domingo, 13 de agosto de 2017

llamada



La llamada (cuento)
Antonia, despidió a sus hijos y a sus nietos, cerró la puerta de la verja, y comenzó ascender por el camino, que serpenteaba entro los árboles frutales, los pinares, y, algún roble, más de una vez se había preguntado porque vivía en aquel caserón; teniendo 3 hijos que la adoraban.
Se respondió a sí misma, diciéndose, que no se sentía sola; Alfredo, su difunto esposo la acompañaba, aunque eso, no lo comentase con nadie, la tomarían por loca. De pronto oyó el sonido del teléfono, ya era tarde, más de las 9 de la noche, era invierno, no esperaba ninguna llamada; decidió no responder, sobre todo al ver que era un número desconocido, pero el sonido era insistente, y, decidió descolgar el aparato, para que la dejasen tranquila.
Clínica Santa Eufemia. Dijo una voz detrás del hilo
Este es un domicilio particular, privado quiero decir, fue la respuesta de Antonia, y colgó
Volvió a sonar el teléfono; de nuevo la misma voz
“Discúlpeme, ya sé que es una casa particular, pero podría hacerme un favor, soy mayor, y, no puedo buscar el número de la clínica Santa Eufemia, ni su dirección; me he enterado de que esta allí mi hija muy grave. ¿Podría ayudarme?
A punto estuvo de mandarla a paseo, pero algo, no sabría decir él que, la empujo a prestarle, el pequeño favor
De acuerdo lo intentaré pero no me llame usted, lo haré yo, cuando tenga los datos que necesita, su número ha quedado grabado en mi teléfono
Antonia cumplió lo prometido, y, llamo a la desconocida. Escuche el teléfono es 444218965; la dirección es calle Petronio Negro, nº 4
Gracias, no sabe lo que se lo agradezco, podría pedirle otro favor, se trata de mi hija, se llama, Clara Antonia Lerga. Al oír el nombre, Antonia no pudo evitar un estremecimiento que sacudió todo su cuerpo, era el nombre de la amante, de Alfredo, la que se aprovechó del,  la que  lo arranco de su hogar, hasta que  enfermo; entonces lo devolvió como un objeto; y, ahora estaba ella enferma, y enferma grave, sola en un hospital, pero qué culpa tenía su madre; posiblemente ninguna, así pues la acompañaría a verla, tras unos segundos que a Clara madre le parecieron siglos, Antonia, respondió
De acuerdo, lo haré, pero no me llamé, la llamo yo. Hasta pronto
Dos horas más tarde llamo, para decirle que había averiguado, el  número de la habitación el estado de la enferma, que era muy grave, el horario de visitas, era por la tarde de 5 a 7
La madre de Clara le dio las gracias y le pidió un nuevo favor, que la acompañase a ver a su hija. Antonia sabía que eso significaba verla de nuevo, pero sintió lastima de su madre, y, sin saber porque accedió. Quedaron a las cuatro de la tarde en un café, se comunicarían por el móvil para conocerse.

La desconocida
A las 4.30, Antonia se encontró con la madre de Clara, con Clara Loríga, , una mujer humilde, muy lejos de la forma arrogante de su  hija, que se deshizo en agradecimientos, y, le contó que hacía mucho que su hija no quería saber nada de ella, ni de su padre, a cuyo entierro ni asistió ni de sus hermanos, había roto con todos ellos;  porque le recriminaban se fuese a vivir con un hombre casado, con hijos y mucho mayor que ella;  y, no estaba por la labor, a los quince años de estar juntos, en los que tuvo otros amantes, él enfermo de cáncer de páncreas, entonces ella lo dejo, le dijo que volviera con su familia, no le importaba, no se iba amargar la vida, cuidando un enfermo de cáncer, estaba encinta, pero aborto, decidió matar al niño que llevaba en su vientre. Hace un par de días, recibí una llamada que me dijo, lo que usted ya sabe, no sé, si hago bien, o mal, al ir a verla, pero es mi hija
Yo, dijo Antonia, tampoco lo sé, pero sé que yo en su lugar haría lo mismo, venga vamos a tomar un taxi, nos dejará mismo en la puerta
¿Un taxi?
Si, tranquila, hoy corre de mi cuenta
Clara estaba muy mal, apenas podía hablar, pero cuando podía lo hacía con voz angustiosa, repitiendo sin cesar, “me muero madre, me muero, no pueden hacer nada, y lo peor no es la muerte, lo peor  es que estoy condenada”
No diga, tonterías, Clara, terció Antonia, se pondrá bien, seguro, y de lo otro, recuerde que Dios perdona
No, a una persona como yo. Y relato como en un confesionario lo que ya sabían.
“Hasta soy una asesina, aborte legalmente, pero ante Dios, soy una criminal”
Sí, lo eres dijo su madre, pero a lo mejor ese ángel que no nació, está pidiendo por ti.
No, yo sé que no tengo perdón
Sí esta arrepentida, sí, si es católica debería llamar a un sacerdote, puede hacerlo, mejor dicho, debería hacerlo, y, le repito tiene perdón, se lo digo yo, que soy la viuda de Alfredo su amante, y, la he perdonado Clara.
La enferma estallo en un sollozo, usted es Antonia. ¿Podría darme un beso?
Claro que sí, mujer, y, al abrazarla noto un ser débil, tal vez lo hubiera sido siempre y oro en su interior para que Dios la perdonara, luego pidió perdón por pedir a un padre perdonase a su hija.
Mañana a las diez para revista el médico, podrán hablar con él sobre mi caso
Yo, no soy nadie, pero si su  madre quiere la acompañaré
Por supuesto que quiero y muy agradecida.
Al día siguiente
En el Hospital
Clara y Antonia llegaron  muy temprano al hospital, para hablar con los médicos que atendían a Clara, las noticias no fueron buenas; el médico les explico lo que tenía, y que salvo un milagro, eran pocos los días de vida que le quedaban; ellos iban a procurar hiciese el transito sin dolor. Antonia se ofreció a Clara madre, para velar a Clara, en sus noches y que la muerte no la acogiese  a solas. Clara no quería separarse de su hija, pero precisaba el descanso.
El problema era, como decírselo a Clara.  Trataron de contarle una mentira piadosa, pero ella conocía su estado. No tenía miedo a la muerte en sí, sino a lo que venía después era cristiana; aunque el dios en el que le habían enseñado a creer no lo era
Sé que Dios me condenará, por lo que hice
Dios no condena, dijo Antonia, Dios perdona es su oficio, le encanta perdonar
¿Cómo puede usted decir eso?, yo le robe el marido, mate al hijo que él mi amante había engendrado en mí, y cuando su esposo mi amante enfermo, lo eche de casa, y dice que Dios me va perdonar
Si, lo digo precisamente por eso, fíjate, si yo que soy no mala, malísima, te he perdonado el daño que me hiciste, con más razón lo hará Quién estuvo en la cruz por ti. Sabes cada día, que venga a verte te leeré un trocito de la Biblia; lo escogeré de las lecturas de la Misa, y luego oraremos juntas con el Salmo; al final si te parece pediremos la ayuda a La Madre de Dios; siempre que tú estés de acuerdo
Claro que estoy; como no iba estarlo. Así lo hicieron hasta el día en que la propia Clara pidió un sacerdote, hoy dijo tras recibir los sacramentos me siento recién nacida, ya no siento la muerte ni el dolor, mamá, Antonia, no sé cómo agradecerles, todo lo que han hecho por mí; hacía ti mamá, siento menos agradecimiento es normal lo que has hecho, porque eres mi madre, pero usted Antonia, no tenía porque, yo le hice mucho daño. Por eso ahora me gustaría tenerla como amiga para siempre, cuente conmigo para todo lo que quiera
Antonia, no podía contener el llanto, claro que sí, y, usted Clara conmigo, me alegra tener una nueva amiga

Nueva amiga
Antonia ya sentía a  Clara como a una vieja amiga; se turnaba con la madre de Clara, para velarla, para cuidarla, cuando Clara se hallaba consciente hablaban, de todo, y en ese todo entraba Dios, la vida nunca la muerte, pues Clara creía en la resurrección, no en la reencarnación puesto que era cristiana, un joven sacerdote el padre Miguel, le ayudo a reencontrarse con su papi del Cielo. A veces su madre, o Antonia le leían trozos de la Biblia, que comentaban entre las tres
Un día, Clara se puso peor, estaban con ella Antonia y su madre, Clara sonrío, cerró los ojos, y, se fue, su rostro quedo luminoso como si la luz en la que sin duda ya moraba, se transfigurase en su envoltura mortal.
Días más tarde fue el sepelio
En la iglesia, durante el funeral, y, en el cementerio, Antonia, no pudo evitar pensar que poco había durado su amistad con Clara, la muerte lo había estropeado, de repente un rayo de luz asomo por medio de una nube, y Antonia supo, y, recordó que su nueva amiga, era para siempre, porque Clara estaba viva, le había saludado desde el Cielo
Un teólogo le hubiera dicho
“El Cielo no está arriba ni abajo, es un estado, no un lugar, pero que sabe un teólogo, por algo Jesús llamo felices a los sencillos
La verdad era que Clara ya no sufría, era feliz y vivía para siempre, Antonia se secó una lagrima, tomo del brazo a la madre de Clara, que también se llamaba Clara, venga caminemos un poco, mañana puede venir a comer e a mi casa, así se evitará aguantar a las plañideras
Clara, soltó su  brazo, agradezco lo que hizo por mí, y por mi hija, pero tengo una vida, hasta otra
Nunca más volvió a llamarla, no se vieron más
Durante un tiempo mantuvo su número en el teléfono, pero un día lo borro
Con quien nunca perdió la amistad fue con Clara, la amiga que ahora vivía en el Cielo
Fin




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