Los hilos del tiempo.
Nunca había creído mucho, en las palabra de mi abuela Leocadia, que decía que el tiempo, estaba sujeto por cadenas invisibles, por hilos que manejaban los ángeles, y que hacían que todo, lo que hacíamos tuviese repercusión tanto en el futuro, como en el pasado.
Sinceramente, me parecían cuentos para niños, niños de otra época.
Aunque como podrán suponer. Jamás se lo dije a mi abuela, a la que por otra parte adoraba
Un día que yo estaba, con ella en la piscina de su mansión.
Me miró, y me dijo
- Rebeca. Sé que no crees lo que te cuento, pero es cierto hija, siempre debemos de hacer el bien, de ello depende el nuestro.
La interrumpí. Eso ya lo sé abuela, y lo creo
- No, interrumpas hija, no estoy pensando solo en bienes espirituales, aunque claro es lo primero, sino que una acción mala, o no buena por nuestra parte, como el no ayudar a una persona cuando podemos hacerlo, puede y seguro lo hará no solo dañarla a ella, sino a nosotros, más de lo que piensas
Es que no pienso abuela en esas cosas, cada persona vive en su tiempo, yo no puedo dañar a la gente, del futuro, a la del pasado menos. Y, ahora voy a dar me una ducha. Y marcho al trabajo; que ser la Directora, no me autoriza a holgazanear.
Dos horas más tarde, estaba en mi despacho.
Cuando se acerco, Celia mi secretaria.
- Doña Rebeca, este joven insiste en hablar con usted.
Yo, no esperaba a nadie, pero tampoco solía recibir a nadie, sin acordar antes una cita, pero decidí mandarle pasar
Se trataba de un hombre joven, de unos 20 y pocos años
Buenos días señora, me llamó Alfredo, venía a rogarle me dé un puesto de trabajo en una de sus empresas, o me recomiende para cualquier otra conocida.
A mi casi me da la risa. Aquel chico, sabía lo que decía, “CiroBolivarKicoperro” era una de las mayores empresas de construcción en todos los campos, los jóvenes se peleaban por trabajar con nosotros en el puesto más bajo, sabían que él que valía ascendía como la espuma.
Bien, D. Alfredo. Dígame que sabe hacer usted, a que puesto aspira, porqué quiere trabajar con nosotros, y sí tiene algún título universitario, o cuáles posee
-Yo, acabo de llegar del campo, somos muchos y hay que ayudar a los padres
Sí, estoy de acuerdo, pero no me ha respondido
- No sé mucho, bueno sé algo de mecánica, de carpintería, y aprendo rápido, ya que soy obediente y dócil,quiero trabajar con ustedes porque he tomado un café con un bollo de leche, y un señor que estaba leyendo el periódico, yo no sé leer, pues lo que le decía. Doña Rebeca, en el periódico hablaban de que ustedes habían abierto esta empresa, y pensé que. Sobre que títulos tengo, ninguno, eso sí con las cuentas soy un as, puede ponerme a prueba.
Yo, era incapaz de reaccionar un joven analfabeto, en La España de 2025, claro que a lo mejor era un bromista, y, a qué venía lo del periódico, no habíamos salido en la prensa desde hacía meses. Y, desde luego estábamos en el mercado, desde hacía, más de 100 años, en concreto desde marzo de 1912. Pero iba darle una oportunidad a aquel joven. Asi que tomé una tarjeta, para enviarlo al departamento de carpintería, y en caso de que allí estuvieran cubiertos lo desviasen a mecánica. Pero antes de entregarle las tarjetas, le hice otra pregunta.
¿Qué hará si no encuentra trabajo en esta empresa, se volverá al campo?
-No, si eso pasa espero que no, compraré los billetes para Londrés, y el 12 de abril me embarcaré para América, dicen que ese día, ya estará listo el barco, que es muy rápido, y muy lujoso, aunque yo iré en tercera, pero espero que con la ayuda de Dios, y su bondad, no tenga que hacerlo.
Le desee suerte, le di las tarjetas y lo despedí. Me sonaba extraño, emigrar ahora en la época Trump a los EE.UU y mucho más hacerlo en barco, además ahora había barcos de cruceros. Seguramente un grupo de amigos me había tomado el pelo. El resto de la jornada transcurrió con normalidad.
A la noche mientras cenábamos mi abuela me dijo.
- Esta tarde he pensado en mi abuelo Alfredo, te habría encantado, era muy valiente, siendo muy joven vino desde su aldea en las montañas de Lugo, a La Coruña, a buscar trabajo, por cierto lo encontró en una empresa, que llevaba abierta pocos meses, la nuestra hija, tu bisabuelo era un joven analfabeto, pero decidido, sí no le daban el trabajo, se iría a Londrés y se embarcaría en el Titanio, por suerte no lo hizo, o ni tú ni yo estaríamos aquí. Contaba que lo había escuchado con mucho respeto, y le había dado unas tarjetas de recomendación, una joven señora, llamada Doña Rebeca. Pero nadie conocía en la empresa, a un alto cargo, con ese nombre. Sobre todo, porque entonces los cargos los ocupaban los hombres. Qué te parece
Muy linda historia, abuelita. Aquello me confirmaba que todo había sido una broma. ¿Y, sí no lo era?. Tenía que intentar comprobarlo. ¿Abuela, guardas alguna foto de tu abuelo Alfredo?
Sí guardo muchas, están en una caja, ahora las traigo
Cinco minutos más tarde, aparecía con una caja de madera, llena de fotografías amarillentas, en ella la de una joven pareja, a ella la había visto en un marco en casa de mi hermano Ramón, era la tatarabuela Alejandra, hija de uno de los fundadores de nuestra empresa. Así pues el joven que estaba con ella, tenía que ser su novio, y futuro esposo, Alfredo. Observe la foto con calma, y casi dejo escapar un grito, porque aquel muchacho, era él que había estado aquella tarde pidiéndome trabajo. Mi tatarabuelo Alfredo, que casi muere en 1912, me había ido a pedir trabajo, y, yo con mi buena acción, había salvado su vida y la mía. Porque sí él hubiera muerto, yo no habría nacido.
Ahí estaban los hilos del tiempo, unidos, aunque mi mente racional no quisiese aceptarlo. Decidí no contar nada a mi abuela. Antes tenía que repensar lo sucedido.
Por la noche me llamó mi ex marido, y mis dos hijos que estaban de vacaciones con su padre y su nueva esposa. Hablamos un buen rato, los chicos me contaron lo bien que lo estaban pasando en Margarita, y que Graciella la nueva señora de su papá se portaba muy bien con ellos, que pronto tendrían un nuevo hermanito. Les dije me pasasen con Graciella a la que apreciaba sinceramente, ya que ella no había roto nuestro matrimonio y la felicite, por la llegada del bebé.
Fin