jueves, 5 de junio de 2014

La maleta misteriosa

La maleta( cuento)

Una vieja maleta en el andén de la estación de tren de La Coruña, un cuchicheo de personas que la miran de reojo, y que no se atreven a tocarla.

Hay miedo,  la maleta es de esas de los años 40, a cuadros y atada con un cinturón de cuero, un empleado acerca el oído,  y dice dentro se escucha “ tic, tac; aléjense, se trata de una bomba;  se desaloja el anden, algunos nos negamos, y llegan los geo,  hay que desactivarla, pero es peligroso, tal vez; lo mejor, sea, sumergirla en agua, comentan los especialistas; unos muchachos jóvenes, los que nos habíamos negado, a salir, hemos sido, conducidos, a la fuerza a una zona más segura, pero desde la que no perdemos detalle.

De pronto, llega un hombrecillo, corriendo, sudoroso. ¿Qué van hacer? Quietos esa maleta es mía; uno de los geo, se pone en pie, y con su arma, se dirige, al dueño de la maleta

Queda detenido por terrorista, dice en un tono, que más bien parece un grito, el joven policía, con más miedo que autoridad

El hombrecillo, parece ni inmutarse, como si estuviese muy tranquilo, pero con una tranquilidad interior.

¿Desde  cuando, es delito, y terrorismo vender relojes?

Y sin esperar una respuesta. Se arroja sobre la maleta y la abre; y, todos comprobamos que sólo había relojes, nuestro “peligroso terrorista era un viajante de relojes y despertadores”

Nos reímos, él nos regala un reloj, a cada uno;  el policía se disculpa por su error, y el hombrecillo, lo abraza orgulloso, de que existan jóvenes valientes, dispuestos sin miedo a luchar contra el mal

Fin

martes, 3 de junio de 2014

casa del cuadro

No sabía, por qué, pero era incapaz de levantar  los ojos del cuadro; que colgaba de la pared del salón de la casa de una amiga

Llamaba mi atención;  hasta el punto de abstraer mi pensamiento; tratábase de una acuarela que representaba una casa rural, de la que sólo eran visibles, dos ventanas cerradas, sin contras; una  pequeña celosía; un portón a medio abrir, a la derecha de la casa, había un camino que se perdía en el  horizonte, una pequeña muralla de piedra, intentaba rodear la misma;  enfrente se alzaba otra casa, más alta, más señorial; como si fuese; “ la casa de los señores,  tenía dos ventanas, o, tal vez una sola, con cortinas, y, dos puertas, no portones”

Notaba que el cuadro me absorbía, como si algo, me empujase dentro, como si fuese algo vivo, o, la gente que un día hábito aquella casa, quisiera decirme algo.

Trate de no pensar, en lo que, a todas luces me parecía, absurdo, de apartar mi mente, y, mi vista del cuadro, pero era como sí, un imán invisible me atrajese

Mi amiga, lo noto

¿Qué te sucede, hoy, estas como, abstraída, no paras de mirar, la pared; no te enteras de nada?

No, miro la pared, respondí, miro el cuadro

¿El cuadro? Pues hija mía, te lo debes saber de memoria

Hoy es distinto, le dije, es como si la gente del cuadro, quisiera hablarme

Mi amiga, me miro, muy sería, y me dijo:

¿En el cuadro, no hay personas, es un paisaje, oye, de verdad te sientes bien?

Si, y, no, respondí, y, continúe, por cierto en la casa, hay personas; no ves que en una el portón esta a medio cerrar, y, las ventanas no tienen contras

Mi amiga, no me contesto, se levanto enfadada, y, fue a la cocina, a preparar el café, yo  aproveche para marcharme, sin despedirme

Pero aquella noche en casa, no pude conciliar el sueño; tenía que averiguar lo que se escondía, detrás de la casa, o, mejor dicho, del cuadro

El cuadro, representaba una vieja casa rural, en  una aldea de Salamanca, de mediados del siglo XIX; me costo mucho dar con ella, pero al fin lo conseguí,  estaba  igual que en la pintura, aunque ahora se notaba su abandono, descubrí, que aunque en el cuadro parecían dos viviendas, eran en realidad una sola, en las que ahora por supuesto, no vivía nadie

Me propuse averiguar la historia, y, lo conseguí; gracias  a una viejita del pueblo. Se trataba de una casa solariega del siglo XIX, en la  que vivían D, Urbano Sierra de la Encimera con su esposa, Doña Carmen, tenían tres hijos, el mayor Luis, llamado a ser, el heredero del blasón, y, todos los bienes de su padre, en la otra casa, la del portón, que en realidad no era más, que una dependencia de la primera,  en el bajo estaban las caballerizas, y, las cuadra; y, en el piso superior, vivían;  Antonio Romero San Juan, su esposa Ventura, y, su hija Verónica,  una joven morena de  unos 18 años; de edad; que ayudaba en los trabajos de la casa principal, tanto Antonio, como su esposa, avisaron a Verónica de que tuviese cuidado;  en La Casa, pero ella y Luis, se enamoraron; sin que sirvieran de nada las amenazas de D. Urbano de desheredar a Luis, ni de Antonio, de dar una paliza a Verónica, y, meterla en un convento, ellos se amaban, y, su amor era para siempre, pensaban que tal vez, el anuncio de la llegada de un niño, haría cambiar a sus padres, tanto a unos como a otros.

Verónica se quedo embarazada, y, empezó a confeccionar ropitas, de bebé;  al llegar su gestación a los tres meses, lo notifico a sus padres, en contra de lo que esperaba, sólo escucho insultos, y, la determinación paterna, de que no podía tener aquel hijo; bueno no dijeron; hijo, se limitaron a decir, que, “aquello”, no podía seguir adelante;  protesto, con todas sus fuerzas, pero sus padres no cedieron, y, los padres de Luis, tampoco, en eso, estaban de acuerdo, señores, y, criados

Luis, iría estudiar fuera, al extranjero, y, ella, se casaría con un hombre del pueblo, los padres de Luis, ayudarían a los suyos, a que su dote, fuese buena, así, ningún labriego, con pocas, tierras la rechazaría

Verónica, no quería que matasen a su hijo no nato, y, fue ver al viejo cura, no le contó todo, porque este ni la oyó, ella le dijo, que se había quedado encinta, y, que sus padres, el cura, no le dejo seguir, le dijo, que ya había pecado, al quedarse encinta, sin estar casada, que debía obedecer a sus padres en todo, ella, le corto diciendo, pero es que, pero al sacerdote, no le importaban sus argumentos, y, le insistió en el deber de obedecer a sus padres en todo, él pobre viejo, era incapaz de pensar, que entre sus feligreses, hubiese quién pudiese planear el asesinato de un niño inocente, de ahí sus palabra, Verónica no insistió, ya no tenía donde apoyarse, sólo le quedaba ceder, y, cedió.

La llevaron  a casa de una mujer de los infiernos, una “créateur  d´angers”,  que dicen en Francia; “una Herodes”,  el aborto no sólo acabo con la vida, de su hijo, si no con la de la propia Verónica, que murió entre horribles dolores.

En la casa, habían quedado en un cajón las ropitas, que con tanto amor, estaba tejiendo, y, bordando para su bebé.

En la casa, comenzaron a suceder, cosas inexplicables, por más que todos tratasen de buscarles, una causa racional; aunque cerrasen el portón de la casa, este se abría solo, y, cuando se cerraba, no lo hacía del todo, siempre quedaba media puerta abierta, así todos los días, y, todas las noches, por otro lado, era imposible apagar las lámparas de la habitación de Verónica, se volvían encender solas; y, eran lámparas de aceite, y, petróleo, además se oían pasos, y, ruidos, como si hubiese alguien rebuscando en cajones, cuando era evidente, que no había nadie.

Por lo que hace, a la otra casa, a la casa grande, el viejo, que me contó, la historia, me dijo que se creía, ver tras los cortinajes, al joven Luis, quien al conocer el triste final de su amada, y, de su hijo nonato, había corrido como un loco, con su caballo, despeñándose, y, muriendo como consecuencia, del fatal accidente.

“Ella”, me dijo, refiriéndose a Verónica, viene por las ropas de su criatura, de su hijito; si quiere le enseño, su tumba, en el cementerio, ya sé, que ella, no esta allí,  pero es el único sitio, al que puede llevarle, la ropita de su hijo; no tenga miedo, entre en la casa, la ropa tiene que estar en uno de los cajones, vierta agua bendita en la ropa, y, pronuncie, un nombre el que venga  a su mente, pues ese, será el que Dios habrá puesto al niño, a continuación  vaya al cementerio, rece un avemaría, a continuación, diga a Verónica que le lleva las ropas para sus hijito, y, rece otra oración.

Eso es todo, le dije; me respondió, no me olvidaba de una cosa, tras coger las ropitas, y, antes de ir al cementerio, deberá ir a la casa grande, y, aunque no vea a nadie, invocar a Dios, y, decir mostrando las ropas; “Luis, llevo estas ropitas a tu hijo, (con el nombre, que le haya dado, usted), voy llevarse las a tu esposa, ve, con ellos, en el nombre de Dios.

Aunque confieso, me parecía todo, un sin sentido, lo hice, así, el nombre que me vino, a la mente, fue Moisés.

Antes de regresar  volví a lugar,  el portón estaba completamente cerrado, las luces estaban apagadas, los cortinajes aparecían corridos; en la casa grande todo estaba cerrado, y, en paz.
Al regresar a la ciudad, tuve un accidente, estuve dos días, inconsciente en el hospital, mi amiga vino a verme, y, le conté mi aventura pero no me creyó, me dijo que me había obsesionado, y, lo había soñado todo. He estado pensando, qué tal vez mi amiga tenga razón; pronto lo sabre, esta tarde voy ir a su casa, tengo que agradecerle sus desvelos durante mi hospitalización

Ya en casa de mi amiga, me fijo en el cuadro, ha cambiado, las casas se ven, no como estaba antes, si no como las vi, después de hacer lo que me dijo el anciano, se lo hago notar a mi amiga, pero ella, no esta de acuerdo; me dice que el cuadro, siempre estuvo así, que una pintura no cambia. Me callo, no quiero discutir, puedo estar equivocada, la lógica parece apoyar a mi amiga, como se va cambiar un cuadro, trataré de olvidar pero antes de ir a dormir, quiero revisar el viejo álbum de fotos, y, entonces lo veo claro, allí esta la foto, la foto que hice a mi amiga en el salón de su casa, donde esta el cuadro, es de antes de mi viaje, en la foto, la casa pequeña tiene  las ventanas sin contra, con la luz encendida, y, el portón a medio abrir, la casa de enfrente tiene las cortinas, o, cortinajes a medio cerrar,  ahora sé que no fue un sueño, estoy segura de que Dios, tendrá con Él, aquellos tres pobrecicos, pues incluyo el bebe, al que se impidió nacer


Fin