lunes, 8 de mayo de 2023

La puerta



La puerta. Relato
Luisa había llegado a la gran mansión, a pasar unos días de descanso, lo necesitaba tras los duros acontecimientos que se habían precipitado en su vida, la muerte de su esposo Ramón y de sus 2 hijos Jaime y Laura en un accidente de carretera, del que ella pensaba no había sido tal, la quiebra de la empresa familiar, el suicidio de su madre Raquel, todo aquello la había sumido en una crisis.
Luisa era católica, pero de los católicos a machamartillo, creía o mejor dicho repetía como los loros, era como la mayoría, como le habían enseñado, y aquella oleada de dolor la sumió en la desesperanza contra la que luchaba, quería  protestar a Dios, pero le habían dicho que al mundo se venía a sufrir, que nadie podía protestar, si en vez de la vida de santos raros, hubiese leído la Palabra, sabría la que montó Job
Ahora su amiga Eugenia le había dado las llaves para que fuese descansar unos días a su mansión, situada en lo alto de la montaña en un pueblo de Cantabria, en Peñas Arriba, la casa una casona del siglo XIX,cuidada por el señor Jacinto, su esposa la señora Claudia el ama de llaves, y una cocinera, y 2 doncellas además del personal que cuidaba las vacas.
El edificio de 2 plantas, de estilo propio de la zona, con grandes escaleras y balaustradas, con ventanales que daban al bosque frondoso, y a un río sin nombre, que llevaba agua, cuando le apetecía, con grandes pasillos muebles viejo, bueno clásicos era un lugar apacible.
Luisa escogió el piso superior su habitación era amplia, con cama con dosel una amplia biblioteca, y todo el resto del segundo piso, estaba para su servicio y disfrute, incluído el comedor en él que comería sola, le subirían las comidas de la cocina, y la biblioteca salón. 
Así lo hizo desde el primer día, llamaba que le sirvieran las comidas, se las subían daba las gracias y comía, sin interesarse para nada por la vida de los sirvientes
Al medio día y por las tardes bajaba a pasear un poco por el campo, o leía en el salón biblioteca, eso era todo, bueno también lloraba y desgranaba rosarios sin saber muy  bien que decía ni que hacía
Había frente a su cuarto a su habitación una habitación cerrada, siempre cerrada, a Luisa empezó a llamarle la atención y se dispusó averiguar el motivo, Eugenia no se lo había prohibido, pero resultó que estaba cerrada con llave, así que mandó abrirla la señora Claudia le dijo que tenía que llamar a Doña Eugenia y pedirle permiso, ella no era quien para hacerlo, ni que decir tiene que Eugenia le dijo que sí
Y se abrió la puerta, era un almacén de cosas antiguas amontonadas, entre ellas había dos cuadros, no sabría decir ni el estilo ni el pintor, en uno se veía Jesús crucificado en un primer plano, y en un plano superior a Dios Padre acogiendo en sus brazos a su Hijo crucificado.
Luisa se quedó como extasiada ante el mismo, era como si un imán la clavase al cuadro, se pusó a llorar pero por primera vez no lloraba por ella, ni por sus muertos, lloraba por el pobrecito Dios Padre al que los seres humanos le habían asesinado a su Hijito, “Pobre Padre Dios” exclamó, y entonces sintió al mismo tiempo un consuelo, Dios que acogió a su Hijo Jesús, también había acogido a su esposo a sus hijos y porque es un Buenazo a su pobre madre, Dios no quería el sufrimiento, sufría con nosotros, con el que sufría, estaba sufriendo con ella, y la muerte no era más que una puerta, para entrar en La Vida
Luego su vista se fue a otro cuadro en él que se presentaba como en un díptico La Última cena,  y en otra parte Jesús lavando los pies a los Apostóles
El Cuadro le hizo pensar Jesús el Hijo de Dios, estaba comiendo con hombres que ante él no eran más que simples pescadores, pastores, nada y luego les lavaba los pies: y ella hacía que le subieran la comida personas cansadas del trabajo, para comer sola, porque no eran de su clase social. ¿Acaso era ella más que el Hijo de Dios? Desde luego que no, así que iba cambiar
Comería todas las comidas con la gente de la casa, donde ellos comiesen, solo si veía que les incomodaba no lo haría, pero no les obligaría a subirsela, comería en el comedor del piso de abajo, no les iba lavar los pies, pero si ayudaría en el trabajo de la casa.
Encontró también una vieja Biblia que se abrió por el libro de Job, y allí supo que al Papá Dios se le puede armar pataleta, que le encantá
Ni que decir tiene que las personas los sirvientes de la casa aceptaron que comiese con ellos y su ayuda en las faenas, y cada tarde les leía un trocito de La Biblia que comentaban entre todos, luego juntos rezaban un misterio del rosario, muy lentamente leyendo antes su enunciado en La Biblia, era 1960,  y aún no había los misterios de luz
Poco a poco la vida de Luisa se iba llenando de paz, cuando llegó la hora de irse, le costó dejar a sus nuevos amigos, pero volvería, ahora se llevaba un amigo Nuevo, bueno Tres en Realidad, allí había conocido al Verdadero Dios al Dios Uno y Trino, y sabía que seguía sin conocerlo cada día,  le daría una sorpresa. Y todo gracias a que se atrevió a abrir la puerta cerrada.
Fin

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