Un pescador.
A Simón no le gusta meterse en política, que nunca
sabes donde tienen los romanos sus espías, pero en casa, con su suegra, sus
hijos, con su hermano
Andrés y su familia, a veces se le escapa un “maldito sea el César y toda su estirpe, cuando vendrá el Mesías”
Andrés y su familia, a veces se le escapa un “maldito sea el César y toda su estirpe, cuando vendrá el Mesías”
A decir verdad no tiene mucha idea de qué, o quién
será el Mesías pero es un buen judío, y cree lo que cree su pueblo, su pueblo
que lleva ya mucho tiempo sometido a otros pueblos ahora desde más de cien años
a Roma, a Roma que no sólo invade su tierra, si no que les saca lo poco que
tienen, no hace mucho que los publicanos, esa gentuza de su pueblo vendido al
invasor, ha venido cobrar los impuestos, no había dinero, y se llevaron una
cabra la que daba mejor leche
Él vive del pescado que vende, y, de algún producto de
la huerta, pero a veces viene sin pescar nada, y, eso a Roma no le importa
Bien es otro día, mejor otra noche, hay que marchar a pescar
Otra noche sin
pescar
Simón miraba a Andrés, a los otros pescadores, todos
estaban cansados fatigados, el sudor les corría por la frente, en toda la noche
no habían pesado nada, nada, eso significaba que no habría pescado para vender,
y, el huerto tampoco había dado demasiado fruto
De no haber sido judío, es posible que hubiese
blasfemado, pero era un buen judío, apretó los puños y maldijo el mar, y los
huidizos peces, estaba lleno de rabia, ya pronto amanecería y nada, ni un solo
pez, que comerían los hijos
Y, llego el día, un sol abrasador, del que había que huir
para que no te arrancase la piel, solo se estaba bien, a la sombra de las
palmera, en la orilla del lago, pero él y sus compañeros tenían que volver a
casa, para intentarlo cuando llegase la noche, y, entonces lo vio venir, vio
venir al desconocido
El desconocido
Se caía de sueño, estaba agotado de haber bregado toda
la noche, sin conseguir nada, y, lo vio venir canturreando una canción popular,
su hermano Andrés le puso una mano en el hombro, y le dijo, mira ese es el
hombre del que te hable, el hijo de José el carpintero de Galilea, es el que me
hablo ayer, el que Juan señalo como el Cordero de Dios; sacudió la mano de su
hermano
Nosotros no estamos para corderos hermano, somos
pescadores volvamos a casa, espera, parece que nos llama
Pues si quiere pescado, va listo, dijo Simón
malhumorado
El desconocido, los alcanzo, Shalom que Adonaí sea con
vosotros
Y, contigo, hermano respondieron, podemos ayudarte en
algo, peces no tenemos, no se dio bien la pesca, bueno si te somos sinceros no
se dio
Lo siento, creedme, pero no quiero peces, quería
hablar a la gente, necesitan que alguien les de esperanza
Todos lo necesitamos muchacho, dijo Simón, esperanza y
comida
Nunca dejo el Señor de velar por su pueblo
Ya, pero ahora también vela el César, vela y roba
Hermano, dijo Andrés que temía los espías
Os comprendo, dijo el desconocido, os comprendo, y, me
haríais un gran favor, si me permitieseis subir a vuestra barca, para poder
hablarles sin que el sol me achicharre
Simón, iba a decirle, mira tú seguro has dormido toda
la noche, nosotros no, pero no supo porque, ni él mismo lo entendió fue como si
algo dentro del se lo ordenase, porque su respuesta
Claro Señor, es un honor que subas a mi barca
El desconocido, aunque sabían su nombre Jesús, subió
con ellos a la barca, y, hablo a las
gentes, Simón y su hermano se durmieron, los despertó él, os venció el sueño,
no importa os estoy muy agradecido, y, como os dije siento que no pescarais
nada, que os parece si, hacéis lo que os voy a decir
Simón, se dijo, “qué tendría que decir un carpintero
de pesca”, pero iba oírle, y el carpintero, el desconocido que ya no lo era
tanto dijo
Una orden
extraña pescar de día
Me da pena que volváis a vuestras casas sin pesca
alguna, dijo el desconocido, que ya no lo era tanto
Y, a nosotros volver más pena todavía, pero no hubo
suerte
Mirad, lo que vais hacer volved a las barcas, remad
mar adentro y echad las redes para la pesca
La primera que se le paso a Simón por la cabeza, es
que estaba con un loco, o un bromista, ellos pescadores avezados en toda la
noche, no habían pescado nada, y, ahora un carpintero, que no sabía nada de
pesca, les mandaba intentar pescar de día, iba decirle mira, se pesca de noche,
tú sabrás mucho de muebles de casas, yo ni arreglar la pata de un banco, pero
se de pesca, soy hijo de pescador, tú, pero sin saber porque, como si algo desde dentro lo empujará, se sorprendió así
mismo diciendo
Señor, toda la noche hemos bregado sin conseguir nada,
pero porque tú lo dices echare las redes
Y, las echaron, y, los peces acudían a cientos,
necesitaron ayuda
Y, entonces Simón, supo porque algo dentro del, le
había obligado a obedecer a llamarle Señor, aquel hombre, aquel carpintero de
Nazaret, era el Mesías, pero no solo eso, como judío tenía miedo hasta de
pensarlo, pero sentía el mismo estremecimiento que sin duda debió de sentir
Moisés en el Sinaí, sabía que estaba ante Yhv
Por eso, se arrojó rostro en tierra, no podía mirar a
Dios, aunque lo tuviese con forma humana, y, temblando le dijo. “Aléjate de mi
Señor, soy un hombre pecador”
Jesús lo levanto sonriendo, y, le dijo, “No temas, a
partir de ahora, pescaras hombres, en lugar de peces
Y, desde aquel día, Simón siguió a Jesús, lo acompaño
al monte Tabor, y quiso hacer tres Tabernáculos
para Elías, Moisés y Jesús, para separar, luego Dios lo introdujo a él y a sus
compañeros en su misterio, y temblaron de miedo
Otro día, confeso a Jesús, quien era Jesús, y, luego
trato de apartarlo del camino de la cruz
Tres años juntos, escucho no menos escandalizado que
los otros que iba a darse en alimento, pero se dijo, que siendo quien era,
podía hacer eso y más
Y, así fue llegando la Cena de Pascua, del año
33, y, lo vio a sus pies empeñado en
lavarle los pies, y se negó, como no iba negarse, sabiendo quien era, pero no,
no era por humildad, aún no había sido Pentecostés, ni había Jesús resucitado,
era porque sabía que si Dios hecho hombre, estaba a sus pies, para lavárselos, ya nunca podría
negarse a hacer un favor a nadie, con el pretexto de, “sabe quién soy”, porque
más que Dios no hay nadie, pero Jesús le dio un ultimátum, si no le lavaba los
pies, fin de la amistad, y tuvo que ceder
Después prometió defenderlo ir con él a la muerte,
vamos lo que haría cualquiera
Pero al poco tiempo en el huerto mientras Jesús oraba,
lloraba sufría el roncaba, luego al ser despertado y ver preso a Jesús, saco de
espada y desorejo a un criado de un soldado, ante la reprensión de Jesús huyo.
Con Juan, entro en la casa de Caifás, para seguir el
proceso de Jesús, y, allí, el que iba seguirlo a la muerte lo negó 3 veces ante
una criada, lo negó con juramento, con perjurio, con maldiciones, se había
olvidado de todo
Luego huyo, Jesús fue muerto en la cruz, él no estuvo
Cuando resucito, fue a él, pero hacía falta más
Aquel día estaban de nuevo en la mar, no habían
pescado, y, un desconocido, les dijo que echasen las redes a la orilla, a Simón,
al que Jesús había puesto el nombre de pedro, le dio un vuelco el corazón,
entonces Juan dijo, “Es el Señor”, no dijo es Jesús, si no es El Señor, que era
como decir es Adonaí, es Yhv, es Dios, al oírlo
Simón que estaba con ropa de faena, es decir prácticamente desnudo,
recordó como buen judío la Tora, el Levítico, te harás calzones cuando subas
las gradas, para que no se vea tu desnudez por respeto al Señor tu Dios, por
eso, se ciñó una toalla y, se echó al mar
Aquella mañana merendaron el rico pescado que les aso
Jesús
De pronto se encontró a solas con Jesús
La confesión
el perdón el abrazo
Estaban solos, a Simón, a Pedro le temblaban las
piernas como a un niño, que comienza a caminar, le sudaban las manos, nunca
había tenido tanto miedo, tanta alegría y tanta pena juntos, Jesús, no
aguantaba la risa, que sí que esa si es cualidad de los cuerpos gloriosos,
porque la risa, no la carcajada rastrera, sale del alma; Jesús jugaba con unas
hormigas, que se sentían en el Cielo, tal vez porque estaban, en él
De pronto, Jesús, alzó la mirada, miro a Simón, y, le
dijo como si nada
Simón, hijo de Juan. ¿Me quieres más que ellos?
Simón oyó, la pregunta, le dolió, le dolió mucho, no
que le preguntase que lo quería, que también, sino, que le preguntase que le
dijese, si lo quería más que lo querían los otros, porque Simón recordó, aquel
jueves, hacía, ya casi un mes, en que, él, si él Simón había dicho, “Aunque
todos te abandonen yo, no, aunque muera contigo, y, luego no sólo lo había
abandonado, lo había negado 3 veces, por lo menos los otros solo lo habían
abandonado, salvo el chiquillo, ese como un hombre, allí según dijeron con
María, a los pies de la cruz, claro que con Ella, es todo más fácil, pero
porque buscaba escusas, si no las tenía, y, ahora la pregunta, eso era un
castigo, una venganza, que iba responder, pues la verdad, así que trago saliva,
bajo la vista y dijo
Señor, tú, sabes que te quiero
Jesús le dijo, apacienta mis ovejas
Simón no entendió, a que venían las ovejas, que él era
pescador, pero no dijo nada
Jesús, volvió a preguntar
Simón, hijo de Juan. ¿Me amas más que estos?
De nuevo le recordaba, su traición su cobardía, su
pecado mayor que el de Judas
Sí, Señor, tú sabes que te amo
Apacienta mis corderos
De nuevo
Simón hijo de Juan, ¿Me amas?
Ya no pudo más, y, estallo, Señor, tú lo sabes todo,
tú sabes que te amo
Jesús, lo abrazo, apacienta mis ovejas, mira cuando
eras joven, te ponías el cinto e ibas a donde querías ir, cuando seas mayor,
otro te lo pondrá y te llevará a donde no quieras, con esto le anunciaba su
muerte como mártir; entonces Simón vio, a Juan, y, este Rabí
Ese, ahora estoy contigo Simón, si yo quisiera que
éste se quedase hasta mi vuelta, no sería asunto tuyo, tú ahora sígueme
Y, Pedro, no podía con su dicha, cuando miro ya no
estaba Jesús, vio entonces a sus compañeros, supo que ellos eran los corderos y
las ovejas que debía apacentar, para que estuviesen y esperasen con a Jesús, y,
también que aunque de otra forma, ellos eran el propio Jesús
Luego un día, Jesús subió al Cielo, cesaron las
apariciones, volvió el miedo, no tanto pero si miedo, se volvieron encerrar
hasta que un día, bajo un fuego, un aire los sacudió, y, Simón, el Pescador, él
que había temblado ante una criada, se enfrentó a los que los llamaban
borrachos proclamo a Jesús resucitado, anuncio su regreso, mando que se
bautizaran en su nombre para ser salvados
Otro día,
abriría la Iglesia a los gentiles, a los no judíos, seria encarcelado y,
liberado, llegaría a Roma, donde constituiría La Iglesia de Roma, hija de la
Iglesia de Jerusalén, una sola Iglesia
Un día sería detenido con otros discípulos llamados ya
cristianos, Pedro ya era anciano, condenado a muerte por Nerón, a ser
crucificado, no era digno, pidió lo crucificaran cabeza abajo, para no morir
como Jesús, se lo concedieron, su martirio atrajo a muchos a la fe, fue su
penúltima pesca, de hombres, porque desde el Cielo, donde la imaginería popular
lo ha puesto de portero celeste, sigue con su intercesión pescando a muchos, con su intercesión, y con
su protección sobre él que le ha sucedido en la tierra, porque en cierto modo,
podemos decir que Simón el hijo de Juan, es él que está en el Cielo, Pedro no
Pedro sigue en la tierra, llamándose, ahora mismo Francisco, llevando la barca,
por los mares del mundo, pescando esos
pececillos que se llaman seres humanos con el anzuelo de la Palabra divina, la
Misericordia, y, el Amor
Los pies en la tierra, el Papa, el corazón en el
Cielo. Simón el pescador, San Pedro
Que el ruegue por el Papa actual, y, por la Iglesia
Fin