miércoles, 7 de agosto de 2013

El fariseo, y, el publicano



Los protagonistas de  esta historia, son  dos piadosos judíos, Simón, y, Levi, ambos procedentes de familias piadosas

Simón es fariseo, como sus padres, fiel cumplidor de l a Santa Ley de Moisés.

Es un buen hombre, él desde luego, se tiene por tal;  un buen judío, fiel cumplidor de La Ley, de todos esos cientos de preceptos, que su movimiento, o, grupo, el de los fariseos, ha conseguido, sacar a la luz, él los cumple todos, escrupulosamente, no es que ame, a Yahvé, eso, sería una irreverencia,  lo teme, y, lo obedece, punto, por punto, coma, por coma.

Por ello, ayuna   dos veces a la semana, procurando claro esta, que sé note, que hay que dar ejemplo, cierto es, que el resto de la semana, como de tal forma, que si no fuera, por esos dos días, su vida, correría peligro; pero bueno, él ayunaba, y, además, en esos días, salía a la calle, sin acicalarse, y, así, la gente, se daba cuenta, y, decía: Ahí esta Simon, esta ayunando.

Claro que ahora, ahí estaba, aquel joven, hijo de José  el carpintero, y, carpintero, él mismo, un hombre sin estudios; que se atrevía, a interpretar la Ley, como si fuese cosa fácil, incluso para los entendidos; y, a llevar la contraria, a los maestros de la Ley, diciendo que, cuando uno ayuna, debe acicalarse, para que nadie, sepa que ayuna, sólo, el Altísimo;  menuda tontería, si nadie se entera, para que ayunar.

Habría que tener cuidado, con  Jesús, que tal,  es el nombre del joven carpintero, no vaya ser, que pervierta, al pueblo, ya le llaman, Rabí,  rabí a un carpintero.

No penséis que Simón, sólo ayuna, es un esposo fiel; por favor no entender buen marido, que no tiene nada que ver, jamás le ha sido infiel con otra mujer; no ha cometido nunca adulterio; la ley lo prohíbe si la trata con dureza, porque entiende que la mujer  es suya, él es quien manda,  no, claro que no la golpea.

Por si fueran pocas estas virtudes, paga el diezmo de todos sus bienes, para el sostenimiento del sacerdocio, y, el templo, y, da de limosna lo establecido, el 10% de sus bienes: después viese la necesidad, que viese, pues, él ya había cumplido, dando su limosna

Sabía que no todos eran iguales, y, se hacía respetar, miraba a la gente de arriba, abajo, porque él era de arriba.


Y, ahora, vamos a conocer a Leví

Levi, es todo lo opuesto de Simón, ha escogido una profesión maldita, es publicano, recaudador de impuestos, pero no para su pueblo, si no para los  opresores, e invasores de su pueblo, los romanos;  a veces se quedaba con parte de lo recaudado, otras cuando la familia no podía pagar, los denunciaba, a los romanos, sin importarles, que pudieran ser vendidos como esclavos.

No ayunaba nunca, lo suyo era comer, y, beber, siempre que se pudiese, la fidelidad conyugal, opinaba que no era cosa de varones, en cuanto al diezmo, no faltaría más, después que los sacerdotes,  y, demás gentes del Templo,  lo clasificasen como basura, les iba, regalar el diez por ciento, de su trabajo, de eso nada

Limosna tampoco daba,  eso sí, cuando veía una necesidad, procuraba aliviarla,  solía hacerlo por medio de otra persona, porque  era tal el odio, que sentía el pueblo hacia los de su oficio, que muchos preferirían incluso morir de hambre, antes que aceptarla

No miraba a la gente de arriba, abajo, porque él  se  sabía, de muy abajo, estaba avergonzado de lo que hacia, no era necesario, que se lo dijesen, él ya sabía que era un mal judío

Era sábado, El Sabat, los dos hombres de nuestra historia, subieron, al Templo  de Jerusalén erigido, en honor del Único Dios, los dos iban, á orar.

Simón, se sorprendió de ver allí, al publicano, se preguntaba. ¿Qué haría un individuo como aquel, en el recinto sagrado, como les permitían entrar los guardianes del Templo, a, los de su calaña?

Era algo, a lo que habría que poner fin, ya fuera del lugar conocido como “El Santo de los Santos”; Simón, puesto en pie,  comenzó  su oración

“OH Dios, te doy gracias, de que no soy como los demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros. Ni como ese publicano, ayuno, dos veces a la semana, pago el diezmo de lo que poseo, y, doy limosna de todos mis bienes”


Dios como hace siempre que hacemos oración, y. no recitamos frases. Le hablo pero Simón,  estaba para oírse a si mismo, y, a Dios, si, El Señor lo hubiese halagado, pero lo que Dios le decía era; “no me vengas con burradas. Ayunas, para que te tengan por piadoso, y, además si no ayunaras, acabarías por reventar, y, que decir de los diezmos, si fueses más justo con tus jornaleros. No, no eres adultero, pero tratas a tu esposa como una esclava, limosna, tampoco puedo aceptar, que lo que tu llames limosna sea tal, tu usas a los pobres de basureros. Y, un pobre, no es un basurero


Simón,  rechazaba esta voz interior, y. como no quiso oírla no la oyó.

A dos  pasos de Simón, de rodillas en el suelo, estaba el recaudador de impuestos, el publicano Levi, apodado Mateo.


Este hombre no se atrevía, a elevar los ojos al cielo, se golpeaba el pecho diciendo.

 “OH Dios, se me propicio a mí, que soy un pecador “.

Y, en su interior también oyó la voz de Dios.

“Yo te amo, Levi, ya se que eres un pecador, lo eras antes de nacer, y, yo te saque al mundo, pero también, veo las cosas buenas que puse en ti, Yo, actuó en ti, sin que lo sepas. Esa familia a la que el otro día, perdonaste los impuestos; y, los pagaste de tu propio dinero,  no das limosnas, pero estas siempre dispuesto, a ayudar, no ayunas, pero la verdad es que tampoco comes mucho, y, tus comidas son alegría para todos.
No todo lo que hay en ti es malo, aquello que te inquieta debes rechazarlo, es malo ser publicano, pero tú eres un publicano, que hace cosas buenas. Me gusta que te sientas pecador porque así puedo curarte


Levi. Si oyó la voz de Dios; y, tomo una resolución iba procurar cambiar de vida.

Los dos hombres salieron del templo, uno tal, y, como entro, o, un poco más soberbio, Levi, humilde con intención firme de cambiar.


Al día siguiente Levi, estaba al frente del telonio, mesa de impuestos cuando paso ante él, el joven Rabí, Jesús de Nazaret acompañado de sus 11 seguidores, se paro ante la mesa;  y, mirándolo fijamente, le dijo


“Sígueme”.


Los que estaban con el publicano, y, los que estaban con el Rabí, esperaban que el publicano. le diese una brusca contestación, a Jesús; pero Levi,  se levanto, y, dejo todo lo que tenía en la mesa, se arrodillo ante aquel joven Rabí, y, le dijo:


“Señor, ¿Sabes quien soy?

El joven Rabí lo miro, se sonrió, siempre tenía la sonrisa en los labios. Cuando lloraba, era que debía llorar; y, le contesto, vine a buscarte.  ¿No recuerdas, hablamos ayer?

En un principio, Mateo, no entendió, pero luego se dio cuenta de que aquel hombre era también Dios, y, aunque como judío le costaba admitirlo, su corazón ayudado por la gracia. Cedió a la fe.


Dio una fiesta, en la que Jesús lo paso muy bien, todos cantaron rieron bailaron. y bebieron vino, descubrieron que Dios es alegría, pero claro esta; hubo a quien no le gusto y. ese  era, Simón,  él, y, otros, fueron, preguntar a los seguidores de Jesús.


¿Cómo era que su Maestro, daba tan mal ejemplo al pueblo, que comía, bebía, y, bailaba con aquella gentuza?


Los discípulos, que estaban no menos desconcertados; que los fariseos, no supieron que contestar, pero Jesús había oído, y, respondió  les dijo que; uno va al medico cuando esta enfermo no sano, y. ÉL era médico, les dijo que, lo peor que le puede pasar a un enfermo es no ver que esta enfermo, porque no se pone en cura, y, el mal avanza.


Cierto día, Simón enfermo de lepra, el mundo se derrumbo para él, no entendía como un hombre justo, como él recibía aquel castigo.


Durante meses hubo de vivir en el campamento; pero una mañana reflexiono, y, acudió junto a Jesús, se echo a sus pies, y, le dijo; “Rabí, si quieres puedes curarme”, Jesús extendió la mano, con lo que se hacía impuro, lo toco y, dijo;

“Quiero se limpio” y, Simón se convirtió en seguidor de Jesús, aunque no en el grupo de los 12, al que se había sumado Levi, si no en el otro grupo mayor. Pero seguía siendo soberbio.


Dio,  una fiesta, para agradecer a Jesús, lo que había hecho por él, en la misma estaba Levi, pero bueno esto podía aceptarlo.

Lo malo fue que entro una mujer, que era de lo peorcito, la mencionada dama, era la prostítuta de todos los romanos, y, también de los judíos a los que espiaba para los romanos. Además de eso practicaba la adivinación, y, había hecho conjuros, y, pactos con el maligno, además de todo ello era conocedora de ciertas yerbas; que impedían que la concepción de un ser, siguiese su curso.

 Era muy rica, y  todo con dinero mal conseguido, era también muy despreciada, procedía de una familia honesta, y, rica de Betania, pero ella era un deshecho de la sociedad.

Entro en la casa, aprovechando que la puerta estaba abierta por ser verano, las mujeres de la casa trataron de echarla, pero ella se resistió.

 En  principio había acudido con su pomo de alabastro, para demostrar; (había hecho una apuesta, que “el nazareno”, no era tan santo, y, quería ver, como caía en sus brazos) así pues se acerco a donde estaba Jesús, lo miro, y, Él le devolvió la mirada. Pero fue una mirada que entro en su alma, y, arranco toda aquella basura.

“¿Por qué haces esto mujer?, yo te amo, vine a salvarte, tú vienes ofrecerme tu cuerpo, yo te quiero entera, vienes a seducirme, yo, a salvarte, si ya se todo lo que has hecho, que te dominan 7 demonios, Yo Soy el Señor, yo puedo liberarte”.


La mujer comprendió lo que había hecho, y, lo que iba a hacer, se echo a llorar desconsoladamente.

 “soy una pérdida, ¿cómo puedo ser capaz de hacerte tanto daño?
Luego temblando, puso su cara sobre los pies de Jesús(los orientales comen descalzos) al principio no se atrevió, pero luego comenzó a besar sus pies, con pasión, y, como los mojaba su llanto los seco con sus cabellos.


Simón se escandalizo. “seguramente (se dijo en su interior), yo cure de la lepra, por casualidad. Porque soy un hombre de vida sana, porque este no es un profeta, ni siquiera sabe, quien es la mujer, que le besa los pies. (Seguro que se la va llevar a la cama). Me gustaría decirle que es una pecadora. Lo sabe todo el pueblo.


Jesús elevo sus ojos, hacia Simón, y, le dijo “Te voy hacer una pregunta, un hombre tenía 2 deudores, uno le debía 50 denarios, el otro 500, los dos eran insolventes. Y, les perdono a los dos, ¿Quién es el más agradecido?


Simón respondió, el de los 500 denarios, Maestro, eso lo sabe hasta un niño( y, en su interior añadió, claro un niño también sabe quien es la magdalena( la llamaban así porque en ese pueblo ejercía su funesto oficio).


Dices bien contesto, El Señor, el de los 500, pues bien ves a esta mujer, cuando yo entre en tu casa, no tuviste conmigo ninguna atención, no me diste agua para los pies. No me saludaste con el beso, y, no echaste óleo en mi cabeza. Pero ella, si ella, Simón, ella que ha pecado mucho; me ha ungido con nardo, me ha besado los pies, y, me los ha lavado en lagrimas, y, secado con su cabello, por eso le perdono, todo lo pecado, por su mucho amor, como te perdone a ti, como te sigo perdonando. Luego le dijo a la mujer, estas perdonada. Vete en paz


Han pasado dos años desde aquella vez, que Magdalena encontró al Señor, ahora ella que se ha convertido en un manantial de pureza, se dirige hacía un monte donde Jesús los ha citado a todos sus discípulos, los once, aún no han llegado. Pero Simón ya se encuentra en la cima conversando con María la madre de Jesús, al llegar María de Magdala, aunque ahora también la conocen por María de Betania, Simón y, María la saludan, Simón aprovecha toda ocasión para pedirle perdón, por sus pensamientos de aquel día, y, María le dice que, ella iba con mala intención, pero que Jesús la cambio.

La Virgen al oírla le dice, toda la vida debes estar cambiando hija mía. A los pocos minutos llego Levi, o, Mateo con los otros diez, Simón le volvió a pedir perdón. Y, poco tiempo después, El Señor se hacía presente entre ellos, charlo un rato, les dio consejos, y, mandatos los mando hacer apostolado. Y, luego se fue, no sin quedarse, para junto a su Padre.


Simón, Levi, Magdalena, y, todos bajaron del monte, fueron a rezar con María la Madre hasta que Jesús, mando el Espíritu, y, la Iglesia nació.

A lo largo de su vida, seguro que tuvieron más caídas, no tan graves, como aquellas, pero en lo que ya no cayeron nunca fue en la soberbia, ahora sabían que poco, o. mucho todos habían ofendido al Señor, y, Este a todos los había amado, y, que si no habían pecado más, no había sido por mérito propio. Si no porque el Amor de Dios los protegía.
Fin











No hay comentarios: