martes, 2 de noviembre de 2021

La aldaba. Relato de misterio


La aldaba. Relato de misterio
Luisa, no tenía intención de estar encerrada en su piso de la ciudad; mucho menos con sus nietos; con Ana, y, con César, los niños ya adolescentes, vivían con ella, desde la muerte de sus padres en un accidente de avión, los dos era hermanos hijos de la hija de Luisa, quien falleció con su esposo, hacía ya 10 años. Desde entonces los chicos vivían con ella.

Así que recordando que hacía años, que tenía ganas de comprar aquella casona, y que la dueña, su amiga Carmen, llevaba tiempo deseando venderla. 
Aprovecho que el confinamiento aún tardaría unos días en ser efectivo, llamó  a Carmen, fueron a un notario. Y, la casona situada en un pueblo de Pontevedra, paso a ser de su propiedad.
Al día siguiente metió unas pocas cosas en su coche, y, junto con sus nietos se trasladó a su nueva casa, a la casona.
La casa antigua, no era un pazo, sino una gran vivienda, se hallaba situada en medio de un hermoso paraje; rodeada de un jardín, que precisaba cuidados, en el que había unos columpios, en los que sin duda, César y Ana; pasarían buenos ratos, cerca de los columpios había dos bancos de piedra, debajo de un peristilo, sobre él cual trepaban unos  rosales, separando el jardín de un pequeño huerto mal cuidado, había una pequeña cascada, "unha fervenza" en la hermosa lengua de todos los gallegos
La casa flanqueada por tan hermoso paraje, en el que revoloteaban algunas aves, sobre todo, urracas, llamadas en Galicia pegas, algunas palomas, llamadas pombas, y, algunos jilgueros, o xilgueiros. Tenía en apariencia una sola planta, aunque eso no era cierto, tras el grueso portón se entraba al interior, a un largo pasillo, al que unas lámparas en la pared, salvaban de su aspecto sombrío, a mitad del pasillo se hallaban las habitaciones, 4 en total, 2 a un lado, y, 2 al otro, todas tenían vigas de madera, las camas eran de hierro, y, en todas había una pequeña biblioteca, unas daban al jardín,  otras al huerto y, la catarata, o fervenza, un poco más adelante se encontraba la cocina, con una cocina de las que antes se llamaron bilbaínas, o de carbón, una nevera combi, dos alacenas, con todo tipo de vajilla, y, una mesa para 12 personas, en la cual colocó Luisa, un mantel de hule, allí comerían todos los días, salvo el domingo.
 Enfrente de la cocina, estaba el comedor con dos mesas de nogal, y, 24 sillas de la misma  madera, muy antiguas, un aparador con una vajilla, no sabría decir de que estilo, 2 butacones, y, un sofá, que la verdad desencajaba con el conjunto, pero se veía cómodo, había también una tv que funcionaba y, un aparato de radio. Y, como no, una gran biblioteca.
Enfrente estaba el baño, y, un pequeño servicio, instalado no hacía mucho, con una gran bañera. Luisa había mandado instalar al lado en otra habitación que antaño fuera despensa una ducha.
Al salir del comedor y antes de llegar a la cocina, había una rampa, que se  bifurcaba en dos ramales; uno bajaba a las antiguas caballerizas, y cuadras, que ahora serían el lugar, donde guardaría el coche y las bicicletas de los chicos, y, a la vieja cocina, una lareira, o llar que aún funcionaba, y, en la que puso su pequeña biblioteca personal, el sofá que trajo de Pontevedra, unos cojines para los chicos y unas mantas, para Rufo el perro, y el gato Tronco, que habían venido con ellos. Y, siguiendo la parte ascendente de la rampa, se llegaba a la parte de más solera de la casa; donde estaba el dormitorio principal, un salón de lectura, desde cuyas ventanas se divisaba, según Carmen su amiga, antigua propietaria, todo el mundo.
Naturalmente Luisa,  escogió uno de los dormitorios del piso de abajo, cerca de los de sus nietos. Y, asi empezó su vida en la casona, comían en la cocina, y, por la tarde que tuvo días fríos ella, y, los chicos cuando querían, estaban en la vieja cocina, al calor de la lareira, ella aprovechaba para leer, ver la tv, mientras Rufo y Tronco jugaban
Por las mañanas, tras hacer la poca limpieza, y, cuidar entre los 3 el jardín, y, el huerto, si hacía bueno leía en uno de los bancos, mientras los chicos corrian en bicicleta, o se columpiaban. La catarata o fervenza, era su lugar de “Encuentro con su Creador”. 
Todo fue transcurriendo normal, normal. Hasta que un día a las 12 del mediodía, cuando estaba lavando unas patatas, para hacer un guiso, la aldaba de la puerta sonó con fuerza, pum, pum, pum; secándose las manos en el delantal, fue hacia la puerta, preguntó quién era, aunque no había vecinos, pero podría ser alguién de paso que precisase ayuda, una vez muy débil, dijo como en un murmullo, “agua, y pan, por favor”, Luisa abrió el portón pero allí no había nadie.  “Estare perdiendo la chaveta”; se dijo a sí misma, pero al día siguiente a las 12 paso lo mismo, y, fue Ana, la que fue abrir; el perro y el gato, miraban fijamente, al otro día paso lo mismo, y, al otro, tanto que decidió no abrir por mucho que llamase la vieja aldaba
Pero aún no estaba el problema acabado, una noche a las 4 de la madrugada, cuando ya todos dormían, el golpe de la aldaba,  resono cuatro veces, cada sonido, más fuerte, la despertó, esperó un momento, pero como continuaba, salto de la cama, vió que los chicos dormían sólo Rufo y Tronco la acompañaron, pregunto quién era, una voz, quejumbrosa, imperceptible, de alguién que estaba sufriendo mucho, respondió
“ayuda por favor, me muero, ya viene”, luego el llanto apenas audible de un bebé recién nacido, aunque también podía ser el maullido de un gatito
Abrió el portón no había nadie, se dijo que fuera el viento, aunque todo parecía en calma, seguramente estaba soñando.  Pero lo mismo se repitió noche tras noche, hasta llegaron a despertarse los chicos.
No era Luisa mujer que se arredrase ni tuviese miedo a nada, pero  tampoco era una necia, que lo sabe todo, aquella casa, tenía un misterio, y, su amiga Carmen, antigua propietaria, iba revelarlo, asi que decidió llamarla, afortunadamente tenían teléfono fijo en casa, pues la conversación era larga, iba ser larga, para hablarla por el móvil.
Carmen se alegro de la llamada, ella se había ido a Barcelona en concreto a Hospitalet del Llobregat a una torre de su hija, así llaman en Cataluña a los chales
Al principio trato de sacar importancia, al tema de Luisa, diciendo, que habría sido el viento, pero como esta no cedía decidió contar lo que sabía o creía saber
“Hace muchos años, según me conto mi abuela paterna, a la cual se lo conto, su bisabuela, y, a esta su abuela, cuando esta mujer la abuela de la bisabuela de mi abuela, que se llamaba Rosaura, como su madre, y, a la que me referiré desde ahora, como la niña Rosaura, y, cuando hable de la madre, de la misma de Rosaura.
La casa era entonces una casa de poder tenían criados y gentes viviendo en casas que cuidaban sus campos, una de las chicas de servicio, la que ayudaba en las cocinas, en la limpieza y en varias faenas, se llamaba Clara, era un poco mayor que la niña Rosaura, más o menos de la edad de Ana, 15 años,  cuando estaba sin ocupación lo pasaban jugando, aprendiendo a leer, con Isidro, el hermano mayor de la niña Rosaura, Isidro tenía ya 18 años. Los dos muchachos se enamoraron, y, su amor tuvo consecuencias, cuando Rosaura, supo del embarazo de Clara, la echo a la calle, bueno al monte, y, prohibió que se le diese ni un vaso de agua, Clara fue sobreviviendo como pudo con los frutos del bosque, durmiendo en árboles huecos, y, con la ayuda de algunos valientes que se saltaban la injusta prohibición
Un día llamaron a la puerta, al portón, la aldaba sonaba muy fuerte, golpeaba insistentemente, y, una de las criadas fue abrir, allí estaba Clara, su vientre ya estaba muy abultado, estaba sucia, desgreñada, muy delgada, pidió un poco de pan, aunque fuese duro, y, una poca de agua, la chica fue a buscarlos, pero la descubrió Rosaura, cerró el portón y, prohibió le diesen nada, y, nadie se atrevió a desobedecerla.
Al cabo de menos de  un mes una noche a las cuatro de la madrugada, volvió a sonar, a golpear la aldaba, fue el esposo de Rosaura y otro de sus hijos abrir, no fue Isidro, al que habían mandado interno, a un colegio militar, era Rosaura, estaba de parto, les dijo que le ayudasen, que su hijo ya venía, “ya viene”, dijo, el marido de Rosaura, no era mal hombre e iba ayudarla, a meterla en casa, pero apareció Rosaura, y, lo impidió.  
La pobre Clara parió en la nieve, aunque era marzo había nevado, la criatura no sobrevivió, la encontraron al día siguiente unos pastores que traían el ganado, la enterraron en el campo santo, a la criatura, un varoncito, como había muerto sin el agua del bautismo; y, entonces  había aquella tontería del limbo, lo sepultaron al pie de un crucero.
Rosaura enfermó a raíz de aquella, algunos médicos dijeron que era cosa de nervios, pero iba de mal en peor, adelgazaba no comia, tenia pesadillas, un día pidió, que le trajesen pan, y, agua que  tenía hambre, por aquel entonces hacía ya meses que no se movía de la cama, pensaron que lo que pedía era comida, pero no quiso ninguno de los platos que le llevaron, fueron pues a buscar el pan, y, el agua, pero el agua se había enturbiado, y, fue imposible subirla de los pozos, en cuanto al pan, no se halló ni un mendrugo en toda la casa; entonces Isidro que ya había vuelto del internado, decidió ir a pedirlo a un vecino que estaba a 400 metros, pero en aquella casa, no había nadie, volvió a casa sin el pan y el agua, para su madre Rosaura,  una criada le había hecho una  torta de harina, pero no la quisó. “pan y agua”, repetía, al final se sento en la cama, clavó los ojos en un punto del cuarto, como sí viera a alguién y dijo. “Clara, perdoname, Dios mío perdoname”, y, cayo sobre la almohada muerta
A partir de entonces empezaron los golpes de la Aldaba primero a las 12 del mediodía, después a las 4 de la madrugada
Luisa interrumpió a Carmen, para preguntarle, si sabía que solución tendría

Solución según mi abuela, sólo hay una, cuando suene la próxima vez a las 12, tomar un vaso con agua si es bendita mejor, pero no es imprescindible, llevar unos pedazos de pan, hacer la señal de la cruz, antes de abrir la puerta, rezar un padrenuestro y un avemaría luego decir. Clara esta es el agua, este el pan de la paz, en Nombre de Jesucristo el Hijo de Dios y La Virgen Santa, vete en paz alma de Dios, ve a descansar en la luz, luego verter el agua, y el pan, haciendo la señal de la cruz, rezar una Salve a la Virgen del Carmen, y, entrar de nuevo a la casa. El pan lo comerán los pájaros

Cuando suene a las 4 de la madrugada, hacer lo mismo, pero sin el pan, y decir las palabras del bautismo, “yo te bautizo Isidro en el Nombre del Padre...” verter agua, cada vez que se pronuncian las palabras bautismales, rezar de nuevo La Salve, y, según mi abuela todo se arreglará

Lo haré dijo Luisa, pero también voy a pedir unas misas por los 3 el niño incluído aunque no dudo esten los dos en el Cielo, de Rosaura tengo mis dudas, espero tenga una larga estancia en el purgatorio, yo escucharé las misas por la televisión o por You Tube, pero las encargaré a unos sacerdotes

No lo hagas, no sabemos fijo si esto es es una historia muy antigua, a lo mejor mi abuela lo inventó; tenía mucha imaginación y las misas, son muy caras, es una pena que tires el dinero.

Luisa se puso seria, aunque Carmen no podía verla, Carmen la Misa no es cara, no hay dinero en el mundo para pagarla; es la entrega de La Vida del Hijo de Dios, la limosna que se da al sacerdote que la oficia, y, que se llama estipendio, es una ayuda, porque los curas también comen. Yo no creo que la historia sea falsa, pero aunque lo fuese ninguna Misa se pierde, siempre, hay alguién que la precisa, y, al que Dios se la destina. Te informaré de como van las cosas
Gracias por todo Carmen, espero que nos podamos abrazar pronto.
Luisa no volvió a hablar con Carmen, ni a verla, fue uno de los tantos que murieron debido a la pandemia, al covid 19; aunque seguramente, muchos de los muertos hubieran muerto también, Luisa pidió no ya 3 misas, 4, la 4ª por su amiga Carmen.
No hizo lo que había dicho la abuela de Carmen, que le parecía un uso supersticioso de La Fe, sabía que La Misa, era infinitamente suficiente
El día de la primera Misa, la que fue por Clara, tuvo un sueño, un jardín muy hermoso, con grandes cataratas o fervenzas, una joven morena, muy morena, con un niño de la mano, se paseaba entre blancos rosales, la joven se volvió y le dijo. Gracias. Luisa supo que era Clara, al día siguiente en que la Misa era por el niño, fue el pequeño Isidro quien en un sueño le dió las gracias. Al otro fue Rosaura, y, por último, su amiga Carmen.
Claro que fueron sueños, como le repetía cuando ya estaba de vuelta, en Pontevedra, pero sólo por unos días, hasta que los chicos tuvieran colegio, como le repetía su amiga Isaura.  Ya sé que fue un sueño, pero a veces los sueños son la voz de Dios, y, de los que están ya con él.
El caso fue, que la aldaba ya no volvió a sonar salvo si hacía fuerte viento, o si Ana o César salían a jugar o correr y, se olvidaban las llaves.
Y, tres almitas, cuatro si se contaba a Carmen, habían hallado la paz.
Fin

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