La rata
Lucía, bajo hasta las cuadras del
palacio, acarició a su yegua “Rosada”, “hoy no voy a montarte, amiguita, quiero
salir a ver cómo viven los siervos de papá”, a todo esto, Lucía es una joven
de 16 años, hija de un señor feudal, un
buen hombre, y, a Lucía le gusta
mezclarse con la gente de su pueblo, entrar en las casas, comer con ellos su
humilde comida, y, jugar con sus animales, y, eso va hacer en este momento.
Ya en la calle, recorre todos los
recovecos, saluda a los campesinos, y, a los aguadores, a los mercaderes, y,
observa escondidos en unos matorrales unos ojillos, se agacha para ver que es.
Es una rata, una hermosa rata, las niñas de la Edad Media no tenían miedo a las
ratas, aun no había razón para ello
El encuentro con la rata
Lucía se agacho y tomo el
animalito en sus brazos, era suave lo atrajo hacia su seno, para darle calor, y
se dirigió con él a Palacio, entro en la cocina, todos querían acariciar a la
rata, llegaron los chicos de las caballerizas, a comer, la rata se puso
nerviosa y mordió a Lucía.
En ese momento entro un gato, el
animal erizo sus pelos y, se lanzó a perseguir a la rata
La muchacha sus criados y el gato
Lucía, y, sus criados estaban
encantados con el animalito, con la rata, hasta que entro un gato, un gato de
pelaje negro y blanco, que bufo con los pelos erizados hacia el roedor, hizo
ademán de atacarle.
Tanto Lucía como sus sirvientes
tomaron piedras para espantar al animal, “fuera, fuera, maldito gato, fuera,
eres amigo de las brujas”, el animal escapo, y, Lucía se sintió feliz, había
tenido suerte, su rata estaba salvada, ya era tarde iba acostarse
por la mañana a Lucía le dolía
mucho la cabeza y la garganta, seguramente se habría resfriado, la cubrieron
con mantas para calentar su cuerpo, para evitar que el calor se marchase, bajo
sus axilas, y, sus ingles, había dos pequeños bultitos.
Lucía estaba cada vez peor, a los
diez días fallecía, y, no solo ella sus criados, su ama, la casa se marcó con
una cruz amarilla era la peste, y, la peste llego a muchas otras casas, a todos
los que directa o indirectamente habían tenido contacto con ella, o sus
sirvientes
Los predicadores hablaban de un
castigo del cielo, y, a las pobres no se les ocurría otra cosa flagelarse
Los pobres llenos de
supersticiones, con la fe en un dios sangriento, vengativo, justiciero, se
golpeaban creyéndose culpables, con sus golpes extendían la enfermedad de unos
a otros, los muertos eran millares, las rata la propagaban, pero había casas en
las que se aceptaba a los gatos, porque se sabía que Dios los había creado, y,
los gatos.
En las casas donde no se echaron
a los gatos, la peste no entro, desde entonces la rata fue el enemigo, el gato
un animal doméstico, en realidad la pobre rata, tampoco tenía culpa, ni la
pulga que transportaba la peste, si siquiera
el bacilo, o el virus causante, “yesina
pestiae”; el culpable lo eran todos, y, no lo era nadie
Pero no era un castigo, castigo
por qué, por ser oprimidos, por ser
privados del conocimiento al que tenían derecho, culpables de miseria de falta
de higiene
No, nadie ni las ratas tenía
culpa de la muerte negra la peste, que no se ha extinguido, puede volver en cualquier momento
Y, hay dos una física que sólo
mata, otra moral que manda al infierno, y, que
está ahora activa
De la primera culpable nadie, de
la segunda, culpables todos
Fin.
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