jueves, 2 de marzo de 2017

El Mercader

Mercader


Esta es la historia de un viejo mercader; de un mercader ambulante, un buhonero
Sucedió hace mucho tiempo, en España el protagonista se llamaba, Jacob,  pero podría llamarse de cualquier otra forma, en el momento en que tiene lugar nuestra historia, es ya un anciano, tiene cincuenta años,  recuerda que paso hace muchísimo, muchísimo tiempo, nuestro amigo es viudo, tiene una hija también viuda que tiene dos pequeños; los cuatro recorren calles y pueblos en su burro “Nafás”, y su pequeña carreta, vendiendo un poco de todo
Pero mejor vamos a conocerlo, está montando su tienda, si su tienda, ambulante pero tienda
Tienda ambulante
Jacob beso a sus nietos, Abraham de ocho años y María de cinco; después beso a su hija Raquel, el esposo de esta había sido asesinado cuando ella estaba esperando el nacimiento de la pequeña María, unos “cristianos viejos”, lo habían matado por ser judío
Raquel, Jacob y el pequeño Abraham, se salvaron porque no estaban en casa, por eso transformo su pequeño zoco, en una tienda ambulante, con lo que iba de pueblo en pueblo, allí llevaba todo tipo de telas, que tejía la bella Raquel, de tan solo 20 años, especies, aceites, hierbas curativas, alfombras, tapices, que ofrecía al grito de “Venga y vean”, y también joyas, hoy diríamos, bisutería, y alguna alhaja autentica
Y, lo que era su propia vida, cortinones, un brasero, para cocinar, unos cojines, unas mantas
Se quedaba en los pueblos, el tiempo que la prudencia le aconsejaba, no más de una semanas, procurando que el Sabat, lo cogiese siempre fuera del pueblo, para que nadie supiese que era judío, sobre todo por si había algún cristiano viejo
A Raquel le hubiera gustado más vivir en un sitio fijo, tener un hogar una casa como antes, y que los niños fueran a la escuela, poder acudir libremente a la sinagoga, pero aceptaba su situación,  los pequeños aprendían a leer con su abuelo, y, escuchaban historias de los personajes cuyos nombres llevaban, pero poco más, porque lo niños ya se sabe, lo cuentan todo; es por ello que tenían prohibido hablar con nadie, sin estar su abuelo, o su madre presentes, bueno la prohibición era de no hablar con un adulto, pero no de no hablar con otro niño, de eso, nadie había dicho nada, y, aquella mañana sucedió lo que te cuento ahora

El niño pobre


Abraham y la pequeña María se habían quedado un momento solos, antes de salir el abuelo, y, su mamá, les habían dicho bien claro; “No habléis con ninguna persona mayor”
Los niños eran obedientes y lo cumplieron, pero llego, Jaime, un niño mayor que María, pero menor que Abraham, iba desharrapado, descalzo, sucio; con los ojos llorosos.  Les pregunto quiénes eran y se lo dijeron, no le ocultaron que eran judíos; por qué iban a ocultárselo a otro niño; él les dijo que tenía  siete años; era huérfano y se llamaba Jaime, había huido de casa de unos familiares que lo trataban mal,  lo hacía trabajar de sol a sol, dormir en las cuadras con el ganado, y  apenas le daban de comer
María le ofreció un pedazo de cecina de vaca, que Jaime comió, más bien devoro, acompañado de un vaso de agua, luego pidió si tenían un pedacito de tocino, le dijeron que ellos no comían tocino, no comían cerdo, porque era pecado
Llego Jacob y no dio importancia a la charla de los tres pequeños, regalo un trozo de chocolate al pequeño Jaime que se despidió muy contento

La Dama rica
Jaime fue abordado por una mujer muy elegante, y muy guapa
“Ven aquí pequeño no tengas miedo”
El niño fue corriendo, y se detuvo ante ella, la dama se inclino y le acaricio la cabeza, revolviéndole el cabello, saco un pañuelo de la manga de su blusa, y le limpio los mofletes manchados de chocolate. ¿Te vi en el tenderete, no habrás ido a robar, eso está muy mal; no, tú no robas, eres un buen chico?
Claro que no, señora, no robo eso está mal, fui a ver, son buenos me dieron cecina de vaca y chocolate
Vaya, vaya, así que son buenos, dices
Si señora, lo son
Así que son buenos cristianos
Supongo que sí, no lo sé
Has dicho que eran buenos, y ahora no sabes si son buenos cristianos, en qué quedamos
En que no se, si son cristianos
¿Te gustaría venirte a vivir conmigo, si tus padres te dejan?
No tengo, soy huérfano
Bien en ese caso

La dama ordeno a un criado, que estaba a pocos pasos que se acercara, y, se hiciera cargo del pequeño
Una semana más tarde; la dama visitaba la tienda de Abraham, acompañada de Jaime, al que era imposible reconocer con sus viejas ropas. Todo fue bien, adquirió, hierbas, perfumees, especias; al final pregunto, si tenían tocino
Abraham respondió que no, entonces  insistió, “Cuándo lo tendrán”
Nunca, señora no vendemos tocino, fue la respuesta de  Abraham
No veo cruces, ni crucifijos, dijo la dama
¿No, sois cristianos?
Somos, somos judíos señora, siempre lo hemos sido, somos buena gente
Claro porque no ibais a serlo, por qué un judío no iba a ser buena gente, esto último lo hizo remarcando la última palabra, con un deje de desprecio
Fue lo último que hablo, salió de la tienda sin despedirse

Jacob,  mando a su hija que preparase a los niños; tenían que irse a otro lugar, otra aldea,  tal vez otro pueblo, u, otro país, y, plantearse si no deberían tener, “tocino” y cruces para los cristianos
Pero ahora, debían huir, seguramente la dama, una noble sin duda, ya los habría denunciado, a la Inquisición, si bien es cierto que al no ser cristianos, nada podrían hacerles, salvo tal vez darles a elegir entre bautizarse, o morir, o ser expulsados, así que mejor era irse, como siempre, siempre huyendo como criminales

La alhaja

Estuvieron  huyendo mucho tiempo, muchos días, hasta que hallaron un pueblo que les pareció tranquilo, porque  estaba  muy lejos del anterior, nadie los conocería allí
Montaron de nuevo su tienda, todo iba bien
Hasta que un día, el pequeño Abraham, encontró dentro  del muñeco que le había regalado, aquella dama, una joya muy rara, y que debía valer mucho dinero
¿Qué hacemos abuelo?
Jacob, miro un momento la joya, “era de eso no había duda de mucho valor”, qué vamos hacer devolverla, pero cómo hacerlo sin arriesgar nuestras vidas, pero tampoco podemos retener lo que no es nuestro
Creo que  he tenido una idea,  me presentaré al alcalde, y le diré que encontré la alhaja, al montar la tienda, que busquen a la dueña, o, al dueño
¿No dirás quién es?
No, que busquen ellos
Y, Jacob  hizo lo que había dicho, el alcalde fue grose4ro, y, lo trato, como si fuese un ladrón, de ser judíos, aunque la ley, reconoció el alcalde, castiga a los judaizantes, no a los judíos, aunque se aconseja el bautismo, pero bueno estáis aquí por ladrones
“No hemos robado nada” insistía Jacob
Se os ha encontrado esta alhaja
La trajimos nosotros mismos
¿Así que confesáis haberla robado, pero os habéis arrepentido?
No, por favor, no robamos nada, somos inocentes lo juro
Hay una Dama que dice que la habéis robado
Pues será una dama, pero miente,
Cómo te atreves a decir que una duquesa miente
No digo que una duquesa mienta, digo, que quien haya dicho, que hemos robado miente, la encontramos y la íbamos a devolver
La ibais a devolver, ¿Luego confesáis qué no es vuestra?; por fin
Claro que no es nuestra, nunca dijimos que lo fuese  una dama estuvo en la tienda, se le debió de caer dentro del muñeco, cuando mi nieto la encontró, no sabía lo que era, al mostrármela supe que teníamos que devolverla
Sabes que voy hacer con tus nietos, darlos a un matrimonio cristiano, y tu morirás en la horca por ladrón
Si yo fuese ladrón, habría escondido bien la joya, no la llevaríamos con nosotros
Un alguacil los llevo a mazmorras separadas, los niños lloraban, y Abraham aparentaba una fortaleza que no sentía

El Perdón

Al día siguiente los sacaron de la cárcel, muy temprano y los llevaron con los ojos vendados, ellos iban llenos de miedo; los hicieron subir unos escalones, y, les sacaron las vendas
Frente a ellos estaba, “la dama acusadora”, sentada en una gran silla, colocada sobre una tarima. Temblaron al verla, pero ella,  bajo de su sitial, llego hasta ellos se inclino, y les pidió perdón, por haber puesto a prueba, su honradez y su fe; a continuación añadió que la joya era un regalo para ellos, regalo que no aceptaron le dijeron que lo diese a los pobres, la dama entendió que no le perdonaban, y volvió a suplicar, a insistir en su perdón; entonces con lágrimas en los ojos, la abrazaron, porque la perdonaban, entonces fue cuando la dama dijo
¿Me haríais, el favor, de venir mañana a mi humilde casa, que ya podéis considerar vuestra?
Abraham dijo que sí, sabía que podía confiar

                              La Dama rica pobre, el pobre rico               

La dama, la señora lo recibió en su palacio, lo hizo vestida con sencillez, pero extendió ante su vista ropas lujosas para Abraham su hija, y sus nietos; con esto, dijo: quiero mostrar mi arrepentimiento; os  he puesto una tienda en el zócalo del pueblo; para que podáis vender vuestros productos
Tus nietos recibirán clase en mi  palacio; que es el vuestro; yo despreciaba por ignorante vuestra religión, olvidando que es la Religión de Jesús Nuestro Señor y de Santa María; sé que no matasteis a Jesús, no más que yo, hace trece siglos,  mal podríais haberlo hecho, tampoco fue aquí en Castilla, si no en Israel
Le pido a Dios, a nuestro Dios, que un día sepáis que Jesús es el Mesías, vuestro Mesías, un judío como vosotros
Pero nada haré por imponeros mi fe, que nace de la vuestra, que nace de Jesús
Abraham salió con lágrimas en los ojos, al día siguiente abrió la tienda, y dejo de ser un mercader ambulante, ahora vendía en la tienda que la dama de nombre Obdulia, le había abierto en el zócalo
Tiempo más tarde, al ver la bondad de algunos cristianos, entre ellos Obdulia; y el contrapeso de la maldad de otros, su hija y sus nietos se convencieron;  de que Jesús era el Mesías de Israel
Abraham el abuelo se enteró en el Cielo se lo dijo el propio Jesús, como hace con todos sus hermanos de fe judía, a los que recibe en Persona, como el viejo José de Egipto recibió a sus hermanos

Fin

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