Templo,  lo clasificasen como basura, les iba, regalar el diez por ciento, de su trabajo, de eso nada

Limosna tampoco daba,  eso sí, cuando veía una necesidad, procuraba aliviarla,  solía hacerlo por medio de otra persona, porque  era tal el odio, que sentía el pueblo hacia los de su oficio, que muchos preferirían incluso morir de hambre, antes que aceptarla

No miraba a la gente de arriba, abajo, porque él  se  sabía, de muy abajo, estaba avergonzado de lo que hacia, no era necesario, que se lo dijesen, él ya sabía que era un mal judío

Era sábado, El Sabat, los dos hombres de nuestra historia, subieron, al Templo  de Jerusalén erigido, en honor del Único Dios, los dos iban, á orar.

Simón, se sorprendió de ver allí, al publicano, se preguntaba. ¿Qué haría un individuo como aquel, en el recinto sagrado, como les permitían entrar los guardianes del Templo, a, los de su calaña?

Era algo, a lo que habría que poner fin, ya fuera del lugar conocido como “El Santo de los Santos”; Simón, puesto en pie,  comenzó  su oración

“OH Dios, te doy gracias, de que no soy como los demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros. Ni como ese publicano, ayuno, dos veces a la semana, pago el diezmo de lo que poseo, y, doy limosna de todos mis bienes”


Dios como hace siempre que hacemos oración, y. no recitamos frases. Le hablo pero Simón,  estaba para oírse a si mismo, y, a Dios, si, El Señor lo hubiese halagado, pero lo que Dios le decía era; “no me vengas con burradas. Ayunas, para que te tengan por piadoso, y, además si no ayunaras, acabarías por reventar, y, que decir de los diezmos, si fueses más justo con tus jornaleros. No, no eres adultero, pero tratas a tu esposa como una esclava, limosna, tampoco puedo aceptar, que lo que tu llames limosna sea tal, tu usas a los pobres de basureros. Y, un pobre, no es un basurero


Simón,  rechazaba esta voz interior, y. como no quiso oírla no la oyó.

A dos  pasos de Simón, de rodillas en el suelo, estaba el recaudador de impuestos, el publicano Levi, apodado Mateo.


Este hombre no se atrevía, a elevar los ojos al cielo, se golpeaba el pecho diciendo.

 “OH Dios, se me propicio a mí, que soy un pecador “.

Y, en su interior también oyó la voz de Dios.

“Yo te amo, Levi, ya se que eres un pecador, lo eras antes de nacer, y, yo te saque al mundo, pero también, veo las cosas buenas que puse en ti, Yo, actuó en ti, sin que lo sepas. Esa familia a la que el otro día, perdonaste los impuestos; y, los pagaste de tu propio dinero,  no das limosnas, pero estas siempre dispuesto, a ayudar, no ayunas, pero la verdad es que tampoco comes mucho, y, tus comidas son alegría para todos.
No todo lo que hay en ti es malo, aquello que te inquieta debes rechazarlo, es malo ser publicano, pero tú eres un publicano, que hace cosas buenas. Me gusta que te sientas pecador porque así puedo curarte


Levi. Si oyó la voz de Dios; y, tomo una resolución iba procurar cambiar de vida.

Los dos hombres salieron del templo, uno tal, y, como entro, o, un poco más soberbio, Levi, humilde con intención firme de cambiar.


Al día siguiente Levi, estaba al frente del telonio, mesa de impuestos cuando paso ante él, el joven Rabí, Jesús de Nazaret acompañado de sus 11 seguidores, se paro ante la mesa;  y, mirándolo fijamente, le dijo


“Sígueme”.


Los que estaban con el publicano, y, los que estaban con el Rabí, esperaban que el publicano. le diese una brusca contestación, a Jesús; pero Levi,  se levanto, y, dejo todo lo que tenía en la mesa, se arrodillo ante aquel joven Rabí, y, le dijo:


“Señor, ¿Sabes quien soy?

El joven Rabí lo miro, se sonrió, siempre tenía la sonrisa en los labios. Cuando lloraba, era que debía llorar; y, le contesto, vine a buscarte.  ¿No recuerdas, hablamos ayer?

En un principio, Mateo, no entendió, pero luego se dio cuenta de que aquel hombre era también Dios, y, aunque como judío le costaba admitirlo, su corazón ayudado por la gracia. Cedió a la fe.


Dio una fiesta, en la que Jesús lo paso muy bien, todos cantaron rieron bailaron. y bebieron vino, descubrieron que Dios es alegría, pero claro esta; hubo a quien no le gusto y. ese  era, Simón,  él, y, otros, fueron, preguntar a los seguidores de Jesús.


¿Cómo era que su Maestro, daba tan mal ejemplo al pueblo, que comía, bebía, y, bailaba con aquella gentuza?


Los discípulos, que estaban no menos desconcertados; que los fariseos, no supieron que contestar, pero Jesús había oído, y, respondió  les dijo que; uno va al medico cuando esta enfermo no sano, y. ÉL era médico, les dijo que, lo peor que le puede pasar a un enfermo es no ver que esta enfermo, porque no se pone en cura, y, el mal avanza.


Cierto día, Simón enfermo de lepra, el mundo se derrumbo para él, no entendía como un hombre justo, como él recibía aquel castigo.


Durante meses hubo de vivir en el campamento; pero una mañana reflexiono, y, acudió junto a Jesús, se echo a sus pies, y, le dijo; “Rabí, si quieres puedes curarme”, Jesús extendió la mano, con lo que se hacía impuro, lo toco y, dijo;

“Quiero se limpio” y, Simón se convirtió en seguidor de Jesús, aunque no en el grupo de los 12, al que se había sumado Levi, si no en el otro grupo mayor. Pero seguía siendo soberbio.


Dio,  una fiesta, para agradecer a Jesús, lo que había hecho por él, en la misma estaba Levi, pero bueno esto podía aceptarlo.

Lo malo fue que entro una mujer, que era de lo peorcito, la mencionada dama, era la prostítuta de todos los romanos, y, también de los judíos a los que espiaba para los romanos. Además de eso practicaba la adivinación, y, había hecho conjuros, y, pactos con el maligno, además de todo ello era conocedora de ciertas yerbas; que impedían que la concepción de un ser, siguiese su curso.

 Era muy rica, y  todo con dinero mal conseguido, era también muy despreciada, procedía de una familia honesta, y, rica de Betania, pero ella era un deshecho de la sociedad.

Entro en la casa, aprovechando que la puerta estaba abierta por ser verano, las mujeres de la casa trataron de echarla, pero ella se resistió.

 En  principio había acudido con su pomo de alabastro, para demostrar; (había hecho una apuesta, que “el nazareno”, no era tan santo, y, quería ver, como caía en sus brazos) así pues se acerco a donde estaba Jesús, lo miro, y, Él le devolvió la mirada. Pero fue una mirada que entro en su alma, y, arranco toda aquella basura.

“¿Por qué haces esto mujer?, yo te amo, vine a salvarte, tú vienes ofrecerme tu cuerpo, yo te quiero entera, vienes a seducirme, yo, a salvarte, si ya se todo lo que has hecho, que te dominan 7 demonios, Yo Soy el Señor, yo puedo liberarte”.


La mujer comprendió lo que había hecho, y, lo que iba a hacer, se echo a llorar desconsoladamente.

 “soy una pérdida, ¿cómo puedo ser capaz de hacerte tanto daño?
Luego temblando, puso su cara sobre los pies de Jesús(los orientales comen descalzos) al principio no se atrevió, pero luego comenzó a besar sus pies, con pasión, y, como los mojaba su llanto los seco con sus cabellos.


Simón se escandalizo. “seguramente (se dijo en su interior), yo cure de la lepra, por casualidad. Porque soy un hombre de vida sana, porque este no es un profeta, ni siquiera sabe, quien es la mujer, que le besa los pies. (Seguro que se la va llevar a la cama). Me gustaría decirle que es una pecadora. Lo sabe todo el pueblo.


Jesús elevo sus ojos, hacia Simón, y, le dijo “Te voy hacer una pregunta, un hombre tenía 2 deudores, uno le debía 50 denarios, el otro 500, los dos eran insolventes. Y, les perdono a los dos, ¿Quién es el más agradecido?


Simón respondió, el de los 500 denarios, Maestro, eso lo sabe hasta un niño( y, en su interior añadió, claro un niño también sabe quien es la magdalena( la llamaban así porque en ese pueblo ejercía su funesto oficio).


Dices bien contesto, El Señor, el de los 500, pues bien ves a esta mujer, cuando yo entre en tu casa, no tuviste conmigo ninguna atención, no me diste agua para los pies. No me saludaste con el beso, y, no echaste óleo en mi cabeza. Pero ella, si ella, Simón, ella que ha pecado mucho; me ha ungido con nardo, me ha besado los pies, y, me los ha lavado en lagrimas, y, secado con su cabello, por eso le perdono, todo lo pecado, por su mucho amor, como te perdone a ti, como te sigo perdonando. Luego le dijo a la mujer, estas perdonada. Vete en paz


Han pasado dos años desde aquella vez, que Magdalena encontró al Señor, ahora ella que se ha convertido en un manantial de pureza, se dirige hacía un monte donde Jesús los ha citado a todos sus discípulos, los once, aún no han llegado. Pero Simón ya se encuentra en la cima conversando con María la madre de Jesús, al llegar María de Magdala, aunque ahora también la conocen por María de Betania, Simón y, María la saludan, Simón aprovecha toda ocasión para pedirle perdón, por sus pensamientos de aquel día, y, María le dice que, ella iba con mala intención, pero que Jesús la cambio.

La Virgen al oírla le dice, toda la vida debes estar cambiando hija mía. A los pocos minutos llego Levi, o, Mateo con los otros diez, Simón le volvió a pedir perdón. Y, poco tiempo después, El Señor se hacía presente entre ellos, charlo un rato, les dio consejos, y, mandatos los mando hacer apostolado. Y, luego se fue, no sin quedarse, para junto a su Padre.


Simón, Levi, Magdalena, y, todos bajaron del monte, fueron a rezar con María la Madre hasta que Jesús, mando el Espíritu, y, la Iglesia nació.

A lo largo de su vida, seguro que tuvieron más caídas, no tan graves, como aquellas, pero en lo que ya no cayeron nunca fue en la soberbia, ahora sabían que poco, o. mucho todos habían ofendido al Señor, y, Este a todos los había amado, y, que si no habían pecado más, no había sido por mérito propio. Si no porque el Amor de Dios los protegía.
Fin