Habla el viejo Simeón
Hola, Shalom. Me llamó Simeón, y soy viejo, bueno no tanto como pensáis, mi ángel me ha dicho que os escriba, aunque es posible que no leáis la carta, lo que si os aconsejo es que leáis, el Evangelio.
Bueno no me quiero liar, perdonad, a los viejos, a veces se nos va la mente, y divagamos
En aquel entonces, es decir en la época en que os escribo, el Templo del Señor Dios de Israel, lucía esplendido, majestuoso, solo verlo decían, te hacía sentir su presencia.
La verdad a mí no me pasaba, sentía más su presencia acariciando a mis nietos, mirando la barriga cada vez más enorme de mis nueras, acariciando los corderos... o viendo el amanecer.
Pero me lo callaba, por si alguien lo tomaba por impiedad, y me denunciaba
Todos los días, le pedía al Señor de Israel, que mandase a su Mesías, y sí, yo pensaba en el Mesías, para nosotros los judíos, para daros caña, a los gentiles, para machacaros.
Solía ir todos los días al Templo, porque mi ángel me había dicho de parte del Señor, que no me iría con los padres, forma que tenemos en mi época para decir, que no estiraría la pata, antes de ver al Mesías
Y, yo creía, creo en el Señor
Aquel día me dolía todo el cuerpo, una voz que sabía no era la de mi ángel, sino la de mi demonio, me decía que por un día, no iba perder nada
Pero no le escuche
Fui al Templo, y, entonces lo vi., llegar jóvenes, alegres enamorados, puros. Traían un bebé de 40 días, como mando Moisés, eran pobres pensé, y lo eran, eran pobres porque no portaban el cordero que hay que sacrificar por el parto de la madre, portaban dos avecillas.
Me acerqué a ellos y pedí permiso al padre, para tomar en brazos al pequeñín, el miro a la joven mamá, quien sonrió y me dijo. Toma cuidado. “No te moje”
Me reí, y le dije, no importa
Al tomarlo, el corazón me latió con fuerza, supe porque no traían el Cordero, no creo que ellos lo supiesen, a mí, se me reveló entonces, él era el Cordero, el Hijo que Dios inmolaría por nosotros. Era el Mesías. Mi ángel me puso de parte de Dios, en los labios las palabras que había de decir
“Ahora Señor, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han contemplado, la Salvación que nos ofreces, Luz para iluminar a los gentiles, y gloria y orgullo de tu Pueblo Israel”
El pequeñín no paraba de llorar, al extrañar a su mamá, se lo di de nuevo, la felicite a ella y a su esposo por el hijo especial que Dios les había dado, los bendije.
Y, a mí pesar por mandato de mi ángel, le dije a ella que su Hijo sería bandera discutida, muchos caerían y se levantarían por su causa, y eso para ella sería una espada de dolor.
Vi como se le nublaban los ojos por el llanto, mientras apretaba al niño contra su pecho, como queriendo protegerlo, y que él la protegiera.
Volví a mi casa, sabiendo que aquel pequeñín, era el Enviado, sabiendo que no sería un Mesías como yo, y mi pueblo, bueno el Pueblo del Dios de Israel soñábamos.
Ahora permitidme un salto en el tiempo.
Ayer el sanedrín pidió al pretor romano, la muerte de un rabino de nuestro pueblo, de Jesús de Nazaret, pidió para él, la muerte de Cruz, no sé que habrá hecho, pero un judío nunca debe pedir a un gentil, la muerte de un hermano
Siento pena por él, por ese Jesús según nuestra Ley, morirá como un maldito. Siento pena por sus padres, sus hermanos, su familia. Es una deshonra
Iré ver quien es, pero no me quedaré, no me gustan las crucifixiones, y mañana he de comer el Cordero Pascual, con mis nietos e hijos, mi esposa hace años que se fue con los padres, pero ya hay biznietos
Llegue al lugar de las ejecuciones, tengo buena vista, pesé a los años, lo reconocí, por gracia de Dios, era el pequeñín, que un día tuve en mis brazos, entonces comprendí las Palabras que Dios había puesto en mis labios para su madre, que estaba allí a los pies, supe, que los que lo habían condenado, lo habían hecho por ignorancia, supe que Dios por él, los levantaría, que nos había levantado a todos, vi que La cruz no era maldición, sino bendición, abrazo de Dios a sus criaturas.
Y bendije al Dios de Israel
Han pasado 50 días desde aquello, han dicho que ha sido resucitado, levantado del Sheol por Dios, otros dicen que han robado su cuerpo, lo del robo ya os adelanto que es mentira.
Hoy se celebra la fiesta de Pentecostés, para agradecer al Señor las cosechas, y la Ley del Sinaí.
Aquí estoy cerca del Templo, con toda mi familia, cuando desde una de las casas señoriales cercanas, se abre una ventana, y oímos a los que están allí, hablar en lenguas que unos conocemos y otros no
Aquel hombre que habla primero, luego le siguen otros, nos dice que Jesús, el crucificado ha sido glorificado por Dios, que volverá, nos acusa pero de forma cariñosa de su muerte-
Le preguntamos qué hemos de hacer, nos manda bautizarnos en su Nombre, en el de Jesús, aquel día soy bautizado. No cambio mi nombre, algunos lo hacen.
Siento que soy un recién nacido. Miro a la Madre de Jesús, que me sonríe. Y siento que soy su hijo, su hermano, su siervo.
Mi vida está a punto de acabar, no de comenzar en plenitud
Fin.