Aarón cuento
Aarón el niño hebreo
De la vieja casa de adobe, en la
ciudad de Gossen; salían los llantos de una mujer, el canto de una muchacha, y
las risas de un niño, de un niño llamado Aarón, un pequeño de cinco años, hijo
de esclavos hebreos
El pequeño, juega va y viene, no
entiende que pasa, su mente infantil no puede comprender el mundo de los
mayores, qué habrá sido del hermanito, que llego a casa, hace un tiempo, tres
meses cree haber oído, lo que si recuerda es al hermanito, un llorón, que ahora
ha desaparecido, no está su madre, y su hermana, le dicen que lo soñó, que nunca hubo más niño que él, pero él sabe que
no lo soñó, hubo un niño, con el que habría jugado
Por las noches, reza con sus
padres al Dios de Abraham, pero también a Osiris, a Ram, a Isis, a los dioses
egipcios, al fin y al cabo son dioses poderosos; ahí están los niños egipcios
que son libres; que tienen todo lo que desean, que no ven a un hermanito, que
de pronto desaparece; como su hermanito, como los demás niños hebreos
A lo mejor, dice su mamá Jacobed,
“que los dioses con más poder son los egipcios, y sin dejar a su propio Dios a
“El”, al Dios de Abraham, no está mal rezar a los otros; por eso Aarón les
reza, aunque se le escapo, decirle, a “El”, “que es su Dios preferido, que por
favor haga que vuelva su hermanito, y que dejen de ser esclavos.
Su madre deja escapar una lágrima,
sabe que ningún dios traerá a su pequeño
depositado en un cesto en el río, si no lo recogió nadie, habrá sido pasto de
las fieras, de los cocodrilos; pero no podía haber hecho otras coas, los
hubieran matado a todos; lo mejor que le
podía pasar que alguien lo encontrase, y lo escogiera para esclavo eunuco
Sí, lo mejor para su hijo
pequeño, era ser un esclavo castrado,
por lo menos estaría vivo, eso
era lo mejor, la otra perspectiva era la muerte, y el pequeño Aarón pidiendo un
milagro, bendita la inocencia de los niños, que le importaría al dios de
Abraham, aquel grupo de esclavos
Mamá cuida un niño
Un día, Aarón, escucho el llanto
de un niño, fue corriendo y vio a un pequeñín metido en su cunita
¿Es? Pregunto, clavando los ojos
en él
No, dijo su mamá, es hijo de la
princesa, Akena Tai Anai, la hija del
faraón, me ha encargado que lo críe
Pues yo creo que es mi hermanito
Pues, no, no es tu hermanito, ya
te hemos dicho que no tuviste ningún hermanito, y cuidado con las tonterías que
hablas en la calle. Se calló, sabía que
era su hermanito; pero haría lo que decía su mamá.
Así se fue acostumbrando a ver al
pequeño, al que llamaban Moisés, nombre que le había puesto la princesa, Akena
Tai Anai, su supuesta mamá, aunque él sabía que no lo era, su mamá era la que
lo tenía en brazos, lo amamantaba, es
decir Jacobed, a los pocos meses vio, como empezaba a hablar, a llamar mamá a
su mamá, le vio dar sus primeros pasitos. Le encantaba llevarlo de la mano,
soltarlo hacerle rabiar un ratito; cuando lo soltaba, y fingía irse, el
pequeñín, se veía caer y lloraba como un descosido, entonces Aarón, le sujetaba
por la espalda, lo alzaba o intentaba alzarlo, en alto, y caían los dos por el
suelo, riéndose a carcajadas, mientras que mamá los reprendía, conteniéndose la
risa
Hermano encontrado
Por fin llego el día de su décimo
cumpleaños, su madre le hizo un manto precioso, y una gran fiesta, todo lo
grande que puede ser la fiesta en casa de unos pobres, pobres y esclavos
Moisés era uno de los invitados,
Jacobed los junto y le dijo a Aarón, “Moisés es tu hermano”; el hermano que
hubimos de poner en un cesto en el río; pero ahora es hijo de la princesa;
quién sabe porque Dios, o los dioses lo han querido así; si es que existen, yo
creo que sí, pero que es Uno solo; tú debes tratar a Moisés como a tu hermano,
porque es tu hermano; tu carne y tu sangre, sois mis hijos; pero recuerda que
un día tendrás que postrarte ante él, pues será tu Señor, no lo olvides ahora,
ni entonces olvides que es tu hermano
Lo mismo te digo a ti Moisés,
cuando te sientes en el trono del Halcón
sagrado, no olvides quien es tu hermano, y quien es tu madre, quien te parió,
y, ahora a jugar, ya se Moisés que no me has entendido, sólo espero se te
graben en la memoria mis palabras.
Los dos niños salieron corriendo
a jugar con sus amigos. Los años fueron pasando; y llego el décimo cuarto
cumpleaños de Moisés, día en el que abandono el que había sido su hogar, para
trasladarse a vivir al palacio del faraón, para siempre
Venía a ver a su familia, pero ya no era el mismo, él quería
serlo; pero todo era distinto, hasta sus
ropas, llevaba una túnica bordada en oro, y, bastón de marfil
Llegaba en silla de manos,
llevado por criados, y su hermano y su madre, le llamaban, “Señor”; aunque al
quedar solos todo volvía a ser como antes, y, él volvía a ser Moisés
Pero poco a
poco, se fue alejando de los suyos, se convenció a sí mismo de que era un
príncipe egipcio; y, Aarón fue viendo a su hermano como un miembro del pueblo
opresor
Vaya lío
Pasaron los años, y un día Aarón
dejo de ver a su hermano; y, comenzó a escuchar cosas que no entendía, se decía
que Moisés el príncipe egipcio, había sido declarado prófugo, que habían puesto
precio a su cabeza, que se hallaba huido, había dado muerte a un egipcio, y se
había declarado hebreo
¿Estará loco, se dijo Aarón, a
qué viene ahora esa locura?; Nos van
echar la culpa, debió esperar a ser faraón para ayudarnos; aunque es posible
que nunca llegase a serlo, por su condición de tartamudo, pero si podría haber
influido, ya que siempre sería un príncipe egipcio, ahora es un prófugo, nos ha
metido en un buen lío, si vaya lío en que nos ha metido mi hermanito
Ante el faraón
Había pasado mucho tiempo; ya
todos daban al príncipe Moisés por
muerto; bueno ya nadie le llamaba príncipe si no el traidor
Aarón había tomado esposa
Elizabeth, ya tenía varios hijos, no esperaba volver a ver a su hermano
Y de pronto un día, vio venir por
el camino una mujer desconocida, con dos pequeños, seguidos de un hombre al que
en un principio no reconoció, hasta que lo tuvo delante de sus ojos, no se lo
podía creer, era el príncipe Moisés, era su hermano, un hermano loco,
trastornado, que pretendía que lo acompañase a ver al faraón, para que este
dejase libre a su pueblo, a los judíos, Aarón sería quien hablase
Según Moisés, Dios estaría con
ellos pues la idea era suya
Dios, qué dios, dijo Aarón
Yahvé, “El que es”
respondió, Moisés
Qué es qué
Eso, “Es Él que es” así me lo
revelo
“Yo soy, Él que soy”
Bien hermanito, todo el mundo es
algo, ya sabes, “yo soy tu hermano”; así que ese dios será algo, no me llega el
“Yo Soy”
Ha de llegarte Aarón, porque sólo
“Él es”
Cedió Aarón y los dos se vieron
frente al faraón, que no podía contener
la risa, Moisés hizo algunos prodigios y los sacerdotes egipcios también, pero
no consiguieron nada, al contrario, el faraón aumento el trabajo, pero de
pronto en el pueblo egipcio empezaron a suceder fenómenos extraños, aguas que
se volvían sangre, mosquitos, langostas que lo devoraban todo, tinieblas, hasta
que un día
Cena especial
Los pastores acostumbraban a
comer un cordero o cabrito una vez al año, por a ello a Aarón que era pastor,
no le sorprendió la idea de su hermano, sí
la forma en que debía hacerse
El animal habría de ser sin
defecto, macho de un año, habría de ser sacrificado el 14 de Nisan, al
atardecer, lo matarían con su sangre pintarían las jambas de las puertas, y lo
comerían asado entre dos palos, lo que sobrase lo quemarían, lo acompañarían de
panes sin fermentar, durante la comida estarían de pie, con los bastones en la
mano
Esa noche los hijos de los
egipcios, sus primogénitos serían heridos de muerte
Siendo sinceros hubo muertes en
los dos pueblos, pero Moisés dejo bien claro a su hermano, y este al pueblo que
nada tenían que ver unas muertes con otras, nada pudieron los dioses egipcios,
ni Amon, ni Ra, ni Anubis, ninguno para detener la muerte, desde el faraón a su
esclavo todos lloraron la muerte de su
primer hijo, en algunos del único hijo, el faraón empezó a verlos como una
plaga, ya no sólo les permitía irse, se lo ordenaba
El
Gran Pecado
Se
vieron cercados, perseguidos por el ejército del faraón, sin salida, el mar
Rojo frente a ellos, y de pronto cruzaron el mar como si fuese un río en
estiaje. Siguieron avanzando, vieron la montaña del Sinaí centelleante, y a
Moisés, hablar por medio de Aarón de diez normas que deberían cumplir, muchas
no les eran extrañas estaban en el Libro de los muertos, que los egipcios les
obligaban a aprender, otras las de adorar sólo al Dios que los había sacado de
Egipto, eran nuevas, prometieron cumplirlo todo, y Moisés volvió a la montaña,
tardaba Moisés, y se impacientaron, necesitaban un dios, una imagen que se lo
recordará, a la que invocar, y a la que amenazar, dieron sus joyas, a Aarón, y Aarón cedió, les hizo el ídolo, el becerro
de oro, su dios, porque todo pueblo, todo hombre precisa un dios, incluso el
que dice que no cree en él, y si no lo tiene lo fábrica, luego dice que no cree
en Dios, porque le da vergüenza mostrar el suyo; todo hombre precisa un dios, y
si es uno manejable que este donde lo pongan que no incordie, mejor que mejor
Moisés
bajo indignado, castigo cruelmente al pueblo, riño a su hermano, qué iba hacer,
amaba a su hermano mayor, oro a Dios, al verdadero Dios no al ídolo, y Dios no
el ídolo, les dio su perdón a todos, porque era su pueblo, sus hijos, sus
criaturas
El perdón
Dios
perdono al pueblo, perdono a Moisés, porque desconfío de su misericordia de que
diese de nuevo agua al pueblo que no la merecía, como si Dios, fuese esperar
que mereciésemos algo, Moisés cumplió con su hermano su misión de llevar el
pueblo a una tierra nueva, en la que no llegarían a entrar
Tierra nueva
Un
día Aarón y Moisés, vieron la Nueva Tierra; no entraron en ella, no les
importó, les aguardaba Una Tierra mejor”
Fin
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