El tragaluz
Antoninus Clementis, nunca había
sido un hombre valiente; por suerte para él la diosa fortuna, lo había hecho
nacer en buena cuna; de haber nacido en cuna de esclavo; no lo hubiera
soportado
Un compañero le pidió que fuese
espiar a los cristianos, y fue así como
Antoninus Clementis, es decir Antonio se vio envuelto en todo aquello;
lo tomaron por cristiano, y, aunque grito que no lo era, como nunca tuvo mucha
voz; se vio metido en un calabozo hediondo, junto con otros cristianos; perdón,
junto a los cristianos, él no lo era, ni lo sería nunca, cuando lo llevasen
ante el pretor, lo iba dejar bien claro; en el caso de que lo hicieran
comparecer de nuevo ante el Prefecto
Poco a poco los nervios se iban
apoderando del; por el contrario sus compañeros de prisión estaban felices,
como si les aguardase una fiesta.
Al principio no hablo con
ninguno, pero luego empezó a charlar un ratito con todos, y así fue como se enteró
de la razón por la que estaban felices
Lo estaban porque la muerte no
existía, aunque pareciera que morían en realidad se iban a una boda, que se
celebraba en el Cielo, esa era su felicidad el Cielo, ese cielo que se veía por
el tragaluz del calabozo
Aquello sólo significaba una
cosa, eran unos pobres locos, así que hizo lo más sensato invoco a sus propios
Dioses, del ruego paso a la amenaza, y de esta volvió a los ruegos; pero sus
ruegos no valían para nada, puestos a no servir para nada, sus dioses ni siquiera
valían para recordarle que debería negar
ser cristiano, para salvarse de la condena
No podía más, de pronto observo
el rostro luminoso de sus compañeros que acababan de ser torturados y que al
otro día morirían pasto de las fieras, pero cuyo rostro indicaba otra cosa
¿Y, sí aunque pareciese imposible
tenían razón? Miro el tragaluz, y, sus ojos se fijaron en el pequeño pedazo de
cielo azul, que se veía, pensó en su vida, siempre había sido un cobarde, un
ser mezquino, que acabaría sus días muerto en una reyerta, apuñalado, aunque no
lo buscase, y, luego. ¿El Hades?, un estremecimiento sacudió su cuerpo, al
tiempo que una idea, surgía en su mente
¿Y, si había Cielo; y, sí
aquellos locos tenían razón?. Nada pasaba por probar, si no había nada, no se
iba enterar, y sí en lugar del Cielo, existía el Hades, allí lo olvidaría todo,
todas su miserable vida; si se iba declarar cristiano
Lo llevaron ante el Prefecto,
pero cuando se vio rodeado de elementos de tortura, cuando sintió rugir a las
fieras, tuvo miedo, el miedo que nunca lo había dejado, y de rodillas imploro
piedad, declarando que era un fiel creyente en los dioses benditos, no
cristiano, que lo habían detenido con ellos por error, era como si una Mano
invisible lo mantuviese de rodillas, ante el Prefecto, y le obligase a confesar
su Fe en los dioses paganos
Pero algo dentro del se rebelaba,
y, en su interior pidió fuerza al Dios de los cristianos, y, Dios lo escucho,
Antonius, se vio fortalecido, de pronto era otro hombre
Ahora sabía que era cierto lo que
decían sus compañeros de encierro, los cristianos, empezó a saborear el Cielo
Pero un negro pensamiento nublo su mente, no era
más que un espía, el dios cristiano no lo aceptaría, claro que los cristianos
decían que sólo había un Dios, y era el suyo,
y ese no era ni Júpiter ni Marte, el Dios de los cristianos era Amor, había
muerto por todos, y en una Cruz, había muerto por Él, Cristo mío creo en Ti,
quiero creer en Ti, dijo
Vinieron a por él
Al preguntarle, qué era;
respondió
“soy cristiano”
Luego pidió perdón por su
mentira, no estaba bautizado, no era cristiano, quería serlo, “Señor, no me
rechaces, ya sé que no estoy bautizado, pero quiero ser tuyo”
Lo echaron a las fieras; las
garras de una pantera, lo bautizaron en su propia sangre; no tardo en comprobar
que el Cielo existía, que la muerte sólo era una pesadilla, y en ser invitado a las Bodas
eternas.
Fin
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