Mercader
Esta es la historia de un viejo
mercader; de un mercader ambulante, un buhonero
Sucedió hace mucho tiempo, en España
el protagonista se llamaba, Jacob, pero
podría llamarse de cualquier otra forma, en el momento en que tiene lugar
nuestra historia, es ya un anciano, tiene cincuenta años, recuerda que paso hace muchísimo, muchísimo
tiempo, nuestro amigo es viudo, tiene una hija también viuda que tiene dos
pequeños; los cuatro recorren calles y pueblos en su burro “Nafás”, y su
pequeña carreta, vendiendo un poco de todo
Pero mejor vamos a conocerlo,
está montando su tienda, si su tienda, ambulante pero tienda
Tienda ambulante
Jacob beso a sus nietos, Abraham
de ocho años y María de cinco; después beso a su hija Raquel, el esposo de esta
había sido asesinado cuando ella estaba esperando el nacimiento de la pequeña
María, unos “cristianos viejos”, lo habían matado por ser judío
Raquel, Jacob y el pequeño
Abraham, se salvaron porque no estaban en casa, por eso transformo su pequeño
zoco, en una tienda ambulante, con lo que iba de pueblo en pueblo, allí llevaba
todo tipo de telas, que tejía la bella Raquel, de tan solo 20 años, especies,
aceites, hierbas curativas, alfombras, tapices, que ofrecía al grito de “Venga
y vean”, y también joyas, hoy diríamos, bisutería, y alguna alhaja autentica
Y, lo que era su propia vida,
cortinones, un brasero, para cocinar, unos cojines, unas mantas
Se quedaba en los pueblos, el
tiempo que la prudencia le aconsejaba, no más de una semanas, procurando que el
Sabat, lo cogiese siempre fuera del pueblo, para que nadie supiese que era
judío, sobre todo por si había algún cristiano viejo
A Raquel le hubiera gustado más
vivir en un sitio fijo, tener un hogar una casa como antes, y que los niños
fueran a la escuela, poder acudir libremente a la sinagoga, pero aceptaba su
situación, los pequeños aprendían a leer
con su abuelo, y, escuchaban historias de los personajes cuyos nombres
llevaban, pero poco más, porque lo niños ya se sabe, lo cuentan todo; es por
ello que tenían prohibido hablar con nadie, sin estar su abuelo, o su madre
presentes, bueno la prohibición era de no hablar con un adulto, pero no de no
hablar con otro niño, de eso, nadie había dicho nada, y, aquella mañana sucedió
lo que te cuento ahora
El niño pobre
Abraham y la pequeña María se
habían quedado un momento solos, antes de salir el abuelo, y, su mamá, les
habían dicho bien claro; “No habléis con ninguna persona mayor”
Los niños eran obedientes y lo
cumplieron, pero llego, Jaime, un niño mayor que María, pero menor que Abraham,
iba desharrapado, descalzo, sucio; con los ojos llorosos. Les pregunto quiénes eran y se lo dijeron, no
le ocultaron que eran judíos; por qué iban a ocultárselo a otro niño; él les
dijo que tenía siete años; era huérfano
y se llamaba Jaime, había huido de casa de unos familiares que lo trataban
mal, lo hacía trabajar de sol a sol,
dormir en las cuadras con el ganado, y
apenas le daban de comer
María le ofreció un pedazo de
cecina de vaca, que Jaime comió, más bien devoro, acompañado de un vaso de
agua, luego pidió si tenían un pedacito de tocino, le dijeron que ellos no
comían tocino, no comían cerdo, porque era pecado
Llego Jacob y no dio importancia
a la charla de los tres pequeños, regalo un trozo de chocolate al pequeño Jaime
que se despidió muy contento
La
Dama rica
Jaime fue abordado por una mujer
muy elegante, y muy guapa
“Ven aquí pequeño no tengas miedo”
El niño fue corriendo, y se
detuvo ante ella, la dama se inclino y le acaricio la cabeza, revolviéndole el
cabello, saco un pañuelo de la manga de su blusa, y le limpio los mofletes
manchados de chocolate. ¿Te vi en el tenderete, no habrás ido a robar, eso está
muy mal; no, tú no robas, eres un buen chico?
Claro que no, señora, no robo eso
está mal, fui a ver, son buenos me dieron cecina de vaca y chocolate
Vaya, vaya, así que son buenos,
dices
Si señora, lo son
Así que son buenos cristianos
Supongo que sí, no lo sé
Has dicho que eran buenos, y
ahora no sabes si son buenos cristianos, en qué quedamos
En que no se, si son cristianos
¿Te gustaría venirte a vivir
conmigo, si tus padres te dejan?
No tengo, soy huérfano
Bien en ese caso
La dama ordeno a un criado, que
estaba a pocos pasos que se acercara, y, se hiciera cargo del pequeño
Una semana más tarde; la dama
visitaba la tienda de Abraham, acompañada de Jaime, al que era imposible
reconocer con sus viejas ropas. Todo fue bien, adquirió, hierbas, perfumees,
especias; al final pregunto, si tenían tocino
Abraham respondió que no,
entonces insistió, “Cuándo lo tendrán”
Nunca, señora no vendemos tocino,
fue la respuesta de Abraham
No veo cruces, ni crucifijos,
dijo la dama
¿No, sois cristianos?
Somos, somos judíos señora,
siempre lo hemos sido, somos buena gente
Claro porque no ibais a serlo,
por qué un judío no iba a ser buena gente, esto último lo hizo remarcando la
última palabra, con un deje de desprecio
Fue lo último que hablo, salió de
la tienda sin despedirse
Jacob, mando a su hija que preparase a los niños;
tenían que irse a otro lugar, otra aldea,
tal vez otro pueblo, u, otro país, y, plantearse si no deberían tener,
“tocino” y cruces para los cristianos
Pero ahora, debían huir,
seguramente la dama, una noble sin duda, ya los habría denunciado, a la
Inquisición, si bien es cierto que al no ser cristianos, nada podrían hacerles,
salvo tal vez darles a elegir entre bautizarse, o morir, o ser expulsados, así
que mejor era irse, como siempre, siempre huyendo como criminales
La alhaja
Estuvieron huyendo mucho tiempo, muchos días, hasta que
hallaron un pueblo que les pareció tranquilo, porque estaba
muy lejos del anterior, nadie los conocería allí
Montaron de nuevo su tienda, todo
iba bien
Hasta que un día, el pequeño
Abraham, encontró dentro del muñeco que
le había regalado, aquella dama, una joya muy rara, y que debía valer mucho
dinero
¿Qué hacemos abuelo?
Jacob, miro un momento la joya,
“era de eso no había duda de mucho valor”, qué vamos hacer devolverla, pero
cómo hacerlo sin arriesgar nuestras vidas, pero tampoco podemos retener lo que
no es nuestro
Creo que he tenido una idea, me presentaré al alcalde, y le diré que
encontré la alhaja, al montar la tienda, que busquen a la dueña, o, al dueño
¿No dirás quién es?
No, que busquen ellos
Y, Jacob hizo lo que había dicho, el alcalde fue
grose4ro, y, lo trato, como si fuese un ladrón, de ser judíos, aunque la ley,
reconoció el alcalde, castiga a los judaizantes, no a los judíos, aunque se
aconseja el bautismo, pero bueno estáis aquí por ladrones
“No hemos robado nada” insistía
Jacob
Se os ha encontrado esta alhaja
La trajimos nosotros mismos
¿Así que confesáis haberla
robado, pero os habéis arrepentido?
No, por favor, no robamos nada,
somos inocentes lo juro
Hay una Dama que dice que la
habéis robado
Pues será una dama, pero miente,
Cómo te atreves a decir que una
duquesa miente
No digo que una duquesa mienta,
digo, que quien haya dicho, que hemos robado miente, la encontramos y la íbamos
a devolver
La ibais a devolver, ¿Luego
confesáis qué no es vuestra?; por fin
Claro que no es nuestra, nunca
dijimos que lo fuese una dama estuvo en
la tienda, se le debió de caer dentro del muñeco, cuando mi nieto la encontró,
no sabía lo que era, al mostrármela supe que teníamos que devolverla
Sabes que voy hacer con tus
nietos, darlos a un matrimonio cristiano, y tu morirás en la horca por ladrón
Si yo fuese ladrón, habría
escondido bien la joya, no la llevaríamos con nosotros
Un alguacil los llevo a mazmorras
separadas, los niños lloraban, y Abraham aparentaba una fortaleza que no sentía
El Perdón
Al día siguiente los sacaron de
la cárcel, muy temprano y los llevaron con los ojos vendados, ellos iban llenos
de miedo; los hicieron subir unos escalones, y, les sacaron las vendas
Frente a ellos estaba, “la dama
acusadora”, sentada en una gran silla, colocada sobre una tarima. Temblaron al
verla, pero ella, bajo de su sitial,
llego hasta ellos se inclino, y les pidió perdón, por haber puesto a prueba, su
honradez y su fe; a continuación añadió que la joya era un regalo para ellos,
regalo que no aceptaron le dijeron que lo diese a los pobres, la dama entendió
que no le perdonaban, y volvió a suplicar, a insistir en su perdón; entonces
con lágrimas en los ojos, la abrazaron, porque la perdonaban, entonces fue
cuando la dama dijo
¿Me haríais, el favor, de venir
mañana a mi humilde casa, que ya podéis considerar vuestra?
Abraham dijo que sí, sabía que
podía confiar
La Dama rica
pobre, el pobre rico
La dama, la señora lo recibió en
su palacio, lo hizo vestida con sencillez, pero extendió ante su vista ropas
lujosas para Abraham su hija, y sus nietos; con esto, dijo: quiero mostrar mi
arrepentimiento; os he puesto una tienda
en el zócalo del pueblo; para que podáis vender vuestros productos
Tus nietos recibirán clase en
mi palacio; que es el vuestro; yo
despreciaba por ignorante vuestra religión, olvidando que es la Religión de
Jesús Nuestro Señor y de Santa María; sé que no matasteis a Jesús, no más que
yo, hace trece siglos, mal podríais
haberlo hecho, tampoco fue aquí en Castilla, si no en Israel
Le pido a Dios, a nuestro Dios,
que un día sepáis que Jesús es el Mesías, vuestro Mesías, un judío como
vosotros
Pero nada haré por imponeros mi
fe, que nace de la vuestra, que nace de Jesús
Abraham salió con lágrimas en los
ojos, al día siguiente abrió la tienda, y dejo de ser un mercader ambulante,
ahora vendía en la tienda que la dama de nombre Obdulia, le había abierto en el
zócalo
Tiempo más tarde, al ver la bondad
de algunos cristianos, entre ellos Obdulia; y el contrapeso de la maldad de
otros, su hija y sus nietos se convencieron;
de que Jesús era el Mesías de Israel
Abraham el abuelo se enteró en el
Cielo se lo dijo el propio Jesús, como hace con todos sus hermanos de fe judía,
a los que recibe en Persona, como el viejo José de Egipto recibió a sus
hermanos
Fin