sábado, 16 de febrero de 2013

La escala de Jacob


La escala de Jacob
Jacob, era joven, muy joven, apenas 20 años recién estrenados, y, el corazón lleno de ilusiones, de esperanzas, y, de amor.
Un amor, que ya no podían colmar, sólo sus padres; y, su hermano Esau, al que en contra, de lo que se pudiese, pensar quería con locura
Ahora que había recibido;( eso sí con un pequeño engaño), la bendición paterna. Que era; sin serlo el primogénito; tendría que, buscar una esposa, que fuese tan buena, y, tan guapa como su madre.

Y, cumplir,  el mandato, que Dios, le había dado a su abuelo Abraham, y, antes de él en el paraíso a los primeros humanos.

Antes de eso, lo primero que iba hacer, era, un buen regalo, a Esau, tenia, que ganarse de nuevo el cariño de su hermano mayor, y, no quería decirle, que la idea, había sido de la madre; eso jamás.

Si nunca, había acusado, a los muchachos, que jugaban con ellos en el campo; menos se iba a convertir, en el delator de su propia madre; no sería él quien cargase, con las culpas, si es que las había, de haberse hecho pasar por su hermano, y. obtener así la primogenitura.

De pronto sintió miedo. Esau, era de carácter violento. Y, él había oído como juraba matarle. Y. ¿ Si, llegaba a hacerlo?. Se pregunto. Así mismo que, hubiera hecho, él en lugar de su hermano.

Pero honestamente, hubo de reconocer que, no tenia respuesta. Porque sencillamente él no era su hermano.

Cuando se encontraba, ya cerca de la casa, oyó, la voz de Rebeca, su madre. Corrió presuroso a donde se encontraba esta.

Su madre, le explico; como había oído, a Esau, contratar hombres, para darle muerte; y le dijo, que debía de huir

Ella no quería, exponerse, a perder, a ninguno de sus hijos. Los quería a los dos. Y, si había preferido que, fuese él; quien recibiese la bendición, fue debido al carácter iracundo, y, violento del hermano mayor, influenciado por las esposas que había tomado.

Beso a Jacob, y, le aconsejo, que partiese hacia las tierras de donde procedía ella, a casa de Laban, su hermano.

Según noticias que, le habían llegado por mercaderes. Dios los había bendecido, y, tenían mucho ganado, así que podrían, darle trabajo como pastor.

Le aconsejo, no ser gravoso, a su tío, y,  le hizo, otra recomendación.

 Diciéndole que su familia, era idolatra. Le pidió, no olvidarse del Dios de su abuelo;  Del Eterno, y, que por nada del mundo, diese culto a los ídolos.

Lo beso. Y, lo estrecho contra su pecho; le rogó, tuviese el valor de marcharse, sin despedirse de Isaac, ya ella lo disculparía.

Y, así de repente. Se vio lanzado al mundo. Como un día hacia mucho tiempo: su abuelo Abraham, pero ahora era distinto.

Porque Abraham, iba siguiendo la voz de Dios. Y, él se iba por el miedo de una mujer; sí, su madre. Pero una mujer al fin y al cabo.

Miedo del que ella era culpable. Si hubiese dejado, que las cosas siguiesen su curso normal.

Que fuese el bendecido, Esau. Pero no. Y, había otra cosa. Más de una vez.

Su padre, le había contado. Lo que le había contado, a su vez el suyo.

De cómo, en su familia lo habían despedido todos. Eso sí, llamándole loco. Sin embargo él se iba, sin despedirse ni de su padre.

Y, su rumbo era, más incierto que él de Abraham.

Iba, a casa de Laban. Pero por lo poco que sabia; Laban, era un hombre, al que lo único que le interesaba era el dinero. Por eso no había tenido, reparos en que; su hermana Rebeca, partiese con un desconocido, para convertirse, en la esposa de otro desconocido.

Con estos pensamientos camino largo tiempo.

Metiéndose,  por la espesura del bosque. Para no ser descubierto, por los cómplices de su hermano, haciendo, fuego, para espantar las fieras y culebras. Cazando algún que otro animal; y, asándolo en alguna cueva.

Deseando que el fuego no alertase a nadie.

Así anduvo cuatro días. Empapado en su propio sudor. Sin poder, lavar más que la cara en el río llegando, incluso a comer, en ocasiones la carne cruda. Para que el olor de la carne quemada, no diese aviso sobre él.

Y, una noche cansado. Tomo una piedra, para apoyar la cabeza, y, entonces un negro pensamiento cruzo su mente. El pensamiento de que, tanto el abuelo; como sus padres estaban equivocados, no existían dioses ni dios. No había, ningún ser superior que se ocupase, de aquellos animales con habla llamados hombres.

No lo había, porque de haberlo habido, se hubiera ocupado del;  no. Estaba sólo, y, él solo, era quien tenia que, solucionar su vida.

Le dio pena descubrirse sólo en el universo. Y, las lagrimas saltaron de sus ojos. Entonces se durmió.

En su sueño. Vio la visión, más hermosa que un hombre halla visto jamás.

Las nubes, se abrían como una cortina. Por unos seres, con forma humana.

Pero de cuyo cuerpo, salían como rayos, más fúlgidos que los rayos del sol,  y, enfrente sonriendo, una figura esplendorosa.;por un lado un río de fuego, que iluminaba pero no quemaba, y, como formando parte de ese río de fuego, pero siendo distintito, dos figuras iguales; como dos hombres jóvenes, pero de los cuales salía, una Luz, que cegaba; la luz de los seres que; abrían las nubes; y,, que al mismo tiempo, la encendía, y, de repente el fuego.

Los dos seres con forma humana, se veían como un solo ser, que sé hacia grande, y, pequeño por momentos; Jacob vio como, los seres de luz, se postraban ante Él. Y, lo reconocían como, El Señor

Entonces, dentro de su sueño sintió miedo. Miedo. Por haberse atrevido, a poner en duda su existencia.

Pero antes de que, pudiese decir nada: vio una escalera. Y, por ella vio que empezaban a bajar, y, subir seres de luz; que se postraban ante, El Señor; uno de éstos, bajo, y, toco a Jacob.

“Escucha le dijo. Traigo para ti; pero no pudo acabar el mensaje.

Porque El mismo Dios; bajo. Por la escalera, beso a Jacob, y, le dijo.

“Yo soy el Dios de Abraham,  De Isaac. Y, el tuyo. No temas, Jacob. Que yo estoy siempre contigo, y, lo beso” el beso divino, fue, como la brisa del aire.


 Y Jacob se despertó; diciéndose que, aquel era, un lugar grande, y, terrible; Dios; estaba allí, debía de ser un lugar de culto, lugar que iba hacer, él mismo.

Unto, con aceite la piedra, sobre la que había dormido; y, se arrodillo ante ella. Si le viesen, sus padres tal vez pensaran, que estaba cometiendo, un acto idolátrico

Con el corazón, fortalecido por la presencia divina, siguió sin miedo su camino; ahora sabia, que no iba sólo que;  Una Persona, que lo quería mucho. estaba siempre con él

Y, así siguió, su camino hasta la casa de Laban su tío

Fin




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