miércoles, 3 de abril de 2013

El Fraile triste

Hacia apenas 4 meses que el médico, me había diagnosticado un tumor cerebral, me había dicho que no era demasiado peligroso, pero que me vendría bien, pasar una temporada lejos del bullicio de la ciudad.

Así que no lo pensé hice mis maletas, y tome el autobús para el pueblo donde vive mi única tía, es un pueblo enclavado en un valle, y rodeado de montañas. Lo baña un diminuto rio

Cerca de la humilde casa de mi tía, una mujer viuda, cuyos hijos; emigraron a tierras lejanas. , no se acordaron más de que tenían madre, hay un convento, de frailes franciscanos. Hasta la sencilla casita, llegan las canciones, y las risas de los frailes. Quienes salen a postular por el pueblo, con una sonrisa a flor de labios.

Mi tía me recibió emocionada, no le dije, el motivo de mi visita, porque no quise entristecer su ya atormentado corazón, sé que me quiere como una hija, dormí, toda la noche de un tirón, y a la mañana, tras desayunar un tazón de leche recién ordeñada, de adelantar el trabajo de mi tía. Salí a pasear por el pueblo.

En el paseo vi., algo que me llamó la atención, se trataba de uno de los frailes, yo lo conocía de otras veces, aunque nunca había hablado personalmente con él. Era Fray Juan, pero ahora. No era el mismo. Se notaba que en su alma llevaba un peso. Muy pesado. Que una tristeza le oprimía el alma. Decidí, averiguar el motivo. Y durante la comida pregunte a mi tía, ella me contó, que nadie, sabia la razón. Fray Juan el fraile más alegre, de repente; tras un viaje. Se había ido mustiando.

¿Un viaje? Pregunte, pero a que sitio tan horrible fueron, para que mi buen fraile, perdiera la alegría; mi tía se volvió hacia mi, y, me dijo; “ no cariño, no fueron a ningún sitio horrible, fueron al Santo Sepulcro”

 “Entiendo, seguramente fueron víctimas de un atentado, por alguna de las facciones en lucha, en Tierra Santa, y, esta triste, por los compañeros perdidos”

No, querida sobrina. El viaje fue feliz. El motivo de la tristeza que lo esta minando. De Fray Juan. Al que ahora llaman el Fraile triste, nadie, lo sabe, excepto él

“¿Sabes tía?, voy ir a preguntarle”

Te has vuelto loca. ¿Te dirá que te importa, y tendrá razón?

No, tía no la tendrá, porque si me importa lo que le pasa. Me importa, porque le importo a Él, y, al decir esto mire inconscientemente para el viejo crucifijo colgado de la pared, de la cocina –comedor.

Estaba decidida a hacer mi entrevista, pero sabía que no era fácil. Con todo yo lo iba intentar, y, lo intente, me presente, en el convento con el pretexto de comprar el licor que elaboran los propios religiosos, y, dije que estaba interesada en hacer una consulta espiritual (no confesión) con Fray Juan. Los hermanos trataron de desviarme hacia otro, pero me mantuve en mis trece. Y, cedieron. Me condujeron a una sala amplia, rodeada de ventanales, que daban a un patio, donde podíamos ver a los demás frailes. Y, ellos a nosotros, pero no oírnos.
Fray Juan, me recibió, de mal carácter, aunque me dijo, si quería tomar un café con él. Acepte encantada. Y tras pedirle permiso me senté frente a él
Bien que quiere. (Me dijo)

¿Saber, por qué esta triste?

Hizo ademán de levantarse, y, marchar, pero antes, me miro, y, como respuesta dijo “No concedo entrevistas a la prensa, y, si estoy triste, o contento, no es asunto suyo”.

Me ofendió, su gesto, no me gustan las faltas de educación, y, se lo hice notar. “no soy periodista, soy simple y llanamente una mujer, y, si me interesa lo que le pasa. Porque Vd. Es un ser humano. Y, porque yo como Vd. Soy cristiana”

Se sentó, me miro, y, dijo “como frase no esta mal, le creo no es usted periodista, pero el motivo que le tiene aquí es la curiosidad, regresara a la capital, y, tendrá que contar.

La historia de la tristeza de un fraile, pero no se preocupe, voy, a contárselo.
Y me hablo de aquel viaje, todo iba bien hasta que llegaron a la basílica del Santo Sepulcro allí...

“....Yo esperaba encontrar en algún sitio, la gruta, de la que nos cuentan los evangelistas, que se cerraba por una gran piedra. Y, en la que fue depositado el cuerpo muerto de Jesús, pero en lugar de eso, encontré una basílica. Si es cierto, una tabla, sobre la que dicen, se puso su cuerpo, pero la tabla puede ser una falsificación, y además. Yo, quería ver su tumba vacía, no una iglesia dedicada a ella. Así que empecé a preguntarme, si la iglesia no se habría construido para tapar una tumba que tuviese sus restos.....

Lo mire extrañada.  ¿Esta,  loco, la Resurrección de Jesús, es la base de nuestra fe?

Lo sé, es más sin su Resurrección, somos los más desdichados de los hombres. Por eso estoy triste. Usted tal vez se pregunte, por qué no abandono el convento. Y, la verdad es que tanto me da ya un sitio que otro. Le confieso una cosa, me asusta la muerte, pues al, no vivir Jesús, sé que mi destino, nuestro destino es el infierno.

Pronuncio aquellas palabras, con tanto dolor, que sentí un frío helado en el alma. Trate de defender la Resurrección, pero fue inútil. Mis argumentos caían por su peso.

Le agradezco su intención, pero lo que Vd. Me dice, me lo dijeron también mis hermanos de religión, sin embargo, algo me confirmo, que yo estaba en lo cierto, el odio reinante en el mundo. El ver como unos;  explotan a los otros. Si Él viviese, el amor estaría presente, los hombres se amarían, porque Él habría mandado su Espíritu, pero no hay más que odio, violencia, miedo.... Y, ahora tiene que marcharse, si quiere podemos continuar mañana, le ruego disculpe mi falta de educación.

Al día siguiente acudí puntual, pero no estaba allí, había sufrido un pequeño derrame cerebral, y, se hallaba hospitalizado, pedí, me dejaran ir verlo al hospital, y, conseguí, me permitiesen velar al lado de su cama, al tiempo que rezaba a Dios por él.

Cuando se recupero, me dio las gracias, por mi interés por su salud, y, por haber le demostrado mi humanidad.
Sé, ve que es usted una buena mujer, tiene un gran corazón, que pena, que todo el bien que hacemos, vaya tener el mismo premio que el mal. O el mismo castigo, según se mire

Fue entonces cuando perdí el conocimiento. Cuando abrí los ojos, estaba en el hospital, de un lado un joven médico, que sonreía, señal de que el peligro al menos por ahora, había pasado. Mi tía con su rosario en la mano. Y, el fraile triste, aunque ya no esta triste, veo dibujarse en su rostro una sonrisa, que digo una sonrisa una carcajada. Hace señales de que nos dejen solos; se acerca toma mi mano. Y, me dice. “Gracias. Hermana, por devolverme la alegría, le traigo, un regalo, “las florecillas de San Francisco”, pero no es nada, con el regalo que me hizo usted.

“Pero si yo, no le regale nada “

Si, me regalo, la Fe en su Resurrección, el saber que Él vive, si su tumba esta vacía. Él ha resucitado.

“¿Y dice, que lo sabe, gracias a mí?”

Así, es, cuando Vd. Me acompaño, y, ayudo a cuidarme en mi enfermedad, lo achaque a pura bondad natural, usted era una señora buena, criada en los principios del amor al prójimo, y, era natural que hiciera ese sacrificio. Pero cuando supe, que Vd. Tenía una enfermedad grave, y, que había venido aquí para mejorar un poco, y, que en vez de olvidarse de todo. De procurar cuidarse, se había interesado por un “fraile estúpido”, que se había olvidado, que la prueba de la Resurrección son las Escrituras. Cuando supe eso, cuando supe, que bajaba a la capilla a rezar no por su curación, sino por la salvación de mi alma, comprendí, que sólo el Espíritu Santo. Podía darle ese amor, y, esa fortaleza. Y, si el Espíritu Santo esta aquí, es que Jesús subió al Padre, que resucito. Por eso le doy las gracias. Y, este libro como prueba de mi gratitud.

Tres días más tarde regrese a casa. Mi tía, y ,Fray Juan; ö, Fray alegría vinieron a despedirme.
Ya en mi casa, mientras veía el telediario, y, oía hablar de violencias, odios. Explotaciones. .... Me hice una pregunta. ¿Si hay gente que ama, hasta dar la vida, si hay búsqueda del bien, justicia, y ,progreso, porque yo conozco gente buena; por qué dan estas noticias.

¿A Quién, a que ser tenebroso. Le interesa, que se piense que el Mal es quien ha vencido?

Apague el televisor, y, abrí el libro de Las Florecillas, leí un rato hasta que me venció el sueño. Antes de dormir.

Pedí a La Virgen, bendijese “al Fraile triste” perdón al “Fraile alegre
Fin

Publicado por la editorial San Pablo de Argentina, la autora soy yo


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