sábado, 16 de febrero de 2013

La escala de Jacob


La escala de Jacob
Jacob, era joven, muy joven, apenas 20 años recién estrenados, y, el corazón lleno de ilusiones, de esperanzas, y, de amor.
Un amor, que ya no podían colmar, sólo sus padres; y, su hermano Esau, al que en contra, de lo que se pudiese, pensar quería con locura
Ahora que había recibido;( eso sí con un pequeño engaño), la bendición paterna. Que era; sin serlo el primogénito; tendría que, buscar una esposa, que fuese tan buena, y, tan guapa como su madre.

Y, cumplir,  el mandato, que Dios, le había dado a su abuelo Abraham, y, antes de él en el paraíso a los primeros humanos.

Antes de eso, lo primero que iba hacer, era, un buen regalo, a Esau, tenia, que ganarse de nuevo el cariño de su hermano mayor, y, no quería decirle, que la idea, había sido de la madre; eso jamás.

Si nunca, había acusado, a los muchachos, que jugaban con ellos en el campo; menos se iba a convertir, en el delator de su propia madre; no sería él quien cargase, con las culpas, si es que las había, de haberse hecho pasar por su hermano, y. obtener así la primogenitura.

De pronto sintió miedo. Esau, era de carácter violento. Y, él había oído como juraba matarle. Y. ¿ Si, llegaba a hacerlo?. Se pregunto. Así mismo que, hubiera hecho, él en lugar de su hermano.

Pero honestamente, hubo de reconocer que, no tenia respuesta. Porque sencillamente él no era su hermano.

Cuando se encontraba, ya cerca de la casa, oyó, la voz de Rebeca, su madre. Corrió presuroso a donde se encontraba esta.

Su madre, le explico; como había oído, a Esau, contratar hombres, para darle muerte; y le dijo, que debía de huir

Ella no quería, exponerse, a perder, a ninguno de sus hijos. Los quería a los dos. Y, si había preferido que, fuese él; quien recibiese la bendición, fue debido al carácter iracundo, y, violento del hermano mayor, influenciado por las esposas que había tomado.

Beso a Jacob, y, le aconsejo, que partiese hacia las tierras de donde procedía ella, a casa de Laban, su hermano.

Según noticias que, le habían llegado por mercaderes. Dios los había bendecido, y, tenían mucho ganado, así que podrían, darle trabajo como pastor.

Le aconsejo, no ser gravoso, a su tío, y,  le hizo, otra recomendación.

 Diciéndole que su familia, era idolatra. Le pidió, no olvidarse del Dios de su abuelo;  Del Eterno, y, que por nada del mundo, diese culto a los ídolos.

Lo beso. Y, lo estrecho contra su pecho; le rogó, tuviese el valor de marcharse, sin despedirse de Isaac, ya ella lo disculparía.

Y, así de repente. Se vio lanzado al mundo. Como un día hacia mucho tiempo: su abuelo Abraham, pero ahora era distinto.

Porque Abraham, iba siguiendo la voz de Dios. Y, él se iba por el miedo de una mujer; sí, su madre. Pero una mujer al fin y al cabo.

Miedo del que ella era culpable. Si hubiese dejado, que las cosas siguiesen su curso normal.

Que fuese el bendecido, Esau. Pero no. Y, había otra cosa. Más de una vez.

Su padre, le había contado. Lo que le había contado, a su vez el suyo.

De cómo, en su familia lo habían despedido todos. Eso sí, llamándole loco. Sin embargo él se iba, sin despedirse ni de su padre.

Y, su rumbo era, más incierto que él de Abraham.

Iba, a casa de Laban. Pero por lo poco que sabia; Laban, era un hombre, al que lo único que le interesaba era el dinero. Por eso no había tenido, reparos en que; su hermana Rebeca, partiese con un desconocido, para convertirse, en la esposa de otro desconocido.

Con estos pensamientos camino largo tiempo.

Metiéndose,  por la espesura del bosque. Para no ser descubierto, por los cómplices de su hermano, haciendo, fuego, para espantar las fieras y culebras. Cazando algún que otro animal; y, asándolo en alguna cueva.

Deseando que el fuego no alertase a nadie.

Así anduvo cuatro días. Empapado en su propio sudor. Sin poder, lavar más que la cara en el río llegando, incluso a comer, en ocasiones la carne cruda. Para que el olor de la carne quemada, no diese aviso sobre él.

Y, una noche cansado. Tomo una piedra, para apoyar la cabeza, y, entonces un negro pensamiento cruzo su mente. El pensamiento de que, tanto el abuelo; como sus padres estaban equivocados, no existían dioses ni dios. No había, ningún ser superior que se ocupase, de aquellos animales con habla llamados hombres.

No lo había, porque de haberlo habido, se hubiera ocupado del;  no. Estaba sólo, y, él solo, era quien tenia que, solucionar su vida.

Le dio pena descubrirse sólo en el universo. Y, las lagrimas saltaron de sus ojos. Entonces se durmió.

En su sueño. Vio la visión, más hermosa que un hombre halla visto jamás.

Las nubes, se abrían como una cortina. Por unos seres, con forma humana.

Pero de cuyo cuerpo, salían como rayos, más fúlgidos que los rayos del sol,  y, enfrente sonriendo, una figura esplendorosa.;por un lado un río de fuego, que iluminaba pero no quemaba, y, como formando parte de ese río de fuego, pero siendo distintito, dos figuras iguales; como dos hombres jóvenes, pero de los cuales salía, una Luz, que cegaba; la luz de los seres que; abrían las nubes; y,, que al mismo tiempo, la encendía, y, de repente el fuego.

Los dos seres con forma humana, se veían como un solo ser, que sé hacia grande, y, pequeño por momentos; Jacob vio como, los seres de luz, se postraban ante Él. Y, lo reconocían como, El Señor

Entonces, dentro de su sueño sintió miedo. Miedo. Por haberse atrevido, a poner en duda su existencia.

Pero antes de que, pudiese decir nada: vio una escalera. Y, por ella vio que empezaban a bajar, y, subir seres de luz; que se postraban ante, El Señor; uno de éstos, bajo, y, toco a Jacob.

“Escucha le dijo. Traigo para ti; pero no pudo acabar el mensaje.

Porque El mismo Dios; bajo. Por la escalera, beso a Jacob, y, le dijo.

“Yo soy el Dios de Abraham,  De Isaac. Y, el tuyo. No temas, Jacob. Que yo estoy siempre contigo, y, lo beso” el beso divino, fue, como la brisa del aire.


 Y Jacob se despertó; diciéndose que, aquel era, un lugar grande, y, terrible; Dios; estaba allí, debía de ser un lugar de culto, lugar que iba hacer, él mismo.

Unto, con aceite la piedra, sobre la que había dormido; y, se arrodillo ante ella. Si le viesen, sus padres tal vez pensaran, que estaba cometiendo, un acto idolátrico

Con el corazón, fortalecido por la presencia divina, siguió sin miedo su camino; ahora sabia, que no iba sólo que;  Una Persona, que lo quería mucho. estaba siempre con él

Y, así siguió, su camino hasta la casa de Laban su tío

Fin




miércoles, 6 de febrero de 2013

El rico Epulón

Este relato, es, un plagio: un plagio de la historia más bella, pronunciadas por los labios humanos más divinos. Los labios del Hijo de Dios. Pero no transcurre en la vieja Palestina. Transcurre,  en  nuestro mundo, en un país,  del llamado primer mundo.

El protagonista, no se llama, Epulón,  se llama Enrique, o Henri, pero pronto veréis que se parece mucho, al del Evangelio.

Henri, es junto con sus dos hermanos, propietario, de una cadena comercial; dedicada, al mundo del cine. Lo que no tiene, nada de particular, y, es un negocio, como cualquier otro; a sus 32 años, Henri, es un hombre, que puede, decir bien alto, que ha triunfado en la vida, sus cuentas corrientes, distribuidas en varios bancos, se escriben con muchos ceros.

Esta mañana, como tantas otras. Se ha despertado, se ha dirigido, al cuarto de baño, donde se ha dado, un baño relajante, y, a continuación se ha tomado, un opíparo almuerzo, servido, por su mayordomo, ha aprovechado, ese momento para leer la prensa, y, detenerse, en la sección de economía


 También, ha mirado, la cartelera, para ver el tiempo, que permanecen, en cartel, las películas, que promociona, la firma ó, casa cinematográfica, de la, que es copropietario.

Henri, es alegre, amigo de sus amigos, aunque la verdad es que, no tiene más amigo que el dinero, por no perder un punto en la bolsa, “vendería a su propia madre”; dicen los que lo conocen.

Tras el desayuno, se ha encaminado, hacia el vestuario, todos sus trajes, son de una elegancia exquisita, y, por supuesto de los mejores modistos. Armani, Giacometti,
Bersages. Verino. Adolfo Domínguez...

Todas las semanas, gasta, una fortuna en ropa.

Su clave es que, no se puede, triunfar en el mundo de la empresa, si uno, no se presenta, vestido correctamente, y, como el dinero, no es problema, pues Henri, no viste de púrpura, como el Epulón, pero si viste de última marca, que en el siglo XXI, es lo mismo.

El tiempo que no esta, en contactos de trabajo, o, siguiendo, los vaivenes del mercado financiero, o, con el último ligue del momento, eso si del matrimonio, que ni le hablen; ama, su libertad por encima de todo; bueno por encima de todo, ama a dios.

A su dios, claro; (por eso lo he puesto en minúscula, al dinero). Pues bien el tiempo, que no esta, con uno de sus, ligues; ó,  en cualquiera, de las actividades mencionadas antes. Celebrando, asistiendo a banquetes, casi todos ellos, de negocios, ya para celebrar una ganancia, ó, , procurar una próxima; en estos banquetes, a los que asiste lo mejor de la sociedad; y. del mundillo cinematográfico, de hecho nuestro amigo procura llevarse bien con toda la clase dirigente, oposición y gobierno porque nunca se sabe, si la oposición, dejará de serlo, también es, neutral en sus opiniones sobre los gobiernos extranjeros, no quiere, problemas que por meterse a “deshacer entuertos”, hagan, que un determinado dirigente, prohíba que, en su país,  se exhiban, las películas de Henri


Y, además  que le importan, l los problemas de la gente; los otros lo que son, es vagos., holgazanes.
“En El mundo, hay, demasiados, negros,  demasiados, drogadictos, demasiadas putas,  y, demasiados, gays”

Dice, riendo entre bromas, y, veras, a, su pandilla de amigos, que en realidad, son, como él. La verdad es que en el mundo de Henri, En realidad en el mundo de Henri, sólo hay una persona necesaria, él mismo; si supiese, que uno de sus amigos, le haría perder, un centavo, no dudaría en prescindir, de su amistad.

Así, es Henri, nuestro “Epulón”. ¿Pero, y, Lázaro, cómo es el Lázaro, de nuestra historia, el Lázaro, de hoy?  Lo mismo, que sucede con Epulón, hay varios, pero el de de nuestra historia, nuestro Lázaro, se llama Rodrí, tiene 30 años,  es homosexual, y, padece sida, acaba de salir de la cárcel, a la que fue condenado, por cometer, un pequeño hurto, para comprar drogan, en la que lo inició, “su compañero sentimental”; a, Rodrí, le gustaría, llevar una vida normal; le prometió, a, “ su vieja”, que no volvería a drogarse, que se buscará un trabajo, aunque sabe, que  el paro, es acuciante, en nuestra época, y, las empresas pequeñas, o medianas, se ven obligadas, para subsistir, a reducir personal, y, cuando no hay trabajo para un sano, menos lo habrá para un enfermo, y, de una condición, como la suya.

Rodrí, ha ido, a pedir trabajo, a una de las empresas, que preside Henri, tras informase, correctamente, ha presentado,  en la que estaba el propio Henri, con la intención, de que fuese, este, quien lo recibiese, ni que decir tiene, que “nuestro epulón”; ni se molestó, en recibirlo; antes, se había cansado, enviado cartas, con su curriculum vitae. Antes de ser un enfermo de sida, se había doctorado en artes escénicas,  es además traductor, de alemán, griego, y, árabe, pero en sus misivas, se ofrece, para trabajar, en lo que sea, necesario, necesita, algo con que ganarse el pan, y, alejarse de la droga, pero Henri, ni siquiera las abre, ni permite, hacerlo, al personal de recursos humanos
Esta tarde, Rodrí, ha  hecho; lo inimaginable, se ha colado, dentro de la sala; en la que, Henri, daba uno de sus famosos banquetes, los asistentes, al ver sus ojos demacrados por el SIDA; se han hecho a un lado espantados. Y, el propio Henri, llamó, a Seguridad, para que lo echaran fuera, lo sacaron, a la fuerza, pero antes de irse, aprovecho, para recordarle, al joven empresario, que  estaba allí, porque necesitaba trabajo, y, ayuda; estaba viviendo de lo que, unos  raterillos, le  daban, la respuesta de Henri fue

“La escoria, ayuda a la escoria”.

A la mañana siguiente, los periódicos, daban  la triste noticia, del fallecimiento, del celebre empresario cinematográfico Henri Wild.

La Prensa, decía, que no se  conocían las causas, del luctuoso acontecimiento,  claro, que se sabían,  Henri, había muerto, por una mezcla, de coca, y, alcohol, el muy, imbecil,  había aceptado, tomarse, una “maldita raya” para no desairar, a  unos posibles clientes, de uno, de los Films promocionados, por sus empresas.

Pero, no  se podía decir, aunque la religión de Henri; más bien era ninguna. Sus funerales fueron por todo lo alto; y, con una gran asistencia de gente, que como la mayoría que, acude  a los funerales masivos, por desgracia también a los otros, no sabe mucho el sitio en el que se encuentra, el oficiante amigo de la familia, dio una sentida homilía, en la que hablo del sentido de la muerte, de que, como a Henri, nos puede, llegar, en cualquier momento, pero procuro, pues “era prudente”; no molestar al “ respetable”; lo de fieles, no  les cuadraba, con problemas ; socio- religiosos.

Si su vida, había  sido un derroche; su muerte, no  se quedo atrás, miles de dólares gastados en flores; lo mismo que Epulón, (murió el rico y lo enterraron).

Enterrar es echar tierra, ese es su significado, etimológico, sus amigos a los 3 días, ya se estaban procurando otros amigos, para seguir medrando; Henri, ya era cosa del pasado

¿Y, Rodrí, pues Rodrí, también había muerto, pero en este caso, si se había aireado, por cuantos lo supieron, el  motivo de su muerte, y, todas  sus miserias. Rodrí no había tenido funeral, no porque, no  fuera creyente, lo  era, pese a lo oscuro de su vida. Creía en Dios, con la sencillez que, le  enseño su madre, por supuesto, no  habría aprobado, ni un examen, para hacer, la primera comunión, pero sabía que, Dios  era Amor: y, que Jesús, el Hijo de Dios, era su Amigo, pero no tuvo funeral, porque no había dinero para pagarlo; y, los pobres son muy orgullosos,  para decir que no tienen dinero, así pues la buena de su madre, dijo que sólo quería, una sencilla  Misa rezada, las personas, que  acudieron, a la Misa por Rodrí eran pocas, y, también  ignorantes en materia religiosa, aunque sus orígenes no habían sido humildes, todos los avatares por los que había pasado; habían llevado tanto al propio Rodrí como a su madre a la marginación. No hubo flores, si acaso un pequeño ramo. De una vecina; hay que, comer; y, no se puede tirar el dinero en flores que se pudren, ese era, el triste motivo, El sacerdote aunque no fue funeral, si hablo de Justicia de Amor de perdón de comprensión. No es que fuera, más  valiente que, él  que oficio el funeral por Henri, es que no tenía nada que perder con aquellos fieles. Éstos si eran fieles

Rodrí, fue llevado al cielo (el seno de Abraham, se halla clausurado). Allí no; Abraham sino el mismo Dios, lo consoló por todo lo que había sufrido.

¿Y, Henri; fue acaso al infierno, como el Epulón?

Pues no, Henri, también fue al cielo, Dios quiso, que  tanto Henri, como Rodrí, coincidieran en el mismo hospital, estaban saturados los sanatorios privados, y, hubieron  de llevar a Henri, a un hospital digamos más corriente, allí, por la falta de habitaciones: coincidió, en el pobre de Rodrí, éste le dio ánimos.  

Y, cuando Henri, se estremeció ante la muerte, y, la visión de su vida, le hizo temerse lo peor, Rodrí, le tendió, su mano agonizante también, y, sudorosa, mano que ahora Henri, no tenía ascos  en estrechar, y, le dijo:

“Dios nos ama, y, nos perdona, sólo nos pide, que queramos ser perdonados, que perdonemos, y, que amemos”

Henri, sabía que eran muchos, a los que tendría que pedir perdón, todos ellos representados en Rodrí, así que le dijo

“¿Amigo, me perdonas?”

Rodrí, contesto, “Claro, amigo, hermano”; y, apretó su mano; ya no hicieron otra cosa, así, los halló la muerte, “la hermana muerte”;  “La Segunda muerte”; no tuvo parte en ellos.

Henri, entro, en el Cielo, porque amo al final; porque Rodrí, lo llevaba cogido de su mano, porque Rodrí lo amaba; porque al final amo, a Rodrí,  que era un despreciado, un desecho social, y, en él amo a Jesús, y, por encima de todo, Rodrí, y, Henri, amaron, porque Dios nos amo.

Fin




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el tabernero

El tabernero 

Esta historia; sucedió hace muchos años; recuerdo que, había ido, a pasar unas vacaciones a un pueblo medieval.

Celebraba, mis 21 años; o, sea mi mayoría de edad.

A la tarde, salí; cosa inusual en la época; a caminar sola; y, entre en una taberna; fue así como conocí a Juan el Tabernero.

Me senté, frente, a una vieja mesa de madera; y, pedí 1 copa de vino, en realidad, era una forma de decirme, “ya eres mayor de edad”, en casa, salvo los domingos, todos, excepto mi padre, bebíamos, agua con la comida

El tabernero, se acerco, y, me dijo.

.- No, señorita, es usted, tan joven, y, tan linda, como lo era mi niña, no, beba, otra cosa, un refresco, un vaso de leche, un café, vino, no, se lo ruego.

No me gusta, y, me gustaba menos; que me den, ni ordenes ni consejos; así que; le recordé; que era una cliente, mayor de edad.

Entones se disculpo, me pidió, permiso, para sentarse a mi mesa; y, como no había nadie más en el local, y, siempre me gusto charlar, y, sobre todo escuchar, sé lo concedí.

Se situó frente a mi, abrió su cartera, y, me mostró, la foto, de una muchacha morena de unos 20 años, bellísima, “era ella,” me dijo, señalándola.

Me contó, a continuación, que al poco de llegar de Salamanca, con su esposa, y, sus 3 hijos, abrieron, en el pueblo el bar. Al cumplir, la joven de la foto, 17 años, empezó ayudar en la cantina, cantando, y, sirviendo copas; fue, así, como el alcohol llego a dominarla; fíjese me dijo, señalándome una mujer desgreñada que, blasfemando como una bestia del infierno, reclamaba, su copa de vino, parecía una anciana, pero si uno se fijaba bien, veía que, no tendría más de 28 años.


“Es mi hija”, ve en lo que, se ha convertido, por eso, se lo ruego, no se vuelva como ella, no beba.

Me puse, seria, y, le conteste, que no tenía, nada que ver con su hija, que el alcoholismo era, una enfermedad, que gracias por su interés, pero que me sirviese, mi copa de vino, pues empezaba, a enfadarme,  y, no quería.

Mientras iba, al mostrador, para servir mi copa, aproveche, para ir al servicio, a retocar mi maquillaje, y, al intentar, mirarme en el espejo, vi, que en la luna, del mismo estaba pegado, un cartel, con el rostro desgreñado de la mujer del bar; salí echa una basilisca, me encaré al dueño, y, le dije, que no estaba bien, por buena que, fuese su intención, pegar carteles, con la foto actual de su hija, en la luna del espejo del baño; carteles siniestros, remarque.

Me contesto, que nadie, había tapado, el espejo; y, para convencerme, entro conmigo, allí estaba, sólo el espejo, me asuste, y, cambie, el vino, por un zumo de limón.
Abandone, el local, con el propósito, de no beber más que, en las comidas como se hacía en casa, y, en alguna fiesta familiar, siempre con moderación; pero al cabo de un rato, me dije, que todo habría sido,  un truco del tabernero, que se habría reído, como buen castellano, a costa de la ingenua muchacha gallega.

 Así que gire sobre mis pies, para volver a la taberna, di vueltas, y, vueltas sin encontrarla,  opte por preguntar, a un anciano del lugar. ¿Donde estaba la taberna de Juan?

¿La taberna de Juan, cómo me pregunta por ella, es usted muy joven?

Dejé, tranquila mi edad, y, responda, por favor, si quiere, y, puede

No, se enfade, hijita. ¿Eran, acaso sus abuelos, parientes del pobre Juan?

¿De qué habla, abuelo? Fue mi seca respuesta

Vera hija, hablo, de que lazos la unen con Juan, puesto, que sólo sus abuelos, pueden haberlo conocido, por eso le digo, si eran parientes; pues su taberna ardió, hace 50 años; la prendió fuego, la hija borracha del tabernero, de Juan.

Pues habrá otra abuelo, yo estuve allí hace menos de 3 horas.

Te habrán contado, la historia, y, lo habrás soñado, ven; y, me llevo hasta el sitio, donde aún estaba, el solar del viejo edificio calcinado.

Di las gracias, y, pedí, perdón por mi grosería, y, me fui convencida, de que seguramente alguien, me había contado, la historia, y el resto lo había soñado yo

Volví a Monforte, y, al abrir, mi equipaje encontré, una servilleta de papel que, ponía

“Taberna de Juan, junio de 1922 (Bejar, Salamanca)

No, sé, que pensar, pero es cierto, que en un momento, traspase, el tiempo.

Desde entonces, no me duermo, sin rezar, antes un padrenuestro, por Juan, y, su pobre hija, y, por todos los borrachitos,del mundo entero-
Fin

martes, 5 de febrero de 2013

El cormorán

El cormorán es un ave marina, es decir, tiene que, pescar para alimentarse, es un pájaro de alas muy fuertes, y, muy bello, que suele, hendir el mar, lanzándose desde lo más alto, de las rocas; o, seguir a los barcos, con el fin, no, de robar, pues los animalitos, no roban jamás, simplemente, toman, lo que Dios, da en la naturaleza, para todas sus criaturas.


Pero nuestro amigo, el cormorán, Raúl; era la vergüenza, de los cormoranes. Su mamá, la señora cormorán, y, su papá, el señor cormorán, estaban muy enojados, con él, y, no porque, fuera un mal hijo, no, sino, porque, era un cobarde, le daba miedo el mar.


“pero, vamos a ver hijo, cómo te puede dar miedo el mar, siendo un ave marina”. Le repetía, papá cormorán, no ves, que no, podemos mantenerte, toda la vida, ya tus hermanos, han creado, sus propios nidos, tu eres un polluelo, de nuestra primera nidada, y, ya vamos con la cuarta.

Lo siento papá, tengo miedo, de que el mar me haga daño (decía nuestro amiguito)

Eres, un ave, el mar, no te puede hacer daño, puedes volar, nadar, sólo tienes que lanzarte, agarrar el pez, y, subir hacia arriba, como hacemos todos.

“No papá, el otro día, vi. Unas olas muy grandes, y, tuve, mucho miedo, porque pensé, y, si me hubiesen agarrado, tenían manos. Sabes?”

Valiente tontería, las olas, no son más que agua, agua, y, el agua, no hace daño.
Pero nuestro amiguito, no estaba de acuerdo, no, le importaba le llamasen cobarde, que se riesen, del sus hermanos, y, hasta sus sobrinos, que ya empezaban, a lanzarse, sobre el mar, dejando una estela blanca, y, si sus papás no querían darle peces, era igual, ya se alimentaría con otra cosa. Pero él meterse, en el mar, jamás, bueno eso era lo que pensaba.

Pero un buen día, sucedió algo imprevisto, iba  paseando por la orilla del mar, cuidando que no lo tocase una ola, cuando se encontró, con un pez que estaba aleteando, se acerco hasta él, y, le pregunto.

¿Qué te pasa?

El pobre pez, casi se muere del susto, pero se repuso, y, con una voz, muy tenue consiguió hablarle.

“Veras, yo vivía en el mar, en una cueva, con mis hijitos, y, mi pececita, éramos muy felices, pero un hombre, ya sabes un ser humano, me cazo, no lo hizo, porque tuviese hambre, lo hizo, por divertirse, no le importo, dejar un hogar herido, y, luego me tiro en esta playa, yo, no tengo, fuerzas, para llegar hasta el mar, y, me imagino que tú me acabaras comiendo, y, quiero que sepas, que no te odio. por ello, es natural eres un ave marina”

Pues te equivocas.

Respondió, muy enojado el cormorán

Soy,  un ave marina, pero no soy, un sinvergüenza, no me voy aprovechar de ti, ahora que no, puedes defenderte, una cosa sería, pescarte en el mar, donde tú, también te podrías defender, pero a mi el mar, me da miedo, pero en la tierra, donde estas herido e indefenso, oye, yo seré un cobarde, pero no soy malo, es más si puedo ayudarte, en algo.

Pues la verdad, no sé en que.

Respondió, el señor Besugo
¿Qué te parece, si te doy, calor con mi cuerpo?

Y, dicho y, hecho, se coloco, encima  del pobre Besugo

No hombre, digo, ave, no ves, que me ahogas, lo que necesito es agua, y, agua del mar

Pidió el Besugo

¿Agua del mar?, eso si que es imposible

No, no es imposible, si de verdad, eres mi amigo, y, me quieres ayudar, no tienes, más que ir hasta el mar, y, tomar un poco en el pico, y, echarme la sobre las heridas; con cinco veces que lo hagas, ya podré, volver al mar; y. reunirme con mi familia; claro que si prefieres dejarme morir, no digas que eres mi amigo.

Oye, para estar herido, hablas más que un loro, yo, le tengo miedo, al agua del mar, por eso hasta ahora, no he fundado mi propio nido, no voy a pescar, así que, no pretenderás, que vaya precisamente, a coger agua en el pico, para un pez.

No claro que no, perdona, uno sólo vence el miedo, por los amigos, y, yo, sólo soy, tú lo has dicho un pez, un pez, que seguramente acabará, como debe acabar, perdona mi osadía.

Mira, si uno vence el miedo por los amigos, lo venceré, no voy a dejarte morir.

¿Lo harás de veras, por mí?

Sí, lo intentaré al menos.

Y, nuestro amiguito, se fue volando hacia una roca, y, temblando de miedo, como los valientes. Si los valientes, tienen miedo, pero se lo aguantan, se lanzo a las aguas, las olas rozaron su cuerpecito, y, resbalaron sobre él, y, lleno su piquito de agua, y, vino a echarla, sobre el cuerpecito de su amiguito, y. así una y otra vez, hasta que este, pudo ya, regresar al mar, reunirse con su familia.

Fue entonces, cuando descubrió, que no le tenía miedo, al mar, de tanto ir, y, venir, le había perdido, el miedo a las olas. Se había dado cuenta,, de que estaba hecho, para lanzarse en picado sobre el mar, y, todo gracias a su buen corazón, que le había llevado, a no dejar morir, en la playa, a un pobre besugo.

Ahora podría, declarar su amor, a la bella, cormorona. Atalia. Fundarían su nido, y, él saldría, a pescar en su compañía, y, enseñarían, a pescar a sus hijos.

¿Y, si encontraba, a su amigo el Besugo? Bueno, el mismo Besugo, había dicho, que sabía, para lo que fuera creado, en el mar. Uno era un pez. Y, nuestro amigo, era un cormorán, un ave pescadora.

Tal, y, como había pensado, Raúl, se caso con Atalia, y. los dos enseñaron a sus pajaritos, a pescar, y, sobre todo, a no negar nunca, su ayuda por difícil que fuese a quien, estuviese tendido en la playa, aunque fuese, un apetecible Besugo.

Fin

La misteriosa mandolina

La misteriosa mandolina. Relato de misterio 

Javier, tenía,  19 años, pero ya la vida, parecía haberse acabado para él; físicamente no tenía nada, sus padres, gastaron, muchísimo dinero, en llevarlo, y, traerlo de un médico a otro, de un psicólogo a otro, y, ninguno, lograba dar, con la cura del mal que embargaba su alma, de esa pena honda, que lo llevaba, a estar encerrado horas, y, horas en su cuarto, rumiando el aire.

Había sido, un joven alegre, el más bromista de sus compañeros. Pero ahora sólo tenía, una idea en mente: morirse. Y, si no intentaba, el suicidio, es porque no tenía, ni fuerzas para ello.

Apático, triste, amargado. ¿Cuál es la causa, por, la,  qué de repente, un muchacho alegre, se convierte en un cadáver viviente?

Con toda seguridad, la muerte de su mejor amigo.

Aquel sábado, fue un día aciago. Javier acababa, de cumplir los diecinueve años, sus padres, le habían regalado un coche, y, fue a estrenarlo con sus amigos. Todo fue bien hasta que a Pedro, el más joven. Y, su  mejor amigo, se le ocurrió, decirle que se lo prestará; al principio se opuso, pero luego, ante la insistencia de todos, cedió; y,  todo iba bien,  hasta que, un camión se cruzó, con ellos; Pedro, no lo pudo esquivar, y, en un instante acabó todo. Murieron, Pedro, y, otro de los chicos, Javier, sufrió fracturas en los brazos, y, piernas; de eso se repuso, de lo que no se pudo, reponer fue del dolor, de la muerte de su amigo, muerte de la que se creía, culpable

A ratos,  le venía a la mente, los momentos, en los que su amigo,  los entretenía, a todos tocando, la mandolina.

 ¡Si volviese a oírlo! Todo sería distinto. Él volvería a ser el de antes... Pero era imposible: Pedro, no tocaría jamás  la mandolina.

Lo llevaron, a un pueblo, donde sus padres son, propietarios de una casa.

Han ido, porque les han dicho, que si el cambio de aires... y, quieren agotar hasta el último recurso. Frente a la mansión, que ocupan hay, un viejo caserón, que parece en ruinas.

Los primeros tres días, transcurrieron sin ningún cambio. Pero una mañana, Doña Isaura, la madre de Javier, se sorprendió, al ver a su hijo, con la puerta de su habitación abierta, y, asomado al alfeizar de la ventana; se acerca, muy despacio, y, al ver que no lo ha turbado, le dice:

-¿Qué haces, hijo?

-Estoy, oyendo la música -le respondió volviéndose.

-¿Qué música? –

Pregunta a su vez la buena mujer, temiendo que su vástago, se esté trastornando del todo.
-La de la mandolina, mamá, la de la mandolina. Que toca el ángel de Pedro. Ven, y escucha

Doña Isaura, se acerca a la ventana, y, escucha la música, que su hijo le decía. Viene del viejo caserón, y, es tan dulce, que el alma parece volar, allá adonde viven los ángeles.

Y, así ese día, y, los siguientes: cada día, hay dos, ó, tres conciertos de mandolina. Y Javier, empieza, a sonreír, a salir a la calle, a hablar, a escribir a sus amigos. Vuelve poco, a poco, a ser el joven alegre, que había sido.

Esta seguro, de que es Pedro, quien toca la mandolina, Pedro, que ahora es compañero de los ángeles.

Sus padres, lógicamente no creen esto, pero dan gracias, en silencio, al músico anónimo que además de tocar también, les, ha curado a su hijo.

Así que tratan, de averiguar, quién es ese músico anónimo; y,  para ello, la madre del joven, decide preguntar, a Cosme, el guardián de la mansión cuando ellos no están:

-¿Que quién toca la mandolina? ¿Qué mandolina dice la señora? -pregunta a su vez el bueno de Cosme, como si ella, le hubiese acusado de un delito.

-La que suena, todos los días, en el caserón de enfrente

-En el caserón de enfrente, no toca nadie, Señora, está abandonado desde hace años...
-Si tocan, Cosme. Yo, la oigo sonar. Y, mi esposo también, y, es una música tan hermosa... En fin, preguntaré al Alcalde, a lo mejor ha ocupado alguien la casa.

Y, como lo dijo lo hizo: fue a hablar con el anciano Alcalde, D. Remigio. Éste se extraño más que, Cosme, porque el caserón, tenía una historia, que, sin dudarlo, se la contó

“En realidad lleva, desocupado desde la época de la Guerra Civil;   Allí se había refugiado, un muchacho de la edad de Javier, que quería ser sacerdote: era muy buen músico, sus padres, le habían regalado, una mandolina, y, él se pasaba todo el tiempo componiendo, y, cantando canciones. Antes de haber sentido la vocación, las dedicaba a las muchachas del pueblo, después a la Virgen, y, sobre todo a Dios. Tocaba a cada puesta de sol, acompañado del trinar de los pájaros.

Las milicias, lo fueron a buscar, al caserón, y, lo encontraron tocando la mandolina. Se lo llevaron, y, lo asesinaron. Lo sé, porque, yo fui uno de sus asesinos. Todavía no me lo he podido, sacar de la cabeza. Me pregunto, si Dios, en el que ahora creo, me habrá perdonado de verdad.

El buen alcalde, se secó, unas lágrimas de sincero arrepentimiento. Pero a Doña Isaura no le interesaba, saber. Quién, había tocado la mandolina, en la época de la guerra civil, sino quién la tocaba ahora. Era evidente que, fuese quien fuese, una persona se había colado en el caserón, y, había que descubrirlo.

D. Remigio, le ofreció acompañarla, con dos policías. Fueron al viejo caserón: todo estaba cubierto de polvo. En cada rincón, se notaba el paso del tiempo; las tablas crujían al andar; todo indicaba que, allí no había habido nadie en mucho tiempo.

Doña Isaura, señaló el lugar, desde el que ella creía, debía venir la música, y, fueron hacia él, era un viejo salón, absolutamente, cubierto por telarañas, sobre un destartalado sofá, había una mandolina, también cubierta de polvo, y, puesta como si su dueño hubiese tenido, que marcharse corriendo, o, se lo hubiesen llevado; uno de los guardias dijo:

 “Aquí hay una mandolina, pero se nota, que no fue tocada, en muchos años...”

De pronto, D. Remigio vio algo: un pequeño crucifijo, al que estaba, sujeta la foto de una mujer joven; la fotografía era antigua, aunque parecía, como si la hubiesen estando resguardando del tiempo.  La tomó en sus manos, besó, el crucifijo, y. exclamó:

“Gracias, Dios mío. Gracias Pablo. Ahora sé, que Dios me manda, su perdón por ti....”

Nadie entendía, estas palabras del Alcalde, hasta que éste, aun conmovido, dijo:

“En realidad, Pablo y, yo éramos amigos. Yo tenía mis ideas políticas. Él no se metía, en política. Lo suyo era la música. Cuando dijo que quería, ser sacerdote, yo no le creí; además los curas, entonces me caían, muy mal. La joven de la foto es mi esposa, con quien por aquel, entonces éramos novios.

 Ella era, miliciana como yo, pero un día Pablo, la llevó a pasear, y, cuando volvió de su paseo era otra; decía que, no se debían matar, a las personas por creer en Dios, que las iglesias eran lugares sagrados; la había convencido.

 Pero yo pensé, algo peor. Pensé que, la había hecho suya; como yo tenía, el alma sucia, me imagine, que también lo estaba, la de mi amigo; por eso yo mismo, instigué a detenerlo.

Antes de que, lo fusiláramos, rezo, y, nos perdonó, aunque, por supuesto, en ese momento, no, nos importaba. Y, a mí además me dijo:

“Tú mismo, comprobaras, muy pronto, la pureza de Clara. Pero, quiero, que sepas que ni siquiera, la he manchado, con el pensamiento; cuando estés arrepentido, de verdad pediré a, Dios me deje venir, desde el Cielo, a devolverte, su foto, y, este crucifijo.”
Y, eso es lo que acaba de pasar...”

-Tonterías, D. Remigio, alguien, la habrá puesto allí. El mismo, que estaría tocando, si no ésa, al, menos otra mandolina parecida... -dijo, Doña Isaura.

-No, Doña Isaura, no son parecidos: son aquel crucifijo, y, aquella foto. Yo mismo las eche, sobre el cadáver, y, si lo analizamos verá, como no tiene más huellas, que las mías.

-Pues claro, hombre, acaba Ud. de tocarlos, y, habrá borrado toda otra huella.

-No me refiero, a eso,, sino a esto: -y, le enseño, las huellas, de unos dedos llenos de sangre; esta es mi sangre, mejor dicho mis huellas, la sangre, era de un inocente al que mate por celos.

Doña Isaura, no se convenció, decía que, era un vagabundo, que se colaba a dormir, y luego dejaba todo, como lo había encontrado.

Su hijo, siguió oyendo, a su amigo Pedro, cada día tocar la extraña mandolina que sonaba desde el caserón de enfrente, y, volvió, a ser el alegre muchacho, que todos conocían.

D. Remigio, también iba, a escuchar, cada día, convencido, de que era Pablo, el seminarista mártir.

Fin

sábado, 2 de febrero de 2013

El médico

Rut, bajo. la mirada, ante el médico como si estuviese avergonzada, de haber, acudido a un pagano, pero los de su pueblo, no habían querido atenderla,  era, una mujer impura, aunque, no sabía, muy bien, por qué, su enfermedad, era incomoda, y. la estaba matando, pero no era, culpa suya, porque iba, El Eterno, maldecir,  a una mujer, por culpa, de una enfermedad, qué clase, de dios,  era aquel, a veces dudaba incluso de su existencia, otras, era lo único, a lo que podía, aferrarse, su marido, la había repudiado, al ver, que su mal, no remitía, era mucho tiempo, con el mal de la sangre, el flujo de sangre, no sabía, ya cuanto, ya no le quedaba, dinero, lo había gastado todo, en médicos, este Lucio, no le cobraba, él, el pagano, la atendía gratis, le daban, pena sus 7 hijos, que seguramente, quedarían, sin madre pronto, pero no sabía, como curar la lo había probado todo, hierbas, y, pócimas traídas, de Egipto, y, Grecia, nada, todo seguía igual

Aquel día, tuvo una idea, una idea, nada científica, todo hay que decirlo, pero muy acertada

Rut, le dijo, os voy  a dar,  un consejo, que, os recomiendo vivamente;  que cumpláis, no vais, a perder nada; hay un hombre, de vuestro pueblo, un rabino itinerante, creo que se llama, Jesús, que tiene, el don de curar, curo, al siervo de un centurión, que había quedado, paralítico, y, por quien, yo no había podido, hacer  nada, algunos de tu pueblo dicen, que es el Mesías, yo no lo sé, bueno no, sé, ni lo que es eso, ni me importa, pero tú no pierdes, nada, hoy me he enterado, esta en   la, ciudad, acércate, a, él

La mujer, vacilo, un momento y, luego respondió, sería inútil, si hace. Eso, es, un hombre santo, un hombre de Dios, como va, hablar, con una mujer maldita, impura como yo, sólo lo hará, si no sabe, lo que tengo, pero una vez lo sepa, me apedreara, ó me echara, de su lado, por intentar, hacerlo impuro

Es, un buen hombre, no lo hará, no te echara de su lado, te ayudará, en lo que pueda, y bueno, si no lo hace, pues el no, ya lo tienes, pero haz, la prueba, tú quieres curarte, y sólo, te queda Él, se me ocurre, una cosa, pídeselo, sin hablar, desde tu corazón, hazle una señal, algo que los demás, no entiendan, así si te despide, como piensas, por impura, no podrá, hacerlo públicamente.

Rut,  salió confortada, por las palabras del médico, y, cuando vio, a Jesús, hizo la petición, desde su corazón, mientras agarraba, su manto, lo que vino, después ya lo sabéis, lo que nunca pudo, imaginar ella, fue que Jesús, no sólo la iba, curar, si no que le iba, a, dar un abrazo, aunque eso, no fuese muy ortodoxo, y, es que para, Jesús nadie hay impuro, sólo es impuro, el pecado, y, al  pecado, lo destruye, Él.

Años más tarde, el médico, que le había  dado a Rut, tan buena “receta”; fue uno, de los que lo contaron, aunque en versión  resumida, el médico Lucio,  es nuestro; “ San Lucas”

Fin





Los cohetes


Yo, entonces tenía quince años; mis padres habían decidido, que iríamos  al pueblo de mis abuelos paternos, a, pasar las fiestas; la idea no me alegraba demasiado, pero aunque parezca increíble, en aquel entonces, los chicos de quince años,  contábamos muy poco, a la hora de tomar decisiones, así, que, a regañadientes, tuve que ir.

Mis abuelos, mis tíos, y, mis primos  nos recibieron llenos de alegría, sobre todo, mis primos, a los que les encantaba, tener unos días, a un “tonta chica de ciudad”

El día de la fiesta, acudimos a la procesión, y,  lanzamiento de los cohetes, yo no entendía;  manía, de hacer ruido, y, de llenar todo, de olor a pólvora, si lo único, que se veía, era humo, el resto del día, estuve, más animada, sobre todo en el baile, pero no podía, dejar de pensar, en el gasto, de los cohetes,  hasta salió,” mi vena social”, mi abuelo, me recordó, que de noche iban, echar más “fuegos”(cohetes) junto al río, y, que íbamos ir a verlo, si Dios lo permitía, “yo no” respondí, pero mi padre, me recordó, que “yo sí” y, allí estaba yo, aquella noche, viendo el espectáculo más maravilloso que imaginarme pudiese, estrellas, cayendo a la tierra, y, subiendo de nuevo al cielo, animales de luces, guirnaldas, no podía apartar mi vista, abuelo. ¿Cómo es posible, si por la mañana, no se veía nada?

Por la mañana, había luz, y, con la claridad del día, no podía, verse, pero son los mismos cohetes, la misma pólvora, y, hay dos lecciones, que quiero, que recuerdes

Los cohetes, lo que llamamos aquí “los fuegos” no pueden verse, de día, por eso, cuando uno, los oye, no se queda quieto, y, va adonde tiene que ir, que es honrar al santo, ó, si ya lo hizo, comprar las rosquillas, ó,  bailar, es decir; “cumple con su deber” por  la noche, como debido, a la oscuridad, se ven con diversas formas, lo único que uno hace, es, mirar, para ellos, y, se olvida, de lo demás,  es lo normal, que para eso hemos venido, pero en la vida corriente, también hay cohetes, no me refiero, a cohetes de pólvora, me refiero, a que hay situaciones, en que la moral de un país, de una sociedad ó, de una familia, es tan clara, tan fuerte, que las cosas, que están mal, pues uno, ya  lo,  ve,  ve el humo, pero hay otras,  en que esta, todo ennegrecido, todo lleno de maldad, y entonces el mal, parece progreso, parece algo bonito, y, algo que atrae, y, es preciso recordar, que no lo es, que “ los cohetes” sólo son cohetes, tanto si se ve, humo como guirnaldas, y, que el bien, no cambia, aunque digan, algunos que sí, ó,  aunque lo quieran, cambiar, los que mandan

No pienses,  que los cohetes, sólo me sirven, para hablarte,  del mal,   también son ejemplo, de cosas buenas, los cohetes, que lanzaron, en la fiesta para honra, al santo, y al honrar, al santo, honrar a Dios, se gastaron en pólvora, en el cielo, dieron, a si su “ vida” pero, a nadie llamó, la atención, nadie vio, las maravillas, que encerraban, pero cuando llego, la noche, el ocaso, la oscuridad, todos nos hemos maravillado, pues bien, “hija mía;  así es nuestra vida, la vida de cada uno, mientras una persona vive, muchas de sus acciones, pasan ocultas, pero cuando llega, la muerte, si hemos sido buenos cohetes, es decir, buenos hijos de Dios, entonces brillaremos en el Cielo,

Ya, abuelo. ¿Pero hay personas, que viven, y, mueren ocultamente?

Eso, es lo que parece,  hija mía, pero no hay, nada oculto, a los ojos de Dios, y, aunque no sepamos, que varilla de cohete fue, si que vemos, las luces que forma, tú ves las cosas buenas que, hay en el mundo, pues cada una de ellas,  fue obra de una, y, de muchas personas, que ya no están, pero que, dejaron para ti, y, para mí su rastro de luz, procura tú, dejar el tuyo, y, no te importe que ahora no sé vea, ya se verá, aunque no te vean a ti; tú si los veras a ellos.

Nunca olvidé el mensaje de mi abuelo

Fin