jueves, 21 de junio de 2012

El cuarto rey Mago


El cuarto rey mago cuento
Todos conocéis el nombre de los Reyes Magos. Melchor. Gaspar y Baltasar. Lo que seguramente no sabréis todos; es que hubo otro Rey Mago; su nombre era. Eliab, hubiese sido el 4º Rey Mago; pero se salió del Belén… Como esas figuras que perdemos, y somos incapaces de encontrar, así le pasó a Eliab.
Pero qué os parece si os cuento un poco su historia.

Tanto Eliab, como sus 3 amigos; no eran en realidad reyes; sino astrónomos; personas que estudian los astros. No, no eran astrólogos. La vida de las personas no esta encerrada en las estrellas. Sino en el corazón de Dios.
Tanto nuestro amigo, como los magos ya conocidos; desconocían al verdadero Dios; y cada uno de ellos tenía una multitud de dioses, que por supuesto no llenaban para nada su corazón. Baltasar que era egipcio adoraba por ejemplo a Isis. A Anubis. Y un largo etc. Melchor que era de la India. Adoraba a Shiva. Brama y otro largo etc. Gaspar que era de Tarsis; adoraba a Tanis. Astarte y algún dios griego o romano. Eliab que era árabe adoraba al sol a la luna.

Muchas veces se habían sentado juntos, y contemplando las estrellas se habían preguntado, y se habían contestado. ¿qué sus dioses no podían ser capaces de hacer aquellas maravillas?. Tenían dudas. Sabían que sus dioses eran mudos. Y lo que es peor, no tenían vida.

Un día conocieron a un mercader judío. Samuel. Y éste les habló de su Dios y de la esperanza que tenía su pueblo en el Mesías.
Desde aquel día. Los tres vivieron con la esperanza de conocer algún día a aquel Niño; no se hacían ilusiones. Porque en primer lugar estaba que “vaya vd. A saber cuando iba a nacer el mencionado Mesias. Y, luego, que bien claro lo había dejado el judío. El Mesías cuando viniese vendría sólo para Israel su pueblo. Nacería de él. Y vendría para aplastar a los extranjeros a los gentiles. A los perros idólatras. Para hacer de Israel un imperio.

A Melchor, con todo el respeto del mundo para el judío; esto le parecían meras idioteces. Para que iba Dios querer tener un imperio, cuando ya es el dueño de todo el mundo.
Claro que él del verdadero Dios sabía muy poco; bueno el dios que le había descrito el judío tampoco tenía mucha pinta de verdadero dios; se parecía un pelín a Marte, el dios de la guerra de los romanos.

Por su parte Baltasar pensaba, que si contra algo tendría que luchar el Mesías no seria contra los gentiles; sino contra la falta de Amor en el mundo.

Y Gaspar opinaba que lo mejor que podría hacer; sería, convertir a todos los hombres en hermanos. Esa sí que sería una gran labor, aunque imposible, a no ser que el Mesías fuese algo más que un hombre.

Y, Eliab. Opinaba que el Mesias de los judíos, haría lo que había dicho su paisano. Y. que nadie podría impedírselo, porque intuía sería algo más que un hombre.

A veces discutían sobre lo que cada uno de ellos pensaba sobre el Mesías.
Aquella noche, no era una noche como todas las demás, era una noche fría oscura; como si las estrellas hubiesen sido barridas del cielo. Y. como si la luna se hubiera evaporado.
De repente, en el firmamento. En el rincón más lejano; comenzó a verse un punto diminuto; que se fue agrandando y agrandando cada vez más. El primero que la vio fue Gaspar que llamó enseguida a sus compañeros.

“Fíjate, Baltasar, y tú también Melchor, Eh tú Eliab; no te quedes ahí rezagado. Mira que fenómeno tan extraño; Una estrella que crece sin parar; mirad que cola; No cabe duda de que se trata de un cometa; pero este no mete miedo( lo decían porque en aquella época; las gentes, pensaban que los cometas eran los culpables de lo malo que pasaba en el mundo; una excusa como tantas; para no luchar por mejorar el mundo; en realidad los hombres y las mujeres de entonces; no se diferenciaban mucho; de los hombres y las mujeres del siglo XXI)

Lo extraño, dijo Baltasar, que era el más observador de los tres; es que este cometa parece viajar, es más sé esta moviendo. Y nos está diciendo que lo sigamos

“No digas tonterías; Baltasar(dijo Melchor) desde cuando hablan las estrellas, ese cometa se mueve debido a ciertas leyes impresas por los dioses en los cuerpos celestes; y punto.

Lo que quieras. Amigo Melchor. ¿Pero puedes entonces decirme; por qué su cola apunta siempre al sitio donde estamos?
Es verdad, objeto, Gaspar. Esta estrella es cómo si estuviera viva. Todavía guardo unos rollos de papiro; que nos regalo aquel mercader judío; y voy a echarles una ojeada; a ver si me aclaran; si nos aclaran algo.
Nada, te van aclarar Melchor, dijo de pronto Eliab. Esos rollos de pergamino que te dejo el judío, no son más que leyendas o mitos para demostrar que su dios; es un dios, que esta por encima de todos nuestros Dioses. No es un tratado de astronomía.
Lo se, Eliab, pero por mirar nada se pierde.

Y tal como había dicho. Melchor leyó de noche; en su tienda, aquellos rollos que sólo él había conservado; los demás se los habían cedido, muy gustosamente, allí se entretuvo, en el relato de la profecía de Balaam. Ni que decir tiene que los rollos a que se refería el rey; mejor dicho el astrónomo Baltasar eran los libros del Pentateuco. También llamada la Thora; por el pueblo judío.
“Aquí esta”; dijo al fin. Y salió corriendo; anunciar a sus compañeros lo que había encontrado; parecía un loco; fíjate, Baltasar, Gaspar, Eliab, fijaos. Aquí, esta habla de una estrella, que anunciara el nacimiento del Mesias, del Rey definitivo de los judíos.
Los otros Magos al principio no querían creerle; decían que no tenía sentido; que un hombre que había creído oír hablar a una burra, podía decir cualquier tontería.

Así que lo mejor que podían hacer era desentenderse de aquel cometa, y seguir con su trabajo. Además excepto Eliab, quien acababa de perder a su esposa; y a su hijita. Todos los demás tenían mujer e hijos, bueno Baltasar tenía mujeres. E, hijos de ambas.
Al día siguiente la estrella seguía allí, y así un día sí, y el otro también. Hay cosas que la ciencia no puede explicar. Porque la Ciencia vale para muy poco. Y, es tan pequeña, tan limitada que cabe en unos miles de libros. Pero los sueños. La ilusión, la capacidad de asombro, el amor. Las risas de los niños; en suma todo lo inmaterial es infinito, porque son destellos que le cayeron al Creador al hacerse sus fotos. Es decir al crear a cada ser humano.
Hay científicos que son tontos, si son premios Nobel, y tienen muchos títulos pero son tontos, no ven más que lo que pueden ver sus aparatos de laboratorio, o, lo que palpan sus manos. No son exclusivos de nuestro tiempo, los hubo siempre, bueno algunos, ven, pero dicen que no; porque es más cómodo. Pero los magos. Aunque mejor debiéramos decir los astrónomos de este relato no eran así.
Ellos si tenían la inteligencia de un niño; que son los más inteligentes. Por ser los más cercanos a Dios.
Como consecuencia de ello; decidieron partir rumbo a Judea, para rendir aunque eran gentiles su pleitesía, su adoración al Recién Nacido Rey de los Judíos.
Baltasar decidió llevarle todas sus joyas. Sus amuletos y hasta sus ídolos de oro, Gaspar decidió llevarle Incienso, del más puro. El que jamás había encontrado un Dios que se lo mereciese. Melchor decidió llevarle Mirra un perfume muy caro.
Eliab, era pobre, y no tenía nada que llevar. Yo amigos; me llevo yo.
Lo que paso después ya lo sabéis. Mateo, un amigo de Jesús, lo cuenta mucho mejor.
El caso fue que como ya sabéis los Magos llegaron a la Casa donde ya estaba alojada la Sagrada Familia; se encontraba Maria sola con su Bebecito, porque San José había acudió arreglar unas ventanas. Tan pronto se supo que era carpintero, y, lo majo, honrado y buen trabajador que era le llovía el trabajo, así que estaba trabajando.

Maria al principio, tuvo miedo; no sabía que hacer, era una gente extraña, vestida de una forma rara; y, hablando una lengua que no conocía. Hasta que empezó a hablar Eliab, él sabía algo de hebreo; y se explicó más o menos como pudo.
“Veréis Señora; hemos sabido, que vuestro Hijo es el Mesias el Rey de los judíos, una estrella nos ha guiado hasta aquí y venimos adorarle. Os rogamos nos dejéis besar al Niño”
La Virgen que era, que es Joven y guapísima. Con un pelo negro como la noche más pura; con unos ojos. Como los de todas las madres. Que no es rubia, porque es semita. Que tiene aires de gitana. Se rió, luego dijo:

“Vale os dejo besar al Niño, pero no lo despertéis por favor, acabo de mudarlo; porque; “no sabéis la de pañales, que mancha el Rey de los judíos; anda tómalo tú; (dijo mirando a Gaspar) a ver si no te moja.

Jesús al cambiar los brazos de María por los de Gaspar; empezó a llorar como un descosido. Y, no hubo forma de callarlo, sólo se quedaba calladito; en los brazos de su Mamá Maria y de Eliab. A los regalos les hizo muy poco caso; bueno, sólo tenía 3 mesitos, pero la barba de Eliab, eso si que le gusto.
Estuvieron hablando; largo rato, La Virgen les ofreció, leche fresquita que había ordeñado aquella misma mañana, de una vaca, que una vecina les había prestado. Y les rogó esperasen la llegada de su esposo.
San José llegó sudoroso y cansado. Se extrañó de ver aquella gente en su casa; pero no temió nada, si Maria los había dejado pasar es que eran buena gente. Además gente buena la había en todo el mundo. Y, mala. Ser judío o gentil no era garantía de nada. Sólo que los judíos eran más privilegiados que los gentiles. Pues Dios había estado más cerca de ellos. De una cosa estaba seguro José; y es que su Hijo, no podían venir para ser propiedad exclusiva de un pueblo o una raza.
Aquella noche, los astrónomos compartieron la casa, con José, Maria, y el Peque Jesús.
Al día siguiente, Maria les entregó una rosca amasada con huevos y manteca; origen de nuestro “roscón de Reyes”.
Ellos se lamentaron y excusaron por no haber traído más cosas. Eliab, callaba avergonzado.
“No sé que diréis de mí, presentarme así, sin nada; pero es que lo perdí todo, al morir mi hijita y mi esposa no tengo nada.
San José lo consoló diciendo; que lo más importante era su persona, el viaje que habían hecho. Y que allí siempre tendría unos amigos.
Y, de ese modo, los Magos se despidieron. Iban ya a medio camino; cuando se sintieron cansados; y se retiraron para dormir; entonces. Eliab escuchó entre sueños; la voz de un soldado; que daba la orden, de parte de Herodes de matar a todos los recién nacidos. Despertó a sus compañeros. Y, les dijo, que tomasen otra ruta. Él volvería a Belén.
Y, volvió, él fue el ángel que avisó a San José; es que los ángeles a veces son hombres o mujeres. Ángel sólo significa Mensajero. “Yo (dijo a San José y a la Santísima Virgen); no tengo nada. Pero quiero serviros como criado, como defensor de vuestro Hijo; mi persona esta a vuestro servicio.
Lo aceptaron, aunque como le dijo Maria, no como criado, sino como amigo, serás como un tío de nuestro Hijo; Yo; añadió San José te enseñare algo de carpintería, porque no creo que te puedas ganar la vida; mirando las estrellas.
Y, así Eliab marchó con La Sagrada Familia a Egipto. Y allí estuvo con ellos; hasta que un día que iba hacer un encargo, se enteró de la muerte de Herodes. Y, avisó a José.
No, él no volvió, en Egipto se había enamorado de una joven hebrea. Se habían casado y eran padres de un niño, al que llamaron José y de una niña a la que llamaron Maria; aunque lo querían mucho, ni Maria ni José, aceptaron que vinieran con ellos.
Tu estarás siempre en nuestro corazón; nunca olvidaremos. Lo que hiciste por nosotros y por nuestro hijo. Que seas muy feliz Eliab. Siempre le hablaremos a nuestro Hijo de ti.
Ya no se volvieron a ver. Bueno si se vieron y se ven en el cielo.
Este relato ha sido; para que no olvides que todos tenemos algo que dar a Dios. Si no tenemos nada, tenemos nuestra vida, nos tenemos a nosotros como Eliab el Cuarto Mago.
Fin

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