viernes, 21 de diciembre de 2012

Mateo, el recaudador

Mateo era viudo, y, amaba las diversiones. Y, el dinero, porque se las facilitaban; por ello no había dudado ni un segundo, en aceptar el puesto de recaudador de impuestos para el Imperio, es decir para los que, estaban pisoteando los derechos de su patria, con ese dinero que él, Mateo se encargaba de cobrar.

Y, por el que recibía sus comisiones. Era un buen cobrador, y, no se le escapaba nadie. Sabía que, se pagaba el doble, si se decía, y se forzaba a  un rebelde. a pagar el tributo.

Poco le importaba, que la familia en cuestión, no tuviese dinero, se cobraba en especies. Y, ya esta. Con ese dinero, ó, con lo obtenido, por la venta de las especies incautadas.

Se pagaban, a los soldados que violaban, a las jóvenes judías, que cometían la imprudencia, de pasear solas; cerca de los destacamentos romanos.

 Se mataban a los judíos, que tenían el valor de decirle, no a Roma.

Se mantenía la ocupación del país. Y, se levantaban templos a los ídolos.

A, quien los romanos adoraban, pero a Mateo, no le importaba cierto, que a veces tenía algo, así como remordimientos. Pero duraban muy poco.


Nadie, lo quería era un maldito, un impío, no le importaba. Tenía a los suyos.

Casi todos los días, daba fiestas en las que, había publicanos, romanos, y, prostitutas. Por supuesto cortesanas al servicio de Roma. Él  no aceptaba cualquier cosa. Y, así transcurría su vida.


Aquel, día,  como tantos otros, acudió a su trabajo, estaba sentado a la mesa del telonio, contando el dinero. Que, sus compatriotas iban a pagar, en el día voluntario de cobro, cuando vio llegar, a un grupo de once hombres.

 Uno de ellos, dirigiéndose, al que iba al frente, señalo a Mateo. Diciendo Rabí, ahí esta el sinvergüenza, que quería llevarse todo lo que, había pescado durante el año, y, como no pudo, nos robo la cabra que, tenía mi pobre suegra, deberías decirle algo.

El hombre. Miro, al que, le había hablado sonrió, y, dijo tienes razón. Simón, a eso vine. Se acerco a la mesa. Y, todos sus seguidores. Y, los que estaban con Mateo, el propio Mateo, esperaban oír un montón de insultos. Pero en lugar de eso.

 Aquel Hombre, dijo simplemente. _Sígueme. Y. Mateo, sin saber como lo dejo todo, y se fue con Él.


Simón estuvo enfurruñado, con Jesús todo el día, y, el resto lo mismo.

Tomar como discípulo a un publicano. Cierto que, les había contado un cuento sobre un publicano bueno.

Pero era un cuento, pero aquello no tenía, pies ni cabeza.

Mateo se sentía despreciado, y, para ganarse su confianza, los invito a una fiesta, en su casa.

Todos esperaron que, Jesús, dijese que no, máxime cuando todos sabían; “la buena gente”, con la que Mateo trataba, pero Jesús, siempre los desconcertaba, y, acepto, a los fariseos les escandalizo aquella actitud, del joven Rabi, y, a sus seguidores a los once también, por ello cuando un fariseo, dijo dirigiéndose a Simón. 

¿Cómo es que vuestro Rabí, come con publicanos y meretrices?

 Simón, dijo que, le preguntaran a Él.

Jesús interrumpiendo. La charla que mantenía, con una bella cortesana. Se volvió al fariseo; y, dijo; el médico va junto al enfermo.

 Yo soy médico, debo estar donde hay enfermo. He venido a buscar, y, salvar lo perdido. No son míos los justos, sino los pecadores.

Simón, recordó, cuando él le había dicho que, sé fuera de su lado, que era un pecador. Y comprendió que, también aquellos, tenían derecho a ser salvados.

A los pocos días, Mateo ya estaba integrado en el grupo. Tuvo que renunciar a sus lujos, pero sabía que, valía la pena.

Su misión, no sería la de recaudar impuestos, para ningún rey, si no la de recaudar súbditos, para El Rey de Cielos y tierra.

Ya no era, recaudador, era un Apóstol, pronto sería, un evangelista; y, ahora  y para siempre, es el Santo, y mártir, San Mateo, Evangelista


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