lunes, 14 de agosto de 2017

Un Pescador


Un pescador.
A Simón no le gusta meterse en política, que nunca sabes donde tienen los romanos sus espías, pero en casa, con su suegra, sus hijos, con su hermano
Andrés y su familia, a veces se le escapa un “maldito sea el César y toda su estirpe, cuando vendrá el Mesías”
A decir verdad no tiene mucha idea de qué, o quién será el Mesías pero es un buen judío, y cree lo que cree su pueblo, su pueblo que lleva ya mucho tiempo sometido a otros pueblos ahora desde más de cien años a Roma, a Roma que no sólo invade su tierra, si no que les saca lo poco que tienen, no hace mucho que los publicanos, esa gentuza de su pueblo vendido al invasor, ha venido cobrar los impuestos, no había dinero, y se llevaron una cabra la que daba mejor leche
Él vive del pescado que vende, y, de algún producto de la huerta, pero a veces viene sin pescar nada, y, eso a Roma no le importa
Bien es otro día, mejor otra noche,  hay que marchar a pescar
Otra noche sin pescar
Simón miraba a Andrés, a los otros pescadores, todos estaban cansados fatigados, el sudor les corría por la frente, en toda la noche no habían pesado nada, nada, eso significaba que no habría pescado para vender, y, el huerto tampoco había dado demasiado fruto
De no haber sido judío, es posible que hubiese blasfemado, pero era un buen judío, apretó los puños y maldijo el mar, y los huidizos peces, estaba lleno de rabia, ya pronto amanecería y nada, ni un solo pez, que comerían los hijos
Y, llego el día, un sol abrasador, del que había que huir para que no te arrancase la piel, solo se estaba bien, a la sombra de las palmera, en la orilla del lago, pero él y sus compañeros tenían que volver a casa, para intentarlo cuando llegase la noche, y, entonces lo vio venir, vio venir al desconocido
El desconocido
Se caía de sueño, estaba agotado de haber bregado toda la noche, sin conseguir nada, y, lo vio venir canturreando una canción popular, su hermano Andrés le puso una mano en el hombro, y le dijo, mira ese es el hombre del que te hable, el hijo de José el carpintero de Galilea, es el que me hablo ayer, el que Juan señalo como el Cordero de Dios; sacudió la mano de su hermano
Nosotros no estamos para corderos hermano, somos pescadores volvamos a casa, espera, parece que nos llama
Pues si quiere pescado, va listo, dijo Simón malhumorado
El desconocido, los alcanzo, Shalom que Adonaí sea con vosotros
Y, contigo, hermano respondieron, podemos ayudarte en algo, peces no tenemos, no se dio bien la pesca, bueno si te somos sinceros no se dio
Lo siento, creedme, pero no quiero peces, quería hablar a la gente, necesitan que alguien les de esperanza
Todos lo necesitamos muchacho, dijo Simón, esperanza y comida
Nunca dejo el Señor de velar por su pueblo
Ya, pero ahora también vela el César, vela y roba
Hermano, dijo Andrés que temía los espías
Os comprendo, dijo el desconocido, os comprendo, y, me haríais un gran favor, si me permitieseis subir a vuestra barca, para poder hablarles sin que el sol me achicharre
Simón, iba a decirle, mira tú seguro has dormido toda la noche, nosotros no, pero no supo porque, ni él mismo lo entendió fue como si algo dentro del se lo ordenase, porque su respuesta
Claro Señor, es un honor que subas a mi barca
El desconocido, aunque sabían su nombre Jesús, subió con ellos a la barca, y,  hablo a las gentes, Simón y su hermano se durmieron, los despertó él, os venció el sueño, no importa os estoy muy agradecido, y, como os dije siento que no pescarais nada, que os parece si, hacéis lo que os voy a decir
Simón, se dijo, “qué tendría que decir un carpintero de pesca”, pero iba oírle, y el carpintero, el desconocido que ya no lo era tanto dijo
Una orden extraña pescar de día
Me da pena que volváis a vuestras casas sin pesca alguna, dijo el desconocido, que ya no lo era tanto
Y, a nosotros volver más pena todavía, pero no hubo suerte
Mirad, lo que vais hacer volved a las barcas, remad mar adentro y echad las redes para la pesca
La primera que se le paso a Simón por la cabeza, es que estaba con un loco, o un bromista, ellos pescadores avezados en toda la noche, no habían pescado nada, y, ahora un carpintero, que no sabía nada de pesca, les mandaba intentar pescar de día, iba decirle mira, se pesca de noche, tú sabrás mucho de muebles de casas, yo ni arreglar la pata de un banco, pero se de pesca, soy hijo de pescador, tú, pero sin saber porque, como si algo  desde dentro lo empujará, se sorprendió así mismo diciendo
Señor, toda la noche hemos bregado sin conseguir nada, pero porque tú lo dices echare las redes
Y, las echaron, y, los peces acudían a cientos, necesitaron ayuda
Y, entonces Simón, supo porque algo dentro del, le había obligado a obedecer a llamarle Señor, aquel hombre, aquel carpintero de Nazaret, era el Mesías, pero no solo eso, como judío tenía miedo hasta de pensarlo, pero sentía el mismo estremecimiento que sin duda debió de sentir Moisés en el Sinaí, sabía que estaba ante Yhv
Por eso, se arrojó rostro en tierra, no podía mirar a Dios, aunque lo tuviese con forma humana, y, temblando le dijo. “Aléjate de mi Señor, soy un hombre pecador”
Jesús lo levanto sonriendo, y, le dijo, “No temas, a partir de ahora, pescaras hombres, en lugar de peces
Y, desde aquel día, Simón siguió a Jesús, lo acompaño al monte Tabor, y quiso hacer  tres Tabernáculos para Elías, Moisés y Jesús, para separar, luego Dios lo introdujo a él y a sus compañeros en su misterio, y temblaron de miedo
Otro día, confeso a Jesús, quien era Jesús, y, luego trato de apartarlo del camino de la cruz
Tres años juntos, escucho no menos escandalizado que los otros que iba a darse en alimento, pero se dijo, que siendo quien era, podía hacer eso y más
Y, así fue llegando la Cena de Pascua, del año 33,  y, lo vio a sus pies empeñado en lavarle los pies, y se negó, como no iba negarse, sabiendo quien era, pero no, no era por humildad, aún no había sido Pentecostés, ni había Jesús resucitado, era porque sabía que si Dios hecho hombre, estaba  a sus pies, para lavárselos, ya nunca podría negarse a hacer un favor a nadie, con el pretexto de, “sabe quién soy”, porque más que Dios no hay nadie, pero Jesús le dio un ultimátum, si no le lavaba los pies, fin de la amistad, y tuvo que ceder
Después prometió defenderlo ir con él a la muerte, vamos lo que haría cualquiera
Pero al poco tiempo en el huerto mientras Jesús oraba, lloraba sufría el roncaba, luego al ser despertado y ver preso a Jesús, saco de espada y desorejo a un criado de un soldado, ante la reprensión de Jesús huyo.
Con Juan, entro en la casa de Caifás, para seguir el proceso de Jesús, y, allí, el que iba seguirlo a la muerte lo negó 3 veces ante una criada, lo negó con juramento, con perjurio, con maldiciones, se había olvidado de todo
Luego huyo, Jesús fue muerto en la cruz, él no estuvo
Cuando resucito, fue a él, pero hacía falta más
Aquel día estaban de nuevo en la mar, no habían pescado, y, un desconocido, les dijo que echasen las redes a la orilla, a Simón, al que Jesús había puesto el nombre de pedro, le dio un vuelco el corazón, entonces Juan dijo, “Es el Señor”, no dijo es Jesús, si no es El Señor, que era como decir es Adonaí, es Yhv, es Dios, al oírlo  Simón que estaba con ropa de faena, es decir prácticamente desnudo, recordó como buen judío la Tora, el Levítico, te harás calzones cuando subas las gradas, para que no se vea tu desnudez por respeto al Señor tu Dios, por eso, se ciñó una toalla y, se echó al mar
Aquella mañana merendaron el rico pescado que les aso Jesús
De pronto se encontró a solas con Jesús
La confesión el perdón el abrazo
Estaban solos, a Simón, a Pedro le temblaban las piernas como a un niño, que comienza a caminar, le sudaban las manos, nunca había tenido tanto miedo, tanta alegría y tanta pena juntos, Jesús, no aguantaba la risa, que sí que esa si es cualidad de los cuerpos gloriosos, porque la risa, no la carcajada rastrera, sale del alma; Jesús jugaba con unas hormigas, que se sentían en el Cielo, tal vez porque estaban, en él
De pronto, Jesús, alzó la mirada, miro a Simón, y, le dijo como si nada
Simón, hijo de Juan. ¿Me quieres más que ellos?
Simón oyó, la pregunta, le dolió, le dolió mucho, no que le preguntase que lo quería, que también, sino, que le preguntase que le dijese, si lo quería más que lo querían los otros, porque Simón recordó, aquel jueves, hacía, ya casi un mes, en que, él, si él Simón había dicho, “Aunque todos te abandonen yo, no, aunque muera contigo, y, luego no sólo lo había abandonado, lo había negado 3 veces, por lo menos los otros solo lo habían abandonado, salvo el chiquillo, ese como un hombre, allí según dijeron con María, a los pies de la cruz, claro que con Ella, es todo más fácil, pero porque buscaba escusas, si no las tenía, y, ahora la pregunta, eso era un castigo, una venganza, que iba responder, pues la verdad, así que trago saliva, bajo la vista y dijo
Señor, tú, sabes que te quiero
Jesús le dijo, apacienta mis ovejas
Simón no entendió, a que venían las ovejas, que él era pescador, pero no dijo nada
Jesús, volvió a preguntar
Simón, hijo de Juan. ¿Me amas más que estos?
De nuevo le recordaba, su traición su cobardía, su pecado mayor que el de Judas
Sí, Señor, tú sabes que te amo
Apacienta mis corderos
De nuevo
Simón hijo de Juan, ¿Me amas?
Ya no pudo más, y, estallo, Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo
Jesús, lo abrazo, apacienta mis ovejas, mira cuando eras joven, te ponías el cinto e ibas a donde querías ir, cuando seas mayor, otro te lo pondrá y te llevará a donde no quieras, con esto le anunciaba su muerte como mártir; entonces Simón vio, a Juan, y, este Rabí
Ese, ahora estoy contigo Simón, si yo quisiera que éste se quedase hasta mi vuelta, no sería asunto tuyo, tú ahora sígueme
Y, Pedro, no podía con su dicha, cuando miro ya no estaba Jesús, vio entonces a sus compañeros, supo que ellos eran los corderos y las ovejas que debía apacentar, para que estuviesen y esperasen con a Jesús, y, también que aunque de otra forma, ellos eran el propio Jesús
Luego un día, Jesús subió al Cielo, cesaron las apariciones, volvió el miedo, no tanto pero si miedo, se volvieron encerrar hasta que un día, bajo un fuego, un aire los sacudió, y, Simón, el Pescador, él que había temblado ante una criada, se enfrentó a los que los llamaban borrachos proclamo a Jesús resucitado, anuncio su regreso, mando que se bautizaran en su nombre para ser salvados
Otro día,  abriría la Iglesia a los gentiles, a los no judíos, seria encarcelado y, liberado, llegaría a Roma, donde constituiría La Iglesia de Roma, hija de la Iglesia de Jerusalén, una sola Iglesia
Un día sería detenido con otros discípulos llamados ya cristianos, Pedro ya era anciano, condenado a muerte por Nerón, a ser crucificado, no era digno, pidió lo crucificaran cabeza abajo, para no morir como Jesús, se lo concedieron, su martirio atrajo a muchos a la fe, fue su penúltima pesca, de hombres, porque desde el Cielo, donde la imaginería popular lo ha puesto de portero celeste, sigue con su intercesión  pescando a muchos, con su intercesión, y con su protección sobre él que le ha sucedido en la tierra, porque en cierto modo, podemos decir que Simón el hijo de Juan, es él que está en el Cielo, Pedro no Pedro sigue en la tierra, llamándose, ahora mismo Francisco, llevando la barca, por los mares del mundo,  pescando esos pececillos que se llaman seres humanos con el anzuelo de la Palabra divina, la Misericordia, y, el Amor
Los pies en la tierra, el Papa, el corazón en el Cielo. Simón el pescador, San Pedro
Que el ruegue por el Papa actual, y, por la Iglesia
Fin




domingo, 13 de agosto de 2017

llamada



La llamada (cuento)
Antonia, despidió a sus hijos y a sus nietos, cerró la puerta de la verja, y comenzó ascender por el camino, que serpenteaba entro los árboles frutales, los pinares, y, algún roble, más de una vez se había preguntado porque vivía en aquel caserón; teniendo 3 hijos que la adoraban.
Se respondió a sí misma, diciéndose, que no se sentía sola; Alfredo, su difunto esposo la acompañaba, aunque eso, no lo comentase con nadie, la tomarían por loca. De pronto oyó el sonido del teléfono, ya era tarde, más de las 9 de la noche, era invierno, no esperaba ninguna llamada; decidió no responder, sobre todo al ver que era un número desconocido, pero el sonido era insistente, y, decidió descolgar el aparato, para que la dejasen tranquila.
Clínica Santa Eufemia. Dijo una voz detrás del hilo
Este es un domicilio particular, privado quiero decir, fue la respuesta de Antonia, y colgó
Volvió a sonar el teléfono; de nuevo la misma voz
“Discúlpeme, ya sé que es una casa particular, pero podría hacerme un favor, soy mayor, y, no puedo buscar el número de la clínica Santa Eufemia, ni su dirección; me he enterado de que esta allí mi hija muy grave. ¿Podría ayudarme?
A punto estuvo de mandarla a paseo, pero algo, no sabría decir él que, la empujo a prestarle, el pequeño favor
De acuerdo lo intentaré pero no me llame usted, lo haré yo, cuando tenga los datos que necesita, su número ha quedado grabado en mi teléfono
Antonia cumplió lo prometido, y, llamo a la desconocida. Escuche el teléfono es 444218965; la dirección es calle Petronio Negro, nº 4
Gracias, no sabe lo que se lo agradezco, podría pedirle otro favor, se trata de mi hija, se llama, Clara Antonia Lerga. Al oír el nombre, Antonia no pudo evitar un estremecimiento que sacudió todo su cuerpo, era el nombre de la amante, de Alfredo, la que se aprovechó del,  la que  lo arranco de su hogar, hasta que  enfermo; entonces lo devolvió como un objeto; y, ahora estaba ella enferma, y enferma grave, sola en un hospital, pero qué culpa tenía su madre; posiblemente ninguna, así pues la acompañaría a verla, tras unos segundos que a Clara madre le parecieron siglos, Antonia, respondió
De acuerdo, lo haré, pero no me llamé, la llamo yo. Hasta pronto
Dos horas más tarde llamo, para decirle que había averiguado, el  número de la habitación el estado de la enferma, que era muy grave, el horario de visitas, era por la tarde de 5 a 7
La madre de Clara le dio las gracias y le pidió un nuevo favor, que la acompañase a ver a su hija. Antonia sabía que eso significaba verla de nuevo, pero sintió lastima de su madre, y, sin saber porque accedió. Quedaron a las cuatro de la tarde en un café, se comunicarían por el móvil para conocerse.

La desconocida
A las 4.30, Antonia se encontró con la madre de Clara, con Clara Loríga, , una mujer humilde, muy lejos de la forma arrogante de su  hija, que se deshizo en agradecimientos, y, le contó que hacía mucho que su hija no quería saber nada de ella, ni de su padre, a cuyo entierro ni asistió ni de sus hermanos, había roto con todos ellos;  porque le recriminaban se fuese a vivir con un hombre casado, con hijos y mucho mayor que ella;  y, no estaba por la labor, a los quince años de estar juntos, en los que tuvo otros amantes, él enfermo de cáncer de páncreas, entonces ella lo dejo, le dijo que volviera con su familia, no le importaba, no se iba amargar la vida, cuidando un enfermo de cáncer, estaba encinta, pero aborto, decidió matar al niño que llevaba en su vientre. Hace un par de días, recibí una llamada que me dijo, lo que usted ya sabe, no sé, si hago bien, o mal, al ir a verla, pero es mi hija
Yo, dijo Antonia, tampoco lo sé, pero sé que yo en su lugar haría lo mismo, venga vamos a tomar un taxi, nos dejará mismo en la puerta
¿Un taxi?
Si, tranquila, hoy corre de mi cuenta
Clara estaba muy mal, apenas podía hablar, pero cuando podía lo hacía con voz angustiosa, repitiendo sin cesar, “me muero madre, me muero, no pueden hacer nada, y lo peor no es la muerte, lo peor  es que estoy condenada”
No diga, tonterías, Clara, terció Antonia, se pondrá bien, seguro, y de lo otro, recuerde que Dios perdona
No, a una persona como yo. Y relato como en un confesionario lo que ya sabían.
“Hasta soy una asesina, aborte legalmente, pero ante Dios, soy una criminal”
Sí, lo eres dijo su madre, pero a lo mejor ese ángel que no nació, está pidiendo por ti.
No, yo sé que no tengo perdón
Sí esta arrepentida, sí, si es católica debería llamar a un sacerdote, puede hacerlo, mejor dicho, debería hacerlo, y, le repito tiene perdón, se lo digo yo, que soy la viuda de Alfredo su amante, y, la he perdonado Clara.
La enferma estallo en un sollozo, usted es Antonia. ¿Podría darme un beso?
Claro que sí, mujer, y, al abrazarla noto un ser débil, tal vez lo hubiera sido siempre y oro en su interior para que Dios la perdonara, luego pidió perdón por pedir a un padre perdonase a su hija.
Mañana a las diez para revista el médico, podrán hablar con él sobre mi caso
Yo, no soy nadie, pero si su  madre quiere la acompañaré
Por supuesto que quiero y muy agradecida.
Al día siguiente
En el Hospital
Clara y Antonia llegaron  muy temprano al hospital, para hablar con los médicos que atendían a Clara, las noticias no fueron buenas; el médico les explico lo que tenía, y que salvo un milagro, eran pocos los días de vida que le quedaban; ellos iban a procurar hiciese el transito sin dolor. Antonia se ofreció a Clara madre, para velar a Clara, en sus noches y que la muerte no la acogiese  a solas. Clara no quería separarse de su hija, pero precisaba el descanso.
El problema era, como decírselo a Clara.  Trataron de contarle una mentira piadosa, pero ella conocía su estado. No tenía miedo a la muerte en sí, sino a lo que venía después era cristiana; aunque el dios en el que le habían enseñado a creer no lo era
Sé que Dios me condenará, por lo que hice
Dios no condena, dijo Antonia, Dios perdona es su oficio, le encanta perdonar
¿Cómo puede usted decir eso?, yo le robe el marido, mate al hijo que él mi amante había engendrado en mí, y cuando su esposo mi amante enfermo, lo eche de casa, y dice que Dios me va perdonar
Si, lo digo precisamente por eso, fíjate, si yo que soy no mala, malísima, te he perdonado el daño que me hiciste, con más razón lo hará Quién estuvo en la cruz por ti. Sabes cada día, que venga a verte te leeré un trocito de la Biblia; lo escogeré de las lecturas de la Misa, y luego oraremos juntas con el Salmo; al final si te parece pediremos la ayuda a La Madre de Dios; siempre que tú estés de acuerdo
Claro que estoy; como no iba estarlo. Así lo hicieron hasta el día en que la propia Clara pidió un sacerdote, hoy dijo tras recibir los sacramentos me siento recién nacida, ya no siento la muerte ni el dolor, mamá, Antonia, no sé cómo agradecerles, todo lo que han hecho por mí; hacía ti mamá, siento menos agradecimiento es normal lo que has hecho, porque eres mi madre, pero usted Antonia, no tenía porque, yo le hice mucho daño. Por eso ahora me gustaría tenerla como amiga para siempre, cuente conmigo para todo lo que quiera
Antonia, no podía contener el llanto, claro que sí, y, usted Clara conmigo, me alegra tener una nueva amiga

Nueva amiga
Antonia ya sentía a  Clara como a una vieja amiga; se turnaba con la madre de Clara, para velarla, para cuidarla, cuando Clara se hallaba consciente hablaban, de todo, y en ese todo entraba Dios, la vida nunca la muerte, pues Clara creía en la resurrección, no en la reencarnación puesto que era cristiana, un joven sacerdote el padre Miguel, le ayudo a reencontrarse con su papi del Cielo. A veces su madre, o Antonia le leían trozos de la Biblia, que comentaban entre las tres
Un día, Clara se puso peor, estaban con ella Antonia y su madre, Clara sonrío, cerró los ojos, y, se fue, su rostro quedo luminoso como si la luz en la que sin duda ya moraba, se transfigurase en su envoltura mortal.
Días más tarde fue el sepelio
En la iglesia, durante el funeral, y, en el cementerio, Antonia, no pudo evitar pensar que poco había durado su amistad con Clara, la muerte lo había estropeado, de repente un rayo de luz asomo por medio de una nube, y Antonia supo, y, recordó que su nueva amiga, era para siempre, porque Clara estaba viva, le había saludado desde el Cielo
Un teólogo le hubiera dicho
“El Cielo no está arriba ni abajo, es un estado, no un lugar, pero que sabe un teólogo, por algo Jesús llamo felices a los sencillos
La verdad era que Clara ya no sufría, era feliz y vivía para siempre, Antonia se secó una lagrima, tomo del brazo a la madre de Clara, que también se llamaba Clara, venga caminemos un poco, mañana puede venir a comer e a mi casa, así se evitará aguantar a las plañideras
Clara, soltó su  brazo, agradezco lo que hizo por mí, y por mi hija, pero tengo una vida, hasta otra
Nunca más volvió a llamarla, no se vieron más
Durante un tiempo mantuvo su número en el teléfono, pero un día lo borro
Con quien nunca perdió la amistad fue con Clara, la amiga que ahora vivía en el Cielo
Fin




El río, o mejor la historia de dos ríos



El río cuento
Un río pagano. Hace mucho tiempo
Esta historia comienza hace mucho tiempo, en un país africano, cuna de una de las mayores civilizaciones de la historia
El país es Egipto, y, había, y, hay un río, el Nilo, en este río, adorado como un dios, iban entonces a beber los animales, también adorados, a bañarse las princesas, a navegar, a lavar las esclavas, y, a jugar los niños, también iban los sacerdotes a invocar a sus dioses
El Nilo, era un río pagano, que se decía a si mismo que era el favorito de los dioses, por algo, él también lo era, y, era el mejor río, lo tenía todo
Mientras en otro lugar, no muy lejano, otro rio, bueno en otro lugar y en otro tiempo
En otro lugar del mundo, no muy lejos del anterior, en un país cercano, pero separado por varios siglos, otro río, que por supuesto claro que existía en la primera historia, en la del río pagano, entonces también él era un río pagano, ahora es el río del pueblo Elegido, El Jordán, el río cuyas aguas se separaron, emulando al Mar Rojo, cuando los sacerdotes pisaron sus riveras llevando, El Arca Sagrada, el Jordán siempre se ha creído un río santo, pero ahora tiene sus dudas, y, sus miedos, tiene miedo de que sus aguas se contaminen se manchen, con los pecados, los crímenes de los que viene a bautizarse, bañarse en sus aguas, dejan él sus culpas, sus aguas tienen que quedar impuras, el río, el Jordán siente vergüenza, si pudiera impedirlo lo haría
Volvamos por nuestro túnel del tiempo, al Egipto faraónico, al Nilo.
Una madre con un bebe
Volvemos al Nilo, muchos siglos atrás, el Nilo está pensando en su grandeza, cuando ve llegar una mujer con un pequeño bulto, lo abre con cuidado y deposita en el suelo un canastillo, con un bebé recién nacido, al que cubre de besos. “Dios  o los Dioses te guarden hijo mío, luego lo coloca junto a unos juncos, pero las aguas arrastran a la criatura, entonces el río que tiene su corazón, decide no permitirlo, y con sus corrientes de agua lo empuja hacia los juncos, y, allí hace que, quede varada la canastilla
Era muy temprano, aún Ra, dormitaba con su esposa Isis, es decir el Sol todavía no había salido, cuando la mujer dejo al bebé en el río
Cuando ya el Dios sol, se paseaba en su carro de oro, por las nubes, eso al menos creían los egipcios; el sol se reflejaba en las aguas del río, las hacía brillar de una forma espectacular; pero el río no pensaba en el sol, se preguntaba que sería del pequeño, y, un tropel de caballos, de sillas de mano, lo detuvo en sus pensamientos un grupo de mujeres había llegado al río, y, con ellos iba la princesa, Mairalia, la hija del faraón, muy devota de la Diosa Isis, a quien oraba por la dicha de poder abrazar un hijo, y, quiso Isis, eso pensaba el río, que fuese ella la que encontrase al bebé
Nada más verlo lo tomo en brazos, lo estrecho contra su pecho para darle calor, bendecía a la Gloriosa Isis, y, daba gracias a todos los dioses
Pero había un problema, cómo criarlo, entonces surgió una chiquilla, hablo con la princesa y volvió con otra mujer, acompañada de un niño de 4 años, la mujer hablo con la princesa, el bebé lloraba y el niño también de la mujer también lloraba, el río en su interior se reía, porque sabía que la mujer que llevaba al pequeño era su propia madre.

Otras aguas, la misma agua
Han pasado siglos, son otras aguas, las aguas de otro río, del otro río que antes también era “pagano”; o tal vez sean todas las mismas aguas, acaso no vierten todos los ríos en la mar, y, el sol y la luna beben el agua del mar, y la derraman como lluvia y de ahí nacen fuentes, ríos, arroyos, y, todo vuelve a empezar. Quien sabe
En ese río el Jordán en sus orillas unas gentes, discuten, hablan, piensan, tienen la mirada fija, en un hombre, un hombre joven severo, vestido con piel de animales, que habla,  que grita que se preparen para el Juicio que viene, les dice que ya está puesta la hoz para siega, y, lo que no sirva irá al fuego, las gentes tienen miedo, tiemblan, y se meten en el río para confesar sus culpas, sus miedos, para decir que quieren empezar de nuevo, unos más que crímenes son prejuicios temores, en otros si son auténticos crímenes, el hombre grita y no para, les llama serpientes, raza de víboras, les dice que no huyan de la Ira que está a punto de llegar, la que guardará el trigo en el granero, y quemará la paja en el fuego inextinguible, y, todos, bueno casi todos los más humildes se preguntan si serán paja, o trigo, y, para ser trigo se lanzan a las aguas del río
Y, de pronto aparece un hombre humilde, pobremente vestido, con ropas de campesino, se acerca al Profeta, para ser bautizado, y, el hombre fuerte de pronto vacila, no quiere bautizarlo, “Tú, no, tú no, dice,” el hombre humilde, insiste, “hay que obedecer a Dios”, el otro, el hombre fuerte, el profeta, cede, el hombre humilde entra en el río

El río se siente mar
El río se ha sentido Mar, más mucho más que mar, más que  Océano, ha visto como nada más tocar sus aguas, las carnes del hombre  humilde, sus aguas eran más limpias, más puras, y, no quedaba ahí, sus aguas llegaban a los Cielos, sus aguas se vertían en todas las aguas, las purificaban, las santificaban todas. Sus aguas se mezclaban con las de todos los ríos, océanos arroyos, lagos, mares, hasta el Mar infinito de La Misericordia de Dios. No cabía en sí de gozo el rio, lo llenaba todo si desbordarse, y, no lo entendía, hasta que comprendió el porqué, el hombre humilde era Dios, Dios mismo su Creador, hecho hombre en sus aguas, no era La Ira que anunciaba el hombre serio, el profeta, era un campesino humilde, un carpintero, hijo de otro carpintero, pero era Dios en sus aguas
Ese era el motivo, el hombre humilde, no era solo el hombre humilde era además su Creador, y, Aquel que esperaban con miedo.
El pobre rio pensó, tenía a Dios en sus aguas, a partir de ahora los demás ríos deberán  rendirle tributo, sus aguas lo comunicarían al lago, pero de pronto, su Ángel, le recuerda. “No olvides al Nilo”; si el Nilo, si en ese otro río hace mucho tiempo, sus aguas no hubiesen empujado el cestito con un bebé hasta los juntos, tal vez hoy no estaría el hombre humilde en tus aguas, es decir Dios bañándose en tus aguas, pues su pueblo nunca habría sido, y, al no tener pueblo donde nacer, no habría nacido”
Mientras en Egipto, el Nilo recibe noticias del Jordán
El Nilo le da gracias al Jordán, el Jordán le da las gracias al Nilo
El Jordán da gracias al Nilo, por salvar a Moisés, y, el Nilo al Jordán por dejar que Jesús se bautizase en sus aguas, porque ya sabe que los dioses de Egipto no eran más que criaturas idolatradas, su Dios, es el que está en las aguas del Jordán. Los ángeles sonríen, todas las aguas servirán a Dios, serán  el vehículo de su Gracia
Todas las aguas bendicen a Dios,  en ellas y con ellas el hombre, se hará hijo de Dios
Bendita sea la hermana agua, los ríos, mares, lagos, arroyos, cascadas, cataratas, saltos de agua, y, océanos

Fin