sábado, 26 de mayo de 2018

mecedora

Mecedora

La vieja mecedora se mecía, se balanceaba sola en el amplio porche, de la casa de campo, nadie se sentaba en ella, estaba tan vieja, que el señor Raijon, había dicho que lo mejor sería tirarla, aprovechando la madera, para el fuego, sobre todo, ahora que era invierno, y, hacía  tanto frío, pero tanto la señora Raijon, como su hija,  la  joven Ruth, se habían opuesto

No puedes quemar la mecedora de la abuela, la mecedora de tu madre, no tienes corazón, había dicho la señora Raijon

El señor Raijon, o mejor dicho, James, como le llamaré desde ahora pues es su nombre de pila, si tenía corazón, pero no creía en las tonterías de su esposa, Mary, y, de su hija Ruth, su madre había muerto, pues que descansará en paz

Sin embargo algo tenía la mecedora, la mecedora de la abuela, porque jamás se habían sentado en ella desde que su usuaria principal, la abuela se quedó un día dormida con su balanceo, con un sueño del que despertó en el Cielo

La madre de Raijon, la abuela de Ruth, era una mujer fuerte, con ochenta años dirigía una yunta de bueyes,  adiestraba caballos, y, montaba como una joven amazona. Había sido mujer luchadora que llego al nuevo mundo, huyendo de la persecución religiosa promovida contra los irlandeses católicos en el XIX, aunque ella no era católica nunca lo fue,  pero si su esposo, y, la esposa decía debe ir, donde va el marido, había luchado en la nueva tierra no contra los indios,  sino contra los que pretendían echarles de lo que les pertenecía, como buena cristiana no estaba con el colonizador blanco, sino con el indio al que  se mataba, y, se arrinconaba

Tuvo varios hijos pero solo sobrevivió James Raijon, el resto murió a temprana edad, o en trifulcas en tabernas, pero gracias a          James fue abuela de Ruth la nieta que llevaba su propio nombre.

Han pasado ya más de 10  años desde la muerte de la abuela Ruth, su nieta la recuerda, mejor dicho la sigue viendo en la vieja mecedora
Cierra los ojos, y, deja vagar su imaginación, es un día cálido de verano, los caballos, y, el resto de los animales beben en el abrevadero

La abuela está sentada en la mecedora,  es un día cálido de junio, los animales pacen en el prado abierto, el perro se pelea y juega con el gato, el gran roble vierte su sombra generosa sobre el porche de la casa, la abuela, está en la mecedora, su pelo completamente blanco, recogido en un moño, brilla con los rayos del sol, a su lado en una mesa tiene su Biblia, su vieja Biblia, a la que acude muchas veces en busca de consuelo, sobre su regazo reposa un ovillo de lana, y, unas agujas de hacer punto, de hacer media en concreto, 4, ayer fueron dos y, de tricotar, porque ayer Ruth, tejió una mantita, un jersey, y, un pantaloncito de bebé, para su vecina, Clara, hoy le está tejiendo, los patucos la criatura nacerá pronto, y, sabe que nadie, estará con ella, la desprecian, porque el padre de la criatura es un piel roja, un indio, que la secuestro, y, del que va tener a su hijo.
Las buenas gentes católicas, como Clara, no entienden porque no pidió ayuda, para poner fin, a un embarazo maldito, Clara se negó, hacerlo sería un crimen, y, la abuela Ruth, está de acuerdo con ella.

De pronto, la abuela Ruth, toma su Biblia, la abre y lee, “Tú formaste mis entrañas, tú me tejiste en el seno materno”
¿Sabes que quiere decir?, pregunta a su nieta, una muchacha de 18 años, que lleva su nombre


La muchacha casi una niña, se la queda mirando, se pone colorada, baja los ojos, “si abuela, creo que es cuando una mujer está esperando un bebé”

No hija, es cuando lleva un bebé en su cuerpo, cuando deja que Dios, forme en ella, a su hijo, porque es Dios, no los padres quien nos da la vida, a todos, también al pequeño de Clara

Pero dicen abuela, que ese niño es fruto del pecado

Todo niño es una bendición hija, todo niño, no importa cómo ni quien sea su padre, nunca lo olvides, y, Clara es muy valiente, muy valiente, pero ahora háblame de ti, pronto cumplirás dieciocho años, seguro que esa cabecita tiene muchos sueños, que algún muchacho se ha instalado a vivir ahí, o tal vez ha bajado más abajo, a tu corazón, pienso en James el hijo del herrero, o en Peter el mayor del Pastor

Yo no tengo sueños, abuela, haré lo que los padres quieran

Bueno, está bien obedecer a los padres, lo dice La Biblia, pero en el corazón sólo manda Dios, y, es de esos sueños de los que  quiero que me hables, ven siéntate aquí a mi lado

Rut, se sentó al lado de su abuela, en el viejo banco de madera, apoyo su espalda contra la balconada, y, cerró los ojos

Oye, que me cuentes tus sueños, no que te pongas a soñar ahora

Si abuela, sueño con una casa como esta, o esta misma, con un hombre bueno como papá, como dicen que era el abuelo, un hombre que no piense que los que son de otro color, de otra raza, de otra fe son mejores ni peores, un hombre que me defienda si me atacan, que me abrace fuerte, que siembre en mi la vida, que me de muchos hijos

Eso último imposible los hijos son don del Altísimo, tu esposo sólo puede sembrar, pero es Dios como en la tierra quien hace que la semilla germine, y, hay alguien concreto en ese sueño

Si abuela, el joven Peter el hijo del pastor, es evangélico como tú, y, eso no gustará a mis padres, ni a los suyos que yo sea católica, pero ni él ni yo, traicionaremos nuestra conciencia, ni desobedeceremos a nuestros padres, si ellos no quieren no, nos casaremos

Solo hay que obedecer a Dios, es decir hay que obedecerle antes que a los hombres, aunque esos hombres sean los padres

Que quieres decir, que si os amáis, y, estáis seguros debéis casaros y, no abandonar vuestra fe, respetarla, mira te voy a contar mis sueños, los que tuve y los que tengo

La abuela puso la labor de punto que estaba tejiendo, y, empezó a hablar mirando a lo lejos, como si durmiera, hablaba de una tierra lejana, de unas gentes que perseguían a otras por ver de otra forma el evangelio, La Escritura

Qué miras, pregunto la nieta

La abuela estuvo un rato sin responder, como si su vista, se hubiera quedado estancada en un punto, luego sonrío, y, su rostro se  transfiguro, se puso en pie como una jovencita, y, dijo

Lo miro a él

¿A quién abuela?

A él, a tu abuelo, no lo ves ahí viene caminando erguido, con su sonrisa de siempre, el ramo de flores silvestres en la mano, me está llamado, tengo que ir a su encuentro

Qué dices abuela, no hay nadie, el abuelo está muerto
No, está vivo, y, es joven, y, yo también soy joven, no ves que soy una chiquilla de 18 años, si, amado mío ahí voy a tu encuentro

Rut, mira a su abuela desplomada en la mecedora, con miedo se acerca y pregunta

¿Duermes abuela?, no hay respuesta

De la garganta de Rut, brota un sollozo, la abuela ha muerto, se ha reunido con el abuelo

Así fue dijo Rut, como murió la abuela, aunque yo sé que hay veces que viene a sentarse a su mecedora, fue una pena muy grande su muerte

No hija, dice la madre de Rut, una dicha vivió su vida en plenitud, y su amado vino a buscarla



Pero tú crees de verdad qué el abuelo, vino a buscarla

Claro que sí, y, ahora nos sonríen desde el Cielo

Por eso, no debemos quemar la mecedora, yo creo, -dijo Rut- que a veces, los abuelos se sientan en la mecedora, y, la abuela más veces todavía, lo sé porque aunque no sople el aire, la mecedora se mece sola, y, a su alrededor hay paz.

De acuerdo  mujeres, dijo James, no quemaré la mecedora de mi madre, me vendrá bien para cuando sea viejo.

Fin