lunes, 8 de julio de 2013

Gato y ratón


Gato y ratón 
Es una historia, para niños, y, mayores, los protagonistas son dos criaturas, que  tienen fama de   no llevarse bien, un gato, de pelaje negro, y, blanco, sin nombre, porque no tiene amo, es un gato libre, aunque la libertad, signifique pasar hambre, y, frío, el otro es un ratoncillo; de pelaje gris, pequeño, pero al que nadie quiere, porque, nadie, quiere a los ratones, a lo mejor un día, les surge un Félix de La Fuente, y,  les sucede, lo mismo que al lobo, aunque la verdad lo tienen muy difícil.


Cuando un gato, ve a un ratón;  se lanza a darle caza;  pero nuestros amiguitos van a demostrarnos, que no hay nada fijo; también ellos, son libres, y, pueden desmentir al más osado.


Gato, así lo vamos a llamar, porque nadie le ha dado nombre,  ha entrado sigilosamente, arqueando su lomo, dentro del viejo almacén, su fino olfato, que no sólo,  tienen olfato los perros, le ha dicho que allí dentro hay comida, y, además muy rica.

 “A ver si tengo suerte, y, no me pillan “

 Se dice a sí mismo. Ya dentro comienza, a olfatearlo todo, el olor,  á, queso es innegable, a los gatos, les encanta el queso, y, a los ratones también, tal vez por eso, no se llevan bien.


Nuestro amigo, descubre, una alacena, con varios tipos de queso, intenta abrir la puerta pero es imposible, y, tampoco es cosa, de romperse una uña.

De pronto:

 “¿Pero que es lo que ven mis ojos gatunos?”

Sí,  era queso, y, estaba colocado, al alcance de cualquiera; además aparecía servido, en un plato, un poco raro; a lo mejor no eran mala gente, los humanos, de aquel almacén; Gato, tenía amigos, que habían adoptado, a una familia de humanos; y, aunque a veces hubieran de decir, quien manda, con un buen arañazo; estaban bastante contentos.

Él,  no opinaba así, él prefería mojarse, a estar encerrado, a tener que jugar, con un ovillo de lana. En suma prefería ser libre.

Y, el otro amigo, el ratoncito, a éste, si que le gustaría, que lo quisieran, él no hacía daño: vale de acuerdo, una ocasión, se comió el libro de contabilidad, pero les hizo un favor, Hacienda, les hubiera metido un buen palo, otro día, se comió la camisa, que a uno de los dueños, le había regalado, una tía de su mujer, y, que era la cosa más horrible, ó, sea que no, había hecho más que hacerles favores, pero ellos(los humanos estaban empeñados en acabar con él).


Al ratoncito, no le gustaban los gatos, pero tampoco, le disgustaban había sido educado por una ratita liberal, quien le había enseñado, que había gatos buenos, y, ratones malos y, al revés, que hubo un tiempo, en que eran amigos, que la culpa, de que se llevasen mal ahora, la tenían los humanos.


Desde su escondrijo, vio a Gato, que se disponía, a comerse el queso. Se quedo pensativo, un momento que hacer, si lo dejaba la trampa,  caería sobre el pobre felino, ocasionándole la muerte, ó, un buen golpe, que lo haría huir, él se libraría de un posible enemigo, y, al ver sangre en la ratonera, los hombres pensarían que lo había atrapado, y, que herido escaparía, pero estaría muerto. Lo dejarían libre, y podría dedicarse, a comer el queso a su antojo


Pero aquello, no estaba bien, qué, daño le había hecho el pobre gato, no él, no era un ratón malo, así que se decidió avisarlo.

“Amigo, gato, mira soy un ratón, espero que, no me hagas daño; eso es una trampa, si quieres, te digo como podemos conseguir, el queso, que han puesto en la ratonera, sólo, tienes que subir aquí, arriba.”

Gato, trepo hasta lo alto, del armarito, y, ya arriba, se presento

“Me llamo Gato, y, no tengo nada contra, los ratones”;
“Ni yo contra los gatos”

 Respondió; ratón, y, ahora escucha vamos, a, saltar juntos, y, daremos la vuelta a la trampa, de ese modo saltara el queso, y, podrás comértelo, se ve que tienes hambre, así lo hicieron.

 El ratoncito no comió, era poco para su nuevo amigo; y, él sabia como conseguirlo, claro que, a partir de ahora lo compartiría.

Y, así fue en efecto; él roía las alacenas, por la base, y, el gato entraba, y, sacaba el queso para los dos, no lo sacaban todo, no eran ladrones, simplemente tenían hambre y querían comer.

Un  día, en que nuestros  amigos, estaban escondidos, pues había olfateado, y, oído  la presencia humana. Sucedió algo que cambiaría sus vidas.

De la puerta que, comunicaba con el almacén, empezaron a oírse unos lamentos, y, unos sollozos entrecortados; nuestros  amiguitos, no podían saber; de quien eran, lo que sí tenían seguro, es que se, trataba de un humano, y, muy joven, debía ser sin duda un cachorro de hombre; aunque la puerta estaba cerrada, no era problema, ni para Gato, ni para el ratoncito, que podían entrar, a través de los pequeños huecos de la misma, caso del roedor, y, por debajo de la misma caso de Gato. Así pues decidieron investigar, y ver lo que pasaba, y, allí estaba una pequeña atada, y. llorando.


Se acercaron, a preguntarle lo, que, le pasaba, la niña al principio se asusto, sobre todo del ratoncito, pero pronto se percato, de que eran sus amigos, y, al poco tiempo ya se entendían.

 Lo primero que les dijo fue.


“Ya se que, no me entendéis, me han sacado del lado de mis papás, y, ahora me tienen aquí encerrada, y, van a pedir dinero por mi, mucho dinero, mis papas seguro que no tienen tanto, y, si no se lo pueden dar me mataran, y, si se lo dan a lo mejor también”.

Pero vosotros, no podéis hacer nada, sólo hacerme compañía, ni siquiera sabéis, lo que os estoy diciendo.


La pequeña, se equivocaba, los humanos, no entendemos lo que, dicen los animalitos, pero ellos, si nos entienden a nosotros.

Hablaron. El gato, y, el ratón, decidiendo;  lo que iban hacer.

Primero de nada, el ratoncito, iba a roer las ataduras de la niña, y, pedir al cielo, que pese a ser humana, le diese inteligencia, para actuar, como si estuviese atada.


Dicho, y, hecho lo hicieron así, la niña, se porto como ellos querían que se portara, y cuando entraron los dos secuestradores, mientras ella daba a uno una patada, Gato saltaba sobre el otro, clavándole las uñas, en los ojos, y, Ratoncito, le roía en una oreja.

Salieron despavoridos, pero ya la pequeña, había llamado por el teléfono, del almacén a sus papás,  los cuales,  acudieron enseguida, en compañía de la policía, que, detuvo a los dos criminales.


¿Y, nuestros amigos?  Pues, veréis; la pequeña, quiso que, fueran con ella, pero Gato no estaba decidido, a renunciar, a su libertad, así que, opto por quedarse en el almacén, que por cierto; era de los padres de la niña, a la que habían salvado.

 El ratoncito, a quien la niña, quería tener como un hámster, en  una jaula, se opuso también, lo que sí pidió; y. se lo; concedieron, por supuesto, fue que, no pusiesen más ratoneras en el almacén.


A, partir de aquel momento, los dos amiguitos, vivieron felices, aunque a veces jugaban a perseguirse como si fuesen; un Gato, y, un ratón, y, porque además eran un Gato; y, un ratón.






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