La llegada
Irene bajo del autobús, un
muchacho le pregunto, si precisaba ayuda para sacar las maletas. Le dijo que
no, con una sonrisa, era poco lo que tenía que tomar una vieja bolsa
Su estancia en el pueblo iba ser
corta, aunque en pocos días tendría que venir para quedarse, para quedarse
Para quedarse se repetía, en una
tierra que no amaba, dejando atrás tantas cosas. Una mujer se le acerco
Hola, tú eres Irene la sobrina de
Carmen, ay hija dame un beso, cuanto me alegro de verte
La mujer hablaba y hablaba,
Carmen la recordaba entre sombras, recuerdos del pasado, le dio un beso que
apenas le rozo la mejilla, y, añadió un “estoy bien gracias”
Ahora tocaba esperar que Carmen,
o sus hijos vinieran a buscarla, no eran mala gente, al contrario eran muy
buenos, y, pensaban que tenían el monopolio del bien, entre todos iban a
manipularla, haría lo que ellos quisieran, toda su vida, caería bajo sus garras
Sobre todo su tía Carmen que se
creía con derecho a decidir lo que
Irene, y, quien no fuese Irene debía hacer, decir, pensar
Pero esta vez no lo iba permitir,
no esta vez no, su vida iba ser la de siempre, y, si no era posible no sería la
que ellos querían.
Un bocinazo la arranco de sus
pensamientos
Su primo Jorge, hijo de su tía
salió del coche, mira a la prima Irene que guapa, iba decirle que no le
gustaban los piropos tontos, pero no iba discutir, por eso se limitó a decir,
gracias Jorge, ¿Has venido solo?
No, viene mamá y mi esposa, ahora
vamos a dejar tu bolsa en casa, y, luego subiremos al faro
No, Jorge, yo voy para casa, no
tengo ganas de ver el faro, no sería su único no, pero tenía que defender su
libertad
Fin