lunes, 17 de julio de 2017

Isaac


Isaac cuento

                                               La boda

El joven Isaac, aguardaba con miedo la llegada de su prometida; sería capaz de amar a una desconocida; Abraham, su padre insistía, en que no podía tomar una mujer de aquella tierra, una mujer con otros dioses. Pero él sabía que la mujer que trajese consigo Eleazar, también tendría sus propios dioses.
El trotar de unos asnos detuvo sus pensamientos, sobre los mismos cabalgaban dos personas, un hombre y una mujer, Eleazar, el esclavo de su padre, y una joven hermosísima, que al sentir la mirada de Isaac, se cubrió el rostro con su velo, con un exquisito pudor
Corrió hacia ellos y ayudo a descabalgar a  la joven, sus ojos se cruzaron y se enredaron, y, sus corazones se hicieron uno, algo que no suele ser común, pero allí paso, Isaac amaba ya a la desconocida, cuyo nombre ignoraba todavía. Y, ella lo amaba a él.
Cómo te llamas, pregunto. Rebeca, señor; soy vuestra sierva y vuestra hermana
No, no eres mi sierva, eres mi esposa, ven voy a presentarte a mi padre, para que nos  bendiga, beberemos con los amigos, después te conduciré a la tienda de mi madre, allí solos los dos, serás mi esposa ante Eli, el Dios de mi padre
Todo sucedió como lo había dicho Isaac, tal vez un poco mejor. En la tienda se fundieron en uno solo, y Dios los bendijo, como hace con todos los  jóvenes en su primera noche de amor conyugal, en la primera, en la segunda, en todas

Años felices

Los años transcurrieron como en un sueño, solo dos nubes los velaron, la muerte de Abraham, y, la ausencia de hijos. Veinte años, y el seno de Rebeca seguía sin dar fruto, seco, y el miedo de morir sin hijos, empezó a llenar sus vidas de cansancio



Poco a poco empezaron a cansarse de la rutina de sus vida, a cansarse uno del otro; no le veian sentido a su vida, se hacían mayores, morirían y no dejarían rastro alguno de su paso por el mundo, ningún hijo
Qué sentido tenía ya nada
Isaac, oro a Dios, al Dios de su padre, hacía tiempo que lo tenía olvidado; Rebeca, obligada a dejar los suyos no invocaba a ningún dios, mas, si no fuera por no ofender a su esposo, habría invocado a Tanit, diosa de la fertilidad, y los partos, pero no quiso quebrar la pequeña armonía familiar
Días más tarde su cuerpo le daba la noticia, de que en sus entrañas había una nueva vida, y, más tarde supo que llevaba dos vidas, dos vidas que luchaban entre sí, temió por su muerte antes de que viesen la luz,  pero no invoco la protección de Tanit,  que sin saber porque de pronto le parecía grotesca, grosera, invoco en silencio casi, con miedo, al Dios de su suegro y de su esposo
Y, Dios le hablo en el silencio de su corazón, como una caricia materna, y, le dijo, que llevaba dos pueblos en aquellos hijos, dos pueblos que un día se dividirían, ahora  Rebeca ya podía estar feliz, sus hijos vivirían
Y vivió feliz,  tejiendo ropitas de bebe, hasta que llego el ansiado parto
Nacimiento

Y, nacieron dos niños hermosos, el que nació primero, moreno, gordito con mucho pelo, el otro calvito, con una pelusilla rubia, delgadito
Los circuncidaron y les llamaron Esaú, y Jacob, desde el primer momento Rebeca, se sintió mas inclinada hacia Jacob, lo veía más débil, aunque amaba a los dos
Los niños crecieron apegado al padre Esaú, apegado a la madre Jacob, trabajaban como pastores, agricultores, recolectores, jugaban juntos, y se peleaban, pero eran peleas de niños

Hogar

Esau, no era el mejor hermano, era su hermano, eso pensaba Jacob, Esau pensaba lo mismo de Jacob, por algo eran mellizos, a Rebeca el mayor, le daba miedo, no por nada concreto, ella prefería a Jacob, Isaac a los dos, pero el primogénito era Esau

Un último deseo

Jacob se había levantado con hambre, cocinaba unas lentejas con conejo, con unas hierbas de romero, y, llego su hermano Esau, hambriento. “Que bien huele, ese guiso, hermanito, ¿me das un poco?, estoy muerto de hambre
Jacob se puso en pie, “un poco no hermano, te lo doy todo, ya comeré otra cosa, te lo doy todo, a cambio de que me cedas tu primogenitura”
Pues claro que te la cedo hermano, no sé bien ni lo que es
Pues ahí está el guiso de lentejas y conejo, todo para ti, buen provecho
Un abrazo, sello su pacto
Pasaron los años Isaac ya ciego, “veía” cerca el fin de sus días, y, quiso bendecir a su primogénito, llamo a Esau, y le mando le preparase un guiso como él sabía, un guiso de un cabrito sacrificado por el propio Esau
Rebeca lo estaba oyendo todo, y, urdió, un plan

Bendición y engaño

Rebeca no amaba a sus nueras, las esposas de Esau; por eso llamo a Jacob y, le dijo mata el cordero, te vistes con sus pieles,  me lo das para que lo cocine yo, y se lo presentas a tu padre para que te bendiga
Madre, replico Jacob, quieres que robe a mi hermano su derecho, y que engañe a mi padre
Quiero que seas bendecido en su lugar, por el bien de todos. Dijo Rebeca
Todo se hizo como ella dispuso. Isaac aunque con dudas bendijo a Jacob, pensando que era Esau; al regresar este monto en cólera y juro matar a su hermano
Isaac lloraba, y se quejaba al Dios de su padre Abraham, le había pedido hijos, y, ojala no lo hubiera escuchado, le dio dos hijos que ahora eran enemigos por culpa de su mujer, él quería a los dos, quería bendecir a los dos, si tuviese vista, no habrían podido engañarlo. Qué sería de sus hijos ahora. Jacob tenía que huir, a donde fuese, tal vez junto a la familia de su madre, a casa de su tío Laban, huir a donde no lo encontrase su hermano

Abrazo y perdón

Pasaron los años,  Jacob, fundo su propia familia, se hizo rico, lucho con Dios, y, Dios se dejó vencer, se le revelo la gloria de Dios, y finalmente abrazo a su hermano; y con sus hijos llego a cerrar los ojos de Isaac, que ya no tenían visión terrena, porque veían más allá
Que feliz soy esposa, decía Isaac, El Eterno bendito sea, nos lo ha dado todo, nos ha bendecido como prometió a mi padre Abraham,  nos ha dado dos hijos, y, nos ha hecho ver sus hijos, y los hijos de sus hijos. De ellos saldrá la bendición de todos los pueblos. Bendito tu cuerpo de esposa, donde el Dios de Abraham me permitió engendrar la vida. 
Que luz tan maravillosa, que me comunica tanta paz, que bien os veo, acaso he vuelto a ver. Bendito sea Dios, pero como veo a mis padres Abraham, Sara
No le respondieron apenas le oían, y no entendían nada
Se inclinaron besaron con respeto su frente, primero sus hijos, luego sus nietos y bisnietos, hijos también le llamaba él
Al fin Rebeca, puso en sus labios ya fríos su último beso de esposa
Isaac descansaba ya con Abraham

Fin

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