La casa del río. Relato
Llevaba unos meses en el pueblo, y, solía pasear a las orillas del río, cierto día mientras descansaba y aprovechaba para reflexionar sentada en uno de los bancos que había en una de las orillas, mientras veía a los cisnes y los patos en el agua, observe algo que llamó mi atención
Se trataba de una casa de ladrillo rojo, con un bajo, 2 pisos un portalón, 4 ventanas en cada piso; en sí nada tendría de extraño si no fuese, porque la casa estaba en el río, no junto al río, sino en el río mismo, de hecho sus aguas cristalinas la acariciaban y, parecían llegar hasta el zaguán; no se trataba de una casa en ruinas, no al contrario se veía en perfecto estado, tampoco había habido crecidas ni inundaciones. No entendían el motivo, me pregunte, cómo habrían hecho sus constructores y, como harían sus habitantes para salir de ella, tendrían que hacer lo no sólo en lancha, sino con traje de buzo y buceando, me llamó también la atención, que a pesar de que la entrada estaba abierta los patos y las otras aves acuáticas no penetraban dentro, aquello era casi mágico. Tenía que averiguar el motivo, así pues pregunte el modo de llegar a la otra orilla y, allá que me encamine.
Pero para mi sorpresa cuando llegue, la casa no había desaparecido, simplemente no estaba en el río, de hecho le faltaba un pequeño tramo de camino de pendiente para llegar al mismo, estaba cansada y me senté en un banco cercano a la casa, volví la mirada hacia la orilla de la que había venido, y, vi con asombro como el banco en él que me había sentado, el árbol que estaba a su lado, y, todo lo que lo rodeaba estaba flotando y era acariciado por las aguas del río.
Al llegar a casa llamé a una amiga, y, se lo conté, me dijo eso se llama refracción, es un efecto óptico, que hacen entre la luz solar y las aguas del río.
Hoy aprendí una lección bueno dos
¿No sabías lo de la refracción solar?, me dijo
Sí, no me refiero a eso, aprendí que nuestros sentidos nos engañan, son falibles como nosotros, esa fue la primera lección, mis ojos me decían que la casa estaba en el río, era mentira
La Segunda lección es que no podemos nunca quedarnos en la primera impresión, con lo primero que oímos, que vemos, o creemos ver, que debemos investigar, averiguar, vamos lo que se dice indagar o estudiar, para conocer la verdad, en eso precisamente consiste el ser joven, aunque el carnet diga, como es mi caso que tengo 99 años, pero mi alma y mi corazón y mi afán de saber, de conocer sólo marca 8 años
Veo con tristeza jóvenes de edad, a los que ya no interesa ni mueve nada, viejos de más de cien años, aunque su carnet, su cédula sólo marque 25, 15, 30.
Cumplir años es inevitable como lo es que el cuerpo se desgaste, pero el dejar o no de ser joven, y, por ello curioso, con ansias de saber es voluntario. de tí depende.
Fin
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