miércoles, 8 de enero de 2014

El tañido de la campana

El tañido de la campana 

Antonio, se había criado en la aldea, era un buen chico, su madre; lo había enviado, al catecismo; y, después de su primera comunión; empezó ayudar a, D. Ramón; como monaguillo, el buen cura soñaba, que un día; el niño vistiese sotana, , estaba convencido de que Antoñíto, era un niño piadoso, a quien lo que más le gustaba era tocar; “la campana”, y, escuchar su sonido

“Fíjense, parece que habla, les decía, a Don. Ramón, y, a su madre, tanto, el uno, como la otra, solían decirle

“Es que habla, es la voz de Dios, llamando a los hombres, para que vuelvan a casa”

Antonio, Antoñíto, le puso, un nombre a la campana, la llamó, “Sara”.

Llego la pubertad, y, marcho, a estudiar al instituto, allí sus nuevos compañeros, y ciertos profesores, “le abrieron los ojos” y, el joven Antonio, cambio, ya no iba a misa más que si lo sentía, y, como, no lo sentía nunca, pues no iba nunca, su madre aunque en un principio se preocupo, pronto dejo las preocupaciones, “ ya ira” se decía, además muchos no iban a Misa, y, eran mejores que, los que acudían a diario

Don Ramón, no estaba de acuerdo, pero sabía que lo único que podía hacer, era rezar, y eso, no dejaría de hacerlo.

Al cumplir los dieciocho años, se fue de casa; sin a escuchar las lágrimas de su madre, era mayor de edad; y, haría lo que le diese la gana.

Se fue, y, se convirtió, en un asesino, en miembro de una maldita banda armada

Cada vez que su madre, oía la radio, ó, que D. Ramón, leía en el periódico, un atentado, un asesinato de aquel grupo terrorista, en el que militaba Antonio, temblaba; lloraba, y rezaba.

Un día, aquel grupo, cometió una carnicería, y, la policía los cerco, Antonio, logro escapar, y, refugiarse en la aldea, parecía más una fiera que un ser humano

Llego, a amenazar de muerte, a su madre, y, al no atreverse, se fue a la iglesia; el viejo cura, trato de convencerle de su error, pero las fieras no razonan, y, Antonio era una fiera, disparo sobre el anciano sacerdote, al punto sonó la campana; Antonio, vio horrorizado, lo que había hecho, el bueno del cura, encharcado en su propia sangre, le dijo; “si estas arrepentido de tu vida, si amas a Dios, puedo darte la absolución, y pedirte; pidas por mí”

Con voz temblorosa, respondió lo estoy, pero no puede haber perdón; para mí; he cometido tantos crímenes.

Dios es amor, no lo olvides.

Antes de marcharse a la morada de los justos, el viejo cura perdono, en el Nombre del Dios Trino, a su oveja perdida, y, murió feliz de haberla traído al redil.

La campana seguía sonando, y, el joven, quiso averiguar el motivo, ver quien podía, estar tocándola; subió a la torre, “nadie la tocaba”; es más ni tan siquiera se movía, sin embargo sonaba, así que trato de ver la causa, trepo un poco más arriba, resbalo y se precipito en el vació, pero fue la sensación de un instante, porque de repente se vio niño, con las ropas de monaguillo, y, á D. Ramón, un cura joven, que le decía ven vamos a nuestra casa, a la casa de Dios.

Al día siguiente los periódicos publicaban este titular.

“Ayer, después del asesinato, del párroco de la aldea de Cervero, el terrorista Antonio, se suicido arrojándose al vació.

La gente del pueblo, lloro al cura, y, por respeto a la madre de Antonio callo, lo que pensaban de éste; su madre lloro, y, se desespero, pues pensó que su hijo, había muerto, como un “maldito”

Pero aquella noche, la campana, sin que nadie la tañese empezó a tocar; “a gloria” y, la buena mujer, comprendió la verdad, que Dios es Amor, y, hace lo imposible, por traer sus hijos a su casa

Fin













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