El cirujano
El doctor López Casares era un prestigioso médico, un hombre que además daba clases en la Universidad de una importante ciudad europea.
Estaba casado felizmente y era padre de un niño y una niña. Su mayor riqueza
Pedro López Casares. Ese era su nombre completo, era una buena persona, ayudaba a todo él que lo precisaba, si estaba en su mano hacerlo. Pero era ateo, o tal vez agnóstico, por ese motivo sus pequeños no habían sido vinculados a ninguna religión
Aunque nada de eso, le impedía apoyar económicamente a organizaciones de vinculación cristiana, ya fuese católica o acatólica. Y, atendía como pacientes a personas de distintas religiones. Siempre respetuoso
Aquella mañana Caty, su pequeña de 5 años, tenía un horrible dolor de cabeza que no pasaba con nada. La examino a fondo, y no le gustó lo que vió. Necesitaba consultar con otros compañeros, para tener un diagnostico seguro. Y así lo hizo.
La conclusión fue que la chiquitina, tenía un tumor cerebral, sí no se operaba la muerte sucedería en pocas semanas, un mes máximo. Sí se operaba solo tenía 1 probabilidad de salir bien, el otro 99%, se repartían más o menos equitativamente entre morir con fuertes dolores, o quedar en estado casi vegetativo.
El doctor Sánchez, y el doctor Jiménez, otro colega. Le aconsejaron dejar que la pequeñita se fuese
Pero Pedro se opuso, si hay una sola oportunidad de salvar su vida, me arriesgaré. A otro compañero le habrían además aconsejado la oración. Pedro no era creyente
Por lo delicado de la intervención, y como era parte implicada, se le aconsejo, es más se le prohibió intervenir en la operación de su hija
Podría seguirla a través de un monitor de televisión
Se despidió de su hija mandando le un beso con la mano, la pequeña no entendía porque su papá no la besaba
El salón donde estaba el monitor desde el que vería toda la operación, era grande, con puertas acristaladas y una pantalla gigantesca que se encendería desde el quirófano, por una auxiliar.
Pedro se movía nervioso, cuanto desearía tener fe, para orar, para pedir, o incluso para maldecir y blasfemar, pero él sabía que nada más que la materia tangible existe
Y, de pronto lo vio allí, parado frente a él, un hombre alto de unos treinta y pocos años, con barba pelo a la moda es decir un poco largo
Hola me llamo Manuel, se Pedro por lo que estas pasando, entiendo y comparto tu dolor. Todo va ir bien, porque yo soy médico, el mejor y voy estar ahí, si hay fallos los corregiré tú volverás a casa llevando a tu hijita sana.
Pedro miro al hombre, no sabía porque lo tuteaba, pero no le importaba, aunque la arrogancia no le gustaba, y nadie le había hablado de un nuevo doctor en el equipo, pero si ayudaba a su pequeña a su Caty le parecía bien.
Con todo, quiso asegurarse y sometió al visitante a un pequeño pero intenso interrogatorio
Primero de que lo conocía. A lo que Manuel, el doctor Manuel, le dijo que desde siempre, había sido su compañero de juegos, en la escuela, el instituto la facultad. Y añadió algo que Pedro no entendió.
“Mi Padre te quiere muchísimo, como solo él sabe querer”
Pedro estuvo a punto de decirle, que su padre, el de Manuel a quien no tenía el gusto de conocer le importaba un pimiento. Pero se dijo que la grosería tampoco ayudaba, él siempre había sido un despistado
Lo importante es que fuese lo que decía ser un prestigioso neurocirujano, así que le hizo preguntas profesionales la mayoría con trampa, todas superadas con amplitud por su interlocutor
Bien nos volveremos a ver Pedro, aunque no lo creas me ayudaste muchas veces, ahora vamos con tu pequeña
El hombre salió del salón, y quedo Pedro solo. Pronto se encendió el monitor y pudo ver que en efecto estaba allí, y era algo portentoso, en un momento el corazón de la pequeña iba fallar, o había fallado, y Manuel lo activo solo con poner su mano, no usaba guantes ni mascarilla, pero a nadie parecía importarle, por un fallo se corto un nervio, una conexión nerviosa. Manuel actúo y lo soluciono.
Pedro estaba maravillado y entusiasmado. De dónde había salido aquel hombre, lo que él hacía nadie lo podía hacer
Dos horas más tarde una enfermera vino a decirle que la operación había sido un éxito, habían bajado a la niña a la uvi, pero solo por protocolo, pues algo inexplicable ya estaba despierta y quería ir a jugar
Felicidades doctor
Pedro fue ver a Caty que se veía sana feliz y contenta
Sus dos amigos el doctor Sánchez y el doctor Jiménez, le dieron un abrazo, y le pidieron disculpas por haber intentado que no se realizara la operación.
Fue entonces cuando aprovecho para preguntarles por Manuel. No sabían nada, habían estado ellos solos
Imposible yo lo vi, y además hablé con él en el salón, antes de la operación. Se lo podéis preguntar a la enfermera Flor.
Enfermera, la joven acudió al instante. Dígale por favor a mis colegas que usted me vio hablando con un hombre en el salón
Doctor, yo lo vi a usted nervioso, como si hablase solo, y le comenté a una compañera, me dijo. “Estaría rezando”, a lo que yo le dije que usted no era creyente, pero estaba usted solo
Pedro mando encender el monitor y volver a ver la intervención, pero allí no estaba Manuel, si se veían los fallos que pudieran haber matado a su pequeña, o dejarla como un vegetal
No entendía nada. Antes de ir a casa, ya con su pequeña. Fue a la cafetería allí una mujer anciana ojeaba una revista. Mire doctor, miré han conseguido hacer su imagen teniendo en cuenta el negativo de la sábana, pero Pedro no escuchaba a la mujer, le había arrebatado la revista de las manos, y repetía es él, es él. Si el hombre lleno de heridas que estaba viendo era, él que había hablado con él.
Pedro recordó una canción que le cantaba su abuela, cuando era pequeño
"Manuel se llama Cristo
ay Jesús que dulce nombre
Bendito aquel que nace
Al que Manuel se le pone."
Luego cayo de rodillas llorando en medio de la cafetería, diciendo
Gracias Señor, quiero creer ayúdame
A la semana siguiente empezaría su catequesis del bautismo. Un día le pregunto a un sacerdote que dirigía las catequesis catecumenales. Cómo era posible que le dijese que “le había ayudado”
A lo que el viejo cura, le respondió. Pedro tú siempre ayudaste a quien lo necesito y Jesús, el En Manuel. El Dios con nosotros nos dijo que todo lo hecho a los demás era hecho a él
Llego el día de su bautizo, y el de sus pequeños, su esposa aún no tenía fe, pero Pedro sabia que Dios no la olvidaba
Después de recibir La Eucaristía por vez primera le dijo. A su Huésped divino. “Jesús Manuel, te voy denunciar por intrusismo, eres carpintero, no médico. Y una voz silenciosa le contesto, soy médico eterno. Carpintero en ratos libres·”
El doctor López Casares siguió ejerciendo su profesión, cada vez mejor, ahora lo movía un motivo más alto. Saber que era amado por Dios, que no estaba solo.
Fin
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