jueves, 11 de enero de 2024

Sí tenias razón


Sí tenías razón, pero no la tenías...
Estaba muy enfermo, pero se sentía lleno de una gran paz, apenas tenía amigos; bueno si los tenía, pero no eran los amigos ricos y poderosos de antaño, estos le habían abandonado, y le escapaban como si fuera la peste.
Miro la mesilla de su pobre cuarto, él había vivido en mansiones, ahora le traía la comida, una pobre mujer, y se la mandaban de la parroquia.
Escucho abrir la puerta, era Carmen la joven que venía hacerle compañía a veces con el sacerdote, un cura ya mayor.
La joven lo saludó besando su frente, y le preguntó como estaba, sabía que muy mal, el cáncer avanzaba rápido.
Le respondió que no muy bien, y que quería escribir una carta, a un amigo, quería dictarse la.
Ella acepto, tomo papel y boligrafo y empezó a escribir.
“Querido amigo. Tenías razón. En lo que me dijiste. Lo que iba hacer era una locura, compartir mi riqueza, dejar mi trabajo, en la clínica como médico que ayudaba a mujeres, bueno, más bien mata niños, fundar una organización para ayudar a las madres a serlo, es decir a parir, dejar el derroche de dinero en coches, en viviendas, en ropas, llevarle la contraria al mundo, y dársela a Dios, orar de verdad. Tú me dijiste que sí hacía todo eso, me iba quedar solo, me abandonarían, no iba tener amigos, pues con mi actitud los estaría condenando, me iba arruinar, iba ser un fracasado.
Tenías razón amigo, todo sucedió como dijiste, los antiguos amigos, por quienes oró cada día. Ni me saludaban en la calle, me arruine casí, y dependó de la caridad de La Iglesia, ahora mismo pues estoy en la cama postrado por un cáncer, bendito cáncer que me va abrir Las Puertas de Mi verdadero Hogar. Mientras estoy postrado, te escribe en mi nombre Carmen, una joven voluntaria de la iglesia que me hace compañía. Sí tenías razón
Pero la verdad amigo es que no la tenías, perdí falsos amigos,cómplices de mis pecados, gane la libertad de los hijos de Dios, los niños a los que ayude a nacer algunos ya adultos, vienen a verme, nunca falta quien acuda, o me mande algo, a veces no directamente pues no saben quien soy, pero sí lo hacen porque la ayuda y la compañía que me trae la parroquia, procede de ellos, es decir de su Caridad, y gratitud para con Dios, pero sobre todo, tengo un amigo que no me deja, Jesús, quien sufre conmigo, que me abrazó y perdonó. 
Él  no me deja, y lo hace por medio de estos nuevos amigos, he vivido pobre, pero feliz, con la conciencia tranquila, ahora cuando dejé los restos de este cuerpo, espero y creo que por la Misericordia infinita de Dios, y los méritos de Jesús, con las oraciones de su Mamá, que también es mía y tuya, entraré en La Vida, en mi verdadero Hogar, el Cielo.
Ahora lo tengo todo, solo me falta el Cielo que en cierto modo, lo tengo también ya. Posiblemente de haber seguido con mi vida anterior, tendría el cancer igual, pero estaría en un hospital de lujo, donde es posible, se me asesinase, a lo mejor hasta lo pedía yo, no solo era abortista, y abortero, sí no también, partidario de la eutanasia. Adoraba a Tanatos, y le daba el culto requerido. Pero no tendría amigos de verdad, al hospital dejarían de venir a verme, maldeciría, y cuando cerrase los ojos, acabaría en el Infierno, lejos de mi hogar.
Por eso no tenías razón. Pido a La Virgen del Carmen, y a su santo esposo, que te ayuden a tí también, si aún  no lo has hecho, a abandonar el falso camino.
Con la certeza de que seré escuchado. Me despido hasta el Cielo
Firmado
Nombre
Carmen leyó la carta, para ver si estaba conforme, y ayudo al enfermo a firmarla.
Al día siguiente fallecía, en su funeral la iglesia estaba llena de gente humilde, de muchos niños y jóvenes, y de un hombre bien vestido que desentonaba con aquella gente. Todos le vieron  echar un sobre muy gordo en una boeta, y unas joyas en otra boeta de una virgen, luego caminando apurado, agarro a un sacerdote, y le obligó a meterse en un confesionario, estuvieron horas dos horas en concreto, cuando se levantó del confesionario, y el sacerdote salió del mismo. Ambos lloraban y reían. El Hijo pródigo había vuelto a casa.
Nadie sabía pero murmuraban que el doctor Alfredo Peñasco, el  director de la mayor clínica de abortos del país, se fuese a confesar, algunos le llamaban hipócrita a él y al cura, otros bendecían a Dios. En el Cielo hacían fiesta, el que fuera, doctor Jaime Antúrez, del mismo oficio que el doctor Peñasco, que lo había dejado todo, tras su cambio de vida. Y por quien  se había celebrado el funeral, ya feliz en su hogar, con todo el Cielo, En primer lugar con el Creador festejaban por el Hijo pródigo que había vuelto, la oveja rescatada.
Fin

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