En un taller de música; cierto día; en el que los distintos instrumentos, se reunieron, a media noche; para hablar de su destino.
El clarinete, afirmo ser él, y, no el clarinetista, quien producía la música, gracias, a su pistones, llaves, y, boquillas; sin embargo, el público, aplaudía al músico, que lo único que hacia, era insuflarle su aliento; por eso, mi propuesta es que a partir de ahora; rechacemos la intervención humana; no los necesitamos, “la música”, compañeros somos nosotros
Todos, desde el flautín, al piano, dieron su aprobación, ya era, hora de que la gente dijese.
“Que bella sinfonía, ha interpretado este flautín, o, esta guitarra, etc.; y, no que bella ejecución musical del profesor, o, compositor, tal, o, cual
La guitarra, fue más lejos, y, aconsejo, una huelga general, aprobada por todos, los hombres, se iban enterar, no habría música.
Y, lo hicieron cuando un músico, tomaba, un instrumento, este, o, le hería en los labios, si era un instrumento de viento, o, se cerraba de golpe, caso del piano, o, le resbalaba de las manos, cada uno, hacía según su estilo, pero era imposible interpretar ninguna partitura
Se suspendieron todos los conciertos, y, recitales
Los instrumentos estaban felices, pero cuando intentaron hacerlo ellos mismos vieron, que sólo salía, un ruido infernal
Pero los hombres, si, seguían produciéndola, sin ellos; les bastaba, silbar, chasquear los dedos, batir palmas, golpear el suelo con los pies, mover los dedos sobre una tabla, etc.
Comprendieron entonces, que la música, no la producían ellos, la tenían los músicos en el alma; y, se la comunicaban con su aliento, o, sus manos, ellos habían tenido una gran oportunidad, que por soberbia, habían rechazado; ahora sólo eran trastos inútiles
De pronto en el taller, se oyó una voz humana.
¿Profesor, que hacemos, con estos instrumentos, los echamos al fuego, son un estorbo?
Al oír aquello, un estremecimiento sacudió, sus almas de metal, y, de madera, un aliento contenido.
Pero otra, voz humana, la del músico respondió, por ahora no, yo era quien tocaba el clarinete, era un buen instrumento, con él que interprete, sinfonías bellísimas, no sé que pudo pasar.
En todos, se hubieran visto lagrimas, si pudieran llorar, pero desde aquel día, volvieron a dejarse tocar, volvieron a sonar, en las manos de los músicos, y, los teatros, se llenaron de nuevo, habían comprendido, que sin los músicos, sólo eran instrumentos, inútiles cacharros, que no servían para nada
Como los hombres, cuando quieren avanzar sin Dios
Fin
No hay comentarios:
Publicar un comentario