martes, 28 de marzo de 2017

La careta, o máscara del carnaval



La Careta

Nunca me habían gustado los carnavales, pero Laura insistió tanto, que no me quedo otra opción, acompañarla a ver disfraces
Estábamos frente al escaparate de una tienda,  y mis ojos, casi sin poder yo evitarlo, se posaron encima de una careta, de una máscara, al verla, me quede pálida, como si no fuese un objeto inanimado; si no algo vivo que me amenazase, y me hablase, diciéndome que “vendría a por mí”, por eso me puse pálida, porque era una careta de la muerte
Mi amiga, me pregunto, que me pasaba, le dije que nada, que necesitaba ir a la iglesia a rezar unos minutos, mi amiga aunque es cristiana se negó, no era según ella momento de rezos
Así pues para no discutir terminamos en la terraza de un café; y al poco tiempo casi había olvidado mi susto achacándolo a mi loca imaginación
De noche tuve alguna pesadilla, me despertó el telefonillo, mire por el visor  vi; “la careta” o sea la muerte, con miedo pregunte: ¿Quién es?
“yo, vengo por ti” Dijo una voz lúgubre; mi corazón palpito con fuerza
De nuevo la máscara, con una voz normal, “Soy yo que he comprado churros, ábreme”
Era mi amiga, no le dije nada, pero no me hizo gracia su broma
Fuera de eso, el día fue normal
Ahora son las tres de la madrugada, estoy durmiendo, y me despierta el telefonillo, lo dejo sonar, pero me cansa su insistencia, miro de nuevo, “mi amiga con su careta, con su máscara, le abro, y le digo que suba, no quiero que asuste a los vecinos
Sube demasiado rápido, vivo en un quinto y no hay ascensor
Ya dentro de mi casa, me dirijo a ella, para recriminarla, por su comportamiento
“Me responde con “voz lúgubre”; “vengo a por ti”
Es entonces cuando me doy cuenta, de que no es Laura, es un esqueleto, es la muerte, miro para el crucifijo, pidiendo ayuda a quien venció a la muerte, y empiezo a correr
Abro los ojos, estoy en la cama de un hospital llena de tubos, a mi lado esta Laura
Le pregunto en qué día del carnaval estamos
Me responde riendo, que estamos en Pascua; agarro su mano, y le digo llorando
“Me escape de la muerte”
Tanto, que te escapaste hubo un incendio en tu casa, que apenas causo daños, tu subiste a la azotea, para escapar del humo, resbalaste, y caíste al vació, menos mal que pasaba un camión de lonas, y caíste en él, si no, no lo cuentas
No, te equivocas, la muerte vino a mi casa, a buscarme, le abrí la puerta, porque pensé que eras tú con la careta; como el día anterior en que viniste disfrazada con la careta, y los churros
No, estas equivocada, yo no fui a tu casa con ninguna careta
Sí haz memoria, la careta que vimos en aquel escaparate,  que representaba a la muerte
Ana, yo estaba de viaje con mi esposo en Brasil, cuando llegue me enteré de tu accidente, lo que me cuentas sin duda lo has soñado
Quedo sola, todos los que vienen a verme dicen lo mismo, que caí de la azotea, al intentar escapar del humo, yo sé que no es verdad, que Laura estuvo en mi casa, la víspera, pero no entiendo porque miente
Para distraerme, tomo un periódico de mi compañera de cuarto, me dice, que es viejo, de hace meses, no me importa
Lo abro y el titular me deja sin palabras, el Diario es de hace 2 meses, leo,
“La conocida empresaria Laura Cifuentes, y su esposo el famoso arquitecto Ricardo Sánchez, mueren en un terrible accidente de aviación en Brasil….”
El día del accidente es él que yo viví, lo de la careta, los churros, además Laura vino a verme hoy, el diario se equivocó, seguramente  ya rectificaron. Devuelvo el periódico a mi compañera,  y le pregunto, si se acuerda de la señora que vino a verme por la mañana
Por la mañana, no la visito nadie, sólo la enfermera, la llamé yo misma, porque me asuste, usted se sentó en la cama, y, parecía hablar, aunque no pronunciaba palabra alguna,  luego sus manos parecían agarrar algo, tuve miedo, pero la enfermera dijo, que seguramente serían  resabios de una pesadilla
No vino nadie a verme, no vino Laura Cifuentes
Doña Laura Cifuentes, lleva muerta dos meses
No me quedo convencida, sé de qué,  Churrería eran los churros, de la única que abre hasta la madrugada, mando a un muchacho a preguntar si recuerdan  haber vendido 2 docenas de churros el lunes de carnaval a las 12 de la noche
El niño viene enseguida, la churrería está cerrada
Vuelvo a pedirle el Diario a mi compañera,  y, leo de nuevo, no sólo falleció Laura y su esposo, sino también los dueños de la churrería, “El Montano”
Ya no tengo dudas
La muerte me rondo, pero esta vez le escape
Pero sé que un día ganará ella, o eso pensará
Porque entonces la venceré para siempre
Porque mi pacto es con La Vida
Fin


miércoles, 15 de marzo de 2017

El Talismán



El Talismán

Claudia vivía en la calle, siempre huyendo, rebuscando en la basura algo que llevarse a la boca; implorando una limosna a la salida de los templos, y malvendiendo su cuerpo, a los soldados que regresaban de Britania, o, a un centurión borracho
No era la favorita de la diosa fortuna, desde que fue arrancada de los brazos de su madre, y vendida como esclava, violada a los 15 años, por un amo cruel; había ido brincando de amo, en amo, hasta que a los 22 años decidió huir a través de los montes
Tenía 28 años, y ya era vieja
Necesito, se dijo a sí misma, “Un talismán”, que me proteja y me de suerte, tengo que hallarlo
Hacía tiempo había oído hablar de los cristianos, aquellos impíos adoradores de una cabeza de asno; asesinos de niños, caníbales; los buenos emperadores, bien lo sabían, Los Dioses, hacían lo que podían por acabar con ellos, pero se multiplicaban como las garrapatas, era como si muriesen, y, tornasen de nuevo a la vida. Era como si los protegiese un talismán invisible. Tenía que acercarse a uno de ellos a un cristiano, para robarle, si lo tenían el talismán, bueno que lo tenían, estaba claro que si lo tenían de lo contrario, hacía tiempo que se hubieran esfumado
El problema era, cómo acercarse a uno de ellos
Decidió averiguar y probo suerte en una casa, sabía que eran muy caritativos; seguramente para  captar a sus víctimas; pues si no, conque otra intención iban hacerlo, ellos que no creían en los benditos Dioses ni adoraban al sagrado emperador, su filantropía por el prójimo no podía ser desinteresada
Consiguió ser acogida  en la casa de un cristiano, le dieron ropa limpia, comida y durante dos días durmió en una cama, observo una pequeña cruz de madera, en todas las habitaciones, y al pecho de cada miembro de la casa, oculto bajo el peplo
Pregunto que era, aunque ya lo sabía era una cruz, representación de la forma más vil y  cruel de morir; sólo al usar ese símbolo ya mostraban lo que eran, claro que si era un talismán, y seguro que lo era, ella también lo llevaría  oculto bajo su peplo
Por si fuera poco, la matrona cristiana que la tenía acogida le dijo, que La Cruz era fuente de salud, y de vida eterna, de dicha imperecedera, de perdón en ella, se hallaba todo, lo que el ser humano podría desear, porque Jesús había muerto en ella
A Claudia Jesús no le importaba, pero si con la cruz,  lo tenía todo, si  hasta daba la vida para siempre, claro ahora se explicaba porque no podían acabar con ellos, no morían, aunque lo pareciese, o si lo hacían renacían
Tenía que hacerse con una cruz, pensó en pedirla pero lo vio peligroso, asi que aquella noche, robo una de la cuna de los niños, ocultándola en su ropa.
Después por cobrar unas monedas, y creyendo ayudar al Imperio, denunció a la familia que la había acogido
Todos fueron martirizados, Claudia, sintió escalofríos cuando los vio, en la arena del Circo, destrozados por las fieras, y no volvieron, lo que se le quedo grabado, fue su mirada de perdón, su paz, aquellos no eran criminales
Los criminales no mueren así,
Pasó el tiempo, su vida no mejoraba, al contrario estuvo a punto de morir como consecuencia de una paliza que le propino un borracho, al dormir en la calle sus heridas se le infectaron; el talismán no valía para nada. Es posible incluso que fuese una venganza de los cristianos
Pero ellos la habían perdonado, no entendía nada, su cuerpo ardía con la fiebre, se desplomó en la calle
Cuando abrió los ojos, estaba en una cama, alguien había limpiado sus heridas
¿Cómo estas Claudia?; dijo una voz que le sonó familiar; y lo era,  se trataba de una de las hijas de la familia, a la que ella había traicionado, la hija mayor ya viuda, que vivía en otra cosa, Claudia la había visto en la casa de la buena matrona
Fingiendo ignorancia, Claudia, le pregunto por sus padres y hermanos, qué  era de ellos; pretendía, averiguar, si conocía lo sucedido
Y claro que lo conocía; pero no la odiaba, la amaba porque era su hermana, y se río, cuando Claudio le hablo de su mala suerte, de la mala suerte que le diera, “el talismán”; y con mucha paciencia, fue poco a poco, destruyendo las supersticiones, que había en su corazón, para hablarle después del Dios de Jesús
Y, la luz de la fe,  fue prendiendo en el corazón de la joven Claudia, su decisión estaba tomada, seria cristiana
Pero a los pocos días, fue encarcelada junto con María, que fue condenada a muerte, a Claudia se le iba a pagar con la libertad y unas monedas, pues el  pretor la conocía de la vez anterior; y pensó que había sido ella la que había denunciado a la joven viuda
Pero como insistía en que era cristiana, fue conducida, tras torturarla al mismo calabozo, sucio y hediondo donde se hallaba María, Claudia ya no temía la muerte, sólo el  morir sin las aguas del bautismo, y, no entrar en el Cielo, María la tranquilizo, moriría sin bautizar, pero entraría en el Cielo, su sangre sería su bautismo
La primera en ser martirizada fue María, murió atada a una Cruz de fuego, para Claudia habían destinado una pantera negra, brillante, que ella no vio como una fiera, si no como un ángel amigo, que le traía las llaves de su Casa
Sus últimas palabras fueron, Jesús perdóname, te conocí tarde, pero ahora no me  rechaces
La respuesta, la escucho del propio Jesús en una fiesta que aún dura, y se renueva cada día
Fue así como supo que el talismán, si funcionaba

Fin

jueves, 2 de marzo de 2017

Teatro de guiñol


El teatro de guiñol
El pequeño Luis, había ido con su abuelo por primera vez, a ver un teatro de guiñol
Desde que se alzó el pequeño telón, y aparecieron, el ogro, la princesa, la bruja, el príncipe, el soldado, el aldeano etc.
Luis no apartaba los ojos, de los títeres y escuchaba ávidamente los diálogos
En su inocente imaginación soñaba con ver a la bruja convertida en una buena mujer, pero la historia sucedía siempre como tenía que suceder, sin los cambios que hubiera deseado, así un día tras otro; porque el pequeño quiso verla más de una vez, esperando siempre que fuese distinta
Un día por fin, se decidió a preguntar a su abuelo
Abuelo, por qué siempre es igual
El abuelo, D. Luis le dijo la verdad, “porque son muñecos, títeres, seres de trapo, o de madera manejados por actores que les hacen decir lo que quieren, ellos no tienen vida, no pueden hacer nada, por eso la bruja, siempre será bruja, la princesa, princesa, y así todos y cada uno de los personajes, que carecen de voluntad
Lo que es importante, Luis, es que cuando seas mayor, tengas cuidado y en la función de Teatro que te toque actuar, seas tú, y no otro, u otros quienes muevan los hilos; que seas tú sólo quien actúe, pero siempre siguiendo al Guionista y de su mano
¿Al Guionista, quién es?
Es Dios, hijo mío; nunca dejes que otros te  lleven a hacer lo que no quieras; y lo que es peor, te haga creer,  que es lo que tú quieres, se fiel a tu conciencia; pero todo esto que estoy diciendo, te queda aún muy lejos; y  sé que no me comprendes, lo que tienes que hacer ahora, y será una preparación para el futuro, es obedecer a los papás, ser bueno en el cole, y no perderte la catequesis; lo otro vendrá después, pero te encontrará preparado para tu papel, porque no lo olvides, la vida es un teatro, que la tuya, no sea un teatro de guiñol
Fin



El Templo


El Templo

El Templo se erguía soberbio, sobre la montaña de Sion, admiración de propios y extraños, aunque éstos se cuidasen mucho, de no acercarse más allá de lo permitido, para no ser apedreados
Herodes, llevaba tiempo enfrascado en su construcción, una forma de ganarse al pueblo, de que se creyese en su conversión sincera a la fe de Moisés, nunca lo iba conseguir, tampoco le importaba demasiado, tenía el poder, y el apoyo del único dios que le importaba, del César de Roma
Claro que ahora no, nos interesa Herodes, si no la historia, o el inicio de la historia de dos muchachos
El primero
José Caifás, tiene 16 años, ya ha sido prometido, con la hija del sumo sacerdote Anas, tanto los padres de Caifás, como el propio Anas son saduceos, por lo que sólo les mueve una cosa, el poder, y el éxito, en la, tierra, pues más allá de la muerte no esperan encontrar nada
Hoy es el quinto día de la semana, José Caifás, asiste a “sus clases” en el Templo, escucha con “humildad”, responde sólo a lo que se le pregunta; es un muchacho educado y comedido, un día será él, el sumo sacerdote; aunque no es fariseo, y sus creencias difieren mucho, siente simpatía por estos
Muy cerca de donde se sienta Caifás, está sentado desde hace ya dos días, otro muchacho, mucho más joven, no más de 12 años, por lo tanto menor de edad según La Ley, sus vestidos revelan que es un campesino, un muchacho pobre; de todo ello deduce Caifás, que ha de ser también un ignorante, en Las Escrituras
Por su forma de responder ha podido saber que es de Nazareth, de ese pueblucho casi pagano
No puede evitar mirarlo con desprecio, porque encima ha tenido la sensación, de que él lo mira con amor, como a un hermano, y que conoce sus pensamientos, que está por encima del, pero eso es imposible, sólo es un aldeano
El otro chico, el campesino, responde con firmeza cada pregunta, y no sólo eso, si no que aprovecha para formular el mismo otras, algo inaudito, da la impresión, piensa Caifás, de que se debe creer su autor, el autor de La Tora, del Pentateuco, de los profetas, algunas de sus preguntas quedan en el aire, poco antes de que sus padres otros aldeanos vengan a buscarlo, y su madre tenga la osadía siendo mujer, de pisar el interior del recinto sacro; para reprender a su hijo; poco antes de que sucediese aquel incidente, Caifás había preguntado al muchacho; si creía que el Mesías, estaría próximo a aparecer, es decir de venir al Pueblo de Israel
El  muchacho campesino, lo había mirado un minuto en silencio, y luego había respondido, “Está muy cerca de ti, Caifás está a tu lado”; como entro su madre, y se lo llevo agarrado de una mano, pues no pudo, preguntarle a qué se refería al decir, que estaba a su lado, aunque teniendo en cuenta, que estaban los dos solos, y, que el chiquillo debería creer como los fariseos en espíritus tutelares, se debería referir al ángel guardián de Caifás, de existir los ángeles, que bien sabía Caifás que el único Espíritu era el Eterno
Han pasado 20 años, Caifás es ahora el sumo sacerdote, aunque suele tener detalles con Anas su suegro
Hace tiempo, que tiene ganas de acabar con la vida de un Rabino itinerante, un carpintero de Galilea, Jesús el hijo de José,  ha convencido a todos, de que es lo  mejor, que muera, uno, y, no que todo el pueblo perezca, la verdad el pueblo no le importa nada, lo que le importa es que se pueda perder la vida regalada que lleva, que se ponga de moda, los dichos del Rabino Jesús, de que todos son iguales ante Dios
Esta ya cercana la Pascua, algunos ya la han celebrado, hoy Caifás juzgará a Jesús, aunque ya está decidida la sentencia, después habrá de ratificarla el gobernador romano, pero lo hará, sabe, como manejarlo
Jesús por si fuera poco, ha dicho que el Templo, no va durar para siempre
El Templo, la morada de Yahvé, sólo un loco, o un blasfemo, puede hablar así, vocifera Caifás, cierto es que al no esperar nada, tras la muerte, lo que le molesta de que se vaya el Templo, de que desaparezca, es que se acaben los sacrificios, y, el pierda toda la ganancia material que consigue con ello
Ha llegado la noche, Jesús y Caifás, se han visto de cerca, muy de cerca, y, Caifás ha reconocido en él, a, aquel campesino, ahora sabe a qué se refería cuando dijo, “El Mesías está a tu lado, Caifás”
Como lo había planeado, condena a Jesús a muerte, no tanto por decirse Mesías, si no por darse el Nombre sobre todo Nombre
Porque a la pregunta
¿Tú el Mesías el Hijo del Bendito?
No ha dicho, lo soy, todos somos sus hijos
Si no, que respondido en voz alta
Tú lo has dicho, “Yo soy, y veréis los ángeles de Dios bajando y subiendo, sobre el hijo del Hombre”
Yo soy, así se había presentado Dios a Moisés
Y, Jacob, había visto a los ángeles subiendo y bajando, sobre el trono de Dios
El rabí de Nazaret, se igualaba a Dios, se proclamaba Dios
Caifás había hecho justicia, su justicia, había preservado el Templo
Pero el Templo duro sólo unos pocos años más, no llego a 40, en el año 70 fue destruido,  ya no habrá más Templo, ahora el Templo de Dios es el hombre
¿Y, que fue de Caifás?, algunos libros antiguos lo pintaban en el infierno, pero Jesús oró por él en la Cruz; “Padre, perdónales que no saben lo que hacen”, si Caifás creyese en la resurrección habría sido de otro modo, la oración de Jesús es omnipotente, lo siento por los viejos devocionarios, pero aunque sea en el último rincón del Cielo, allí estará el pobre Caifás
Porque para Jesús es su hermano pequeño, que no sabía lo que hacía
Fin



Aarón



Aarón cuento

Aarón el niño hebreo


De la vieja casa de adobe, en la ciudad de Gossen; salían los llantos de una mujer, el canto de una muchacha, y las risas de un niño, de un niño llamado Aarón, un pequeño de cinco años, hijo de esclavos hebreos
El pequeño, juega va y viene, no entiende que pasa, su mente infantil no puede comprender el mundo de los mayores, qué habrá sido del hermanito, que llego a casa, hace un tiempo, tres meses cree haber oído, lo que si recuerda es al hermanito, un llorón, que ahora ha desaparecido, no está su madre, y su hermana, le dicen que lo soñó, que  nunca hubo más niño que él, pero él sabe que no lo soñó, hubo un niño, con el que habría jugado
Por las noches, reza con sus padres al Dios de Abraham, pero también a Osiris, a Ram, a Isis, a los dioses egipcios, al fin y al cabo son dioses poderosos; ahí están los niños egipcios que son libres; que tienen todo lo que desean, que no ven a un hermanito, que de pronto desaparece; como su hermanito, como los demás niños hebreos
A lo mejor, dice su mamá Jacobed, “que los dioses con más poder son los egipcios, y sin dejar a su propio Dios a “El”, al Dios de Abraham, no está mal rezar a los otros; por eso Aarón les reza, aunque se le escapo, decirle, a “El”, “que es su Dios preferido, que por favor haga que vuelva su hermanito, y que dejen de ser esclavos.
Su madre deja escapar una lágrima, sabe que ningún dios traerá a  su pequeño depositado en un cesto en el río, si no lo recogió nadie, habrá sido pasto de las fieras, de los cocodrilos; pero no podía haber hecho otras coas, los hubieran matado a todos;  lo mejor que le podía pasar que alguien lo encontrase, y lo escogiera para esclavo eunuco
Sí, lo mejor para su hijo pequeño, era ser un esclavo castrado,  por lo menos estaría vivo,  eso era lo mejor, la otra perspectiva era la muerte, y el pequeño Aarón pidiendo un milagro, bendita la inocencia de los niños, que le importaría al dios de Abraham, aquel grupo de esclavos

Mamá cuida un niño
Un día, Aarón, escucho el llanto de un niño, fue corriendo y vio a un pequeñín metido en su cunita
¿Es? Pregunto, clavando los ojos en él
No, dijo su mamá, es hijo de la princesa,  Akena Tai Anai, la hija del faraón, me ha encargado que lo críe
Pues yo creo que es mi hermanito
Pues, no, no es tu hermanito, ya te hemos dicho que no tuviste ningún hermanito, y cuidado con las tonterías que hablas en la calle. Se calló, sabía que  era su hermanito; pero haría lo que decía su mamá.
Así se fue acostumbrando a ver al pequeño, al que llamaban Moisés, nombre que le había puesto la princesa, Akena Tai Anai, su supuesta mamá, aunque él sabía que no lo era, su mamá era la que lo tenía en brazos,  lo amamantaba, es decir Jacobed, a los pocos meses vio, como empezaba a hablar, a llamar mamá a su mamá, le vio dar sus primeros pasitos. Le encantaba llevarlo de la mano, soltarlo hacerle rabiar un ratito; cuando lo soltaba, y fingía irse, el pequeñín, se veía caer y lloraba como un descosido, entonces Aarón, le sujetaba por la espalda, lo alzaba o intentaba alzarlo, en alto, y caían los dos por el suelo, riéndose a carcajadas, mientras que mamá los reprendía, conteniéndose la risa

Hermano encontrado


Por fin llego el día de su décimo cumpleaños, su madre le hizo un manto precioso, y una gran fiesta, todo lo grande que puede ser la fiesta en casa de unos pobres, pobres y esclavos
Moisés era uno de los invitados, Jacobed los junto y le dijo a Aarón, “Moisés es tu hermano”; el hermano que hubimos de poner en un cesto en el río; pero ahora es hijo de la princesa; quién sabe porque Dios, o los dioses lo han querido así; si es que existen, yo creo que sí, pero que es Uno solo; tú debes tratar a Moisés como a tu hermano, porque es tu hermano; tu carne y tu sangre, sois mis hijos; pero recuerda que un día tendrás que postrarte ante él, pues será tu Señor, no lo olvides ahora, ni entonces olvides que es tu hermano
Lo mismo te digo a ti Moisés, cuando te sientes  en el trono del Halcón sagrado, no olvides quien es tu hermano, y quien es tu madre, quien te parió, y, ahora a jugar, ya se Moisés que no me has entendido, sólo espero se te graben en la memoria mis palabras.
Los dos niños salieron corriendo a jugar con sus amigos. Los años fueron pasando; y llego el décimo cuarto cumpleaños de Moisés, día en el que abandono el que había sido su hogar, para trasladarse a vivir al palacio del faraón, para siempre
Venía a ver a su familia,  pero ya no era el mismo, él quería serlo;  pero todo era distinto, hasta sus ropas, llevaba una túnica bordada en oro, y, bastón de marfil
Llegaba en silla de manos, llevado por criados, y su hermano y su madre, le llamaban, “Señor”; aunque al quedar solos todo volvía a ser como antes, y, él volvía a ser Moisés
Pero poco a poco, se fue alejando de los suyos, se convenció a sí mismo de que era un príncipe egipcio; y, Aarón fue viendo a su hermano como un miembro del pueblo opresor

Vaya lío

Pasaron los años, y un día Aarón dejo de ver a su hermano; y, comenzó a escuchar cosas que no entendía, se decía que Moisés el príncipe egipcio, había sido declarado prófugo, que habían puesto precio a su cabeza, que se hallaba huido, había dado muerte a un egipcio, y se había declarado hebreo
¿Estará loco, se dijo Aarón, a qué viene ahora esa locura?; Nos  van echar la culpa, debió esperar a ser faraón para ayudarnos; aunque es posible que nunca llegase a serlo, por su condición de tartamudo, pero si podría haber influido, ya que siempre sería un príncipe egipcio, ahora es un prófugo, nos ha metido en un buen lío, si vaya lío en que nos ha metido mi hermanito

Ante el faraón

Había pasado mucho tiempo; ya todos daban al príncipe  Moisés por muerto; bueno ya nadie le llamaba príncipe si no el traidor
Aarón había tomado esposa Elizabeth, ya tenía varios hijos, no esperaba volver a ver a su hermano
Y de pronto un día, vio venir por el camino una mujer desconocida, con dos pequeños, seguidos de un hombre al que en un principio no reconoció, hasta que lo tuvo delante de sus ojos, no se lo podía creer, era el príncipe Moisés, era su hermano, un hermano loco, trastornado, que pretendía que lo acompañase a ver al faraón, para que este dejase libre a su pueblo, a los judíos, Aarón sería quien hablase
Según Moisés, Dios estaría con ellos pues la idea era suya
Dios, qué dios, dijo Aarón
Yahvé, “El que es” respondió,  Moisés
Qué es qué
Eso, “Es Él que es” así me lo revelo
“Yo soy, Él que soy”
Bien hermanito, todo el mundo es algo, ya sabes, “yo soy tu hermano”; así que ese dios será algo, no me llega el “Yo Soy”
Ha de llegarte Aarón, porque sólo “Él es”
Cedió Aarón y los dos se vieron frente al faraón, que  no podía contener la risa, Moisés hizo algunos prodigios y los sacerdotes egipcios también, pero no consiguieron nada, al contrario, el faraón aumento el trabajo, pero de pronto en el pueblo egipcio empezaron a suceder fenómenos extraños, aguas que se volvían sangre, mosquitos, langostas que lo devoraban todo, tinieblas, hasta que un día

Cena especial

Los pastores acostumbraban a comer un cordero o cabrito una vez al año, por a ello a Aarón que era pastor, no le sorprendió la idea de su hermano, sí  la forma en que debía hacerse
El animal habría de ser sin defecto, macho de un año, habría de ser sacrificado el 14 de Nisan, al atardecer, lo matarían con su sangre pintarían las jambas de las puertas, y lo comerían asado entre dos palos, lo que sobrase lo quemarían, lo acompañarían de panes sin fermentar, durante la comida estarían de pie, con los bastones en la mano
Esa noche los hijos de los egipcios, sus primogénitos serían heridos de muerte
Siendo sinceros hubo muertes en los dos pueblos, pero Moisés dejo bien claro a su hermano, y este al pueblo que nada tenían que ver unas muertes con otras, nada pudieron los dioses egipcios, ni Amon, ni Ra, ni Anubis, ninguno para detener la muerte, desde el faraón a su esclavo todos  lloraron la muerte de su primer hijo, en algunos del único hijo, el faraón empezó a verlos como una plaga, ya no sólo les permitía irse, se lo ordenaba

                                            El Gran Pecado                    
Se vieron cercados, perseguidos por el ejército del faraón, sin salida, el mar Rojo frente a ellos, y de pronto cruzaron el mar como si fuese un río en estiaje. Siguieron avanzando, vieron la montaña del Sinaí centelleante, y a Moisés, hablar por medio de Aarón de diez normas que deberían cumplir, muchas no les eran extrañas estaban en el Libro de los muertos, que los egipcios les obligaban a aprender, otras las de adorar sólo al Dios que los había sacado de Egipto, eran nuevas, prometieron cumplirlo todo, y Moisés volvió a la montaña, tardaba Moisés, y se impacientaron, necesitaban un dios, una imagen que se lo recordará, a la que invocar, y a la que amenazar, dieron sus joyas, a Aarón,  y Aarón cedió, les hizo el ídolo, el becerro de oro, su dios, porque todo pueblo, todo hombre precisa un dios, incluso el que dice que no cree en él, y si no lo tiene lo fábrica, luego dice que no cree en Dios, porque le da vergüenza mostrar el suyo; todo hombre precisa un dios, y si es uno manejable que este donde lo pongan que no incordie, mejor que mejor
Moisés bajo indignado, castigo cruelmente al pueblo, riño a su hermano, qué iba hacer, amaba a su hermano mayor, oro a Dios, al verdadero Dios no al ídolo, y Dios no el ídolo, les dio su perdón a todos, porque era su pueblo, sus hijos, sus criaturas
El perdón

Dios perdono al pueblo, perdono a Moisés, porque desconfío de su misericordia de que diese de nuevo agua al pueblo que no la merecía, como si Dios, fuese esperar que mereciésemos algo, Moisés cumplió con su hermano su misión de llevar el pueblo a una tierra nueva, en la que no llegarían a entrar
Tierra nueva
Un día Aarón y Moisés, vieron la Nueva Tierra; no entraron en ella, no les importó, les aguardaba Una Tierra mejor”
Fin



El Mercader

Mercader


Esta es la historia de un viejo mercader; de un mercader ambulante, un buhonero
Sucedió hace mucho tiempo, en España el protagonista se llamaba, Jacob,  pero podría llamarse de cualquier otra forma, en el momento en que tiene lugar nuestra historia, es ya un anciano, tiene cincuenta años,  recuerda que paso hace muchísimo, muchísimo tiempo, nuestro amigo es viudo, tiene una hija también viuda que tiene dos pequeños; los cuatro recorren calles y pueblos en su burro “Nafás”, y su pequeña carreta, vendiendo un poco de todo
Pero mejor vamos a conocerlo, está montando su tienda, si su tienda, ambulante pero tienda
Tienda ambulante
Jacob beso a sus nietos, Abraham de ocho años y María de cinco; después beso a su hija Raquel, el esposo de esta había sido asesinado cuando ella estaba esperando el nacimiento de la pequeña María, unos “cristianos viejos”, lo habían matado por ser judío
Raquel, Jacob y el pequeño Abraham, se salvaron porque no estaban en casa, por eso transformo su pequeño zoco, en una tienda ambulante, con lo que iba de pueblo en pueblo, allí llevaba todo tipo de telas, que tejía la bella Raquel, de tan solo 20 años, especies, aceites, hierbas curativas, alfombras, tapices, que ofrecía al grito de “Venga y vean”, y también joyas, hoy diríamos, bisutería, y alguna alhaja autentica
Y, lo que era su propia vida, cortinones, un brasero, para cocinar, unos cojines, unas mantas
Se quedaba en los pueblos, el tiempo que la prudencia le aconsejaba, no más de una semanas, procurando que el Sabat, lo cogiese siempre fuera del pueblo, para que nadie supiese que era judío, sobre todo por si había algún cristiano viejo
A Raquel le hubiera gustado más vivir en un sitio fijo, tener un hogar una casa como antes, y que los niños fueran a la escuela, poder acudir libremente a la sinagoga, pero aceptaba su situación,  los pequeños aprendían a leer con su abuelo, y, escuchaban historias de los personajes cuyos nombres llevaban, pero poco más, porque lo niños ya se sabe, lo cuentan todo; es por ello que tenían prohibido hablar con nadie, sin estar su abuelo, o su madre presentes, bueno la prohibición era de no hablar con un adulto, pero no de no hablar con otro niño, de eso, nadie había dicho nada, y, aquella mañana sucedió lo que te cuento ahora

El niño pobre


Abraham y la pequeña María se habían quedado un momento solos, antes de salir el abuelo, y, su mamá, les habían dicho bien claro; “No habléis con ninguna persona mayor”
Los niños eran obedientes y lo cumplieron, pero llego, Jaime, un niño mayor que María, pero menor que Abraham, iba desharrapado, descalzo, sucio; con los ojos llorosos.  Les pregunto quiénes eran y se lo dijeron, no le ocultaron que eran judíos; por qué iban a ocultárselo a otro niño; él les dijo que tenía  siete años; era huérfano y se llamaba Jaime, había huido de casa de unos familiares que lo trataban mal,  lo hacía trabajar de sol a sol, dormir en las cuadras con el ganado, y  apenas le daban de comer
María le ofreció un pedazo de cecina de vaca, que Jaime comió, más bien devoro, acompañado de un vaso de agua, luego pidió si tenían un pedacito de tocino, le dijeron que ellos no comían tocino, no comían cerdo, porque era pecado
Llego Jacob y no dio importancia a la charla de los tres pequeños, regalo un trozo de chocolate al pequeño Jaime que se despidió muy contento

La Dama rica
Jaime fue abordado por una mujer muy elegante, y muy guapa
“Ven aquí pequeño no tengas miedo”
El niño fue corriendo, y se detuvo ante ella, la dama se inclino y le acaricio la cabeza, revolviéndole el cabello, saco un pañuelo de la manga de su blusa, y le limpio los mofletes manchados de chocolate. ¿Te vi en el tenderete, no habrás ido a robar, eso está muy mal; no, tú no robas, eres un buen chico?
Claro que no, señora, no robo eso está mal, fui a ver, son buenos me dieron cecina de vaca y chocolate
Vaya, vaya, así que son buenos, dices
Si señora, lo son
Así que son buenos cristianos
Supongo que sí, no lo sé
Has dicho que eran buenos, y ahora no sabes si son buenos cristianos, en qué quedamos
En que no se, si son cristianos
¿Te gustaría venirte a vivir conmigo, si tus padres te dejan?
No tengo, soy huérfano
Bien en ese caso

La dama ordeno a un criado, que estaba a pocos pasos que se acercara, y, se hiciera cargo del pequeño
Una semana más tarde; la dama visitaba la tienda de Abraham, acompañada de Jaime, al que era imposible reconocer con sus viejas ropas. Todo fue bien, adquirió, hierbas, perfumees, especias; al final pregunto, si tenían tocino
Abraham respondió que no, entonces  insistió, “Cuándo lo tendrán”
Nunca, señora no vendemos tocino, fue la respuesta de  Abraham
No veo cruces, ni crucifijos, dijo la dama
¿No, sois cristianos?
Somos, somos judíos señora, siempre lo hemos sido, somos buena gente
Claro porque no ibais a serlo, por qué un judío no iba a ser buena gente, esto último lo hizo remarcando la última palabra, con un deje de desprecio
Fue lo último que hablo, salió de la tienda sin despedirse

Jacob,  mando a su hija que preparase a los niños; tenían que irse a otro lugar, otra aldea,  tal vez otro pueblo, u, otro país, y, plantearse si no deberían tener, “tocino” y cruces para los cristianos
Pero ahora, debían huir, seguramente la dama, una noble sin duda, ya los habría denunciado, a la Inquisición, si bien es cierto que al no ser cristianos, nada podrían hacerles, salvo tal vez darles a elegir entre bautizarse, o morir, o ser expulsados, así que mejor era irse, como siempre, siempre huyendo como criminales

La alhaja

Estuvieron  huyendo mucho tiempo, muchos días, hasta que hallaron un pueblo que les pareció tranquilo, porque  estaba  muy lejos del anterior, nadie los conocería allí
Montaron de nuevo su tienda, todo iba bien
Hasta que un día, el pequeño Abraham, encontró dentro  del muñeco que le había regalado, aquella dama, una joya muy rara, y que debía valer mucho dinero
¿Qué hacemos abuelo?
Jacob, miro un momento la joya, “era de eso no había duda de mucho valor”, qué vamos hacer devolverla, pero cómo hacerlo sin arriesgar nuestras vidas, pero tampoco podemos retener lo que no es nuestro
Creo que  he tenido una idea,  me presentaré al alcalde, y le diré que encontré la alhaja, al montar la tienda, que busquen a la dueña, o, al dueño
¿No dirás quién es?
No, que busquen ellos
Y, Jacob  hizo lo que había dicho, el alcalde fue grose4ro, y, lo trato, como si fuese un ladrón, de ser judíos, aunque la ley, reconoció el alcalde, castiga a los judaizantes, no a los judíos, aunque se aconseja el bautismo, pero bueno estáis aquí por ladrones
“No hemos robado nada” insistía Jacob
Se os ha encontrado esta alhaja
La trajimos nosotros mismos
¿Así que confesáis haberla robado, pero os habéis arrepentido?
No, por favor, no robamos nada, somos inocentes lo juro
Hay una Dama que dice que la habéis robado
Pues será una dama, pero miente,
Cómo te atreves a decir que una duquesa miente
No digo que una duquesa mienta, digo, que quien haya dicho, que hemos robado miente, la encontramos y la íbamos a devolver
La ibais a devolver, ¿Luego confesáis qué no es vuestra?; por fin
Claro que no es nuestra, nunca dijimos que lo fuese  una dama estuvo en la tienda, se le debió de caer dentro del muñeco, cuando mi nieto la encontró, no sabía lo que era, al mostrármela supe que teníamos que devolverla
Sabes que voy hacer con tus nietos, darlos a un matrimonio cristiano, y tu morirás en la horca por ladrón
Si yo fuese ladrón, habría escondido bien la joya, no la llevaríamos con nosotros
Un alguacil los llevo a mazmorras separadas, los niños lloraban, y Abraham aparentaba una fortaleza que no sentía

El Perdón

Al día siguiente los sacaron de la cárcel, muy temprano y los llevaron con los ojos vendados, ellos iban llenos de miedo; los hicieron subir unos escalones, y, les sacaron las vendas
Frente a ellos estaba, “la dama acusadora”, sentada en una gran silla, colocada sobre una tarima. Temblaron al verla, pero ella,  bajo de su sitial, llego hasta ellos se inclino, y les pidió perdón, por haber puesto a prueba, su honradez y su fe; a continuación añadió que la joya era un regalo para ellos, regalo que no aceptaron le dijeron que lo diese a los pobres, la dama entendió que no le perdonaban, y volvió a suplicar, a insistir en su perdón; entonces con lágrimas en los ojos, la abrazaron, porque la perdonaban, entonces fue cuando la dama dijo
¿Me haríais, el favor, de venir mañana a mi humilde casa, que ya podéis considerar vuestra?
Abraham dijo que sí, sabía que podía confiar

                              La Dama rica pobre, el pobre rico               

La dama, la señora lo recibió en su palacio, lo hizo vestida con sencillez, pero extendió ante su vista ropas lujosas para Abraham su hija, y sus nietos; con esto, dijo: quiero mostrar mi arrepentimiento; os  he puesto una tienda en el zócalo del pueblo; para que podáis vender vuestros productos
Tus nietos recibirán clase en mi  palacio; que es el vuestro; yo despreciaba por ignorante vuestra religión, olvidando que es la Religión de Jesús Nuestro Señor y de Santa María; sé que no matasteis a Jesús, no más que yo, hace trece siglos,  mal podríais haberlo hecho, tampoco fue aquí en Castilla, si no en Israel
Le pido a Dios, a nuestro Dios, que un día sepáis que Jesús es el Mesías, vuestro Mesías, un judío como vosotros
Pero nada haré por imponeros mi fe, que nace de la vuestra, que nace de Jesús
Abraham salió con lágrimas en los ojos, al día siguiente abrió la tienda, y dejo de ser un mercader ambulante, ahora vendía en la tienda que la dama de nombre Obdulia, le había abierto en el zócalo
Tiempo más tarde, al ver la bondad de algunos cristianos, entre ellos Obdulia; y el contrapeso de la maldad de otros, su hija y sus nietos se convencieron;  de que Jesús era el Mesías de Israel
Abraham el abuelo se enteró en el Cielo se lo dijo el propio Jesús, como hace con todos sus hermanos de fe judía, a los que recibe en Persona, como el viejo José de Egipto recibió a sus hermanos

Fin