viernes, 21 de diciembre de 2012

Natanael

Natanael era un joven israelita, alegre, simpático,  natural como su buen amigo, Felipe de la ciudad de Betsaida.

 Era un joven servicial; aunque no servil, y, con una mente abierta, no era de las personas que. se lo creen todo. Solía defender con fuerza sus convicciones, aunque también sabía reconocer sus errores.


Desde hacía 4 meses, trabajaba como remendador de redes, con un tal Zebedeo, un diríamos hoy, importante armador; en el mundo de la pesca.

Se sentía a gusto. Porque este, era un patrón honrado. Pero el salario que, ganaba le sabía a poco.

La razón, Natanael, se había enamorado, de una hermosa judía. Y, sus padres no veían mal su matrimonio, pero claro esta, el joven, quería ofrecer a su esposa una buena vida.

Mas de una vez se pregunto, como podría hacer, para salir de la vida mediocre, económicamente que llevaba.

 Hacía días que, se le había ofrecido la solución hacerse “publicano” recaudador de impuestos para Roma.

 Estos gozaban de todo tipo de prebendas, delante del pueblo invasor. Cierto que, eran despreciados por los suyos, y, eso era algo a tener en cuenta.

No ya tanto por él como; por su familia, no era fácil ser la familia, de un publicano. La idea no le volvió a la mente;  hasta ...


Hasta aquel día, en el cual no había tenido que ir al trabajo.

 Era un hermoso día de junio. El calor empezaba, ya a ser sofocante. Y, Natanael se había sentado debajo de una higuera.

 Entonces fue, como si alguien le susurrase al oído la idea.

 ¿Por qué no hacerse colaborador?, no,  publicano, estos son despreciados.

Pero cuantos había, incluso fariseos que, informaban a los publícanos, de la casa donde se hablaba mal de Roma

 Ó, incluso, se planeaban rebeliones, de quien ocultaba los tributos, que debía rendir, fuese a Roma ó, al Templo.

Estos eran honrados, pues nadie conocía su oficio. Cuando sus “jefes” los visitaban lo hacían, como si fueran a inspeccionarlos. Y, si se acercaban, a la mesa de algún publicano, lo hacían con el truco de echarles en cara, el que hubiesen robado a un amigo suyo.

Que solía ser vecino, del que no estaba cumpliendo. Si daba un golpe en la mesa. Era que escondía tributos.  Si daba dos. Que hablaba mal del Imperio. Si tres que preparaba u ocultaba ataques a Roma .etc.

 A cambio se le daba protección. Se le daba una vivienda lujosa,todo tipo de comodidades. Y, quien sabe tal vez sus hijos pudiesen, ir estudiar a Grecia, o al mismo Egipto.


Natanael sabía que, muchos lo hacían

.¿ Por qué no él, quien lo iba a saber?.

 Se respondió a si mismo. Yahvé. Y. yo, más que suficiente, vender a mi pueblo a los míos, traicionar a mi Dios, por unos denarios.

Por una casa jamás. Hoy mismo ofreceré un sacrificio, a Yahvé, para que me perdone esta falta.

 Pero no llevare el cordero al Templo, los sacerdotes ya están muy gordos.

 Se lo daré, a aquella familia pobre que, vive cerca de nosotros, y, a la que nadie ayuda porque no son judíos.

 Pero son hombres. , el Levítico manda ayudar al extranjero.

Dejo sus cavilaciones, porque escucho, la voz de su amigo Felipe, llamándole a gritos.

Felipe, venía con los ojos alborozados, como si hubiese visto al mismísimo Elías.
Se sentó jadeante, y, tras tomar aliento, le espeto.

¿A qué no sabes, a quien hemos hallado?

No. Claro que no lo se (respondió Natanael)
Pues al Mesías. Al hombre sobre el que escribieron Moisés, y, los demás profetas. Y sabes quien es. Pues el hijo de José, el carpintero que había en Nazareth, él también es carpintero.


Natanael, soltó una carcajada.

 Miro a su amigo, como se mira a un imbecil, y, le pregunto

¿ Ell Mesías. Y, nada menos que de Nazareth. Pero tú eres idiota. Tu no,  ves que de Nazareth,  no puede salir nada bueno?

 Un sinvergüenza. habréis encontrado, cuidado no os metáis en líos.
Felipe, replico es el Mesías lo se. Y, oye, por qué no vienes, y, lo compruebas.
Claro que iré, dijo a su vez Natanael.

Me apetece reírme un poco. “El Mesías, un carpintero de Nazareth, hijo de otro carpintero de Nazareth” lo más gracioso, si no ofendiera al propio Mesías cuando venga.


Tres horas más tarde, Natanael y, Felipe llegaban a un pequeño prado, donde los estaban esperando, un pequeño grupo de personas, entre ellas los hijos del jefe de Natanael, Santiago, y, Juan.

Y, el supuesto Mesías. Felipe. Se acerco a, Jesús, y,  le dijo. Rabí, te presento a mi amigo Natanael, viene para conocerte.


Jesús entonces, miro fijamente al muchacho. Y, dijo. “ahí tenéis a un buen israelita, sin trampa ni cartón, un judío como se debe ser”.


Natanael pensó. Así te los conquistas, con adulaciones. Por eso, se han tragado el cuento de que. Eres el Mesías.

Conmigo no te vale amiguito. No necesito tu aprobación, necesito, la de mi conciencia. A ver como respondes a esto...


¿De que, me conoces, para hablar a si de mí, es la primera vez que nos vemos?

No. No es la primera, para mi quiero decir. Sin ir más lejos, antes de hablarte Felipe cuando estabas bajo la higuera te vi.( y, a continuación le dijo algo que, sólo Natanael oyó, en su corazón) te vi. Luchar contra la tentación, y, optar por Yahvé, te vi, dispuesto a ayudar al necesitado, sin importarte su religión, como mando Dios por medio de nuestros padres.

Te vi incluso ahora, rechazando la adulación.

Natanael, se quedo como absorto. No, aquel era algo más que, El Mesías como lo entendían en el pueblo.

Aquel hombre conocía hechos pasados, sin estar él presente. Y, entonces cayo de rodillas.

 Diciendo “Tu eres el hijo de Dios, tu eres el rey de Israel”.

Jesús lo levanto, le dio un abrazo, y, le dijo Bartolomé. Porque ese va ser en el grupo tu nombre. Hace un momento pensabas que, yo era un embaucador. Y, ahora por lo de la higuera, ya me dices que soy el hijo de Dios. Pues anda que, cuando me veas volver al cielo a la casa de mi Padre; del Dios de Israel,.

¿Qué dirás?
Ni Natanael, ni los otros dijeron nada, porque nada entendieron. Pero cuando tres años más tarde Jesús ascendía a los cielos;  Bartolomé lo entendió.

Y, entonces después de recibir en Pentecostés El Espíritu Santo, se fue a proclamarlo a los pueblos.

A los gentiles. A decirles que,  Dios había mandado a su Hijo a la tierra. Y, que este había sido paisano de un pueblucho miserable.

 Que se había hecho el menor de todos por Amor.

 Llegando a la mayor ignominia la cruz.
Natanael,  renuncio, no al amor pero si al matrimonio, su corazón se había enamorado de Dios. Y, ninguna mujer podía llenarlo.


No tuvo las riquezas soñadas. Pero tuvo mucho más,   la gloria de dar la vida por su Maestro, y,  Señor, Él que,  un día conoció gracias a su amigo Felipe.
Fin

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