viernes, 1 de abril de 2016

El Bazar

El Bazar

Ciriaca había decidido pasar unos días descanso en Agadir( Marruecos); llevaba ya cuatro días en la ciudad hachemita, cuando decidió visitar el bazar, deambulo, horas, y, horas mirando, observando todo tipo de objetos, telas, vasijas, cerámicas, perfumes, especies, compro algunas cosas, telas de una belleza exquisita, lámparas, especies, teteras, y, como no, el famoso te verde de Marruecos
Cuando abandonaba el Bazar, fue interceptada por  una hermosa joven marroquí, ataviada como en un relato de “Las Mil y Una Noches”

La joven corrió hacia ella, y, cuando estuvo frente a Ciriaca la detuvo, mostrándole un anillo de oro, engarzado en piedras preciosas

“Mademoiselle, ayúdeme necesito vender esta sortija, para operar a mi hijito,  soy viuda,  la sortija es todo lo que tengo, es muy valiosa, cómo puede ver, es de oro, y, las piedras, son rubíes, esmeraldas, y, 2 diamantes, por favor necesito que me la compre, se la dejo por 100 €, aunque como puede ver, su valor es mucho mayor
Ciriaca, tomo la alhaja en la mano, y, comprobó ser cierto, cuanto decía la mujer, pero se la devolvió, diciendo

“Tenga señorita, no cabe duda, de que es hermosa, una hermosa pieza de bisutería, pero sólo eso, bisutería, muy bien elaborada, hermosa fantasía, sólo eso, no voy a darle 100 € por esto, sólo podría darle 10 €

La joven mora protesto, dijo que además de ser una joya valiosísima, tenía un poder mágico, daba buena suerte, “Barak”, a quienes la tenían

Ciriaca, le dijo que no creía en esos cuentos, y, de ser así además por qué quería deshacerse de ella, si aceptaba los 10 € bien, si no que se quedase con su sortija mágica

Llorando la bella musulmanas, entrego a Ciriaca la joya, a cambio de los diez euros

Al día siguiente, Ciriaca, retorno a Barcelona, se sentía orgullosa de lo que había hecho, luciría la joya, un tiempo, y, después quien sabe, tal vez pudiese venderla, “si era cierto daba buena suerte”; se dijo a sí misma, riendo
Dos meses más tarde, de su regreso de Marruecos, nada podía ir peor, sus empleados se fueron despidiendo uno, a uno, y los pocos que se quedaron fue porque no les quedaba otro remedio, pero trabajaban sin ganas; y, ella no se atrevía a despedirlos, porque había visto, que los que habían reemplazado a los que se fueran, se habían largado también
Y, no sólo era la ruina, en su tienda, en su negocio, su casa su hogar también era un fracaso, las discusiones con su esposo eran el pan de cada día, hasta que el marido, abandono el hogar, esto hacía que su salud se deteriorase, sus nervios estaban destrozados

“Maldita mora” exclamo me vendió una sortija, que daba suerte, si, pero mala suerte
Fue entonces, cuando un pensamiento, cruzo su frente; recordó a Merche, “una amiga”; a la que detestaba, aunque sin motivo, iría a verla, y, le regalaría la sortija

A los pocos días, hizo lo que había maquinado, Merche la recibió con un cariño sincera, pues era mujer noble, sin doblez, soltera, con dos hijos, y un padre ya anciano, regentaba una vieja zapatería; hubo un tiempo, ya lejano en que ella y Ciriaca, eran intimas amigas, las dos se hicieron novias al mismo tiempo de sendos chicos,  pero cuando el prometido de Merche falleció en un accidente dejándola embarazada,  Ciriaca se enojó, porque su amiga, rechazo su ayuda, para “interrumpir su embarazo”; no le importaba ser madre soltera, decía además que un embarazo, no se puede interrumpir, porque sólo se interrumpe, lo que se vuelve reiniciar donde se interrumpió, algo imposible en un embarazo

A Ciriaca, no le hacía gracia, luego nacieron los gemelos, y, Ciriaca reanudo su amistad, pero sólo externamente, porque en el fondo detestaba a Merche
Fingiendo una amistad que no sentía, le dijo que la sortija, la había adquirido en realidad para ella, que se merecía todo lo bueno, y, le habían dicho que daba suerte

Merche, le contesto, que ella, sólo creía en Dios, y, aceptaba sus designios, no se quejaba, pero agradecía la muestra de cariño que representaba la sortija, pero no podía aceptarla, era una joya muy valiosa, que no iba con su estilo de vida, era una mujer humilde, pero ante la insistencia de su amiga, Merche acepto la sortija; y se despidieron con la promesa de verse más a menudo
Ciriaca, salió triunfante, ya tenía lo que quería, ahora sólo le restaba ver, como mejoraba su suerte, y, se hundía la de “su amiga”

Pero sucedió al revés, su suerte, la de Ciriaca, fue en picado, mientras que a Merche, todo le salía a las mil maravillas, su negocio abrió dos sucursales, mientras que Ciriaca, hubo de cerrar su joyería, estuvo a punto de suicidarse, y, tuvo que ser hospitalizada porque se tomó un tubo de pastillas.

Merche fue a visitarla al centro sanitario

Ciriaca, la recibió a gritos, y, Merche respondió dulcemente, pues pensaba que era debido al estado de salud de su amiga, que la había llevado a intentar quitarse la vida, ya más calmada, hablaron, y, Ciriaca pregunto, como era posible la suerte de Merche, y, revelo su historia y su plan
Merche, reía a carcajadas, no existe ni buena, ni mala suerte, existe lo que uno hace, y Dios quiere; tú confiaste en la sortija, y, descuidaste tus deberes con tu negocio, lo que motivo que los clientes protestasen y no comprasen, los proveedores no hicieron remesas porque al no haber ventas, no se les hicieron pedidos, los empleados, recibían quejas de los clientes, y, al no poder hacer nada, pues se iban, o trabajaban mal; en tu casa, imagino paso algo parecido, descuidaste todo, y, eso motivo la marcha de tu esposo, y, repercutió en tu salud

Yo, guarde la sortija, para la boda de mi hija Nacha, después me dedique a lo que se hacer, trabajar y cuidar de los míos, lo que sucedió, fue una consecuencia normal

Ahora importa que tu retomes tu vida, voy a dejarte dinero, para reabrir la joyería

Ciriaca, la abrazo llorando, le pidió perdón, y, le dijo, “Te equivocas, si da suerte, buena suerte, gracias a ella recupere a una buena amiga, y, conocí mis errores, acepto tu oferta”
La joyería de Ciriaca, volvió a funcionar, y, toda su vida se normalizo

Fue entonces, cuando decidió, volver a Marruecos, a la ciudad de Agadir, para encontrar a la joven mora, y, pagarle el precio justo de la joya, pero por más que la busco, no la encontró en toda la ciudad marroquí, ni nadie le supo dar señales de la misma

Antes de retornar a España, entro en una vieja capilla, entonces se quedo estupefacta, vio una pintura que representa a Santa Casilda, hija de un rey  moro, y, mora ella misma, Ciriaca, tembló de pies a cabeza, al comprobar quien era, la mora, que le había vendido la sortija, y, con ella una nueva vida

Fin



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