Cartera
Emilia, se ajustó el moño, miró a su esposo Felipe,
anda cariño desayuna, me gustaría dejar los cacharros fregados antes de irme a
casa de Doña Ramona
Felipe, bebió un sorbo de café, apretó los puños hasta
casi hacerse sangre. No hay derecho, que tu tengas que trabajar fregando lo que
otros manchan, y, estando como estas, no hay derecho, pero te juro, Emilia que
encontraré trabajo
Claro que sí Felipe, es una mala racha, ya verás como
todo pasa, y por mí no te preocupes, Doña Ramona es buena mujer, y, todo
trabajo es digno, y, éste (dijo acariciándose el vientre); todavía no molesta,
y, los otros cinco tienen también que comer
Felipe hizo ademán de lavar su tazón pero Emilia se lo
impidió, anda deja que no sabes, mejor dame un beso
Un beso de amor sincero, puro del mismo amor que
habían estrenado siendo casi unos niños, fuer su despedida por aquel día
Ya en la calle, Felipe deambulo buscando trabajo, siempre
con resultado negativo
Hasta que vio una cartera en el suelo, la abrió para
ver su contenido, un billete de 500 pts., todo en dineral, en aquel momento, pensó
lo que podría hacer, pagar la deuda del ultramarinos, comprar zapatos a los
chicos, llevar a cenar a Emilia
Bien Felipe, se dijo a sí mismo, deja de soñar y mira
si hay algo más, vaya aquí está un carnet de identidad a nombre de D. Luis
Salvatierra de Braguela, el conocido banquero, banquero y dueño de media región
Una hora más tarde, Felipe se hallaba en presencia del
señor Salvatierra
¿Y, bien dígame en qué puedo ayudarle?
He venido a devolverle esta cartera, la encontré en el
parqué
Ah, si la carterita. ¿Ha venido por una cartera?
Tenía su carnet, y,
dinero un billete de quinientas pesetas
¿Ha venido a devolverme un billete de quinientas
pesetas, es que no sabe quién soy?
Sí D. Luis, sé quién es usted, lo sabe todo el mundo
Pues discúlpeme, pero no lo entiendo, si sabe quién
soy, porque me devuelve un dinero que a mí no me hace falta, y que estoy
seguro, usted necesita más, o me equívoco
No, se
equivoca, no le devuelvo la cartera y el dinero, porque usted sea D. Luis
Salvatierra, lo haría igual si usted fuese un minero, el rey, o el Papa
Entonces por qué me la devuelve
Porque yo también soy un hombre honrado, digo también
digo también porque sé que usted pese a ser rico también lo es
Luis Salvatierra se levantó de su sillón, rodeo la
mesa de su despacho, y abrazo a Felipe
Disculpe este abrazo, le gustaría trabajar en uno de
mis bancos, por ahora de conserje, pero ya me encargaré de que vaya ascendiendo
No, sé que decir, Gracias D. Luis, acepto
Y, así fue como el director general del Banco de Braguela empezó su trabajo,
porque las personas honradas siempre tienen su recompensa
Fin
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