La modista
No era una modista de alta costura.
Sus clientas que más que clientas eran amigas. Eran mujeres humildes.
En su casa en el que atendía un pequeño huerto en el que correteaban gallinas, algún conejo. Un perro y un gato
Para ayudar se vendía huevos o gallinas y algún conejo. Claro que la mayoría los regalaba
Muchas jóvenes aprendían con ella a coser empezando por lo básico
No sabía Corté clásico no estudiará patronaje, pero tenía sus trucos y no había modelo que no sacase
En su habitación de pruebas
Escuchaba confidencias si era oportuno aconsejaba, animaba, consolaba y siempre con el sigilo de un confesor. Su casa estaba abierta a todos
Si alguien le contaba que una de las clientas a las que había hecho un vestido un traje, decía que a la señora Manuela, sólo le llevaba ropa para arreglar, y ropa de estar en casa pero que a ella le habían hecho la ropa
En Taller de alta costura La gaviota
Taller de alta costura. Aguja y dedal
Taller de alta costura Doña Carmen
Sonreía. Sabía que había sido ella, y volverían a ella. Los talleres citados no podían pagarlos. Pero si había quien creyese que era un trabajo suyo. Era de uno aquellos grandes talleres es que tan mal no lo debía hacer
Por su cumpleaños sus nietos le regalaron la novela de María Dueñas. “El tiempo entre costuras”
Se rió mucho. Decía en plan de broma; cuando alguien le metía prisa
“Calma, calma que tú no eres lo único que me da pan, yo soy una espía de primera”
Y, a la pregunta de sí era de rusos o yanquis.
Decía
“No tengo preferencia, del que pagué mejor”
Algunos la llaman Manuela, otros señora Manuela
Pero todos la conocen por. La modista del pueblo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario