lunes, 11 de junio de 2018

La rata

 La rata


Lucía, bajo hasta las cuadras del palacio, acarició a su yegua “Rosada”, “hoy no voy a montarte, amiguita, quiero salir a ver cómo viven los siervos de papá”, a todo esto, Lucía es una joven de  16 años, hija de un señor feudal, un buen hombre,  y, a Lucía le gusta mezclarse con la gente de su pueblo, entrar en las casas, comer con ellos su humilde comida, y, jugar con sus animales, y, eso va hacer en este momento.

Ya en la calle, recorre todos los recovecos, saluda a los campesinos, y, a los aguadores, a los mercaderes, y, observa escondidos en unos matorrales unos ojillos, se agacha para ver que es. Es una rata, una hermosa rata, las niñas de la Edad Media no tenían miedo a las ratas, aun no había razón para ello

El encuentro con la rata
Lucía se agacho y tomo el animalito en sus brazos, era suave lo atrajo hacia su seno, para darle calor, y se dirigió con él a Palacio, entro en la cocina, todos querían acariciar a la rata, llegaron los chicos de las caballerizas, a comer, la rata se puso nerviosa y mordió a Lucía.

En ese momento entro un gato, el animal erizo sus pelos y, se lanzó a perseguir a la rata

La muchacha sus criados y el gato

Lucía, y, sus criados estaban encantados con el animalito, con la rata, hasta que entro un gato, un gato de pelaje negro y blanco, que bufo con los pelos erizados hacia el roedor, hizo ademán de atacarle.
Tanto Lucía como sus sirvientes tomaron piedras para espantar al animal, “fuera, fuera, maldito gato, fuera, eres amigo de las brujas”, el animal escapo, y, Lucía se sintió feliz, había tenido suerte, su rata estaba salvada, ya era tarde iba acostarse


por la mañana a Lucía le dolía mucho la cabeza y la garganta, seguramente se habría resfriado, la cubrieron con mantas para calentar su cuerpo, para evitar que el calor se marchase, bajo sus axilas, y, sus ingles, había dos pequeños bultitos.

Lucía estaba cada vez peor, a los diez días fallecía, y, no solo ella sus criados, su ama, la casa se marcó con una cruz amarilla era la peste, y, la peste llego a muchas otras casas, a todos los que directa o indirectamente habían tenido contacto con ella, o sus sirvientes

Los predicadores hablaban de un castigo del cielo, y, a las pobres no se les ocurría otra cosa flagelarse


Los pobres llenos de supersticiones, con la fe en un dios sangriento, vengativo, justiciero, se golpeaban creyéndose culpables, con sus golpes extendían la enfermedad de unos a otros, los muertos eran millares, las rata la propagaban, pero había casas en las que se aceptaba a los gatos, porque se sabía que Dios los había creado, y, los gatos.

En las casas donde no se echaron a los gatos, la peste no entro, desde entonces la rata fue el enemigo, el gato un animal doméstico, en realidad la pobre rata, tampoco tenía culpa, ni la pulga que transportaba la peste, si siquiera  el bacilo, o el virus causante,  “yesina pestiae”; el culpable lo eran todos, y, no lo era nadie

Pero no era un castigo, castigo por qué, por ser oprimidos,  por ser privados del conocimiento al que tenían derecho, culpables de miseria de falta de higiene

No, nadie ni las ratas tenía culpa de la muerte negra la peste, que no se ha extinguido,  puede volver en cualquier momento

Y, hay dos una física que sólo mata, otra moral que manda al infierno, y, que  está ahora activa

De la primera culpable nadie, de la segunda, culpables todos

Fin.


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