sábado, 13 de enero de 2024

El autobús fantasma


El autobús fantasma
Me dirigí a la estación de autobuses. Pedí en ventanilla un billete a Salamanca.
Pero la taquillera me dijo, que no circulaban coches hacia esa ciudad
Me extraño, yo iba con frecuencia y lo hacía en autobús. Pero cuando iba salir vid, el autobús, aunque parecía de otra época, no lo digo porque fuera viejo, de hecho lucía impecable, pero se parecía más a los viejos coches de línea, mejor dicho era un coche de línea, llevaba asientos en la baca, y gente sentada arriba, iban personas con animales domésticos, no, perros ni gatos, gallinas, gallos, conejos, un cerdito, ovejas.
Pregunté a un hombre mayor que fumaba un puro, sí aquel coche iba a Salamanca, me dijo que sí, le pregunté sí compraba allí el billete.
Me miró raro, y me dijo. “No pretenderá ir gratis, claro que lo paga en el coche, dónde sí no”
Me subí y me senté al lado de dos jóvenes una tendría 15 o 18 años, nunca fui buena para calcular edades, la otra tendría entre 25 y 30, me dijeron que eran hermanas, la más joven se llamaba Ricarda, y la mayor Enalia. No les pregunté si eran nombres reales o aporisticos, la más joven estaba estudiando filosofía y letras en Salamanca, y, la mayor era catedrática de Geografía e historia.
Observe que sus vestidos eran aunque nuevos, antiguos. Me llamó también la atención que la catedrática Enalia, dijese que suerte teníamos las mujeres de nuestra época que podemos estudiar e ir a la Universidad, en la época de nuestras madres, era casi imposible, de las abuelas casos excepcionales.
Yo no estaba de acuerdo pero me callé, mis dos abuelas habían estudiado en la universidad de Compostela, y hasta dos de mis cuatro bisabuelas en la de Salamanca.
Qué sed tengo, dijo Ricarda, cuando paré me bajo a tomar algo en la cantina. Me tomaré un “orange”
Un refresco de naranja. ¿No?
De naranja o de limón me da igual, me refiero a un “orange”, Ya sabe la bebida de moda, que vino de Francia, esa de la botellita de cristal tallado.
Aquello  hizo que mi corazón saltará, aquella bebida la conocía, a mi abuela le encantaba, era una bebida que había venido de Francia, pero a finales del siglo XIX, yo la había bebido de pequeña, pero ahora llevaba muchos años desaparecida.
Tenía que salir de aquel autobús. Así que sin pedir permiso, salí escopetada fuera del mismo.
Me senté en un banco, y llamé a mi amiga Juana, le conté lo que había sucedido, ella se río, de mi idea de un autobús fantasma, me dijo que todo eran casualidades, pero eran muchas.
Tras la corta conversación, me fije en que ya  no estaba. Se habría marchado. Me acerqué a una mujer que estaba esperando también-
Disculpe, señora, el autobús ese que va a Salamanca, él que parece un coche de línea ya salió verdad.
De qué habla, no hay autobús para Salamanca, en toda esta semana, se hace como homenaje a las víctimas del autobús de 1938, en él que perecieron todos sus ocupantes, entre ellos mi tía Ricarda, y mi madre Enalia que por cierto era catedrática. El autobús fue bombardeado.
Le dí las gracias.
Entonces era cierto, era un autobús fantasma. Tomaría un autobús a otro pueblo, y allí lo tomaría hacia Salamanca. Lo primero que haría sería ir oír una Misa por aquellas dos mujeres, y por las demás víctimas de aquel bombardeo criminal.
Fin


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