La vía del tren
Ana recordaba con cariño a su
abuela alemana, Grettel, aunque ella la había conocido en España, a donde se trasladó
tras casarse con su abuelo, un obrero de la metalurgia que como tantos otros,
había emigrado, con la intención de mejorar la vida de su familia, allí conoció
a la joven Grettel, una chica luterana, que regentaba una tienda de libros, se
casaron con matrimonio mixto y retornaron a España, tuvieron tres hijos, Luis el mayor que se llamaba como
su padre, Ricardo el mediano que era el padre de Ana, y. Clotilde que ingreso
como carmelita
A Grettel le encantaba hablar a
su nieta Ana, de su anterior vida, pero
de lo que no quería hablar era de la época de la guerra, lo que no era óbice,
para que Ana disfrutara de sus maravillosas historias
Hasta que un día, primero el
abuelo Luis, luego la abuela Grettel. Ambos fallecieron, con los años de
convivencia, la abuela había ingresado en La Iglesia católica, y, los funerales
de ambos fueron por el rito católico
Ya había pasado un mes del
luctuoso suceso, cuando la nieta empezó a
tener un sueño que se repetía un sueño angustioso
Soñaba que estaba en Alemania,
pero en la Alemania de la época nazi, llevaba un vestido sucio, y, una cinta
amarilla con una estrella de David, estaba en un tren con mucha gente, todos
lloraban, había frente a ellos una casita cercana al andén, donde una joven
observaba todo, ellos le gritaban pidiendo ayuda, ella tenía un telégrafo,
podía avisar al mundo libre de lo que pasaba, y, podía también llevarles agua, comida, hasta rescatar niños
por la ventana del tren, incluso ayudar a que no metieran más gente, pero no
hacía nada, sólo paseaba fumando. En el
sueño a Ana le pareció conocer a la mujer, su abuela Grettel. Si era su abuela
La abuela que no quería hablar de
aquella época de la que se avergonzaba, porque ella pudo esconder a sus vecinos
judíos en su casa, en la tienda como otros lo hicieron, y, no lo hizo no tanto
por miedo, sino porque no lo consideraba su problema, ella había oído hablar de
los trenes de la muerte, pero ni lo creyó ni lo dejo de creer, procuraba no
comprar en los sitios que el gobierno había vetado, y dejo de ir a su dentista
de siempre porque era judío. Nadie podía decir que era una nazi, una
colaboracionista, lo que ella hizo, lo hicieron cientos de alemanes, sólo que ella
era cristiana luterana, seguidora de un judío, como aquellos a los que negaba
su ayuda, por eso ahora mandaba desde el más Allá donde aún no era feliz,
mensaje a su nieta, para que en la medida reparase el daño que ella había
causado
Ana, tras cansarse del sueño,
decidió contarlo a su padre, quien no le dio mucha importancia, él desconocía
los hechos, pero ella no era mujer que se arredrase, así que decidió emprender
viaje, para conocer el sitio en persona, lo que más la coartaba es que su
abuela nunca había vivido cerca de la estación, ni de ninguna parada de tren
El viaje fue muy emocionante unos
días maravillosos, con visitas a museos, opera, pero no había ido de
vacaciones, así que decidió por fin hacer aquello para lo que había ido a
Alemania, pregunto por la estación de su sueño, sin decir claro está el motivo.
El empleado de la estación al que pregunto, le dijo que era una vía muerta,
desde hacía años, y, si quería hacer senderismo, había sitos mejores, no respondió,
se limitó a dar las gracias. Alquilo un
taxi que la llevase lo más cerca posible,
y, continuo el camino a pie.
Nada, lo que le había dicho el
ferroviario, una vía muerta, un tren viejo parado, y, nada más
A la noche volvió el sueño, y,
una voz interior, ve de noche, vuelve de noche a la vía
Y, como no era mujer de miedo
allá se fue, y, entonces vio una vía nueva, y, trenes llenos de gente llorando,
gritando, hombres con mangueras echando agua, gente apiñada, oyó voces en las
que decían que la chica de los libros había podido darles acogida, vio el miedo
de los que eran conducidos a la muerte
Trato de hacer algo, pero no
pudo, los separaba el tiempo, era otra dimensión. Volvería a la mañana
siguiente, y, lo hizo, pero sólo vio una vía muerta
Entonces recordó que su abuela le
hablaba de una amiga que tenía de pequeña, Sara, una niña judía, nunca le había
dicho que había sido de ella, por suerte recordaba, más o menos el apellido
pues su abuela a veces se refería a ella por el mismo
Le costó mucho encontrar un
familiar de “la pequeña Sara”; y, le costó más que quisiera hablar con ella, al
saber su origen, por fin lo consiguió, “la pequeña Sara” había muerto en una de
las cámaras de gas, de los servidores de satan, de los nazis, pero había
sobrevivido un bebé al que rescataron los aliados, y, que tuvo la suerte de
criarse con una familia judía, que había regresado de América
“Tu abuela, se portó muy mal con
mi abuela, dijo Clara, mi madre me lo conto antes de fallecer, eran amigas
desde niñas, mi bisabuela era su dentista y para no contrariar a los
nazís, dejo de ser su paciente, rompió
toda relación con mi abuela, y, les negó ayuda, y, no sólo a ellos, a muchos
más, podría haberlos escondido en el desván, en el sótano de la librería, por
el amor de Dios, se decía cristiana, yo soy cristiana baptista, y, jamás lo hubiera
hecho, y, no sé qué pretendes tú, por lo que me has contado, tu abuela ha
muerto”
Ana tenía los ojos llenos de lágrimas,
“Yo quiero pedir perdón en nombre de mi abuela, a todos los que fueron en
cierto modo, traicionados por su cobardía, a los que no pudieron salvarse de
los trenes de la muerte, sé que ya es tarde para reparar nada, aunque juntos
podemos intentar evitar que vuelva a suceder”
Andrea, la nieta de Sara, la miro
un momento, se puso en pie y dijo, “Te dije que era cristiana, Jesús nos mandó
perdonar, Él nos perdonó, en nombre de mi abuela, perdono a tu abuela, sé que
ella también la hubiera perdonado. Además eran tiempos de miedo, pero hay alguien
más al que debes pedir perdón, se trata de una descendiente de su vecina, la
señora Raquel, que fue llevada a los trenes con su familia, menos un niño de
cinco años al que escondió una pareja de homosexuales que estaban escondidos,
porque ellos también eran objetivo, este niño que después fue adoptado por una
familia católica, es el padre de la señora que tienes que visitar, ella siempre
ha sufrido, por no haber conocido a su abuela, a su abuelo, a sus tíos y sobre
todo, porque no hay una tumba donde llorarles, donde llevarles flores”
Ana acepto la propuesta, y fueron
a ver a la vieja vecina, aunque en realidad la nieta de Raquel nunca había
conocido a Grettel, nació mucho después, pero se alegró con la visita de Ana,
y, le dio su perdón, era seguidora de
Jesús, que había mandado perdonar, sólo le pidió una cosa que llevase flores y
las esparciera por la vía, como homenaje a los que habían sido asesinados, y,
como muestra de perdón, a los cobardes que no lo evitaron
Ana compro las flores, y, las
llevo a la vía muerta, las espació y pronuncio una oración
Aquella noche, su sueño fue
distinto, vio la gente que había visto en el tren en su visión nocturna, no
llevaban el brazalete amarillo, con la estrella de David, llevaban la Estrella
de David en una diadema que tenían sobre la frente, sonreían felices y, se pasaban vasos de vino,
unos a otros, vio con ellos a su abuela, joven y feliz, a su abuelo, y, vio a
muchos que habían ayudado en aquella época oscura. Supo que su abuela se
hallaba en La Jerusalén celeste, donde el trono lo ocupa un judío, como los que
Hitler quiso eliminar, tal vez por eso,
satán lo empujo a ello.
Fin
No hay comentarios:
Publicar un comentario