domingo, 30 de diciembre de 2012

El páramo

El páramo. Relato
Hacía ya, treinta, y, nueve días. Que, estaba,  allí, en aquel desierto, y, justo aquel día hacía tres que, no llovía, la  sed le quemaba, la garganta, estaba aguantando sin comer, pero la sed, era insoportable

Oyó, como una voz lejana, que le gritaba, como en  un susurro.

¿Qué sentido, tiene que, pases sed, bebé, ningún hombre. Aguanta sin beber, y, tú eres hombre, hombre?

Parecía decir el eco, de aquella voz  lejana, y, misteriosa, pero que no dejaba de parecer amable

Y, tenía razón,  era un hombre, aunque no sólo hombre, pero como hombre; que era tenía sed, e, iba beber,  se levanto del suelo, camino un rato, hasta detenerse frente a un pequeño arrollo, se detuvo al momento, aquella agua era imbebible, estaba llena de verdor, y, pequeños animales muertos flotaban en ella, y, no había otra

¿.Y, qué?

Le sugirió la voz. ¿Acaso, no puedes limpiar el agua para beber, sólo se trata de hacer, que esa agua  se pueda beber;  y, calmar tu sed, ?

Sí, es cierto, le sugirió otra voz, ó, tal vez la misma, cualquiera lo haría, por qué no Él que, además podía.

De pronto,  Jesús, se levanto, y, empezó a marchar en dirección contraria, al pequeño arroyuelo.

Padre, tú lo sabes, mis labios están agrietados, además esta sed me presagia, otra sed peor, pero no voy, porque tú no quieres, que, lo haga, hacer bebible el arroyuelo, me hice hombre, no me he disfrazado de hombre, y, los hombres mis hermanos, no pueden, hacer milagros para calmar su sed


¿Cómo podrá sentirme a su lado, el que tiene sed de justicia, y, nadie lo sacia, y ,no puede hacer nada, si yo, hago para m; propio provecho, bebible el agua del arroyuelo.

Ó,  él que muere de sed en un desierto, ó, en el lecho del dolor?

Hay tantas formas de sed, en mis hermanos, los hombres, qué tu Padre, me has enviado a buscar, sed de amor, y, no pueden hacer que, cesé, sed de agua, sed de justicia, por eso Padre; por ellos, y, por Ti, no haré  bebible, el arroyuelo.

A lo lejos, se oyó un trueno, y, se vio un relámpago, Jesús sonrió, le gustaba;  desde niño ver esas manifestaciones del poder, y, de la simpatía; de su Abba, luego empezó una lluvia, que lo calo hasta los huesos, el joven Jesús, tomo con sus manos el agua de la lluvia, y, bebió, calmando así su sed humana, alzó los ojos, al Cielo, y. dijo.

Hay que ver, abba( Papí), no se puede negar que, eres un Padrazo


Y, Dios desde su propio Corazón de Hijo; le respondió,

 "No veas Hijo, lo pesada que, esta estos días tu Madre"



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