Mecedora
La vieja mecedora se mecía, se
balanceaba sola en el amplio porche, de la casa de campo, nadie se sentaba en
ella, estaba tan vieja, que el señor Raijon, había dicho que lo mejor sería
tirarla, aprovechando la madera, para el fuego, sobre todo, ahora que era
invierno, y, hacía tanto frío, pero
tanto la señora Raijon, como su hija,
la joven Ruth, se habían opuesto
No puedes quemar la mecedora de
la abuela, la mecedora de tu madre, no tienes corazón, había dicho la señora
Raijon
El señor Raijon, o mejor dicho,
James, como le llamaré desde ahora pues es su nombre de pila, si tenía corazón,
pero no creía en las tonterías de su esposa, Mary, y, de su hija Ruth, su madre
había muerto, pues que descansará en paz
Sin embargo algo tenía la
mecedora, la mecedora de la abuela, porque jamás se habían sentado en ella
desde que su usuaria principal, la abuela se quedó un día dormida con su
balanceo, con un sueño del que despertó en el Cielo
La madre de Raijon, la abuela de
Ruth, era una mujer fuerte, con ochenta años dirigía una yunta de bueyes, adiestraba caballos, y, montaba como una
joven amazona. Había sido mujer luchadora que llego al nuevo mundo, huyendo de
la persecución religiosa promovida contra los irlandeses católicos en el XIX,
aunque ella no era católica nunca lo fue,
pero si su esposo, y, la esposa decía debe ir, donde va el marido, había
luchado en la nueva tierra no contra los indios, sino contra los que pretendían echarles de lo
que les pertenecía, como buena cristiana no estaba con el colonizador blanco,
sino con el indio al que se mataba, y,
se arrinconaba
Tuvo varios hijos pero solo
sobrevivió James Raijon, el resto murió a temprana edad, o en trifulcas en
tabernas, pero gracias a James
fue abuela de Ruth la nieta que llevaba su propio nombre.
Han pasado ya más de 10 años desde la muerte de la abuela Ruth, su
nieta la recuerda, mejor dicho la sigue viendo en la vieja mecedora
Cierra los ojos, y, deja vagar su
imaginación, es un día cálido de verano, los caballos, y, el resto de los
animales beben en el abrevadero
La abuela está sentada en la
mecedora, es un día cálido de junio, los
animales pacen en el prado abierto, el perro se pelea y juega con el gato, el
gran roble vierte su sombra generosa sobre el porche de la casa, la abuela, está
en la mecedora, su pelo completamente blanco, recogido en un moño, brilla con
los rayos del sol, a su lado en una mesa tiene su Biblia, su vieja Biblia, a la
que acude muchas veces en busca de consuelo, sobre su regazo reposa un ovillo
de lana, y, unas agujas de hacer punto, de hacer media en concreto, 4, ayer
fueron dos y, de tricotar, porque ayer Ruth, tejió una mantita, un jersey, y,
un pantaloncito de bebé, para su vecina, Clara, hoy le está tejiendo, los
patucos la criatura nacerá pronto, y, sabe que nadie, estará con ella, la
desprecian, porque el padre de la criatura es un piel roja, un indio, que la
secuestro, y, del que va tener a su hijo.
Las buenas gentes católicas, como
Clara, no entienden porque no pidió ayuda, para poner fin, a un embarazo
maldito, Clara se negó, hacerlo sería un crimen, y, la abuela Ruth, está de
acuerdo con ella.
De pronto, la abuela Ruth, toma
su Biblia, la abre y lee, “Tú formaste mis entrañas, tú me tejiste en el seno
materno”
¿Sabes que quiere decir?,
pregunta a su nieta, una muchacha de 18 años, que lleva su nombre
La muchacha casi una niña, se la
queda mirando, se pone colorada, baja los ojos, “si abuela, creo que es cuando
una mujer está esperando un bebé”
No hija, es cuando lleva un bebé
en su cuerpo, cuando deja que Dios, forme en ella, a su hijo, porque es Dios,
no los padres quien nos da la vida, a todos, también al pequeño de Clara
Pero dicen abuela, que ese niño
es fruto del pecado
Todo niño es una bendición hija,
todo niño, no importa cómo ni quien sea su padre, nunca lo olvides, y, Clara es
muy valiente, muy valiente, pero ahora háblame de ti, pronto cumplirás dieciocho
años, seguro que esa cabecita tiene muchos sueños, que algún muchacho se ha
instalado a vivir ahí, o tal vez ha bajado más abajo, a tu corazón, pienso en
James el hijo del herrero, o en Peter el mayor del Pastor
Yo no tengo sueños, abuela, haré
lo que los padres quieran
Bueno, está bien obedecer a los
padres, lo dice La Biblia, pero en el corazón sólo manda Dios, y, es de esos sueños
de los que quiero que me hables, ven
siéntate aquí a mi lado
Rut, se sentó al lado de su
abuela, en el viejo banco de madera, apoyo su espalda contra la balconada, y, cerró
los ojos
Oye, que me cuentes tus sueños,
no que te pongas a soñar ahora
Si abuela, sueño con una casa
como esta, o esta misma, con un hombre bueno como papá, como dicen que era el
abuelo, un hombre que no piense que los que son de otro color, de otra raza, de
otra fe son mejores ni peores, un hombre que me defienda si me atacan, que me
abrace fuerte, que siembre en mi la vida, que me de muchos hijos
Eso último imposible los hijos
son don del Altísimo, tu esposo sólo puede sembrar, pero es Dios como en la
tierra quien hace que la semilla germine, y, hay alguien concreto en ese sueño
Si abuela, el joven Peter el hijo
del pastor, es evangélico como tú, y, eso no gustará a mis padres, ni a los
suyos que yo sea católica, pero ni él ni yo, traicionaremos nuestra conciencia,
ni desobedeceremos a nuestros padres, si ellos no quieren no, nos casaremos
Solo hay que obedecer a Dios, es
decir hay que obedecerle antes que a los hombres, aunque esos hombres sean los
padres
Que quieres decir, que si os
amáis, y, estáis seguros debéis casaros y, no abandonar vuestra fe, respetarla,
mira te voy a contar mis sueños, los que tuve y los que tengo
La abuela puso la labor de punto
que estaba tejiendo, y, empezó a hablar mirando a lo lejos, como si durmiera,
hablaba de una tierra lejana, de unas gentes que perseguían a otras por ver de
otra forma el evangelio, La Escritura
Qué miras, pregunto la nieta
La abuela estuvo un rato sin
responder, como si su vista, se hubiera quedado estancada en un punto, luego
sonrío, y, su rostro se transfiguro, se
puso en pie como una jovencita, y, dijo
Lo miro a él
¿A quién abuela?
A él, a tu abuelo, no lo ves ahí
viene caminando erguido, con su sonrisa de siempre, el ramo de flores
silvestres en la mano, me está llamado, tengo que ir a su encuentro
Qué dices abuela, no hay nadie,
el abuelo está muerto
No, está vivo, y, es joven, y, yo
también soy joven, no ves que soy una chiquilla de 18 años, si, amado mío ahí
voy a tu encuentro
Rut, mira a su abuela desplomada
en la mecedora, con miedo se acerca y pregunta
¿Duermes abuela?, no hay
respuesta
De la garganta de Rut, brota un
sollozo, la abuela ha muerto, se ha reunido con el abuelo
Así fue dijo Rut, como murió la
abuela, aunque yo sé que hay veces que viene a sentarse a su mecedora, fue una
pena muy grande su muerte
No hija, dice la madre de Rut,
una dicha vivió su vida en plenitud, y su amado vino a buscarla
Pero tú crees de verdad qué el
abuelo, vino a buscarla
Claro que sí, y, ahora nos
sonríen desde el Cielo
Por eso, no debemos quemar la
mecedora, yo creo, -dijo Rut- que a veces, los abuelos se sientan en la
mecedora, y, la abuela más veces todavía, lo sé porque aunque no sople el aire,
la mecedora se mece sola, y, a su alrededor hay paz.
De acuerdo mujeres, dijo James, no quemaré la mecedora
de mi madre, me vendrá bien para cuando sea viejo.
Fin