domingo, 17 de noviembre de 2013

El dragón de Pepito

El dragón de Pepito 

Pepito, estaba de vacaciones, en la casa de sus abuelos; era un niño muy imaginativo; le encantaban los animales, sobre todo, los que podía recoger en el campo

Era muy bueno, los trataba, con cariño; su abuelita, le había dicho; que no debía maltratarlos.

La familia de Pepito, se reunía, junto al fuego, del hogar, de la cocina, allí, la abuelita, contaba historias de duendes, y, de dragones.

El domingo, después de Misa, Pepito, fue jugar al campo, y, encontró, un dragón, un dragón que echaba fuego, por la boca, nuestro amiguito, sintió deseos de lanzarle piedras, no lo hizo, porque recordó, el consejo de su abuelita, aunque tenía, su dudas, porque el dragón, no era un animalito inocente, eso pensaba, nuestro amigo; y, lo que sí era cierto, que a él no le había hecho ningún daño, así que no tenía motivo para apedrearlo.

Le pregunto, porque era tan malo; el dragón, le respondió, que no era malo, que era un dragón, o, sea distinto, Pepito, le dijo que sí, que era malo, porque hacia cosas malas, como echar fuego por la boca, el dragón se defendió, diciendo que lo hacía, por ser dragón, no para hacer daño, ni asustar a nadie, que cada uno, es como es; entonces, Pepito, tuvo una idea, y, le dijo al dragón que usase su fuego, para calentar a la gente; el dragoncito, dijo que lo había intentado, pero la gente, le tenía miedo, nuestro amigo insistió, en que no se diese por vencido, y, lo intentase de nuevo.

El dragón, prometió hacer, lo que estuviese en su mano, para ayudar a los campesinos; y, Pepito, lo, llevo a su casa, al dragón, no le parecía una buena idea, sabía que a sus papás, no les iba gustar; pero Pepito, insistió en que no se enfadarían; así que llevo el dragón a su casa, y, lo dejo en su habitación, cuando lo vio su abuelita, se enfado, le dijo, que la habitación no era un zoo, y, que no lo quería allí, Pepito, le dijo que lo dejase estar que era un dragón, de los que echaban fuego por la boca, pero que estaba arrepentido, y, ahora, iba ser bueno; aunque lo mejor sería no enfadarlo. De pronto llego el papá de Pepito, y, el niño después de abrazarlo, le mostró el dragón; su papá le dijo que obedeciese a su abuela, que lo sacase fuera al jardín, que si quería le podía dar comidita, lechuga, verduritas, en casa, no sería feliz; y, que no era un dragón, si no una lagartija, aunque si lo era su nombre en latín; Pepito acepto, porque era obediente, pero si dejo claro, que era un dragón; como su padre insistía en que era una lagartija, no replico, era un niño educado, y, sabía que los mayores, a veces no comprenden las cosas, así que tomo su dragón, y, se lo llevo a una pequeña cueva.

Lo que nadie, se explicaba, a partir de aquel día; era; como los pobrecitos campesinos, los que no tenían, leña para calentarse, al llegar a casa, encontraban el fuego encendido, nadie se lo explicaba, nadie, salvo Pepito, y, su dragón, que por fin, había aprendido a usar, su fuego para hacer el bien


Fin