martes, 21 de octubre de 2014

Ópera

Ópera

Elena vivía con su padre en una humilde casa, ella trabajaba como sirvienta, por horas, asistenta, había tenido que dejar sus estudios en la Normal, en la escuela de Magisterio, y, renunciar a su sueño de ser maestra, primero por la enfermedad de su madre, y, ahora por el mal desconocido que  se cebaba en su padre; el cual aunque sólo tenía, 55 años, parecía un anciano, por su aspecto físico, porque su espíritu seguía siendo el de un niño.

Su nombre era Antonio; había sido músico,  había intentado , por todos los medios,  hacer nacer el amor a la música, en sus hijos, tanto en Elena, como en el pequeño Antonio, de tan sólo  10 años, consiguió que amasen la música, sobre todo la ópera; y, hay que reconocer que lo consiguió

No había concierto emitido por la radio, que se perdiesen, al teatro hacía mucho que no iban

Aquella noche, Elena, sentada junto al fuego, que parecía iluminar su moreno rostro, como queriendo nimbar su piedad filial, dijo sonriendo a su padre.

Mañana en el teatro, “Dû, le coin”  estrenan la Traviata, ya sabes que es una de mis preferidas: los amores tan puros entre Violeta, y, Alfredo que con la música parecen aún más profundos, que en obra de Dumas, donde se llaman Margarita, y, Adolfo;  no, papá no hables aún, ya sé que no podemos ir a la función, sólo te pido permiso, para ver la entrada de los artistas

Antonio, contuvo una lagrima, y, le dijo, que nada podía negarle, y, que tenía su permiso para ver la entrada de los artistas, en un suspiro entrecortado dijo, “Ojala pudiese llevarte yo, mismo a la opera”

Grandes carteles anunciaban la representación de la Traviata; con el joven tenor, Piérre du Choix,  en el papel de Alfredo; y, la joven diva, Catherine du Chaussons, en el papel de Violeta,

Piérre, había despuntado ya, como uno de los mejores tenores, del mundo, en operas de menor calado, ahora se enfrentaba al papel de Alfredo, con una gran ilusión;  en uno de los descansos en los ensayos,  comentaba a Pedro, su padre.  “¿Té has fijado, papá, La Traviata; gusta a la gente, porque cuenta una historia de amor imposible, como iba enamorarse un joven de buena familia como Alfredo, de una prostítuta, eso, sólo en el teatro, las novelas, y, la opera, verdad que estas de acuerdo?

Don Pedro, miro sonriendo a su hijo, se acarició la barba, y, le dijo, muy serio. “¿De acuerdo contigo?, para nada, el amor no entiende clases sociales, ni de esas tonterías, Violeta, ama a Alfredo con un corazón puro, así que por supuesto, la historia es posible.

De acuerdo, replico, Piérre, es posible; pero ni el padre de Alfredo lo entendía, claro que no era como tú, papá, era un viejo egoísta.

Pues a mí, tercio, Catherine, (amiga de la infancia de Piérre, y, quien daba vida, a Violeta en la escena), me parece un amor puro, un amor sin intereses

Fíjate, papá, como defiende su personaje, dijo riendo Piérre

La representación fue todo un éxito; Elena vio la entrada y salida de los actores, y, no pudo evitar correr hacia Piérre, y, pedirle un autógrafo, él firmo encantado, en el sencillo, y, humilde bloc, antes de devolvérselo, le dijo

“Espero que mañana, asistirá a la función”

No, creo que pueda ser, respondió, no tengo ropa adecuada; bueno no vaya usted a pensar mal, la tengo, pero se da el caso de que esta en la tintorería; y, a mi padre le sucede lo mismo, y, créame, usted que lo sentimos mucho

Pues no es problema, si me lo permiten, con mucho gusto, le haré llegar un vestido de mi hermana Louisse, que es más, o, menos de su talla, y, uno de mi padre, para el suyo, siempre que no lo tomen como un atrevimiento, son ropas sencillas, pero aunque no sean del tipo que acostumbren a llevar a estos eventos,  les podrán servir

Qué se ha creído, señor, no precisamos ropa, prestada de nadie

Lo, sé, señorita, lo sé,  no la necesitan pero se da el caso de que la tienen en la tintorería, yo, no se la regalo, se la presto, si quiere

Dos días, más tarde, Elena, y, su padre, asistían emocionados a la representación de “La Traviata”

A la salida, Antonio, agradeció, la invitación y los trajes, y, prometió devolverlos tan pronto, los tuviesen listos en la tintorería; la verdad es que los iban a lavar, y, planchar en casa, pero  no podían permitir que conociese la pobreza en la que vivían, ni, que viese su humilde hogar eso sería humillante

Pero Pierre, insistió en acompañarlo, una, y, otra vez, que no pudieron negarse, y, así un día, si, y, otro también el joven tenor, visitaba el humilde hogar, conocía la historia de Antonio, y, se iban enamorando de Elena, y, Elena de Piérre


Cuando Piérre, hablo a su padre, Jacques, de sus planes de boda, con Elena, este le aconsejo pensarlo bien, porque el matrimonio era algo serio, el personalmente no hubiese elegido una joven, como Elena, para nuera, y, no, porque tuviese nada en contra de la joven.

A Piérre, no le gustaron, las insinuaciones de su progenitor, y, le pregunto, si rechazaba a Elena, por ser culta, honesta, y, hermosa, “y, tú, padre defendías el personaje de la Traviata”, le soltó a bocajarro

“No, seas un niño, Piérre, le respondió, tanto La Traviata, como la Dama de las Camelias, son historias de ficción, novelas, cuentos, y, en ese mundo irreal, todo es posible, y, todo funciona, en la vida real no, no es posible, en el caso que nos ocupa, en el tuyo, has de tener en cuenta, que Elena, y, su padre, están contigo, por puro interés, si ella llega a casarse contigo, su padre aunque sea ocasionalmente, volverá a subir a un escenario como pianista, dejaran de vivir en una casucha, para hacerlo en una mansión; te equivocas papá, me quiere a mi, voy a casarme con ella; pero antes aunque sé que no debía hacerlo, voy a comprobar, si es cierto lo que piensas, si lo es, no dudes que haré tu voluntad, papá

Mientras en la casita de Antonio ,  este decía a su hija, que tuviese cuidado; no fuera suceder que Pierre, sólo quisiera burlarse de ella

“No, papá, me quiere. ¿Recuerdas,  los que me decías sobre el amor, de Violeta, y, Alfredo?

Si, hija lo recuerdo,  respondió, Antonio , pero  recuerda que es una novela, una obra de teatro, la vida real es distinta.

Al día siguiente recibían la visita de Piérre, se le veía  muy triste sin fuerzas para hablar, venía a contarles la terrible tragedia que se había abatido sobre su familia;  en primer lugar una enfermedad desconocida, lo había dejado sin voz para el canto, y, si no podía cantar el único trabajo que podría desempeñar era la descarga de camiones; y, por si ellos fuera poco, hoy mismo un antiguo acreedor, al que había tenido que firmar un pagaré, por la resolución de un grave problema en el pasado, exigía el pago, de lo debido con los intereses correspondientes, tanto él como su padre, habían cancelado la deuda en su día, pero fiándose no habían querido justificante del pago, y, ahora no tenían con que demostrarlo, dado que era un amigo, les había  parecido una ofensa, aceptar, recibo del pago, y, ahora lo habían perdido todo.

Le contó que se habían mudado a una buhardilla de alquiler en una zona de bastante mala fama

“Entendería, dijo que, no quisieras seguir con la boda”

Merecerías, respondió, Elena, un par de cachetes, como me puedes ofender, de ese modo tan cruel, yo te amo, a ti, me da igual si eres tenor, o, picapedrero

Piérre con la ayuda de un amigo periodista, mejor dicho de “un falso periodista, le mostró un periódico en el que se informaba de su ruina; de la ruina de la familia de tenores Ducroix, y, de la enfermedad del joven tenor,

Sí Elena hubiese leído otros periódicos habría visto, que todo aquello no era más que un montaje, e incluso, si hubiese podido leer la versión real, de “Le quotidien”; pero para que iba a gastar el dinero en prensa,  si Piérre, se la llevaba gratis

Jacques, tuvo que reconocer la victoria de su hijo

Llego el día de su enlace, en su emoción, Elena no había advertido que su alianza era muy valiosa; no  le importaba ella pensaba a Pierre pobre, y, lo aceptaba, no sería la mujer de un tenor famoso y rico, si la de un hombre honrado; de un honrado estibador de muelles, todos juntos vivirían en su “casita”

Tras el “Si quiero”; Piérre, entono con fuerza el Ave María

Elena lo miro atónita, sin poder creer lo que estaba oyendo, ¿”Pero si tú, me dijiste que estabas mudo para el canto?

“Pues ya ves (respondió sonriendo) un milagro por algo es un sacramento”

Y, tú un sinvergüenza, replico muy seria, debería dejarte, pero no lo voy hacer

Tras la luna de miel, Pierre torno al canto, Elena a sus estudios de magisterio, Antonio volvió a dar clases de música, y, tocar el piano, los médicos consiguieron curar la dolencia que padecía.   La alegría de la  nueva familia aumento cuando Elena, anunció que su amor, había sido bendecido, y se hallaba esperando un hijo, alegría que se hizo mayor, cuando ocho meses más tarde, dio  á luz a una niña, a la que llamo, María Violeta, María por la Virgen Madre, Violeta por la protagonista femenina, de la Traviata;  y un niño al que llamo como a su hermano fallecido, a los dos años; Javier, ambos pensaba Elena, serían, dos grandes divos de la música, los mejores.

La realidad fue muy distinta, a como se la imaginaba, ni María Violeta, ni, Javier, tenían aptitudes, ni les gustaba la música clásica, así que ninguno fue músico, ni tenor, ni tiple, Violeta fue escritora, y, algo muy importante, “mamá  y esposa”, Javier, fue sacerdote, pero si hubo, músicos, y, divas del Bell canto, en la familia de Elena y Piérre, porque después de los mellizos, fueron padres 4 veces más, y, siempre, siempre fueron felices

Fin



jueves, 5 de junio de 2014

La maleta misteriosa

La maleta( cuento)

Una vieja maleta en el andén de la estación de tren de La Coruña, un cuchicheo de personas que la miran de reojo, y que no se atreven a tocarla.

Hay miedo,  la maleta es de esas de los años 40, a cuadros y atada con un cinturón de cuero, un empleado acerca el oído,  y dice dentro se escucha “ tic, tac; aléjense, se trata de una bomba;  se desaloja el anden, algunos nos negamos, y llegan los geo,  hay que desactivarla, pero es peligroso, tal vez; lo mejor, sea, sumergirla en agua, comentan los especialistas; unos muchachos jóvenes, los que nos habíamos negado, a salir, hemos sido, conducidos, a la fuerza a una zona más segura, pero desde la que no perdemos detalle.

De pronto, llega un hombrecillo, corriendo, sudoroso. ¿Qué van hacer? Quietos esa maleta es mía; uno de los geo, se pone en pie, y con su arma, se dirige, al dueño de la maleta

Queda detenido por terrorista, dice en un tono, que más bien parece un grito, el joven policía, con más miedo que autoridad

El hombrecillo, parece ni inmutarse, como si estuviese muy tranquilo, pero con una tranquilidad interior.

¿Desde  cuando, es delito, y terrorismo vender relojes?

Y sin esperar una respuesta. Se arroja sobre la maleta y la abre; y, todos comprobamos que sólo había relojes, nuestro “peligroso terrorista era un viajante de relojes y despertadores”

Nos reímos, él nos regala un reloj, a cada uno;  el policía se disculpa por su error, y el hombrecillo, lo abraza orgulloso, de que existan jóvenes valientes, dispuestos sin miedo a luchar contra el mal

Fin

martes, 3 de junio de 2014

casa del cuadro

No sabía, por qué, pero era incapaz de levantar  los ojos del cuadro; que colgaba de la pared del salón de la casa de una amiga

Llamaba mi atención;  hasta el punto de abstraer mi pensamiento; tratábase de una acuarela que representaba una casa rural, de la que sólo eran visibles, dos ventanas cerradas, sin contras; una  pequeña celosía; un portón a medio abrir, a la derecha de la casa, había un camino que se perdía en el  horizonte, una pequeña muralla de piedra, intentaba rodear la misma;  enfrente se alzaba otra casa, más alta, más señorial; como si fuese; “ la casa de los señores,  tenía dos ventanas, o, tal vez una sola, con cortinas, y, dos puertas, no portones”

Notaba que el cuadro me absorbía, como si algo, me empujase dentro, como si fuese algo vivo, o, la gente que un día hábito aquella casa, quisiera decirme algo.

Trate de no pensar, en lo que, a todas luces me parecía, absurdo, de apartar mi mente, y, mi vista del cuadro, pero era como sí, un imán invisible me atrajese

Mi amiga, lo noto

¿Qué te sucede, hoy, estas como, abstraída, no paras de mirar, la pared; no te enteras de nada?

No, miro la pared, respondí, miro el cuadro

¿El cuadro? Pues hija mía, te lo debes saber de memoria

Hoy es distinto, le dije, es como si la gente del cuadro, quisiera hablarme

Mi amiga, me miro, muy sería, y me dijo:

¿En el cuadro, no hay personas, es un paisaje, oye, de verdad te sientes bien?

Si, y, no, respondí, y, continúe, por cierto en la casa, hay personas; no ves que en una el portón esta a medio cerrar, y, las ventanas no tienen contras

Mi amiga, no me contesto, se levanto enfadada, y, fue a la cocina, a preparar el café, yo  aproveche para marcharme, sin despedirme

Pero aquella noche en casa, no pude conciliar el sueño; tenía que averiguar lo que se escondía, detrás de la casa, o, mejor dicho, del cuadro

El cuadro, representaba una vieja casa rural, en  una aldea de Salamanca, de mediados del siglo XIX; me costo mucho dar con ella, pero al fin lo conseguí,  estaba  igual que en la pintura, aunque ahora se notaba su abandono, descubrí, que aunque en el cuadro parecían dos viviendas, eran en realidad una sola, en las que ahora por supuesto, no vivía nadie

Me propuse averiguar la historia, y, lo conseguí; gracias  a una viejita del pueblo. Se trataba de una casa solariega del siglo XIX, en la  que vivían D, Urbano Sierra de la Encimera con su esposa, Doña Carmen, tenían tres hijos, el mayor Luis, llamado a ser, el heredero del blasón, y, todos los bienes de su padre, en la otra casa, la del portón, que en realidad no era más, que una dependencia de la primera,  en el bajo estaban las caballerizas, y, las cuadra; y, en el piso superior, vivían;  Antonio Romero San Juan, su esposa Ventura, y, su hija Verónica,  una joven morena de  unos 18 años; de edad; que ayudaba en los trabajos de la casa principal, tanto Antonio, como su esposa, avisaron a Verónica de que tuviese cuidado;  en La Casa, pero ella y Luis, se enamoraron; sin que sirvieran de nada las amenazas de D. Urbano de desheredar a Luis, ni de Antonio, de dar una paliza a Verónica, y, meterla en un convento, ellos se amaban, y, su amor era para siempre, pensaban que tal vez, el anuncio de la llegada de un niño, haría cambiar a sus padres, tanto a unos como a otros.

Verónica se quedo embarazada, y, empezó a confeccionar ropitas, de bebé;  al llegar su gestación a los tres meses, lo notifico a sus padres, en contra de lo que esperaba, sólo escucho insultos, y, la determinación paterna, de que no podía tener aquel hijo; bueno no dijeron; hijo, se limitaron a decir, que, “aquello”, no podía seguir adelante;  protesto, con todas sus fuerzas, pero sus padres no cedieron, y, los padres de Luis, tampoco, en eso, estaban de acuerdo, señores, y, criados

Luis, iría estudiar fuera, al extranjero, y, ella, se casaría con un hombre del pueblo, los padres de Luis, ayudarían a los suyos, a que su dote, fuese buena, así, ningún labriego, con pocas, tierras la rechazaría

Verónica, no quería que matasen a su hijo no nato, y, fue ver al viejo cura, no le contó todo, porque este ni la oyó, ella le dijo, que se había quedado encinta, y, que sus padres, el cura, no le dejo seguir, le dijo, que ya había pecado, al quedarse encinta, sin estar casada, que debía obedecer a sus padres en todo, ella, le corto diciendo, pero es que, pero al sacerdote, no le importaban sus argumentos, y, le insistió en el deber de obedecer a sus padres en todo, él pobre viejo, era incapaz de pensar, que entre sus feligreses, hubiese quién pudiese planear el asesinato de un niño inocente, de ahí sus palabra, Verónica no insistió, ya no tenía donde apoyarse, sólo le quedaba ceder, y, cedió.

La llevaron  a casa de una mujer de los infiernos, una “créateur  d´angers”,  que dicen en Francia; “una Herodes”,  el aborto no sólo acabo con la vida, de su hijo, si no con la de la propia Verónica, que murió entre horribles dolores.

En la casa, habían quedado en un cajón las ropitas, que con tanto amor, estaba tejiendo, y, bordando para su bebé.

En la casa, comenzaron a suceder, cosas inexplicables, por más que todos tratasen de buscarles, una causa racional; aunque cerrasen el portón de la casa, este se abría solo, y, cuando se cerraba, no lo hacía del todo, siempre quedaba media puerta abierta, así todos los días, y, todas las noches, por otro lado, era imposible apagar las lámparas de la habitación de Verónica, se volvían encender solas; y, eran lámparas de aceite, y, petróleo, además se oían pasos, y, ruidos, como si hubiese alguien rebuscando en cajones, cuando era evidente, que no había nadie.

Por lo que hace, a la otra casa, a la casa grande, el viejo, que me contó, la historia, me dijo que se creía, ver tras los cortinajes, al joven Luis, quien al conocer el triste final de su amada, y, de su hijo nonato, había corrido como un loco, con su caballo, despeñándose, y, muriendo como consecuencia, del fatal accidente.

“Ella”, me dijo, refiriéndose a Verónica, viene por las ropas de su criatura, de su hijito; si quiere le enseño, su tumba, en el cementerio, ya sé, que ella, no esta allí,  pero es el único sitio, al que puede llevarle, la ropita de su hijo; no tenga miedo, entre en la casa, la ropa tiene que estar en uno de los cajones, vierta agua bendita en la ropa, y, pronuncie, un nombre el que venga  a su mente, pues ese, será el que Dios habrá puesto al niño, a continuación  vaya al cementerio, rece un avemaría, a continuación, diga a Verónica que le lleva las ropas para sus hijito, y, rece otra oración.

Eso es todo, le dije; me respondió, no me olvidaba de una cosa, tras coger las ropitas, y, antes de ir al cementerio, deberá ir a la casa grande, y, aunque no vea a nadie, invocar a Dios, y, decir mostrando las ropas; “Luis, llevo estas ropitas a tu hijo, (con el nombre, que le haya dado, usted), voy llevarse las a tu esposa, ve, con ellos, en el nombre de Dios.

Aunque confieso, me parecía todo, un sin sentido, lo hice, así, el nombre que me vino, a la mente, fue Moisés.

Antes de regresar  volví a lugar,  el portón estaba completamente cerrado, las luces estaban apagadas, los cortinajes aparecían corridos; en la casa grande todo estaba cerrado, y, en paz.
Al regresar a la ciudad, tuve un accidente, estuve dos días, inconsciente en el hospital, mi amiga vino a verme, y, le conté mi aventura pero no me creyó, me dijo que me había obsesionado, y, lo había soñado todo. He estado pensando, qué tal vez mi amiga tenga razón; pronto lo sabre, esta tarde voy ir a su casa, tengo que agradecerle sus desvelos durante mi hospitalización

Ya en casa de mi amiga, me fijo en el cuadro, ha cambiado, las casas se ven, no como estaba antes, si no como las vi, después de hacer lo que me dijo el anciano, se lo hago notar a mi amiga, pero ella, no esta de acuerdo; me dice que el cuadro, siempre estuvo así, que una pintura no cambia. Me callo, no quiero discutir, puedo estar equivocada, la lógica parece apoyar a mi amiga, como se va cambiar un cuadro, trataré de olvidar pero antes de ir a dormir, quiero revisar el viejo álbum de fotos, y, entonces lo veo claro, allí esta la foto, la foto que hice a mi amiga en el salón de su casa, donde esta el cuadro, es de antes de mi viaje, en la foto, la casa pequeña tiene  las ventanas sin contra, con la luz encendida, y, el portón a medio abrir, la casa de enfrente tiene las cortinas, o, cortinajes a medio cerrar,  ahora sé que no fue un sueño, estoy segura de que Dios, tendrá con Él, aquellos tres pobrecicos, pues incluyo el bebe, al que se impidió nacer


Fin

miércoles, 7 de mayo de 2014

Lareira ( cuento reflexión en gallego)


“Vella, casa materna, pedras ennegrecidas, que gardan tantos recordos,  tantas vivencias,  eh, ti, lareira, fogo do fogar, onde,  os nosos devanceiros,  veneraban, dunha forma  idolátrica,  os vellos deuses, os deuses da familia, os penates,  os lares do fogar.

E onde eu, escoitei, sendo nena,  os contos da avoa Dolores, avoíña, menuda,  fraca,  co seu pelo, negro, coma a noite, sen unha cana branca,  recollido, nuha,  longa trenza; que  facía ver, que  tiña que haber sido, unha moza, moi, moi fermosa.

Sentabámonos  os netos, perto, de la,  e, o redor do lume da lareira

Miña avoa, Dolores, tivo sempre, moita, imaxinación.

Lume  crepitaba, ruxía, mentres,  todos, ián,   arrimando,  o can, e, o gato,  tamén tiñan, o seu sitio,    o redor da lareira, eu tiña medo, moito medo, o lume,

Os outros, ríanse, de min, miña nai, dicíame,  que non  tivera, medo; a miña tía, Carmucha,  subía, po las escalereiras, co  unha rica, cunca de leite, recen  muxido,  que a todos, lles encantaba, a min non,  eu, pensaba, que a leite,  muxida, era fría, nunca, me gustou, o leite quente, nin morno, dáme noxos,

Mentres, o fogo, o lume, seguía na lareira, a avoa, poñía, un  pote, pra os porcos,  outro pra nos, pra xente; e comanzaba, a falar


“Din, que houbo,  fai tempo, un rei...”

Todos escoitabamos en silencio,  o, terminar,  o, conto, persignábase, a comanzaba, a pregar, a Nai de Deus; porque  na lareira, da miña aboa,  na miña lareira, porque tamén era miña,  xa non se adoraba os ídolos, adorábase,  un só, Deus, o, Único,  o, Deus feito Home, nunha muller,  unha  aldeana, como  a miña avoa, o Deus feito home na campesiña chamada María.

Tempo, pasado, pro tempos, que lembro feliz, con recordo, da miña avoa, e, da lareira


Fin

Gramola


Luisa, acababa de llegar a la casa, de su tía abuela- Carmen, una mujer soltera de 75 años, lo que no le hacía ninguna gracia, a sus 24 abriles, tener que vivir, en casa de "tata Carmen"; intuía que iban a tener encontronazos, pues que iba saber de la vida, una vieja solterona

claro, que tampoco era cuestión de sacar las armas antes de la batalla, era mayor de edad, y, eso hasta Carmen lo entendía, así que si la convivencia no funcionaba se iría y listo


Carmen, se alegro con la llegada de su sobrina, aún recordaba, su no tan lejana juventud, a veces aún le parecía que sólo había pasado un día, desde que cumpliera 24 años, pero había pasado mucho más tiempo, lo decía su pelo, sus arrugas, y, sus lagrimas nocturnas, cuando no la veían

Después de cenar, se dirigió a Luisa, para pedirle un favor, que le ayudase a escoger en el sótano (bodega) cosas para la tómbola de la parroquia, fue así como se encontraron con la gramola.

La primera reacción de Carmen, al ver la gramola, fue, decirle, a Luisa, que la apartase, no podía darla, no podía, porque allí, estaba parte de su  alma;  Luisa, no entendía nada, ella sólo veía, un objeto de museo.

Carmen, la trajo a la realidad, recordándole, que no había nacido con 75 años, había sido joven.

“En mis tiempos, le dijo, porque fui joven, llena de sueños, e, ilusiones, como todos los jóvenes, me gustaba la música, no había discotecas, una sala de baile, pero en el pueblo, nosotros vivíamos en la aldea, allí, sólo había música, cuando se podía contratar una orquesta, para la fiesta del patrón, el caso fue que  tu bisabuelo, mi padre, me trajo esta gramola de Paris, fue el mejor regalo, me encantaba poner discos, y, oír la música, como te puedes imaginar, no paso mucho tiempo, sin que invitase a  mis amigos, y, amigas; hasta que empezamos a organizar bailes, siempre bajo la atenta mirada de papá, o, mamá, y, en uno de esos bailes, al son de la música, que subía de esta gramola, conocí a Javier.

Luisa, interrumpió, a su tía, para decir; “ Lo estoy viendo, era pobre, y, el bisabuelo, se opuso".

No hija, no,  respondió, Carmen, ni Javier era pobre, ni tu bisabuelo se opuso a  nada,  muy al contrario, Javier le encantaba, nos hicimos novios, y, nuestras vidas discurrían, como las de los demás chicos, y, chicas, yo soñaba con el momento de mi boda.

Un día al llegar a casa del conservatorio;  estudiaba música, oí la gramola, me extraño que mis padres hubiesen puesto en marcha, aquel aparato, para ellos tan moderno, claro esta no habían sido ellos, si no mi hermana, tu abuela, pero no estaba sola, estaba con Javier, los dos cogidos de la mano, me puse como un basilisco, mi propia hermana, cómo era posible, ellos no sabían que excusa darme, lo único que acertaron a decirme, fue que se amaban; se habían enamorado, y, antes de que; te pongas a  novelar, te aclaro una cosa,  tu abuela no estaba embarazada; sólo se había enamorado, yo también lo estaba, pero Javier sólo quería a tu abuela, bueno, eso era lo que decía, entonces.

Así pues acepte, renunciar al amor de mi vida, rompí mi compromiso, por mi hermana; aquí Luisa, interrumpió a su tía, para preguntar. 

¿Cómo es que el abuelo, se llama Juan, y, no Javier, no lo entiendo?

Porque Javier, nunca se caso, con mi hermana, con tu abuela, era un sinvergüenza, que lo único que pretendía, de ella, es que convenciera a mi padre, de que le prestase una importante cantidad de dinero, a mí me conocía bastante, para saber que no lo iba conseguir; según él, ese dinero, era para no se que importante negocio; mi hermana, creyó su mentira, y, no paro hasta convencer a nuestro padre, de que le prestase el dinero, y, ni que decir tiene, que una vez lo tuvo en la mano, desapareció; más tarde nos enteramos de que estaba en América,  tu bisabuelo, mi padre, decidió olvidarlo, mi hermana tu abuela, lloro mucho, le dolía no sólo el desengaño, si no el quebranto económico que había hecho sin querer a su familia.; conoció a Juan, que fue un buen marido, yo continúe asistiendo a fiestas, pero mi corazón seguía ocupado, por Javier, al que todavía quiero, por ello, no quiero despedirme de la gramola


Luisa, beso a la anciana, ahora sabía que su tía, no era una solterona, de pronto la contemplo joven llena de ilusiones, bailando al son de la música que salía de una gramola, recién traída de Paris

fin

El Rescate



Lo que más deseaba Luisa, a sus 11 años,  era poder conducir una moto;  por lo que decidió, pedirla a sus padres, como regalo de fin de curso, por las buenas notas, obtenidas.

“Me lo merezco”; dijo muy sería a su padre, he aprobado, todas las asignaturas, con media de matrícula de honor; papá, puedes hacerlo, gracias a Dios, eres un hombre rico

Y, en efecto, D. Julio Navalcero, lo era, poseía una cadena de tiendas de comestibles, y de hoteles; eso, sin contar con la fortuna de su esposa, Clara Losada de Navalcero; tenían sólo dos hijas, Ana, la mayor que estudiaba en Paris, y, Luisa, el ojito derecho de D. Julio

Aquella noche, mientras tomaban el postre, Luisa beso a su padre, y, haciéndose la mimosa, le pidió, como regalo de reyes la moto. D Julio, miro primero a su esposa, y, luego a su hija, para decirle, que le compraría cualquier cosa; pero la moto no, y, por dos razones

La primera, porque es un regalo muy caro, para  una niña de 11 años

La segunda, porque es algo muy peligroso, así que jovencita, la respuesta es; “no”

Luisa, no replico, conocía a su padre, cuando decía, no, era no

Paso toda la noche llorando

Al día siguiente, en el Instituto, contó su pequeño drama, a Fernando, un compañero de clase; y, medio noviete, este le dijo, que tenía una idea, para que pudiesen tener la moto

“que tu padre, te de el dinero, para comprarla”; le dijo, muy serio

A  Luisa le dio, un ataque de risa, menuda tontería

Fernando, no se inmuto, aguanto las risas, las carcajadas sin ofenderse lo más mínimo; después poniéndose más serio, le dijo

“Escucha,  no pretendo que le digas; papá, dame 5.000 €, para una moto, no se trata de eso;  lo que he pensado, es en  simular tu secuestro, y, pedir un  rescate tengo un bajo, que nos iría de perlas, es de mi abuelo, podrías,  bueno, podríamos escondernos allí”

Luisa, acepto, y, mientras ella iba, con Fernando, a un bajo, situado en las afueras de la ciudad.

Su padre, recibía, un anónimo, hecho con letras de periódico, en el que se le pedía, como rescate, si quería volver, a ver con vida; a Luisa,  500.000€; si, quinientos mil; no, los 5.000 de la moto, como pensaba, Luisa; D. Julio no estaba dispuesto, a tirar el dinero, por supuesto, le interesaba su hija,  por eso puso el asunto, en manos de  la policía,  pero no se consiguió  ningún resultado

Tres días más tarde, Fernando, envío otro anónimo,  subiendo la cantidad en 1.000€ más; al no tener respuesta, llamó, por teléfono disimulando su voz, aunque pocas, si había hablado alguna vez con el padre de Luisa.

“Escuche, si no deposita, 80.000 € sin marcar, y, nuevos, en el contenedor, que hay en los cantones, frente al cine, “Perro Verde”; si no lo hace, hoy antes de las 12 de la noche; no volverá a ver con vida, a su hijita, no hay más mensajes”. Y, colgó

En los 3 días que llevaba, Luisa, “ secuestrada”; la había convencido, para trasladarse, a otro sitio, la niña, seguía creyendo, que a su padre, sólo le pedía, los cinco mil que costaba la moto; por eso no entendía la tardanza, ignoraba la maldad de su amigo.

Empezó, a sospechar, cuando Fernando la encerró, en un cuartucho de un piso, le dio, un orinal, y, una manta, para dormir te vale, el suelo, no intentes huir, ni pedir ayuda, estas sola, yo vendré, a traerte comida, cada 4 días, así, que raciónala,  claro que si tu padre, no paga, no, podré mantenerte, y, dejarte libre, no puedo, sería peligroso para mí. ¿Lo entiendes?

Así, que reza, porque tu padre, pagué, porque sólo habrá un culpable de tu muerte, él, tu querido papá

Luisa, paso, dos días, y, dos noches horribles, no tenía, ni radio, ni libros, sólo una ventana; que daba a la parte trasera de unos edificios

Al tercer día, la despertó,  un olor  raro, como a quemado, miro por el cristal, y, vio que había un incendio, en una de las casas, cuyo patio, veía, desde su ventana; observo, como los bomberos rescataban a los inquilinos, para ella, no  existía, peligro por el fuego, pero podía ser su salvación; tomo el orinal, y, golpeo con fuerza, el cristal, de la ventana, hasta romperlo, luego, lo arrojo,  por la ventana, rogando, no lastimase, a nadie, pero si llamase la atención, tuvo suerte, un bombero miro indignado, para arriba, entonces, asomo la cabeza, y, lanzo, un grito de socorro, que se ahogo, en su garganta.

Pero como nadie, hace una gamberrada, y, se queda esperando, que lo feliciten, el joven  bombero, intuyo, que había algo raro, así que trepo por la escalera, y, llego a su ventana; no  pudo sacarla por el ventanuco, pero  si aviso, por su móvil, a la policía,  que vino enseguida, derribo, la puerta, y, Luisa, fue liberada, Fernando, encarcelado, porque Luisa, no se calló, su nombre, el bombero, que propició, su rescate, y, que se llamaba Miguel, recibió, una medalla, al valor, y, fue ascendido, a capitán.

En cuanto, a Luisa,  recibió,   una lección, la de no fiarse de quien te intenta oponer, a los tuyos, y, el cariño, de sus padres, que  ahora, sabía, era más valioso, que una moto

Fin



El Zoo

El  zoo
El pequeño Miguel, no cabía en si de gozo, había llegado el día en que su abuelo, lo iba llevar al zoo.

Era todo maravilloso, los animales le parecían lo más hermoso, y, fascinante del mundo,  en especial los felinos, leones, linces, panteras, tigres, que para Miguel, sólo eran gatitos que habían crecido mucho

Los gorilas que parecían señores con abrigo de piel, la foca, los osos,  en suma todos los habitantes del zoológico

De regreso a casa, su abuelo le pregunto, si le había gustado la visita. Miguel dijo a su abuelo, que mucho, y, que los animalitos le habían encantado; añadió, sin embargo, me hubiese gustado poder tocarles, y, que corrieran libres, me dio pena, que no se les pueda acariciar, eso es lo que no me gusta.

Pero hijo, le dijo su abuelito. ¿Cómo ibas acariciar animales salvajes, y, peligroso?

¿Peligrosos por qué?

Porque comen, hijo, y, matan para comer, pues como vistes, lo que hacen es comer, y, dormir, y, poco más, no matan porque ya les dan la comida

Es decir abuelito, que no hacen casitas, ni cazan  para sus hijitos, como  en la televisión,

No hijo, los de la televisión, son animales libres, que viven en la sabana, en la selva, allí, si hacen todo, lo que tú dices

¿ En el zoo, no son libres, abuelito?

Pues, no hijo, no son libres, tienen todo lo que necesitan, todos los cuidados; pero no tienen la libertad de la selva

Vaya, los zoos son sitios malos, ya no quiero ir más, dijo muy enojado

No, al contrario, no son malos, permiten, la protección de animalitos que de otro modo, morirían, y, desaparecerían para siempre; los protegen de cazadores malos, o, sea furtivos, y, de otros animales

Ya, pero seguro que les gustaría más vivir en libertad

No, lo dudo, pero no se puede tener todo, recuerda, uno tiene lo que elige

¿Eligieron ellos el zoo?

No, los animales, no eligen nada, no pueden esa facultad es exclusiva nuestra

Pues, Ruco ( Ruco, era el perro de la familia, su perro), eligió, comer mi filete

No, te equivoca, Ruco, no eligió nada, siguió su olfato, su instinto, sólo el ser humano, es capaz de escoger, de elegir, lo que es bueno,  o, malo para él; y, aunque te resulte extraño, pequeño, te diré, que hay muchos hombres, que prefieren ser animales de zoo

¿Quiénes abuelito, los presos?

Algunos, puede que sí, pero no me refería a ellos,  si no a los que viven sin Dios, sin Fe, sin  principios que rijan su vida, los que no tienen más criterio para actuar que aquello que les apetece; o, lo que ven hacer en la tv, o, alabar en los medios, los que oyen más lo que les dice su tripa, que su conciencia, todos esos, acaban encerrados en jaulas invisibles, pero no por ello, menos reales, que las del Zoo, Dios quiera, que nunca te pase a ti, sé que ahora eres muy pequeño, y, no me entiendes, pero de ti depende optar por la libertad, aunque vivir libre, sea un riesgo, es lo más hermoso que hay, y, nosotros hemos nacido libres, no dejes que te hagan animal de zoo, sé un león de la sabana, o, mejor querido nieto sé un hijo de Dios, y, por ello un hombre libre

Fin





lunes, 31 de marzo de 2014

Antorchas



Pedro, Sergio, Elena, Rosa, y, Jaime; tenían muchas cosas en común; eran amigos, y, tenían la misma profesión, escritores, e, historiadores

Se hallaban; preparando, una novela,  sobre la vida de un noble castellano.

Escogieron para su trabajo, un castillo de la provincia de Valladolid, llegaron al mismo, al anochecer; recorrieron todas las dependencias, del mismo.
Cuando de pronto; se oyó el sonido de un trueno; y, todas  las luces, se apagaron.

Elena, dijo, que no había porque inquietarse; ya que se trataba de un corte de luz; pero el apagón se hacía más largo, y, estaban en un lugar desconocido, casi totalmente.

La única solución, apunto, Pedro, era quedarse quietos hasta que se restableciera el servicio eléctrico.

Era el mes de febrero, Valladolid es una ciudad muy fría; necesitaban tanto como la luz, poder encender los radiadores, o, el frío los dejaría tiesos

Sergio, alargo la mano hacia la pared, y, haciendo un esfuerzo, saco un pedazo de madera, “Esto nos servirá, dadme un encendedor”, con aquel pedazo de madera, hizo una antorcha, la alegría brillo en todos los rostros. La llama iluminaba la estancia, como si fuese un diminuto sol; ahora; dijo Sergio, “yo iré delante, guiándoos con la antorcha, y, vosotros; seguidme,debemos  salir de aquí todos juntos, y; solo tenemos una antorcha”.

Jaime, fue el único que no acepto; él,  no tenía alma de borrego,  (dijo), y, conocía el castillo, la oscuridad no era tanta, y, era posible encontrase otro pedazo de madera, para hacer una antorcha, aunque no le hacía falta; trataron de disuadirlo, pero era demasiado orgulloso,  “ya os pillare fuera, tranquilos”.

El grupo, inició su  salida del castillo, ya fuera con la antorcha todavía encendida, porque la noche estaba oscura,  oyeron un estrépito;  Sergio, fue corriendo,  con la antorcha en la mano; hacia el lugar del que, de provenía el ruido,  el infortunado cuerpo de Jaime,  yacía, en el suelo,  en un charco de sangre;  se  había precipitado por una de las escaleras.

Dieron aviso a las autoridades, y, a su familia, la policía forense certifico, que la caída mortal, se había producido, al haber caído accidentalmente por uno de los huecos del castillo, el correspondiente a un torreón derruido hacía muchos años; justo a su lado, había unas escaleras de piedra; pero al no tener luz, no las vio.

Todos lloraron su muerte, una muerte que pudo evitarse, si los hubiese seguido.

Fin



jueves, 20 de febrero de 2014

Los jóvenes del desierto


Rubén, y, Jacob, habían crecido en el desierto; sus abuelos, sus padres, habían salido de Egipto; con Moisés, hacia, tanto tiempo; que ellos, dudaban, de que fuera cierto, no habían conocido, otra cosa, que las dunas, del desierto, todo el pueblo, no sólo sus padres, y, sus abuelos; les decían que era verdad, que Dios, por medio de Moisés, los había librado de la esclavitud, y, ahora iban a llegar a una tierra maravillosa, que Yahvé; El Señor, les daba, para ellos, no lo creían, nunca habían visto, más que el desierto, y, no esperaban llegar, a ninguna tierra

Se decían que, no era más que un cuento, de Moisés, que a saber que, tropelías habría hecho en Egipto; a causa de pensar de este modo, Ruben, y, Jacob, perdieron la fe, en Moisés, y, lo que es peor, en Dios.

Cierto día, decidieron dar la vuelta; intentaron regresar a Egipto; donde aún como esclavos; estarían mejor que, en aquel desierto; por la noche, ataron sus pocas pertenencias; y, emprendieron un camino, de vuelta a una tierra, de la cual, nada sabían, y, de la que sus mayores, habían huido.

Por la mañana; los buscaron, pero al no hallarlos, tuvieron que proseguir la marcha, sin ellos

Dos meses más tarde, su pueblo, el pueblo judío, el pueblo de Dios, entraba al mando de Josue en Cana, ellos nunca llegaron a Egipto; sus cuerpos se calcinaron en el desierto.



Fin

Nunca debemos juzgar

Hacía pocos días que; había llegado a aquella ciudad; me habían dado la dirección de una buena peluquería; y, me dirigí a ella; fue allí, donde conocí a Elena; claro que cuando, supe quien  era, ya era tarde

Elena, era una mujer de unos 40 ó 50 años, coincidimos en la peluquería, apenas hablamos, su charla era casi toda con la peluquera, fue a la salida, cuando tuvimos una pequeña conversación, salimos casi al mismo tiempo; y, coincidimos, en la parada del autobús, mientras, esperábamos el autobús, empezó a llover.

Al comenzar la lluvia, su rostro se nublo, no tenía paraguas, y, ponía sus manos, sobre su cabeza, y, su bolso, intentando guarecerse del agua, mientras las lagrimas, brotaban de sus ojos, decía, como dirigiéndose a mi

“Que horror, Dios mío, no me puede pasar, esto, es una desgracia, la lluvia me va despeinar, sin un paraguas”

Me costo contener la risa, veía una mujer ridícula, pensaba en cuantas desgracias estarían pasando en aquel instante, en cualquier parte del mundo, y, aquella mujer, sólo le preocupaba su peinado, “su peinadito”; casi me alegraba de la lluvia, ya le daría yo problemas, pensaba

La lluvia, pese a todos sus esfuerzos la despeino; en el autobús, nos toco ir sentadas en el mismo asiento, me dijo, con los ojos empañados por las lagrimas, que se había peinado para su marido; no le importaría volver a la peluquería, pero ya era tarde, tenía que hacer la comida; lloraba de tal manera, que pensé, se había vuelto loca

Por fin, llegamos a nuestro destino; vivía, justo encima de un supermercado; donde, yo solía comprar, el embutido para mis bocadillos.

El resto del día, disfrute de mis vacaciones; y, me olvide completamente de la anécdota de la señora, a la que la lluvia, había estropeado su peinado; fue al día siguiente cuando supe su nombre, Elena

Entre en el supermercado, a comprar el jamón, para mi bocadillo, y, la cajera, y, otras personas, estaban diciendo, (algunas sin poder reprimir el llanto); “no hay derecho, pobrecita, a tipos como ese, había que colgarlos, pobre, Elena”

¿Qué será ahora de sus niños?

Pregunte de quien hablaban; de Elena, la señora que bajo, ayer del autobús contigo, me dijeron

No la conocía, coincidimos en la peluquería, no sabía quien era, tenía, obsesión con su peinado. ¿Qué le sucedió?

La mato, su marido, el hombre que, todos sabían, que la maltrataba, aunque ella aguantaba, por los niños; tenía una comida importante, y, le dio dinero, para ir a la peluquería, al llegar sin el peinado, pensó, que le había dado, el dinero a su amante, amante, que por supuesto no tenía, y, no se contento, con golpearla, la apuñalo

Dios mío, exclame, y, yo riéndome; que superficiales, somos a veces. ¿Quiénes somos nosotros, para calibrar, que es lo que puede ser peor, para el otro?

Para ella, no era una frivolidad, conservar su peinado, era cuestión de vida, o, muerte.

En su funeral, al día siguiente, le pedí perdón, y, desde entonces, cuando alguien dice, que, “Eso, es lo peor, que le podría pasar”; aunque para mi, sea una fruslería, le doy gracias a Dios, de que mis problemas, cuando son gordos, hasta lo parecen

Elena me enseño, a respetar a los otros, y, a no juzgar lo que no conozco

Fin













martes, 18 de febrero de 2014

Las cuatro florecillas del camino

Las cuatro florecillas del camino.
En un pequeño pueblo de la provincia de La Coruña, hay un camino: “corredoira”; suele llamarlo la gente del lugar; que baja serpenteando entre muros, en los que brotan unas florecillas silvestres, alrededor del bosque, de eucaliptos, y, de pinares, pues bien allí, en ese rincón, crecen unas flores, mejor dicho, son unos capullitos, de color rosa pálido, cuya única particularidad; es la de tener la forma, de los tocados, que llevaban las mujeres, allá por el siglo XIII

La verdad es que se trata, de cuatro jovencitas, encantadas, convertidas en flores

Esta es su historia


Corría el año 1264; la fecha es aproximada, Luisa; Lourdes, María, y Crisanta, eran cuatro jovencitas, pertenecientes a la hidalguía gallega, muy jóvenes, y, muy hermosas, las cuatro eran hermanas, su padre, era D. Braulio de Dornamonte, quien como se acostumbraba, por aquel entonces, ya había pactado sus respectivos, casamientos

Luisa casaría con un noble portugués. Don Ramiro del señorío de Souza

Lourdes con un sobrino del conde de Lemos

María con un noble castellano

Y, Crisanta, menos agraciada, entraría en un convento, para llegar, al puesto de abadesa, porque si algo tenían claro, las jovencitas, y, sus padres, era, que ellas, habían venido al mundo, para ser servidas, y, no a servir

Era por eso, que no tenían compasión, ni de sus criados, ni de los campesinos

Aquel día, era domingo, como siempre, habían escuchado Misa: en la iglesia, que se elevaba, en el lugar, donde, se halla ahora, el Pazo de Meiras; y, regresaban, en carroza; a su pazo (palacio).

Había llovido mucho, y, el suelo, estaba lleno de lodo, y, barro; la carroza, en la que iban, tropezó, con una campesina, que llevaba un haz de hierba, para el ganado; aferrado a su mano derecha, un pequeñín, de unos cuatro años; muy sucio, y, vestido con harapos en la otra mano, sostenía por una cuerda; una vaca, única riqueza, de aquella pobre mujer, y, de su familia.

El cochero, les dijo que tenían que retroceder; para dejar paso, a la mujer, el niño, y, el animal: ya que no había espacio suficiente para la carroza, y, la campesina, no escucharon razón alguna, e insistieron, en que continuase la marcha, fue entonces cuando el cochero, pensó, que tal vez no lo entendiesen, y, no se diesen cuenta del peligro que significaba continuar; así pues les dijo, que la carroza podría herir, o, matar a la mujer, y, al niño, y, aunque fuese un mal menor, a la vaca, que no era tal, puesto que era, su sustento


¿Y, qué pasa, entonces? Fue la orgullosa respuesta, de las cuatro jovencitas: no se pierde nada importante, nosotras somos señoras; y, no vamos a detenernos, para que pase una campesina; es ella, quien por respeto, debe recular; y, darnos paso

El cochero, insistió, en vano, en que lo que pretendían, ellas era imposible, sólo ellas, es decir la carroza, podía, recular; pero ellas no escuchaban, de modo, que no le quedo más remedio que ceder; la carroza estaba a punto de matar a la vaca, la mujer les hizo señales de que parasen; el cochero, lo iba hacer; pero ellas, tomaron las riendas de los caballos, y, les obligaron a seguir, la carroza mato, al pobre animal


En aquel momento, la mujer con los ojos llenos de lágrimas, miro al Cielo, y, ese mismo instante, las cuatro hidalgas, se convirtieron en cuatro florecillas pequeñas, poco vistosas que renacen cada día, en los muros del camino.


El cochero al que al ser inocente, no alcanzo la maldición, llego hasta el pazo, y, contó, que habían sido atacados por unos bandoleros, lo que sucedió en realidad, no se l o hubieran creído, tampoco lo hicieron con la historia que inventó, lo acusaron de ser un asesino, y, de haberse deshecho de los cuerpos

Consiguió huir a Portugal, donde se pierde su historia; por lo que respecta, a Luisa, María, Lourdes, y, Crisanta, siguen convertidas en flores; conservando tan sólo la forma, y, el color del tocado que llevaban.

Hasta el día, en que las liberé de su encantamiento; no importa, sea hombre, o, mujer, que ceda el paso del camino, a quien precise pasar primero, y, en el caso de llevar carga, le ayude con la misma, sin importarle mancharse, y, ponerse perdido de lodo, y, barro, y, al mismo tiempo, tome en su mano, las florecillas, olvidando el orgullo, en ese momento, las florecillas, volverán a ser cuatro mocitas.

Ha pasado mucho tiempo, y, siguen allí, señal de que nadie cedió el camino, o, si lo hizo, no tomó las cuatro flores en la mano


Fin





miércoles, 8 de enero de 2014

La joven de Jerusalén

La joven de Jerusalén 
Kareniata, se levanto muy temprano; aquel era uno de los días más felices; por fin habían llegado, su quince abriles, loados fueran; los dioses, en especial, Astarte, la diosa lunar, esposa de Baal, si estaba decidida, a ofrecer sacrificios a la Diosa, no le iba ofrecer, el mayor sacrificio, el de su virginidad, como hacían tantas jóvenes, que se prostituían en el templo, ese don, sería sólo para su esposo.

Si, le ofrecería su primer hijo, el primer niño, que naciera de su unión, con Aristarco, si, es que, este un día, se daba cuenta, de que ya no era una niña, si no una mujer; sin saber porque, sintió como un estremecimiento, al pensar en el bebé, que aún no existía, sacrificado, sobre un altar, pero eso era, lo que hacia su familia, lo que habían hecho sus padres, lo que hacían todos los pueblos, era normal, que, a los Dioses, se les diese el primer hijo, lo mismo que se les daban, las primicias de todo, eso, no era ser criminales, el hijo, de esa forma entraba, a vivir con los dioses, y, se convertía, en protector de la misma, se hacía un semi dios, eso no era un crimen.

Sus pensamientos, fueron interrumpidos por unos alaridos, y, el tronar de los cascos de unos caballos, alzo la vista, y, vio todo su pueblo, ardiendo, corrió desesperada mesandose, los cabellos, encontró toda su familia, asesinada, sus dioses, sus imágenes yacían, hechos pedazos por el suelo; se enfrento a un soldado, éste la detuvo por un brazo, y, la increpó, e, insulto, llamándole, perra, e, idolatra, además de asesina de niños; le dijo que Yahvé, su Dios, había entregado su tierra, a su ungido David

Kareniata, quiso saber; quienes eran, Yahvé, y, David, y, por qué les habían hecho aquello; pero el soldado lleno de odio, repitió lo que ya había dicho; ella le dijo, que si su dios, era el único, y, verdadero, también tendría que ocuparse de ellos, que también eran sus criaturas, si es que no había más dioses

Por toda respuesta, el soldado se echo sobre ella, como una fiera, rasgando sus vestidos, y, su inocencia de mujer.

Un mes más tarde; comprobaba que en su cuerpo crecía una nueva vida, pensó en librarse de ella; pero una fuerza interior le decía, que aquel hijo debía nacer, si tendría a su hijo, no iba matarlo, de pronto sabía, que era un crimen, lo que hacían en los templos al sacrificar a los bebes, estaba segura de que sólo había un Dios, el Dios de los invasores de su pueblo, sabía que, Él, no estaba de acuerdo con lo que aquellos brutos hacían en su Nombre, por eso, aunque no había abrazado su religión, era ya, el único Dios, que adoraba en su corazón.

Tomo una decisión, su hijo, llevaría un nombre hebreo, Joshua, Jesús, un día, ese nombre lo sentía en sus entrañas, sería un Nombre de Paz, y, de Unión; ella le iba enseñar a amar a todo el mundo, como estaba segura era el deseo de Dios

Fin















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El tañido de la campana

El tañido de la campana 

Antonio, se había criado en la aldea, era un buen chico, su madre; lo había enviado, al catecismo; y, después de su primera comunión; empezó ayudar a, D. Ramón; como monaguillo, el buen cura soñaba, que un día; el niño vistiese sotana, , estaba convencido de que Antoñíto, era un niño piadoso, a quien lo que más le gustaba era tocar; “la campana”, y, escuchar su sonido

“Fíjense, parece que habla, les decía, a Don. Ramón, y, a su madre, tanto, el uno, como la otra, solían decirle

“Es que habla, es la voz de Dios, llamando a los hombres, para que vuelvan a casa”

Antonio, Antoñíto, le puso, un nombre a la campana, la llamó, “Sara”.

Llego la pubertad, y, marcho, a estudiar al instituto, allí sus nuevos compañeros, y ciertos profesores, “le abrieron los ojos” y, el joven Antonio, cambio, ya no iba a misa más que si lo sentía, y, como, no lo sentía nunca, pues no iba nunca, su madre aunque en un principio se preocupo, pronto dejo las preocupaciones, “ ya ira” se decía, además muchos no iban a Misa, y, eran mejores que, los que acudían a diario

Don Ramón, no estaba de acuerdo, pero sabía que lo único que podía hacer, era rezar, y eso, no dejaría de hacerlo.

Al cumplir los dieciocho años, se fue de casa; sin a escuchar las lágrimas de su madre, era mayor de edad; y, haría lo que le diese la gana.

Se fue, y, se convirtió, en un asesino, en miembro de una maldita banda armada

Cada vez que su madre, oía la radio, ó, que D. Ramón, leía en el periódico, un atentado, un asesinato de aquel grupo terrorista, en el que militaba Antonio, temblaba; lloraba, y rezaba.

Un día, aquel grupo, cometió una carnicería, y, la policía los cerco, Antonio, logro escapar, y, refugiarse en la aldea, parecía más una fiera que un ser humano

Llego, a amenazar de muerte, a su madre, y, al no atreverse, se fue a la iglesia; el viejo cura, trato de convencerle de su error, pero las fieras no razonan, y, Antonio era una fiera, disparo sobre el anciano sacerdote, al punto sonó la campana; Antonio, vio horrorizado, lo que había hecho, el bueno del cura, encharcado en su propia sangre, le dijo; “si estas arrepentido de tu vida, si amas a Dios, puedo darte la absolución, y pedirte; pidas por mí”

Con voz temblorosa, respondió lo estoy, pero no puede haber perdón; para mí; he cometido tantos crímenes.

Dios es amor, no lo olvides.

Antes de marcharse a la morada de los justos, el viejo cura perdono, en el Nombre del Dios Trino, a su oveja perdida, y, murió feliz de haberla traído al redil.

La campana seguía sonando, y, el joven, quiso averiguar el motivo, ver quien podía, estar tocándola; subió a la torre, “nadie la tocaba”; es más ni tan siquiera se movía, sin embargo sonaba, así que trato de ver la causa, trepo un poco más arriba, resbalo y se precipito en el vació, pero fue la sensación de un instante, porque de repente se vio niño, con las ropas de monaguillo, y, á D. Ramón, un cura joven, que le decía ven vamos a nuestra casa, a la casa de Dios.

Al día siguiente los periódicos publicaban este titular.

“Ayer, después del asesinato, del párroco de la aldea de Cervero, el terrorista Antonio, se suicido arrojándose al vació.

La gente del pueblo, lloro al cura, y, por respeto a la madre de Antonio callo, lo que pensaban de éste; su madre lloro, y, se desespero, pues pensó que su hijo, había muerto, como un “maldito”

Pero aquella noche, la campana, sin que nadie la tañese empezó a tocar; “a gloria” y, la buena mujer, comprendió la verdad, que Dios es Amor, y, hace lo imposible, por traer sus hijos a su casa

Fin













El Sol siempre vuelve aparecer

El sol siempre vuelve aparecer 

Ramón; había quedado, con su amigo Juan, en la terraza de un café, este llego al cabo de unos cinco minutos, y, al cabo de un rato, hablando de cosas intrascendentes, el semblante de Juan, se nublo, y, dijo, muy serio, que la vida, no tenía sentido; que Dios, lo había abandonado, su vida, era un continuo sufrimiento; Ramón, trato de consolarlo, en vano, así, que desvío, el tema, de la conversación, y, lo invito, a ir el fin de semana, a su chalet de la sierra

El sábado llego Juan, al chalet de su amigo

A la mañana siguiente, Ramón, invito, a su amigo, a dar un paseo, y, fijarse en el sol.

¿Ves el sol? Sin él no habría vida, aunque lo desconozcan plantas, y, animales, no pueden vivir sin él

No, te entiendo, respondió, Juan de mal humor.

¿Qué, piensas que tengo 5 años, para sacarme al campo, a las 6 de la mañana y, hablarme del sol?

Ojala tuvieses, 5 años, si te he sacado para que veas el sol.

¿Y, me digas, si la vida podría subsistir, sin él?

No, claro que no.

¿Contento? Respondió más enojado que antes

El tiempo siguió su curso, a los cinco días, el tiempo, cambio, amaneció, un día lleno de nubarrones, y, también esta vez, Ramón; invito a Juan a mirar al cielo

¿“Ves?. No se ve el sol, da miedo mirar las nubes; pero tú, y, yo, sabemos que el sol, sigue, ahí, pues la vida sigue, y, sin el sol, no habría vida.

¿Entiendes?

No, dijo, pero si entendía; aunque el nubarrón de la calumnia; lo había dejado en la calle, y, luego el viaje, en el que por su conducción temeraria, debido al disgusto al verse echado de la empresa, por malversador cuando era falso, y, todo por la calumnia de un miserable, sin aquella conducción temeraria, no habrían muerto su joven esposa, ni el hijito su primer hijo, que iba en sus entrañas, no él no veía el sol, por más que Ramón, insistiese, en su vida, sólo había nubarrones, que no saldrían nunca

Al día siguiente, Ramón le hizo reparar en un pequeño rayito; que se iba abriendo camino; entre las nubes ayudado por el viento; allí, estaba el sol, siempre aparece

Al cabo de cuatro meses, Juan regreso a su casa.

Ya hacía varias semanas que Juan, había vuelto a la ciudad, se había ido tan sombrío como llego; el esfuerzo de Ramón, había sido en vano.

Por eso, le extraño, que lo llamase por teléfono, para decirle, si no le causaba molestias, ni a su señora, ni, a él, que fuese pasar otro par de días, con ellos, con ellos, pues tenía, algo muy importante, que decirle.; Ramón, y, su esposa, aceptaron encantados

La persona que llego, era otra completamente distinta, un hombre alegre, cuando Ramón, le pregunto la razón de tan importante cambio, le dijo; tenías razón empiezo a ver el sol, Ramón entendió y, trato de averiguar, pensando sin duda que su amigo, había encontrado otro amor

No, Ramón, no me he enamorado, pero he descubierto muchas cosas, gracias a aquellas calumnias, supe que sólo tenía, un amigo, tú, la muerte de mi esposa, y, mi hijito, ó, hijita, evitaron una joven viuda; y, un huérfano, porque hoy el médico me ha dicho, mejor, me ha confirmado que padezco un linfoma canceroso, y, me quedan, a lo sumo cuatro meses de vida

Ramón, avanzo hacia su amigo; pero este lo detuvo, no, no quiero consuelo, no lo necesito, sólo unos meses y, volveré abrazar a mi esposa, conoceré a mi hijo; y, veré, El Sol, el verdadero, Sol, sin quemarme, ó, mejor, quemándome en su Amor, si hoy el viento de Dios, ha barrido mis nubes, gracias, amigo.

Han pasado, cinco meses, Ramón, y, su esposa, asisten a un entierro, están alegres en su dolor, es el entierro de Juan, y, el Sol, como no podía ser menos, luce en todo su esplendor.







Fin





















La nube

La nube

De todos los seres creados por Dios, había uno, al que no le gustaba, “ su papel”, era la nube; se, quejaba de que mientras las estrellas, y, los demás seres serían, admirados, ella, tendría que morir, y, nacer cada día, y, los humanos, y, hasta los animales, cuando lloviese, sobre ellos, se enojarían; El Creador, le dijo, que gracias a ella, la tierra daría sus frutos, hombres, y, animales, calmarían su sed, estarían limpios, amen de que los ríos, no se secarían, que tenía, una misión muy importante, la nube, no estaba de acuerdo, pero no le quedo más remedio que aceptar.
Paso el tiempo, que aunque sea muy largo para los humanos, para las nubes, es siempre como un sueño, muy corto, y, un día, en un monte, vio a un hombre, al que habían crucificado, y, que se moría de sed, le dio mucha pena, y, aunque al; “llover”; se moría, derramo toda su agua, sobre el pobrecito; calmando en lo que pudo su sed, éste la miro con sus ojos, ya velados por la muerte, y, le dio, las gracias.
La nube, era consciente, de no ser un teólogo, pero, tuvo la plena seguridad de que el crucificado, era su Creador, aunque eso, fuese una locura
Cuarenta días más tarde, oyó, que, la llamaban, era el Hombre, que había visto crucificado, y, estaba vivo, se alegro mucho; el Hombre, que era, Jesús, le pidió un favor, después de decirle, que estaba en lo cierto, era su Creador; el favor, era, que lo acompañase en su entrada en el Cielo, la nube, accedió encantada, de poder servir, a su Creador; y, comprendió para que había sido creada.
Fin





































































El tío Juan

Ana, y su esposo, habían recibido, carta, del tío Juan, de Argentina, les anunciaba su regreso, para vivir con ellos; era hermano, del padre de Ana; se había ido, muy joven, al país sureño, y, tenía importantes negocios; en más de una ocasión les había ayudado económicamente, sin pedir nada a cambio, sobre todo, cuando, Luis, el esposo de Ana, fue despedido, y, pensó abrir un pequeño negocio, los bancos no le dejaban el dinero, el tío Juan, se lo regalo

Para Ana, el regreso de su tío, sólo podía ser una buena noticia, por fin dejarían de ser pobres, podrían codearse con la alta sociedad, y, mandar a sus hijos, a los mejores colegios

Cuando sonó el timbre, fue abrir a toda prisa, allí estaba su tío, pero no era lo que aguardaba, volvía arruinado, vestido como un mendigo.

Lo invito a pasar a la cocina, y, dejo muy claro, que no podía quedarse con ellos, no tenían sitio, lo mejor sería que fuese a la residencia que regentaban las monjitas, y, debería irse, ya, porque esperaban gente importante, y, no quería que viesen que un mendigo estaba de visita en su casa, añadió, un, “¿Usted, me comprende, verdad?

Juan, no, dijo nada, salio llorando

Pero alguien lo había visto llamar, ese alguien, era, Luisa, la vecina de Ana, sabía que esta esperaba a un tío de argentina, pero no lo relaciono, con el mendigo; pensó que sería un pedigüeño, pero al ver que salía llorando, se intereso, y, Juan le contó lo sucedido, disculpando a su sobrina; entonces Luisa, lo mando pasar al interior de su casa, le dijo que podía quedarse con ellos, sabía que su marido, no se opondría, y, en efecto, Marcos, el esposo, llego enseguida, y, confirmo lo dicho, por su esposa; hasta los niños, le insistieron, Marcos le dio un traje suyo, y, le dijo que si quería podía tomar una ducha, a lo que accedió encantado

Fue entonces, cuando, Juan, tomo su móvil, e hizo una llamada, les sorprendió, que un mendigo, tuviese un teléfono que debía costar mucho dinero, pero no dijeron nada

Dos horas más tarde, sonaba el timbre de la puerta, Luisa, fue abrir, allí estaba un señor, con unos maletines, y, una carpeta, preguntando por D. Juan, Juan, al escuchar le dijo, a Luisa, deje lo pasar sin miedo, es mi abogado, el notario esta al caer; Luisa no entendía nada, pero pronto lo comprendió, Juan, no era un mendigo, al contrario era un hombre muy rico, pero no quería dar su dinero a quien no lo merecía, por eso, había montado aquella comedia, ahora sus herederos, serían Luisa, Marcos, y, sus hijos, pero ya iba empezar por poner varias propiedades a su nombre

No, es que tuviese nada, contra Ana, pero seguramente estarían con gente importante, y, no era cuestión de molestarles

Fin