viernes, 24 de mayo de 2024

La abuela asesina


La abuela asesina

Doña Clara García de Santoyanes. Esposa del empresario Santoyanes, madre de 3 hijos, ama de casa, miembro activo de grupos pro vida. No había una manifestación, contra el aborto, en la que no estuviera, miembro del Consejo parroquial; catequista, profesora de Religión, y muchas más cosas.

Se encontraba leyendo el informe médico, de su hija Clara de 16 años, a la que dio una sonora bofetada

Cómo has podido, fue eso lo que te enseñamos tu padre, y, yo.

La hija con la vista baja, lloraba a moco tendido. Al fin se decidió a hablar. Podemos casarnos, o tal vez no, pero puedes criarlo como tú hijo, o puedo darlo en adopción

Nada de eso, casarte con 16 años, no hija tú estás loca; yo no voy aparecer ahora con un hijo, máxime cuando mis amigas saben que se me retiro la regla hace 2 años, y no vamos a dar a nadie en adopción, todo se sabe. Simplemente no va haber niño.

Mamá, ya hay niño estoy embarazada

Eso no es nada, sangre, células nada. Voy a poner fin a esa locura

No, qué vas hacer tus amigas pro vida están frente a los centros aborteros, vas entrar conmigo, cómo

No vamos ir a ninguna clínica, pero conozco médicos de la misma que tienen consulta privada, en la que supuestamente no hacen abortos, y les pediré el favor.

No, mamá no voy dejar que mates a mi hijo, no abortaré

Harás lo que te mandé. Recuerda eres menor, sí fuese tuya la decisión de abortar, yo no podría impedirla con la nueva ley, pero en este caso, ninguno de mis amigos pro vida. Podría impedirlo; soy tu madre y tengo autoridad sobre ti.

Mañana iremos juntas a ver al ginecólogo, ven derecha a la salida del colegio.

Pero al día siguiente, Clarita no regreso a casa del colegio, los padres esperaron horas, al ver que era de noche y no había regresado, llamaron a sus amigas, no estaba con ninguna. Entonces empezó el protocolo de desapariciones, se pegaron carteles con la foto de la muchacha, los padres sobre todo Doña Clara, hablo en TV, en redes sociales. Pedía que por favor, si alguien tenía a su hija la devolviese, hablaba de lo buena niña que era.

Se hicieron batidas, un día, se encontró cerca de un acantilado, que daba a un río muy profundo. Restos de cabello, un trozo de uña, ropa manchada de sangre, que se pudo comprobar que pertenecía a Clarita, el río era imposible dragarlo.

El caso se cerró, Clarita había sido asesinada por un desaprensivo, que tal vez la violo, y su cuerpo arrojado al río.

Lo que nadie sabía es que Clarita, estaba viva, se había cortado el pelo y arrancado algunos mechones, luego se rompió una uña, se hizo un pequeño corte, para manchar su ropa con su sangre. Un amigo mayor sabía falsificar pasaporte, y le había hecho uno, en la que aparecía con otro color de pelo, y con nombre francés.

Y, Clarita se marcho a Francia, con poco dinero, por suerte hablaba perfectamente el francés.

Ya en Francia, decidió irse a un pueblo. Y fue allí en una aldea perdida de Lyon, la village du le brêbis, la aldea de las ovejas, donde conoció, a la Madame Chatallaí, una mujer viuda mayor, con hijos, y animales. Quien supo enseguida que Clarita era española, ella descendía de republicanos españoles; exiliados y en casa siempre habían hablado castellano. La mujer supo también el motivo, y se decidió apoyarla. Iban a decir a los vecinos que Clarita, bueno Jacqueline, era una sobrina que tenía en Argel, que había vuelto, la sobrina existía, pero no vendría porque había sido asesinada.

La señora Chatallai, ayudaba como comadrona, y tenía dependencias donde alojaba a mujeres que eran obligadas por sus padres, o esposos a abortar, ella las tenía en su casa, las cuidaba, las atendía en su parto, con ayuda de otras mujeres, y luego ellas decidían si daban el hijo en adopción, o se lo quedaban.

Cuando llego la hora de Clarita, también la atendió, nació una niña. La madre no quería que llevase el nombre de Clara, era el de la abuela que la quiso asesinar; pero Luisa, es decir la señora Chatallai, le hizo ver que era también el nombre de la madre valiente que lo dio todo porque viniese al mundo.

Clara es decir Jacqueline, completo sus estudios, se doctoro en medicina, rama de ginecología, quería colaborar con Luisa, a la que llamaba mamá, la hija creció en un ambiente sano, fue a la escuela, al colegio, al instituto.

Un día Clara, es decir Jacqueline, le habló de su historia, la niña ya de 17 años, quería venir a conocer a sus abuelos, pero Jacqueline, se negó, su abuela era Luisa, la señora de Santoyanes, había querido matarla, era una hipócrita.

Pero qué había pasado, con la madre de Clara. Pues al descubrir el asesinato de su hija, eso era lo que creían todos que había pasado, entró en una profunda depresión, trataba de negar su culpa, no tenía en quien buscar consuelo, pues nadie ni su esposo conocía la situación. Dejo de participar en los grupos pro vida, le recordaban a su hija, y dejo de participar en la parroquia en la catequesis, ya no frecuentaba los sacramentos, decía que había perdido la fe, en la Iglesia al ver la deriva que llevaba, que solo creía en Dios, pronto dejaría también de creer en Dios, bueno de decir que creía, de noche lloraba e intentaba rezar y pedir perdón, pero una voz oscura le decía que era inútil e hipócrita. Su esposo falleció, sus dos hijos Jaime y Encarna se casaron y se fueron del país quedo sola, sola

De noche se preguntaba, qué habría pasado si no hubiese querido matar a su nieto o nieta, tal vez ahora su hija y el pequeño o pequeña que ya sería un jovencito o jovencita vivirían con ella, otras se consolaba y se decía que su hija había sido atacada cuando volvía para casa del colegio. Pero la niña no había venido por el camino normal con sus compañeras, quería llegar tarde o intentarlo. Sí ella era la culpable de la muerte de los dos.

A veces pensó en confesarse, pero se dijo que sería una hipocresía. Y un día decidió poner fin a su sufrimiento. Tomándose un tubo de pastillas, antes en una carta explico sus motivos, su historia.

La encontró muerta su asistenta, su hija Clara en Francia nunca lo sabría, y naturalmente la nieta a la que quiso matar antes de nacer tampoco. Pero fueron la Misericordia de Dios y las oraciones de la nieta, que todos los días oraba a Dios por el alma de la abuelita Clara, la que permitieron que tuviese un instante de lucidez de contrición para invocar el perdón divino. Que claro está Dios no le negó. Aunque muchos al ver la carta, la imaginasen en el infierno, Clara García de Santoyanes, estaría tiempo en el purgatorio. Gracias a la nieta que no quería que naciera.

Fin



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