jueves, 8 de agosto de 2013

La Túnica


Shereida, termino de hilar la lana de sus ovejas, hizo, lo mismo con el lino, junto todo con unas hebras de finísima seda, y, con todo ello tejió una tela,  de un  tacto maravilloso, suave, y cálido a la vez, entonces rebusco en sus arcones, y, halló un  tarro con una pizca de púrpura, y, con ella tiño la tela,  al cabo de 2 días, cuando ya el tinte, estuvo seco, confecciono una túnica,  más bien una joya, una túnica sin costura, en una sola pieza; una túnica digna de un rey; desde luego, los elementos con los que estaba hecha lo eran,  el lino, la seda, y, sobre todo, la púrpura, la  dificultad para adquirir el animalito, del que se extraía, hacia que sólo los ricos, o, nobles pudiesen comprar; o, encargar, telas teñidas con ella.

Ahora, Shereida, tenía un problema, ¿Qué  podía hacer  con ella?; la respuesta parecía obvia, y, hasta inútil en una vendedora de telas, y, de túnicas, pero sin saber porque,  sentía dentro de si, que aquella túnica tenía un destino

Venderla a un romano; no le  agradaba, aunque no era judía de nacimiento, le molestaba la opresión de su patria de adopción; claro que tampoco le agradaban los judíos, los que podrían comprarla, y, quienes nunca accederían a darle, el precio, que en realidad valía, pues como había sido idolatra, la consideraban impura, y, se creían con derecho a  “pagarle lo que ellos creyesen justo”.

De pronto, una idea, cruzo su mente,  “Ya sé lo que voy hacer, se lo regalaré a María, para su Hijo, pero, eso, si lo haré con una condición, que no le diga, que fui yo, me dolería mucho, que el Rabí, la rechazase.  Y, estoy segura, de que lo haría, al venir de  alguien como yo”

Al día siguiente fue ver a Maria, y, se la entrego,  Maria la recibió emocionada, “Jesús se alegrara mucho, le viene muy bien,  porque a veces, duerme al raso; pero lo que no entiendo; es porque no quieres que le diga, que es un regalo tuyo. Claro que si no quieres, no lo haré, aunque te advierto, se lo puede decir su Padre”

Shereida, sonrió, el padre de Jesús el bueno de José, a quien conociera en Egipto, él que le había enseñado la verdadera Fe, y, la habia  arrancado de los ídolos, dormía en el seno de Abraham

Jesús recibió  la túnica con cariño, de manos de su Madre, aunque bromeó, diciendo, “que no le cuadraba mucho, llevar algo tan lujoso, ya que no era habitante de palacios”

Shereida, lo vio  a los pocos días; vestido con ella, y, su corazón, latió apresuradamente

Cierto día; pudo ver como una mujer se curaba, con sólo  tocar  el borde la túnica, y, pensó que ella, había hecho, un objeto mágico

La gente se amotinaba, para si quiera poder rozar el borde de la túnica, y, ella, seguía pensando que aquella tela, tenía poder, poder que le tenía que haber dado, ella, Shereida, porque ella, la había tejido.

Después vino la tragedia, Jesús  fue traicionado, detenido, y, condenado, a morir crucificado, Shereida desde lejos, vio como los soldados le arrancaban la túnica, lo vio morir entre horribles dolores; y, pensó, que el poder residía en la túnica, que era ahora propiedad de un soldado romano; después vio como aquel soldado, aquel centurión de rodillas ante la Cruz;  ante el cadáver de un crucificado, confesaba a éste como; hijo de Dios,

Pasados varios días, intento localizar al romano, con el propósito, de convertirse en su amante, y, estar así, cerca del poder de la túnica; pero el centurión estaba cambiado, era otro hombre, que hablaba de la resurrección, de la fuerza del Espíritu, en suma se había vuelto loco, lo amenazó, con denunciarlo; de no dar aviso, a sus jefes, del lugar, donde se reunían los amigos de Jesús; a menos que le entregase, la túnica.

El centurión, no lo dudo, se la entrego, sin pedir nada, a cambio

Pero la vida de, Shereida; tampoco cambio, simplemente, se convirtió, en enemiga, del nuevo pueblo, de la nueva comunidad; de los amigos de Jesús, que decían, que éste, estaba vivo

Muchos enemigos de Jesús, que  antes de su muerte, no, “podían ni verlo”; lo aceptaron como Mesías, y, Señor, se hicieron sus amigos, y, sus hermanos; ella, no, ella junto con otras damas, promovió, un altercado, contra un ex converso, ahora convertido en apóstol, Saulo, es decir; Pablo, un fariseo convertido a la nueva secta, el tiempo fue pasando, y, Shereida,  se vio vieja, y. enferma, la túnica no le había dado nada, claro que la culpa, era suya, por  tenerla guardada en un arcón, lo que tenía que hacer; se dijo a si misma, era sacarla del baúl, y,  pedirle fuerza, amor, salud, dinero.

Pero cuando abrió el arcón, sólo encontró una tela vieja, sucia apolillada; entonces se puso, a increpar a la tela, a insultarla, a maldecir, a llorar, no entendía nada; salió de su casa llorando, y, ciega como iba por el llanto, no vio un trozo de jabón que había en el suelo, y, resbalo por las escaleras

Cuando abrió los ojos, no sabía donde estaba, se hallaba rodeada, de un  grupo de gente desconocida para ella; intento levantarse, pero no pudo; entonces comprendió, que su fin estaba cercano, se preguntó, si Jesús, podría perdonarle, sin darse cuenta, pronunció, su pensamiento en voz alta, entonces una mujer; se acerco a ella, y, le dijo:  Te he escuchado,  hay un hombre aquí, que necesita hablarte,  el hombre que se acerco a ella, ya era mayor, pero no era desconocido para Shereida, lo recordaba, de antaño, de verlo en compañía de Jesús, era Simon, el pescador, ahora llamado Pedro, este le dijo:  Shereida, ¿Crees qué Jesús es;  el enviado, el Hijo de Dios; El Salvado, crees que ha resucitado?

Shereida, con la voz muy débil, respondió, Sí, Sí ahora creo, y, veo, ahora sé, que el poder era suyo, no de la túnica de la que hice, un ídolo

¿Quieres pues que te bautice?

Si, quiero

Pedro,  tomo agua, y, la vertió sobre su frente, diciendo,  Yo te bautizo  Shereida, en el nombre del Padre, del Hijo, y, del Espíritu Santo

El rostro de Shereida, la nueva cristiana se ilumino, luego  calló sobre la almohada, y, empezó a vivir de verdad

Fin


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