sábado, 27 de junio de 2009

La Canasta mágica

La canasta mágica 
 
Hubo hace mucho tiempo, un hortelano. Que poseía una canasta de mimbre, todos los días la llenaba con manzanas. Peras. Cerezas..... y salía a venderlas al mercado. Iba gritando su mercancía por las calles del mismo. “hay ricas manzanas. 
A la sabrosa cereza. Tengo peras.....”. las gentes iban corriendo, y él les pesaba la fruta en una balanza de hierro, llamada “romana”, que llevaba colgada del hombro izquierdo. Todo iba bien, hasta que cierta mañana salió como siempre nuestro hombre, con su, canasta al hombro, y se encontró con, un hombre que se paro delante del. “Señor, por favor, deme , una manzana para mi esposa que esta enferma, y no come nada. Se le antojo comer una manzana” ¿qué le de, dirá vd. . Que le venda, si es así no una, las que quiera? “no. Señor. No tengo conque pagársela. Y mi esposa esta muy enferma” fuera. Fuera. Yo no me dedico a regalar fruta, deje las manzanas en el cesto, estamos listos. Se creen que uno cultivan sus árboles. Y se sube a los mismos a recolectar la fruta, para que unos vagos se la coman. Si no tiene con que pagarla, que pase sin ella, ¡mi mujer esta enferma! Como si a mi eso me importara, yo no la enferme. Anduvo un rato, y se le acerco un chicuelo como de unos 12 años, el niño iba sucio, desgreñado; se quedo mirando para las hermosas peras. Y puso una de sus manos sobre la preciada fruta. ¿a ver tú qué quieres? “una pera señor” ¿sólo una? “no quiero abusar de su bondad. Se ve a lo lejos que es usted un señor muy bueno” no es abusar, yo prefiero venderte 4 a venderte una “¿vender, dice vender? ¡OH¡ no señor, no tengo dinero, para pagarle, me he escapado de un mal hombre que me tenía como esclavo y me trataba muy mal; y tengo mucha hambre. He pensado que con una de sus peras. Entretendría el hambre.” Sí, pues sabes que te digo. Que le cuentes un chiste a tu hambre. Pero que yo. Vendo fruta no regalo fruta. Y ahora largo. Se alejo el mozuelo. Y el vendedor se quedo gritando su mercancía. Cada vez de peor humor. Fue entonces cuando se le acerco una anciana, esta con el propósito de que le regalase unas cerezas. Malhumorado llego nuestro hombre a casa, sin conseguir, haber vendido ni una sola pieza de fruta, no lo entendía. Pero se dijo, que ya lo haría al día siguiente. Pero al otro día. Toda la fruta se había podrido. Y hubo de tirar la y lavar la canasta. Sin darse por rendido volvió a salir. Y de nuevo se le acercaron unos pedigüeños, que como los anteriores tampoco recibieron nada. Y otra vez la fruta pérdida. Esto paso varios días y un amigo, le aconsejo visitar a un anciano ermitaño. Que vivía en una cueva. Él seguramente le diría como librarse del maleficio. Porque a lo lejos se veía de que alguien le había hecho un conjuro. Y aunque no creyese mucho en esas tonterías. Por si acaso, se fue hacia la cueva donde vivía el ermitaño. Este era un hombre muy viejo. Con una barba larga y blanquísima. Nuestro “amigo” le contó su problema. Y el ermitaño. Le respondió que era por la canasta, que tenía que hacer una especial ¿una mágica? Pregunto el hortelano. “llámala como quieras”, pero tienes que hacerla tú.” Yo no se, nada de magia. Para eso vine a verle. Ya me parecía que era perder el tiempo. “ya te dije. Que lo de mágica. Era un nombre que le dabas tú, y no me refiero a la canasta de mimbre. Si no a la de tu corazón. Mañana cuando salgas a vender no vas a negarte a ninguna de las peticiones de los pobres, ya veras el resultado” si claro que tendrán fruta gratis “no. Hazme caso. Si no funciona, tampoco pierdes tanto” salió el buen hombre medio refunfuñando, pero se dijo, que tenía razón, el ermitaño. Y decidió seguir su consejo. Al día siguiente, se le acerco primero una madre con su hijito, preguntándole si le daba, una manzana. Él tomo y le dio 2, y lo mismo hizo con el matrimonio mayor que le pidió unas cerezas.... Los pobres se alejaban diciendo. “que manzana tan rica. Jamás he visto una igual”, “que cerezas más jugosas”, “esta pera es un bocado exquisito” Y el caso fue, que todas las gentes vinieron corriendo a comprarle, tanto. Que no le llego, la fruta de la canasta. Y se tuvo que comprometer a que al día siguiente cumpliría con los pedidos que le habían hecho. “La razón le dijo el ermitaño, al que fue a dar las gracias. Es muy simple Cuando tu negaste por ejemplo el primer día la manzana al hombre de la mujer enferma. Las gentes te oyeron gritar “no hay manzanas” y no se acercaron porque pensaron. O bien que no las tenías o que, no las querías vender porque se te habían podrido. Sin embargo. Al dar hoy a los pobres. Estos se fueron alabando tu fruta. Y las gentes, acudieron a comprar” ¿Pero la canasta. Usted hablo de una mágica. Y lleve la misma? “no, hijo, mágica se lo llamaste tú, y yo me refería a tu corazón. Tu corazón es la canasta mágica de la que tiene que salir amor para todos, y eso hará que también tengas una pieza de fruta” Desde aquel día. El hortelano de la canasta fue el frutero más famoso y también el más querido Fin

El patito feo que nunca se volvió cisne

Te voy a contar, la verdadera historia del “patito feo”, como cuenta el relato. Nació de un huevo empollado, por una mamá pato. Y era desgarbado. Torpe. Se caía al andar, y nadaba fatal. Pero no es cierto fuese un huevo de mamá cisne. Era de un huevo de mamá pato.
Es cierto que sus hermanitos, se reían del, por su torpeza. Pero no lo es, que no fuesen en realidad sus hermanitos.
Un día el patito feo. Se marcho a conocer mundo. Y se encontró con patitos y otras aves de agua que se reían del, pero también de otras que se reían con él. Que no es lo mismo.
Cierto día vio un cisne majestuoso, y se le ocurrió pensar que podría ser uno de ellos, pero el cisne lo rechazo, era un pato, y un pato feo. Y además torpe.
Estaba nuestro amigo, un poquillo triste. Cuando vio a un niño, que estaba muy triste, pues estaba malito. Y no había nada que lo hiciera reír de pronto. Al ver el patito. El niño; empezó a reírse, “mira papá, como hace el patito”, y nuestro amiguito. Empezó a repetir sus torpezas. Para alegrar al pequeño. Que gracias a él se curo.
Tanto fue así que lo llevaron, a un sitio llamado hospital, donde hay niños que están enfermitos. Para que, el fuese su compañero de juegos; estos niños lo querían mucho. Le daban miguitas de pan. Se bañaban con él. Y le decían. “eres el patito, más lindo del mundo”.
El sabía que no. Que era feo. Claro que también; podía estar equivocado. Porque la belleza no esta en lo que se ve, sino en lo que se hace. Y el era un buen pato. Un patito que ayudaba. Además para quien te quiere nunca puedes ser feo. Ni fea. El simplemente era distinto.
Y sucedió que llego mamá pato. Y se alegro al ver a su hijito haciendo tan buena obra. Lo lleno de besitos. Y le dijo; “eres el patito más guapo del mundo”.
Él sabía que una mamá pato. Que iba decir.
Después llegaron sus hermanitos. Estaban avergonzados. Pues ellos. Además de reírse de un hermano diferente, nunca habían ayudado a nadie, y a veces hacían rabiar a mamá pato. Y a la maestra pato. Ellos si que eran feos.
Tan feos que muchas veces su mamá no los quería ver; aunque fuese por poco tiempo.
Llego la primavera. Y “el patito feo” se enamoro de una hermosa patito. Se casaron ante un “cisne –juez” y tuvieron muchos hijitos. Unos tan lindos como sus tíos. Sus abuelos. Y su mamá. Otros feos como papá. Pero con un alma, tan pura y tan linda. Como la suya. Y lo que es más importante, todos aprendieron a quererse. Sin necesidad, de que el patito se volviese un cisne.