miércoles, 6 de febrero de 2013

El rico Epulón

Este relato, es, un plagio: un plagio de la historia más bella, pronunciadas por los labios humanos más divinos. Los labios del Hijo de Dios. Pero no transcurre en la vieja Palestina. Transcurre,  en  nuestro mundo, en un país,  del llamado primer mundo.

El protagonista, no se llama, Epulón,  se llama Enrique, o Henri, pero pronto veréis que se parece mucho, al del Evangelio.

Henri, es junto con sus dos hermanos, propietario, de una cadena comercial; dedicada, al mundo del cine. Lo que no tiene, nada de particular, y, es un negocio, como cualquier otro; a sus 32 años, Henri, es un hombre, que puede, decir bien alto, que ha triunfado en la vida, sus cuentas corrientes, distribuidas en varios bancos, se escriben con muchos ceros.

Esta mañana, como tantas otras. Se ha despertado, se ha dirigido, al cuarto de baño, donde se ha dado, un baño relajante, y, a continuación se ha tomado, un opíparo almuerzo, servido, por su mayordomo, ha aprovechado, ese momento para leer la prensa, y, detenerse, en la sección de economía


 También, ha mirado, la cartelera, para ver el tiempo, que permanecen, en cartel, las películas, que promociona, la firma ó, casa cinematográfica, de la, que es copropietario.

Henri, es alegre, amigo de sus amigos, aunque la verdad es que, no tiene más amigo que el dinero, por no perder un punto en la bolsa, “vendería a su propia madre”; dicen los que lo conocen.

Tras el desayuno, se ha encaminado, hacia el vestuario, todos sus trajes, son de una elegancia exquisita, y, por supuesto de los mejores modistos. Armani, Giacometti,
Bersages. Verino. Adolfo Domínguez...

Todas las semanas, gasta, una fortuna en ropa.

Su clave es que, no se puede, triunfar en el mundo de la empresa, si uno, no se presenta, vestido correctamente, y, como el dinero, no es problema, pues Henri, no viste de púrpura, como el Epulón, pero si viste de última marca, que en el siglo XXI, es lo mismo.

El tiempo que no esta, en contactos de trabajo, o, siguiendo, los vaivenes del mercado financiero, o, con el último ligue del momento, eso si del matrimonio, que ni le hablen; ama, su libertad por encima de todo; bueno por encima de todo, ama a dios.

A su dios, claro; (por eso lo he puesto en minúscula, al dinero). Pues bien el tiempo, que no esta, con uno de sus, ligues; ó,  en cualquiera, de las actividades mencionadas antes. Celebrando, asistiendo a banquetes, casi todos ellos, de negocios, ya para celebrar una ganancia, ó, , procurar una próxima; en estos banquetes, a los que asiste lo mejor de la sociedad; y. del mundillo cinematográfico, de hecho nuestro amigo procura llevarse bien con toda la clase dirigente, oposición y gobierno porque nunca se sabe, si la oposición, dejará de serlo, también es, neutral en sus opiniones sobre los gobiernos extranjeros, no quiere, problemas que por meterse a “deshacer entuertos”, hagan, que un determinado dirigente, prohíba que, en su país,  se exhiban, las películas de Henri


Y, además  que le importan, l los problemas de la gente; los otros lo que son, es vagos., holgazanes.
“En El mundo, hay, demasiados, negros,  demasiados, drogadictos, demasiadas putas,  y, demasiados, gays”

Dice, riendo entre bromas, y, veras, a, su pandilla de amigos, que en realidad, son, como él. La verdad es que en el mundo de Henri, En realidad en el mundo de Henri, sólo hay una persona necesaria, él mismo; si supiese, que uno de sus amigos, le haría perder, un centavo, no dudaría en prescindir, de su amistad.

Así, es Henri, nuestro “Epulón”. ¿Pero, y, Lázaro, cómo es el Lázaro, de nuestra historia, el Lázaro, de hoy?  Lo mismo, que sucede con Epulón, hay varios, pero el de de nuestra historia, nuestro Lázaro, se llama Rodrí, tiene 30 años,  es homosexual, y, padece sida, acaba de salir de la cárcel, a la que fue condenado, por cometer, un pequeño hurto, para comprar drogan, en la que lo inició, “su compañero sentimental”; a, Rodrí, le gustaría, llevar una vida normal; le prometió, a, “ su vieja”, que no volvería a drogarse, que se buscará un trabajo, aunque sabe, que  el paro, es acuciante, en nuestra época, y, las empresas pequeñas, o medianas, se ven obligadas, para subsistir, a reducir personal, y, cuando no hay trabajo para un sano, menos lo habrá para un enfermo, y, de una condición, como la suya.

Rodrí, ha ido, a pedir trabajo, a una de las empresas, que preside Henri, tras informase, correctamente, ha presentado,  en la que estaba el propio Henri, con la intención, de que fuese, este, quien lo recibiese, ni que decir tiene, que “nuestro epulón”; ni se molestó, en recibirlo; antes, se había cansado, enviado cartas, con su curriculum vitae. Antes de ser un enfermo de sida, se había doctorado en artes escénicas,  es además traductor, de alemán, griego, y, árabe, pero en sus misivas, se ofrece, para trabajar, en lo que sea, necesario, necesita, algo con que ganarse el pan, y, alejarse de la droga, pero Henri, ni siquiera las abre, ni permite, hacerlo, al personal de recursos humanos
Esta tarde, Rodrí, ha  hecho; lo inimaginable, se ha colado, dentro de la sala; en la que, Henri, daba uno de sus famosos banquetes, los asistentes, al ver sus ojos demacrados por el SIDA; se han hecho a un lado espantados. Y, el propio Henri, llamó, a Seguridad, para que lo echaran fuera, lo sacaron, a la fuerza, pero antes de irse, aprovecho, para recordarle, al joven empresario, que  estaba allí, porque necesitaba trabajo, y, ayuda; estaba viviendo de lo que, unos  raterillos, le  daban, la respuesta de Henri fue

“La escoria, ayuda a la escoria”.

A la mañana siguiente, los periódicos, daban  la triste noticia, del fallecimiento, del celebre empresario cinematográfico Henri Wild.

La Prensa, decía, que no se  conocían las causas, del luctuoso acontecimiento,  claro, que se sabían,  Henri, había muerto, por una mezcla, de coca, y, alcohol, el muy, imbecil,  había aceptado, tomarse, una “maldita raya” para no desairar, a  unos posibles clientes, de uno, de los Films promocionados, por sus empresas.

Pero, no  se podía decir, aunque la religión de Henri; más bien era ninguna. Sus funerales fueron por todo lo alto; y, con una gran asistencia de gente, que como la mayoría que, acude  a los funerales masivos, por desgracia también a los otros, no sabe mucho el sitio en el que se encuentra, el oficiante amigo de la familia, dio una sentida homilía, en la que hablo del sentido de la muerte, de que, como a Henri, nos puede, llegar, en cualquier momento, pero procuro, pues “era prudente”; no molestar al “ respetable”; lo de fieles, no  les cuadraba, con problemas ; socio- religiosos.

Si su vida, había  sido un derroche; su muerte, no  se quedo atrás, miles de dólares gastados en flores; lo mismo que Epulón, (murió el rico y lo enterraron).

Enterrar es echar tierra, ese es su significado, etimológico, sus amigos a los 3 días, ya se estaban procurando otros amigos, para seguir medrando; Henri, ya era cosa del pasado

¿Y, Rodrí, pues Rodrí, también había muerto, pero en este caso, si se había aireado, por cuantos lo supieron, el  motivo de su muerte, y, todas  sus miserias. Rodrí no había tenido funeral, no porque, no  fuera creyente, lo  era, pese a lo oscuro de su vida. Creía en Dios, con la sencillez que, le  enseño su madre, por supuesto, no  habría aprobado, ni un examen, para hacer, la primera comunión, pero sabía que, Dios  era Amor: y, que Jesús, el Hijo de Dios, era su Amigo, pero no tuvo funeral, porque no había dinero para pagarlo; y, los pobres son muy orgullosos,  para decir que no tienen dinero, así pues la buena de su madre, dijo que sólo quería, una sencilla  Misa rezada, las personas, que  acudieron, a la Misa por Rodrí eran pocas, y, también  ignorantes en materia religiosa, aunque sus orígenes no habían sido humildes, todos los avatares por los que había pasado; habían llevado tanto al propio Rodrí como a su madre a la marginación. No hubo flores, si acaso un pequeño ramo. De una vecina; hay que, comer; y, no se puede tirar el dinero en flores que se pudren, ese era, el triste motivo, El sacerdote aunque no fue funeral, si hablo de Justicia de Amor de perdón de comprensión. No es que fuera, más  valiente que, él  que oficio el funeral por Henri, es que no tenía nada que perder con aquellos fieles. Éstos si eran fieles

Rodrí, fue llevado al cielo (el seno de Abraham, se halla clausurado). Allí no; Abraham sino el mismo Dios, lo consoló por todo lo que había sufrido.

¿Y, Henri; fue acaso al infierno, como el Epulón?

Pues no, Henri, también fue al cielo, Dios quiso, que  tanto Henri, como Rodrí, coincidieran en el mismo hospital, estaban saturados los sanatorios privados, y, hubieron  de llevar a Henri, a un hospital digamos más corriente, allí, por la falta de habitaciones: coincidió, en el pobre de Rodrí, éste le dio ánimos.  

Y, cuando Henri, se estremeció ante la muerte, y, la visión de su vida, le hizo temerse lo peor, Rodrí, le tendió, su mano agonizante también, y, sudorosa, mano que ahora Henri, no tenía ascos  en estrechar, y, le dijo:

“Dios nos ama, y, nos perdona, sólo nos pide, que queramos ser perdonados, que perdonemos, y, que amemos”

Henri, sabía que eran muchos, a los que tendría que pedir perdón, todos ellos representados en Rodrí, así que le dijo

“¿Amigo, me perdonas?”

Rodrí, contesto, “Claro, amigo, hermano”; y, apretó su mano; ya no hicieron otra cosa, así, los halló la muerte, “la hermana muerte”;  “La Segunda muerte”; no tuvo parte en ellos.

Henri, entro, en el Cielo, porque amo al final; porque Rodrí, lo llevaba cogido de su mano, porque Rodrí lo amaba; porque al final amo, a Rodrí,  que era un despreciado, un desecho social, y, en él amo a Jesús, y, por encima de todo, Rodrí, y, Henri, amaron, porque Dios nos amo.

Fin




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