jueves, 7 de marzo de 2013

El Hotel

Era mi primer viaje a Paris, un viaje soñado, durante muchos tiempo;  apenas podía creérmelo cuando en un francés no muy correcto, ordene al taxista.

Monsieur, a la rue Napoleón nº 43, L´hotel Sandies

El taxista me respondió en castellano

Así que se va hospedar en el Hotel Sandies, yo no lo haría, no es un buen sitio, para una señorita como usted.

Lo mire un poco indignada, y, pregunte

Por qué, es que acaso es un nido de terroristas, de traficantes de droga, de prostitución...

No, nada de eso, es mucho peor.

Ah, ya sé, hay un ogro que come niños, pues en ese caso, no peligro y, me encanta la carne de niño a la parrilla

No bromee, con lo que no conoce, señorita, es un lugar maldito, lamentará ir a ese Hotel

Si lo lamento o no, es cosa mía, ahora por favor, lléveme allí.

El Hotel Sandies, era un edificio de ensueño, el recepcionista me recibió y, me atendió con la mayor amabilidad del mundo, a continuación ordeno a un botones

“ Casseur de chambre” les valises du Mademoiselle Luminon, at chambre 23, second étage

Mi habitación era un pequeño palacio en miniatura, mi apartamento en España, era una casa de muñecas; en comparación con aquella espléndida habitación

Además todo el personal del hotel era amable; y, encantador, al poco tiempo, entro una camarera a colocar unas toallas en el lavabo, entonces se acerco a mí, y, me hizo una advertencia; yo me encontraba mirando un armario empotrado, con puerta de cristal cromado y, un tirador del mismo material, que parecía muy antiguo.

“ Mademoiselle, s´il vous plait defense vous du, ne pas toucher ce miroir, je vous prie »

D´acord mademoiselle, femme du chambre

No entendía el porque de la prohibición, seguramente se debería a que era una figura decorativa de mucho valor; al principio me dije que a mí nadie me iba decir lo que podía o no podía tocar, que por supuesto iba tocar el espejo del armario, pero luego me vi a mi misma como una tonta, al fin y  al cabo quien me mandaba a mi, meterme en líos si pasaba algo y, se rompía con que iba a pagarlo.

Me fui a la cama pronto, porque estaba rendida del viaje, pero era incapaz de conciliar el sueño, leí un buen rato, pero me dolían los ojos, apague la luz e intente en vano dormir.

Estaba inquieta, pero no sabía porque, me levante y, no pude evitar agarrar el tirador de la puerta de cristal del armario, la puerta se abrió, y me vi de repente en una amplia sala, decorada con cortinones, y, gentes vestidas a la usanza romana y, gala, me imagine que estaban rodando una película, pero el idioma que hablaban era latín y. celta esto último lo supuse, pero eso tampoco me extraño, había visto la Pasión, así que me imagine, sería una película histórica rodada en los idiomas;  que se hablaban en su época


Me, acerque a uno, de ellos « un romano » y le pregunte en español, qué estaban haciendo, quien era el director de la película, como no me entendió, repetí mi pregunta en francés, aunque mi inglés es muy malo, lo repetí en inglés, todo en vano, hasta que hice la pregunta en latín, pero no pregunte, porque sería absurdo que película iban a rodar, pregunte, quién era el emperador de Roma, en aquel momento

Entonces si me respondió en latín, Diocleciano

Es decir, me había trasladado al siglo III de nuestra era, no tarde en darme cuenta de que estaba en un juicio, se estaba juzgando y, torturando a un grupo de personas, acusadas de practicar la superstición del cristianismo; estaba viendo en primera persona el juicio a los mártires cristianos; un sayón me echo mano y, me condujo ante el tribunal

Me preguntaron si yo también era cristiana

Me quede muda, Dios mío, qué iba decir, soy creyente pero mi vida no ha sido nunca demasiado devota.

Respondí que venía de otro lugar, y, otro tiempo

Se me ordeno responder lo preguntado

Calle, entonces el juez ordeno, se te ordena que ofrezcas incienso al altar de Minerva, eso sólo y, quedaras libre, de lo contrario, te espera la tortura y la muerte

Sabía que era cierto, lo que me decía, yo era joven, y, no tenía ganas de morir en la Francia del siglo III, mártir.

Qué hacer, había ido de viaje, y, ahora estaba a punto de perder la vida, yo era creyente, pero ahora me asaltaban los miedos, miedo de que tras la muerte, sólo existiese la nada, nada con la que no tenía intención alguna de encontrarme ; pero, ¿Y, si era verdad y, si existía la resurrección, qué,  me esperaría cuando la muerte de verdad llegase?;  bueno eso ya lo arreglaré en su momento, ahora lo que voy hacer es ofrecer el incienso a Minerva, Dios sabe mis razones, me dije estúpidamente.

Así pues, ofrecí el incienso al ídolo, y, salve la vida me puse a caminar por el amplio salón; intentando encontrar la parte trasera de la puerta del espejo; y. regresar al siglo XXI, pero era en vano, vi. por fin una puerta, pero esta me condujo a la calle, a una calle de una ciudad que no conocía, yo había ido a Paris, y, estaba en Lutecia, tenía miedo, y sentí el deseo de rezar, pero la misma voz que me había animado a mi « apostasía »; me recordaba ahora que no era honesto, acudiese a un Dios al que había negado, me maree y, me caí sobre las duras piedras de la calzada romana.

Cuando abrí los ojos, estaba en un edificio extraño y, unas monjas me estaban atendiendo, me decían que me había desmayado en plena calle, y, que ellas me habían recogido (yo sabia que no era cierto) yo me había desmayado si es cierto, pero no, en Paris, sino en Lutecia; el Paris del siglo III

Ahora, es de los nuestros, ella hizo su elección, dijo una de las supuestas monjas, a otra, entonces comprobé con horror; que su cruz estaba invertida, trace la cruz sobre mi pecho, y con un acto de fuerza enderece la cruz de “la religiosa”, la cual se volvió como una fiera hacia mi.

Estaba segura de que aquellas monjas; no lo eran,  si no, súbditas del diablo;  así que fingí dormir, y, saque de mi bolso, un frasquito con agua bendita; rece desde el fondo de mi alma

« Jesús, perdóname, no me dejes, ten piedad y, ayúdame, Santa María ruega por mí, Madre de Dios, no me dejes en esta ahora »

Con fuerza lance a los ojos de la monja: el agua del frasquito, ésta se puso a gritar como si en vez de agua, fuese ácido sulfúrico.

Entonces escuche una voz, más familiar la de mi prima,

Venga perezosa, despierta, vamos a perder el avión a Paris, sigues con tu manía de no querer hospedarte en casa de mi tía Leandra

O sea que fue todo un sueño, y, que sueño, valga me Dios

El viaje a Paris, fue maravilloso, y eso que yo tenía mucho miedo al avión

Mi prima partió hacia la casa de su tía, yo me negué a que me llevasen al Hotel Sandies y, tome un taxi

Al ver al taxista, algo removió mi interior, era el hombre del sueño, y la conversación fue la misma

Todo paso igual que lo había soñado o vivido, hasta la camarera, me hizo el mismo aviso

Pero yo no caí en la tentación, no toque el tirador del armario

A la mañana siguiente, decidí, mudarme a casa de la tía de mi prima, pedí la cuenta en recepción, contaba con pagar un alto precio, 3.0000 € por una semana, pero me pidieron 5.000 por una sola noche, pague no sin antes dejar mi protesta, y, aprovechar para preguntar porque no podía tocarse el tirador del espejo.

« Viendrez vous, et vous le regarde lui »  (venga, y, véalo usted misma)

El secreto no era otro más que una pared, no había nada, era un adorno

A la salida del hotel, me encontré con el mismo taxista

Qué tenía razón yo, verdad

OH no, todo normal

¿Normal 5.000 € ?

¿Luego usted se refería al precio?

A qué otra cosa pues

Tiene razón: ¿A qué otra cosa?


Hoy es domingo, asistí, a Misa, en,  Notre Dame; no he comulgado, porque necesito antes poner mi alma de veras en paz; ante un sacerdote, aunque dudo, que encuentre alguno que me entienda, cómo va nadie a creer que yo, una mujer del siglo XXI, renegué, y. me arrepentí de ello en la Francia;  que digo en la Francia en la Galia del siglo III, pensara que estoy loca, pero debo hacerlo y lo haré….


Fin

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