martes, 2 de enero de 2024

El orifice


El Orifice. Cuento

A Pablito le encantaba salir con su abuelo Leandro de paseó, ir a visitar a los amigos de D. Leandro, y aprender tantas cosas.
Aquella tarde D. Leandro lo llevó al taller de  su amigo, Manuel
Antes de entrar le dijo que se fijará en las cosas tan bonitas que se exponían en una vitrina, el pequeño estaba ensimismado. 
Luego tras golpear en una puerta pidieron permiso, les abrio la puerta un hombre de unos 55 años la edad que tenía el abuelo Leandro, el hombre llevaba puesto un delantal de cuero, unas gafas rarisimas, y tras mandarles e invitarles a pasar, saludo a Pablito con un apretón de manos, y les fue mostrando su taller, la forja, la fragua, luego les dió unas gafas como las suyas y dos delantales iguales, así como unos guantes, tenía también para el niño pues contaba conque iría con su abuelo.
D. Manuel tomo un trozo de hierro y lo metio en un sitio con mucho fuego, del que brotaban chispas, luego lo retiro con unas pinzas de hierro, y le fue golpeando hasta que se transformo en una delicada mariposa, o una flor, puso los objetos a enfriar, se sacó los guantes, y tomo unos moldes con distintas formas. Volvió a ponerse los guantes y tomo un trozo de oro, y otro de plata y los vertío en un recipiente hasta que se volvieron líquidos, tomo cada recipiente con ayuda de sus gruesos guantes y con un cacillo especial fue vertiendo con mucho cuidado el oro y la plata liquído en aquellos moldes que había preparado, luego se saco de nuevo los guantes y el mandil y dijo a sus amigos que hicieran lo propio.
“Esto tardará en enfríar, os invitó a un chocolate y un café con churros en la cafetería que hay aquí al lado”
Mientras saboreaban el café los dos hombres y el niño el chocolate, el pequeño pregunto a D. Manuel porqué hacia aquellas cosas
Porque soy un orife, es decir trabajo los metales. El hierro es duro, y no puede trabajarse en frío, así que es preciso ablandarlo en el fuego de la fragua, luego se puede hacer lo que se quiera, pero en ese momento la pieza esta caliente y es frágil, hay que dejarla enfríar  para que tome su forma definitiva. Y todos la admiren.
Con el oro y la plata pasa otra cosa similar en frío son duros y no pueden manejarse, pero en la fragua especial, se vuelven líquidos,  hay que echarlos en moldes especiales, con la forma de lo que uno quiere que salgan, unos seran collares, cadenas, pulseras, sortijas, pero otro tendrá que ser trabajado a mano cuando aún está templado. 
D. Leandro, preguntó a Pablito. ¿Tú crees que aquí D. Manuel es malo, con los metales que trabaja, que no los quiere, qué haría mejor dejándolos como son?
No, claro que no abuelo, el hierro solo sería un trozo de hierro, y lo mismo aunque más bonito el oro y la plata
Bien dicho nieto. Y dimé, tú piensas que sí  esos metales tuviesen inteligencia. ¿Protestarían?
No lo sé abuelo
Pues sí lo harían, pero luego cuando se viesen transformados, estarían orgullosos y bendecirían y darían gracias a nuestro amigo D. Manuel. Pues bien así hace el Orifice mayor
Quien es.
Dios hijo, cada uno de nosotros puede ser un trozo de hierro, o de oro o plata, y el Señor nos convierte en joyas bellísimas, pero es preciso que nos dejemos meter en la fragua, que nos dejemos modelar por la vida, y no intentemos escapar de sus manos, pues solo nos quebraríamos
¿Entiendes a tú abuelo Pablito? Pregunto D. Leandro
No mucho dijo el niño
Pero cuando creció y la vida lo golpeó, recordó aquellas palabras de su abuelo y su amigo orifice y supo aguantar los golpes de la vida, saliendo de cada uno mejor persona.
Fin

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